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jueves, 30 de agosto de 2007

Rosa Díez y el nuevo partido

Bilbao, veintinueve de agosto de 2007

José Luis Rodríguez Zapatero
Secretario General del Partido Socialista Obrero Español
C/ Ferraz nº 70MADRID

Estimado Secretario General del PSOE:

Por la presente te comunico mi decisión de darme de baja como afiliada en el partido Socialista Obrero Español.

Igualmente, quiero hacerte saber que con fecha de hoy he remitido a la Junta Electoral Central mi carta de dimisión como Parlamentaria española en el Parlamento Europeo.

Sin otro particular, recibe un atento saludo.

Rosa Díez González

Un beso Rosa, te esperábamos.

KEVIN


"...vengo a hablaros de la muerte de Kévin, muchacho nacido en Bogotá hace unos catorce años, mientras su padre y yo, íntimos amigos, grabábamos no sé qué ficción ahora intranscendente. No tuvo suerte, pues careció de oxígeno en el momento oportuno, mientras a otros les falta corazón, vísceras o valor durante décadas, sin consecuencias nefastas para su vida orgánica. A Kevin, sin embargo, el déficit H2o le pasó factura y se ha despedido joven, después de una vida de santo inocente, rodeado de amor y ternura."

Cuánto obituario veraniego : Antonioni y Bergman, genios cinematográficos, ciertamente, según dicen, aunque a mí me recuerdan sesiones dormilonas de cineclub en mi pasado estudiantil: psicología, mucha psicología, y travellings interminables, picados de escuela de cine y planos fijos o lentos, de aquellos que tanto les gustan a los "cinéfilos" de ayer, de hoy, y me temo que de mañana.

Y el cardenal Lustiger, arzobispo de Notre-Dame, judío concentrado-convertido al cristianismo, Saulo de Tarso de nuetra era.

Michel Serrault también, extraordinario actor destinado a la comedia ligera y reconducido por la corrección cinematográfico-ideológica al estrellato inexplicable dentro de la intelectualidad. Menos mal que se convirtió al catolicismo en los últimos años de su vida, recluído en un pueblo de la Bretaña profunda; quizás lo hizo, lazarillo siempre, para ahuyentar a los perros ladradores del progresismo cinéfasta, digo cinéfilo, aunque sonaba a auténtico (pero fue tan buen actor...).

Ayer fallecía un futbolista efímero, Puerta de nombre, excelente persona y jugador, no lo dudo, así como el Larra del siglo veinte, no sé si del veintiuno: para el inmenso Paco Umbral, unas palabras de cortesía en la telebasura; para el deportista, horas y horas de culebrón sentimental; así es la vida perrodística.
Hoy enterraban a Raymond Barre, el mejor primer ministro de la quinta república, y fallecía Pierre Messmer, el más ilustre de los sesenta y ocho héroes supervivientes de la Resistencia a la invasión nazi, quien fuera combatiente en Bir-Hakeim, libertador de París en los tanques de Leclercq, ministro de Defensa del General de Gaulle y "premier" del presidente Pompidou.

Pero yo vengo a hablaros de la muerte de Kévin, muchacho nacido en Bogotá hace unos catorce años, mientras su padre y yo, íntimos amigos, grabábamos no sé qué ficción ahora intranscendente. No tuvo suerte, pues careció de oxígeno en el momento oportuno, mientras a otros les falta corazón, vísceras o valor durante décadas, sin consecuencias nefastas para su vida orgánica. A Kevin, sin embargo, el déficit H2o le pasó factura y se ha despedido joven, después de una vida de santo inocente, rodeado de amor y ternura.

Dicen mis hermanos judíos que la muerte de un ser es la muerte repetida e irrepetible de la humanidad. En Kévin morimos todos, algo, parte o mucho, según "circunstancias y proximidad", como dicen los tecnócratas de aluminio.

