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jueves, 6 de septiembre de 2007

El cobrador del frac y la monja de las llagas

Todavía recuerdo a Savater en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, subiendo al estrado entre vítores y gritos de fans. En varios años pasados en la capital porteña, sólo vi entusiasmos comparables con Shakira, Maradona y el dictador Castro. Públicos distintos, probablemente, aunque en algunos casos, pensándolo bien...

Señor Savater, ha vuelto a meter la pata. Siempre que habla de política la mete. Hace poco llamó usted a la abstención en el País Vasco porque "un hombre como yo no puede votarle a las derechas". Poco antes creo que eructó algo así como "España me la suda". Ahora dice que cuando Eta deje de existir, se podrá pensar en ser generoso. No sé por qué, pero ese tipo de declaraciones me suenan. A progre, a podrido, a mierda. No es usted el primero en haber pronunciado tales disparates contrarios al sentido común, a la decencia, a la razón. Pero lo subrayo aquí porque usted va de decente y razonable por la vida. Si le oyeran sus letrados y leídos hinchas argentinos, qué dirían, Maestro, qué pensarían. Vaya con cuidado, o terminarán confundiéndole con el pibe de oro, cuestión de palabras, o más bien de palabros y malsonancias, vulgaridades, atropellos y desprecios a esa gente, precisamente, decente.

Aunque debo reconocer que todo eso son minucias, comparadas con aquello que dijo y que todavía, como muy bien le recuerda Alcaraz (una persona decente), usted no ha rectificado: las víctimas son algo entre el cobrador del frac y la monja de las llagas.

No tengo palabras, Señor Savater. Y no le diré nada más, pues usted también es una víctima, constantemente amenazada por criminales. Le deseo muchos años de vida, en una España democrática y constitucional, victoriosa contra Eta y sus recogenueces, por fin, gracias a la decencia y al sentido común de esa gente a la que usted insulta y ofende.

Jorge Harrison

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