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lunes, 13 de octubre de 2008
Entre la noria y la furia
Cuando a cualquier europeo, se le pregunta sobre los criterios de su identidad nacional, sabe perfectamente lo que le distingue y asemeja a otros europeos, los españoles no. Si un británico, francés, alemán, o portugués tienen que definirse ante alguien que no lo es, lo hacen sin problemas, los españoles no.
En España resulta vergonzoso comprobar como los nacionalistas, recuérdese que son una inmensa minoría, con el apoyo de los socialistas, y la anuencia de la nueva derecha, la que considera un coñazo el desfile de las fuerzas armadas en el día nacional de España, y tradicional fiesta de la hispanidad, han logrado despojarnos de lo que somos para construir ciudadanos a la medida de sus intereses.
Hay tanto desvelo en que no se sepan los criterios que definen la categoría española de identificación, que para conocer la realidad de nuestra identidad cada día va siendo más preciso consultar los gruesos tratados de historia y antropología, o la memoria no histérica de nuestros mayores.
En este país pesan más los criterios de desidentificación, que los de identidad, salvo que esta se procure desde las protonaciones inventadas, que entonces es de obligado cumplimiento, pero esto no se debe a una casualidad del destino, sino a un plan organizado, a una estrategia compartida por todos los interesados en destruir el concepto de lo español.
Lo español es facha, menuda estupidez, ¿y lo catalán, vasco o gallego es democrático?, no, en realidad es fascista hasta el nazismo, impedir que los niños españoles puedan aprender español, o soportar que los niños españoles se vean sometidos la imposición cultural de los nacionalismos más estridentes, y el socialismo y el conservadurismo más paletos. Los niños y los adultos, porque para los políticos es lo mismo, nos tratan sin respeto, como si fuéramos cortitos.
Tiene razón marcapola, nuestro comentarista más elocuente, cuando dice que todos los políticos son enemigos de los españoles, de los ciudadanos de España; porque cuando ya han exprimido hasta la caquexia a nuestra nación, ahora quieren fragmentarla en pequeños trozos para seguir extrayendo beneficios de su disolución.
Y todo para obtener exclusivamente beneficios políticos, perpetuación en el cargo y esas cosas. Lo que están haciendo los políticos con España es un acto criminal, y lo que están haciendo con los españoles un delito imperdonable, se están pasando la Constitución, que define las relaciones entre ciudadanos y políticos por el escroto.
Ser español es una categoría de definición incuestionable, lo cuestionable es lo que hacen los políticos para permanecer en el poder, para tapar las miserias en las que nos han sumergido, para salir de rositas después de habernos hecho mucho daño.
No hay justicia, si la hubiera, estos elementos deberían estar en la cárcel, pero la justicia también la manipulan a su interés y en su beneficio. Los medios de comunicación amplían el discurso de los políticos y quienes deben oponerse a este crimen de desahuciarnos en nuestra identidad, no hacen lo que deberían hacer.
Sin embargo, el pueblo español, los ciudadanos españoles no pensamos, ni sentimos, como quieren que lo hagamos, ni con la Educación para la Ciudadanía, ni con la conculcación de la Constitución, ni con las ausencias escénicas estudiadas.
Hace unos meses, cuando la selección española de futbol se hizo con el campeonato de Europa, cuando Rafa Nadal se convirtió en el primer jugador del mundo, cuando los españoles obtuvieron las medallas olímpicas, o ayer mismo, cuando Fernando Alonso fue el mejor piloto en el gran premio de Japón, a muchos, la inmensa mayoría, nos surgió en el interior más profundo un brote de orgullo patrio, con esa musiquilla de entonación fácil que ya se ha instalado en nuestra cultura: “yo soy español, español, español...”, a pesar de todo, de que los políticos no quieren que lo digamos, pensemos o sintamos, contra viento y marea.
El daño que nos están haciendo estos sinvergüenzas es irreparable, no sólo con repartirse beneficios de sus acciones, sino con los perjuicios que nos dejan. Quieren un país inerme, desdiferenciado, amorfo, porque les interesa para hacer dentro lo que les dé la gana, pero al mismo tiempo nos debilitan ante el exterior, desprestigian lo español, lo devalúan ante el mundo. Estos progresistas, dicen que quieren modernizarnos y nos están llevando a la época feudal, en la que sólo había señores y siervos. El Rey Juan Carlos I, contribuye con su ausencia institucional a que siga el camino, ha dejado de ser Rey de los españoles, y pronto dejará de ser Rey de España, porque en tiempos de crisis sobra lo inútil. Es necesario que abdique antes de que la institución de la monarquía se vea dañada por su anuencia. Felipe VI deberá reinar, que no sólo es figurar, o seguirá rápidamente los pasos de su padre.