Reacio a tiempos nuevos y óptimos, oigo, siento, intuyo que el niño Kévin me susurra al oído, con eco de Bernanos: "si je recommençais ma vie, je tâcherais de faire mes rêves encore plus grands ; parce que la vie est infiniment plus belle et plus grande que ne n'avais jamais cru, même en rêve".

Dante Pombo

Gimme Some Lovin'

miércoles, 29 de agosto de 2007

El día que la C acabó con la S


El Final del Verano


Janario
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Drama Contemporáneo (Política Nacional)

Educación para la Ciudadanía

El actor necesario. (coda)

El actor necesario

Los políticos españoles estarán en deuda permanente con el teatro clásico, en particular el griego, pero no solo por replicar los argumentos de los grandes espectáculos que nos han brindado Eurípides o Sófocles, sino también por el atrezzo, la puesta en escena, y la esperpéntica traición que hacen a los guiones y programas que habrían de desempeñar, tras haber sido elegidos por los ciudadanos como sus representantes.

Si los políticos del PSOE interpretan de forma magnífica el espíritu de la tragicomedia, por que nos hacen pasar de la carcajada a las lágrimas; el PP, es la fiel expresión de la tragedia en tres actos, con final terrible anunciado mil veces, con tambores y centellas.

Cada día nos sorprenden con alguna nueva patraña, la ministra de Fomento se deja decir que no es democrático dimitir de un puesto para el que ha sido elegida, mientras que el presidente Zapatero exige disculpas al gobierno francés por sus propias meteduras de pata. En el PP otro tanto de lo mismo, con las declaraciones de hasta aquí hemos llegado, para continuar con más al día siguiente, con el Más de CIU o en el más de lo mismo.

Desde cualquier vestigio de racionalidad, se puede comprender sin ser un genio, que los actores de la política española no solo carecen de rumbo, sino también de otro objetivo que el de su propia supervivencia en la escena, es la perpetuación ominosa, siempre los mismos diciendo y haciendo las mísmas cosas. El Parlamento Español es como un gran arca de Noé que navega al borde del naufragio permanente, en el océano de los desastres cotidianos, no solo los que no resuelven, sino los que ellos mismos producen. Los políticos españoles, hay que decirlo, producen por su sobrada ineptitud, muchos más problemas que resuelven.

Es cierto que actualmente, la política es el más grande de los escenarios públicos del presente, la escenografía del teatro de Esquilo o Aristófanes, proporciona la transformación de la imagen, para engañar una vez más al público. Los actores griegos, los políticos españoles, pobres mortales contra la ira de los dioses y la tenacidad de la realidad. El arte del engaño, bien aprovechado desde hace más de dos mil años por los políticos, aficionados actores de teatro, ahora propulsados al interior de nuestras vidas privadas por los medios de comunicación, poco han cambiado las cosas, y no ha sido para bien.

Los actores griegos utilizaban plataformas denominadas coturnos, grandes zuecos que sobrealzaban al representante ante su público, para engrandecer su imagen en escena, ¿no son coturnos para los políticos los medios de comunicación actuales?. Pero quizás el elemento más destacado del teatro griego, eran las enormes máscaras que mostraban la alegría o la tristeza para seducir la ilusión del público, así como los curiosos ropajes, con túnicas y almohadillas que distorsionaban la imagen de los actores, hasta impedir que los reconociera su misma madre en escena.

Hipócritas era el nombre que recibían los actores griegos enmascarados, precisamente nos ha quedado la definición semántica para referirnos hoy a las personas que fingen sentimientos que no tienen o abogan por ideales que no siguen. También estaba el coro, formado por todos los que ejercían de comparsas en el escenario para abundar en las destrezas y proezas de los primeros actores ¿Cuántos diputados y senadores de las Cortes Españolas, resultan desconocidos fuera de su familia y su pueblo?. ¿Extraordinaria coincidencia con nuestros políticos?.

