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domingo, 1 de marzo de 2015

No está todo perdido, nos queda rezar en arameo



"¿No es vergonzoso que los fanáticos muestren demasiado interés y los sensatos no?"  Voltaire

Al contrario de lo que pudiera parecer, la tan celebrada sociedad de la información no está contribuyendo a despejar las incógnitas existentes en la realidad por medio de la razón, sino contribuyendo a crear nuevos simulacros y creencias erróneas en mucha gente, por supuesto en algún nefando interés de los que pretenden seguir tirando de los hilos que rigen nuestras vidas títeres desde el poder, para acumular más beneficios y privilegios.

Vivimos en un sistema totalitario en el que se exterminan los pensamientos independientes, como nunca antes había ocurrido en la historia. La atención que se concede a una reflexión sosegada, concienzuda y elaborada con esfuerzo y trabajo, es incluso menor que la que se otorga a un chisme,  del gilipollas de turno que sale en la tele gracias a su tronadura.  El Almodóvar de moda que cocina el engendro debe estar satisfecho de representar el mundo a su imagen y semejanza.

Ortega y Gasset nos había ofrecido en La Rebelión de las Masas, allá por 1930, un retrato del enfangado territorio en el que se iba a introducir la humanidad, y apenas existían medios de comunicación acríticos, al servicio del poder, por entonces. La condición humana, desde la perspectiva social, es tenebrosa, prueba de ello son las barbaridades que acontecieron desde la creación de los totalitarismos del siglo pasado, pero no menos abrasivos que los totalitarismos del presente. Lo social es el vaciamiento de lo humano, por mucho que se empeñen en convencernos de lo contrario los que viven de ello.

Y ocupándonos de nuestro país, que al fin y al cabo es en el que vivimos, sólo hay que visitar algún grupo de Facebook para comprobar lo lejos que estamos de alcanzar algún tipo de sentido común compartido. Mientras unos defienden desde el apoyo al gobierno que vivimos en el mejor mundo de los posibles, que en España no hay problemas importantes y que estamos saliendo de la crisis económica, otros dicen tonterías del calibre de dedicar el 150 % del PIB, por supuesto extraído de más deuda pública, a resolver el problema del paro creando trabajos públicos, como si de ellos se derivara riqueza y no consumo de la riqueza que proviene, precisamente de las actividades privadas. Lo público siempre es un gasto, no un ingreso. La mejor forma de apagar un fuego todo el mundo sabe que es con gasolina.

¿Y cuántos dicen que ambas posiciones, la de la casta y la de podemos son una farsa que trata de retratar una realidad inexistente?, pues una escasa minoría, seguramente habrá más gente que lo piensa, pero los que lo decimos somos muy pocos y además estamos condenados a soportar las impertinencias de algunos imbéciles que piensan que en este mundo sólo que ellos piensan, sienten y conocen es la única verdad posible, como si fueran del Estado Islámico.

La pregunta que surge es de donde han salido estas generaciones atrofiadas que han estado expuestas al sistema educativo que se ha llevado más recursos en la historia de este país, que han tenido a su disposición más oportunidades que ninguna generación anterior de españoles y que están condenados a vivir la vida más miserable gracias a las creencias erróneas en las que los han introducido los vendedores del milagro de que si creen en ellos todo en su vida se resolverá. Decía Herbert Spencer, un personaje que ha sido demolido por los pensamientos doctrinarios de las izquierdas y las derechas desde hace décadas, que una verdadera educación debe enseñar a la gente a gobernarse a sí misma y no a ser gobernada por otros. Algo tan sencillo de entender es un anatema en estos tiempos.

En España las directrices de la educación están sometidas al poder de turno, los directores de los colegios e institutos son nombrados por el poder político vigente en sus territorios, más por el carnet que portan, que por la adecuación que se desearía. Lo mismo ocurre en todos los ámbitos públicos, la sanidad, las obras públicas, la justicia, las administraciones públicas, las dependencias municipales, todo está contaminado del poder de turno, ahora uno, luego otro, y eso se paga muy caro.

Menos mal que ahora está la alternativa de Podemos, para reforzar lo hecho con anterioridad por la casta, y en la estela de personajes como los Castro, Chávez, Maduro o Ahmadineyad, convertir a la fe paulista a todos los desesperados por el despojo al que han sido sometidos por el poder. Progresar hacia el tercermundismo, fue la profecía que han hecho posible entre Zapatero, Rajoy y Pablo Iglesias, no hay otra alternativa posible con esta gente que irnos a la mierda como país.

Con estas soluciones, creo que vamos a tener problemas para largo y que los que viven de que los tengamos, están blindados contra cualquier vicisitud miserable que acontezca en los ciudadanos de a pie. La nueva aristocracia está dispuesta para seguir ejerciendo el poder desde la misma configuración que la vieja aristocracia. Las castas y sus intereses pueden seguir tranquilos, porque para resolver los problemas que han creado a los ciudadanos, ahora tenemos una opción que está dispuesta a hacerlos buenos creando muchos más problemas.

Como los creyentes no se hagan demócratas y espabilen, creo que tenemos asegurado para las próximas décadas un país que cada día se va a deteriorar progresivamente. ¿Acaso no fue lo que quiso Zapatero con sus ocurrencias? Ni Franco se atrevió a hacernos vivir en el ámbito de la barbaridad y el esperpento como el contador de nubes, del que Pablo Iglesias es su sucesor más aventajado, porque Pedro Sánchez es simplemente un aprendiz. Rajoy es su sosias, el alter ego de la catástrofe mental que conlleva la acefalia y el despotismo. Estos personajes de sainete y farsa son los que deciden nuestro destino, gracias a los que se creen demócratas votando por ellos.

Que baja ha caído la política en España, tanto que si desapareciera y fueran exterminadas sus estupideces, creo que viviríamos felices. Votar por imbéciles, no resuelve el despotismo de un sistema político con apariencia democrática, al contrario, lo perpetúa.

Enrique Suárez

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