Los españoles debemos elegir, cuanto antes, entre ser lo que somos o ser lo que quieren los políticos. Vivimos tiempos de prórroga, el partido está empatado, o sacamos la furia ya, o preparemos nuestros cuellos para que nos unzan a la noria que nos han preparado con el yugo del ancilaje.
Biante de Priena
En España resulta vergonzoso comprobar como los nacionalistas, recuérdese que son una inmensa minoría, con el apoyo de los socialistas, y la anuencia de la nueva derecha, la que considera un coñazo el desfile de las fuerzas armadas en el día nacional de España, y tradicional fiesta de la hispanidad, han logrado despojarnos de lo que somos para construir ciudadanos a la medida de sus intereses.
Hay tanto desvelo en que no se sepan los criterios que definen la categoría española de identificación, que para conocer la realidad de nuestra identidad cada día va siendo más preciso consultar los gruesos tratados de historia y antropología, o la memoria no histérica de nuestros mayores.
En este país pesan más los criterios de desidentificación, que los de identidad, salvo que esta se procure desde las protonaciones inventadas, que entonces es de obligado cumplimiento, pero esto no se debe a una casualidad del destino, sino a un plan organizado, a una estrategia compartida por todos los interesados en destruir el concepto de lo español.
Lo español es facha, menuda estupidez, ¿y lo catalán, vasco o gallego es democrático?, no, en realidad es fascista hasta el nazismo, impedir que los niños españoles puedan aprender español, o soportar que los niños españoles se vean sometidos la imposición cultural de los nacionalismos más estridentes, y el socialismo y el conservadurismo más paletos. Los niños y los adultos, porque para los políticos es lo mismo, nos tratan sin respeto, como si fuéramos cortitos.
Tiene razón marcapola, nuestro comentarista más elocuente, cuando dice que todos los políticos son enemigos de los españoles, de los ciudadanos de España; porque cuando ya han exprimido hasta la caquexia a nuestra nación, ahora quieren fragmentarla en pequeños trozos para seguir extrayendo beneficios de su disolución.
Y todo para obtener exclusivamente beneficios políticos, perpetuación en el cargo y esas cosas. Lo que están haciendo los políticos con España es un acto criminal, y lo que están haciendo con los españoles un delito imperdonable, se están pasando la Constitución, que define las relaciones entre ciudadanos y políticos por el escroto.
Ser español es una categoría de definición incuestionable, lo cuestionable es lo que hacen los políticos para permanecer en el poder, para tapar las miserias en las que nos han sumergido, para salir de rositas después de habernos hecho mucho daño.
No hay justicia, si la hubiera, estos elementos deberían estar en la cárcel, pero la justicia también la manipulan a su interés y en su beneficio. Los medios de comunicación amplían el discurso de los políticos y quienes deben oponerse a este crimen de desahuciarnos en nuestra identidad, no hacen lo que deberían hacer.
Sin embargo, el pueblo español, los ciudadanos españoles no pensamos, ni sentimos, como quieren que lo hagamos, ni con la Educación para la Ciudadanía, ni con la conculcación de la Constitución, ni con las ausencias escénicas estudiadas.
Hace unos meses, cuando la selección española de futbol se hizo con el campeonato de Europa, cuando Rafa Nadal se convirtió en el primer jugador del mundo, cuando los españoles obtuvieron las medallas olímpicas, o ayer mismo, cuando Fernando Alonso fue el mejor piloto en el gran premio de Japón, a muchos, la inmensa mayoría, nos surgió en el interior más profundo un brote de orgullo patrio, con esa musiquilla de entonación fácil que ya se ha instalado en nuestra cultura: “yo soy español, español, español...”, a pesar de todo, de que los políticos no quieren que lo digamos, pensemos o sintamos, contra viento y marea.
El daño que nos están haciendo estos sinvergüenzas es irreparable, no sólo con repartirse beneficios de sus acciones, sino con los perjuicios que nos dejan. Quieren un país inerme, desdiferenciado, amorfo, porque les interesa para hacer dentro lo que les dé la gana, pero al mismo tiempo nos debilitan ante el exterior, desprestigian lo español, lo devalúan ante el mundo. Estos progresistas, dicen que quieren modernizarnos y nos están llevando a la época feudal, en la que sólo había señores y siervos. El Rey Juan Carlos I, contribuye con su ausencia institucional a que siga el camino, ha dejado de ser Rey de los españoles, y pronto dejará de ser Rey de España, porque en tiempos de crisis sobra lo inútil. Es necesario que abdique antes de que la institución de la monarquía se vea dañada por su anuencia. Felipe VI deberá reinar, que no sólo es figurar, o seguirá rápidamente los pasos de su padre.
Los españoles debemos elegir, cuanto antes, entre ser lo que somos o ser lo que quieren los políticos. Vivimos tiempos de prórroga, el partido está empatado, o sacamos la furia ya, o preparemos nuestros cuellos para que nos unzan a la noria que nos han preparado con el yugo del ancilaje.
Biante de Priena
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