Plataformas e intelectuales

Un fenómeno que está de moda en los últimos tiempos es el de crear plataformas políticas, una especie de prepartidos, con la esperanza de que lleguen a medrar entre tanta inconsecuencia. En Cataluña, se creó la plataforma de la asociación de Ciutadans, que terminó dejando caer en vuelo rasante tres paracaidistas en el Parlament catalán, contra todo pronóstico.

Esta plataforma fue inducida por quince intelectuales en Cataluña, entre los que destacaban Albert Boadella y Arcadi Espada, como más beligerantes, aunque Félix de Azúa, Pericay, Barbat, el recientemente fallecido Trias, los hace tiempo alejados Ana Nuño y Horacio Vázquez Rial, o los promotores del actual modelo ideológico del partido, Francesc de Carreras o Félix Ovejero, también estuvieran presentes.

Aquella plataforma se transformó en el partido de los Ciudadanos, que hoy no pasa por sus mejores momentos, tras su último congreso y las consecuencias inevitadas de organizar el partido en si menor, para satisfacción de los que siguen en el mismo y crispación de los que se han ido. La modificación del ideario inicialmente pactado, ha dejado en “stand by” a Ciutadans, hasta que se aclaren algunas cuestiones realmente importantes, como la actual fijación al espacio electoral del centro izquierda. ¿Qué quiere decir realmente?, ¿sólo se aceptan votos de este sector del electorado, o sólo ofrecen soluciones de centro izquierda para los problemas de los ciudadanos?. Esta pregunta debe responderse cuanto antes.

La otra gran formación de características similares, es la Plataforma Pro, inducida por algunos (no todos) los miembros de otra plataforma, Basta Ya, como Savater y Gorriarán, también intelectuales, y políticos como Rosa Díez, muy próxima a la tercera vía pero sin acabar de descolgarse del PSOE, aunque cada día parece más próxima su despedida del partido que la acogió durante más de treinta años.

La Plataforma Pro, sigue un planteamiento parecido a lo que en su día fue la asociación de Ciudadanos, que dio lugar al partido de la Ciudadanía – Ciutadans. Precisamente en unas declaraciones de hoy mismo, Fernando Savater adoptaba el papel de los intelectuales en la organización de la plataforma catalana, al decir que su participación en el nuevo movimiento político será como “asesor en segunda línea”.
La Plataforma Pro se ha declarado transversal ideológicamente, y regeneradora y activadora de la política española, y con una clara proyección nacional, más o menos lo que definía el ideario inicial de ciutadans, revocado tras el último congreso.

Para la cohesión de ambos movimientos hábrá que resolver esta disyuntiva sobre la transversalidad entre ambas formaciones políticas.

Reflexiones de un ciudadano

Cabe preguntarse por qué resulta tan complicado todo lo que tiene que ver con la política, en concreto con la creación de nuevas alternativas. En este país hay unos cuantos millones de ciudadanos que no acuden a las urnas, y la mayoría de los abstencionistas lo hacen por que han dejado de creer en los políticos y reclaman nuevas formas de hacer política, porque quieren volver a creer en sus representantes.

También hay numerosos intelectuales que denuncian permanentemente desde los foros en los que participan, a los políticos por sus nefastas actuaciones y su incapacidad manifiesta para resolver los problemas reales que tiene nuestro país.

¿Por qué resulta tan complicado que se encuentren en un proyecto?.

Hay varias razones, unas son externas y se fundamentan en la competición por el poder: los grandes partidos hacen labor de zapa permanente para que no surjan nuevos competidores desde las plataformas mediáticas que controlan, e incluso incorporando "topos" dentro de los nuevos partidos políticos.

Pero también hay razones internas, la principal es la falta de liderazgo, los intelectuales no se atreven a dar la cara, amagan pero no dan, pero no entran en escena; son críticos impíos desde sus respectivas retóricas, pero ven la obra desde sus palcos privilegiados, desde las primeras filas del patio de butacas, o escondidos entre bambalinas.

Un partido que pretenda abrir brecha entre el PSOE y el PP, lo tiene tan difícil como una nave que pretenda cruzar el estrecho paso situado entre las fauces de Escila y Caribdis.

Solo un gran actor podría destronar a los farsantes advenedizos, ha pasado la hora de los cronistas como Espada o Pericay, la de los filósofos como Savater, o la de los estudiosos como Gorriarán, de Carreras, o Bouza-Brey, y es la hora de los actores.

Solo hay una persona con capacidad para mostrarnos la auténtica realidad, con experiencia de muchos años, con inteligencia, con criterio independiente, y con una historia de lucha contra las variopintas veleidades del poder, me refiero a Albert Boadella.

Si algo sale adelante, será con el beneplácito del líder histórico de Els Joglars, donde el ponga la palabra, yo pondré mi voto y mi esfuerzo.

Los demás, son aficionados, muy notables, pero con buena voluntad no se ganará esta batalla por la escena, se necesita saber quien es el público (el pueblo), y solo un buen actor lo puede saber, el que ha visto llorar y reír a la gente con sus palabras, y no con sus actos, como han hecho en los últimos años nuestros políticos.

Atentos a Boadella, él es el mahdi de la política de este país, por que es el único con capacidad para “desenmascarar” a tanto hipócrita advenedizo. Atentos a Rosa Díez, es la política más desencantada de este país con su partido político, y con la forma de hacer política en España. Ambos son actores necesarios.

Ojalá se decidan antes de que el teatro griego que estamos viviendo en la política española se convierta en una parodia del circo romano con gladiadores a comisión, y reparto de pan y vino entre los asistentes al festejo, para que aplaudan cuando toque, por animación de los edecanes.

Si Boadella desmitifica el panteón de notables, y Rosa Díez se decide de una vez a dirigir la nueva formación desde su "agnosticismo" en la partitocracia, habrá oportunidad para una alternativa que será con certeza transversal y ciudadana, y hay muchas posibilidades de que los grandes partidos tengan que abrir las compuertas del poder, para dejar paso a otra forma de hacer política en este país.

De una larga conversación entre ambos depende el futuro, son los actores necesarios para que el innecesario drama que nos están haciendo vivir nuestros representantes políticos, tenga un final sin tragedia, y para los más optimistas, sea el comienzo de una nueva era en la política española.


Biante de Priena

jueves, 23 de agosto de 2007

Un altra martir asasinat par lus naziunalistes cuatribarrats


Cabrons, lu habeu matat parca no sa bulia dublagá al bostra dasich imperialista cuatribarrat.
¡¡Cuatribarrats asasins da sardinetas!!
¡¡Portabella culpapla!!
¡¡Muntiya y Carot tambiè!!

¡Culpaplas dals intents da axtarmini da lus ca no sa bolan duplagá!


¡¡Amic tiburó-sardineta: tu y altras martirs com Jacques Custeau sempra astareu am al nostra pensamient yibartari!!

martes, 21 de agosto de 2007

Se busca ciudadano para Presidente de Gobierno

Dicen que la calma precede a los grandes temporales, tal vez lleven razón los que lo dicen. En política suele ocurrir todos los veranos, porque en el estío los políticos descansan y recargan sus argumentarios para la próxima temporada, que además este año será preelectoral.

La campaña para las elecciones generales comenzará a primeros de septiembre, Rodríguez Zapatero acudirá a Rodiezmo (León) y se dará un baño de multitudes post-proletarias, mientras Rajoy regresará a Madrid tras un merecido descanso y nos regalará una nueva hoja de ruta bien organizada, esta vez. No esperen nada genial, ambos son incapaces de sorprendernos.

En estos tiempos en que la política está invadida de normalidad, y sembrada de fructíferas mediocridades, lo único extraordinario son las meteduras de pata. El problema de la política en este país, como de otras tantas cosas, es la falta de profesionalidad, la chapuza permanente. Más que hombres de Estado, tenemos hombres de estadio, de mitin organizado con huestes propias, y mucha apariencia, bien proclamado todo ello por los medios afines de cada uno y criticado por los afines al contrario.

Nadie puede negar la originalidad de nuestro país, en el que los políticos cada día juegan más al fútbol que a otra cosa, y los futbolistas cada día actúan más como políticos. Los especialistas deportivos deberían comentar las crónicas políticas y los especialistas políticos de los medios, transmitir los partidos de fútbol los domingos. Al menos sería divertido.

Zapatero coge la pelota que le ha lanzado la ministra de Fomento tras los apagones de Barcelona, y el lío de las infraestructuras, se dirige al parlamento, dribla al contrario “in extremis” y desde el mismo escaño marca un gol de cabeza, Gooooooool. Rajoy coge la pelota del terrorismo de ETA, discretamente avanza por la línea izquierda del espacio posible, hace un pase al presidente de Navarra, y desde la misma línea de penalti, machaca por la escuadra al equipo todos contra el PP. Gooooool.

Ciudadanos pasando de todo

Y es que los ciudadanos pasan cada día más de la política, y hacen bien. Votan, si acaso, de vez en cuando, pero han comprendido que de poco sirve acudir a las urnas, y hacer un seguimiento de la información política para lo único que les vale es para cabrearse de forma permanente lo que acaba repercutiendo sobre su bienestar.

La mayoría de los habitantes de este país han comprendido perfectamente el mensaje de sus políticos, que mientras les reclaman atención y responsabilidad a sus electores, como cualquier jefe de una empresa de media pluma al pairo de cualquier benefactor ministerial, es para que los ciudadanos trabajen más, se preocupen más por el presente y el futuro, tengan más molestias, y al final para descontarles algo más del sueldo, si quieren mantener el puesto de trabajo.

Nuestros políticos ya no engañan a nadie, se mantendrán en el poder hasta que los ciudadanos seamos capaces de organizarnos y ponerles en su sitio, que no es otro que el de ser unos empleados públicos, que deberán presentar su cuenta de resultados como cualquier hijo de vecino, y si meten la pata persistentemente, a la calle con ellos, aunque tengan el beneplácito del Papa Benedicto XVI.

Quizás sea una utopía, pero por lo que está ocurriendo en otros países de nuestro entorno inmediato, y por lo que comienza a ocurrir en el nuestro, posiblemente en la próxima legislatura se sienten en el parlamento los primeros políticos no partidistas desde la llegada de la democracia actual a nuestro país.

Para que esto pueda ocurrir, los ciudadanos deben unirse en un proyecto compartido, en un partido político nuevo, diferente, sostenido sobre el contacto directo con sus electores, transparente y muy vinculado a las auténticas necesidades de los españoles, que son prácticamente las mismas que las del resto de los europeos, más la de erradicar a unos políticos que serían incapaces de convencernos de nada si no fuera por que sus partidos políticos y los medios de comunicación nos los colocan como paradigma de la eficacia, la honestidad y el saber hacer.

Definitivamente a nuestros políticos les ocurre como a los integrantes de la selección española de futbol, siempre nos dicen que esta vez va a ser la definitiva para su victoria, para cuando han perdido, echarle la culpa al entrenador, al árbitro, al clima, o al lucero del alba. Que más da que España juegue en un campo de fútbol, que en una mesa de negociación.

Al final, siempre perdemos, y no por que los rivales sean mejores, sino por que alguien se equivoca, y resulta que siempre son los que defienden nuestros intereses. A ver si le echamos valor, y los ciudadanos somos capaces de organizarnos de alguna forma para presentar batalla a los rivales y a los defensores de nuestros intereses.

Cada día estoy más seguro de que a poco que hagamos las cosas bien, este partido lo vamos a ganar. La Plataforma Pro, lo que queda de Ciutadans (dentro y fuera del partido), y otras muchas organizaciones de este país, deben unirse bajo un programa y equipo único que permita jugar el partido más esperado de los últimos años, el de los ciudadanos contra los partidos políticos.

La victoria electoral de esta organización emergente, supondrá la presencia de aire nuevo en el Parlamento, y permitirá comenzar a erradicar a los intermediarios entre las decisiones políticas y las necesidades de los ciudadanos, o al menos que cambien ostensiblemente sus actitudes, y respeten algo más a quienes les conceden sus atribuciones.


Erasmo de Salinas

lunes, 20 de agosto de 2007

El voto es un mito

La inutilidad del sistema democrático en España es un hecho consuetudinario. A la escandalosa incredulidad de las palabras y discursos de los políticos, degradando e inutilizando el orden constitucional, se añade la creciente visión de la farsa que supone hoy en la nación, la participación electoral ciudadana. El desentendimiento de la ciudadanía por estos procesos “oficiales” de soberanía en la vida pública, no hace sino crecer de forma ostensible. Los referéndums de Cataluña y Andalucía en sendas renovaciones estatutarias, sacan a la luz la realidad de una sociedad que percibe la mentira política y el escaparate electoral a modo de truco con el que las castas de todo lugar quieren presentar ante la opinión pública la “voluntad” de un pueblo “soberano”. Pero el pueblo español rechaza mayoritariamente el contrabando de este curso político, donde se muestra con toda crudeza la intención de presentar como democrático, lo que sólo es perfidia encubridora de intereses contrarios a la nación. ¿De qué sirven los presupuestos nacionales si luego tienen acuerdos bilaterales entre las taifas?

Se profundiza así el deterioro de una democracia que nunca cuajó en nuestro país, se recrea un pasado con nuevos caciques en una estructura heredada, se continúa un juego perverso donde jerifaltes dan a entender que el ciudadano manda, se consuma la inmadurez general para entrar definitivamente en la modernidad y se pretende contradecir la evidencia con una cáscara teatral que tiende a la comedia en su primer acto preludiando conocidas tragedias de nuestro pasado nacional.

La inconsecuencia y la arrogancia con la que los actores políticos tratan tanto la vigente Constitución como a los titulares de la soberanía nacional los ciudadanos, se muestra en el desprecio que hacen de la voluntad popular expresada en las urnas: ni respetan lo votado, ni tienen ningún escrúpulo en introducir políticas que no constaban en sus programas cuando los presentaron al juicio electoral de los ciudadanos. Todo son cambalaches de directores partidarios, completamente al margen y aún en contra de los mandatos sociales.

En esta situación, cifrar esperanzas exclusivamente en elecciones es un mal negocio, porque además de saber de antemano las intenciones de los partidos políticos, sabemos que el deterioro de la democracia es de tal grado que sus propios mecanismos autorreguladores precisan recambios ausentes en el mercado mundial. Napoleón Bonaparte aprendió esa lección que olvidan nuestros políticos, pero que se aplicó a la perfección en nuestro vecino país: una cosa es el Estado y otra la Nación. El emperador creyó que España era Francia y bastaba con secuestrar a Fernando VII para dominar el país.

La podredumbre política española y su imparable cáncer, no hallará en el voto su terapia definitiva porque la metástasis afecta a las urnas. Es necesario un tratamiento global que diseñe de nuevo su arquitectura pública porque la actual no hace sino incrementar el daño.

Ramón Benavides

sábado, 18 de agosto de 2007

Ahora, España

Los españoles hemos asistido durante los últimos treinta años, entre la perplejidad y el desconcierto, a la construcción de un régimen político paralelo, al establecido desde el consenso constitucional entre políticos y ciudadanos.

Hoy se puede decir, tras la observación precisa de nuestra reciente historia, que el Estado español se ha instituido y se sigue instituyendo, desde este régimen político suplantador, contra la legitimidad y la legalidad determinadas en la Constitución Española de 1979.
El Tribunal Constitucional ha sido excesivamente tolerante y condescendiente con las veleidades impuestas por los nacionalismos, y los partidos nacionales han preferido defender sus cuotas de poder, antes que los valores fundamentales de nuestra Constitución, que determina claramente la igualdad jurídica de todos los españoles, como cota máxima de su posible libertad.

Ninguna libertad en España puede superar la igualdad jurídica entre los españoles, porque en ese instante el Estado estará favoreciendo las diferencias entre los ciudadanos españoles, y por lo tanto se habrá convertido en una herramienta genuina para la configuración de particulares privilegios, que nos conducirán a diversas representaciones del sectarismo.

Abierta la compuerta de la diferencia jurídica, la disgregación es cosa de tiempo, y la desigualdad jurídica surge con la promoción de nuevos estatutos territoriales, que en vez de desarrollar la Constitución Española, se contraponen claramente a sus determinaciones.

Contra los sectarismos, unión

Ha llegado la hora de plantar cara a los sectarismos políticos, ideológicos, o territoriales que invaden nuestro país.

España es una realidad, no una idea, una imagen, o una elucubración. España existe como nación, y es derecho y deber de los españoles, exigir su reconocimiento y sancionar su negación, especialmente cuando los que debieran guiar este proceso, los políticos de este país, se muestran renuentes o confusos a la hora de definirse, por intereses partidistas.

Es hora de organizarse para hacer frente a los rentistas de la confrontación, de avanzar hacia un futuro homogéneo que incorpore la heterogeneidad realmente existente, pero no la generada al interés de los que se benefician, en mayor o menor grado, de la disolución del concepto de nación en nuestro país.

Los partidos nacionalistas, desde los más moderados a los más radicales, solo tienen un propósito en sus programas fundamentales, la creación de nuevos privilegios en sus territorios, extraídos de sus mitologías particulares.

El PSOE siempre ha considerado a nuestra nación como un instrumento, y no como un fundamento. Antes socialistas que españoles, y en su fuero interno consideran que la búsqueda de la igualdad no admite fronteras.

El PP, que aparentemente sostiene buena parte de su discurso sobre la defensa de la nación española, ha mostrado en numerosas ocasiones que ante el reparto de poder, se olvida de sus principios y está dispuesto a pactar gobiernos con CIU, estatutos con el PSOE, o soluciones de continuidad con quien se tercie.

Más allá de los políticos

Los ciudadanos estamos llamados a tomar el relevo de los políticos, porque ellos no están interesados en defender nuestra igualdad jurídica, y sin igualdad jurídica, es imposible que se alcance la igualdad política y menos la utopía de la igualdad social.

Los políticos se han empeñado en diferenciarnos, y no precisamente por la defensa de nuestras libertades, sino por la promoción de nuestra desigualdad.

A los ciudadanos nos interesa que se mantenga un sistema equitativo y equilibrado en la distribución de los recursos del Estado, con prioridad y prominencia sobre cualquier otro sistema de redistribución.

Recientes acontecimientos como el problema de las infraestructuras en Cataluña, o algunos de larga evolución, como el tema del agua, la organización de los servicios, las políticas sobre migraciones, o las barbaridades ocurridas con el tema de la vivienda, requieren un imprescindible registro estatal en su configuración.

Pero los políticos instrumentalizan el uso del poder en función de sus intereses partidistas, y los ciudadanos se convierten en una consecuencia de sus acciones, antes que en una causa de las mismas. Es hora de que cambien las tornas, es hora de que los ciudadanos recuperen paulatinamente la cuota de poder que han concedido a sus representantes.

Desde hace años se está fraguando un movimiento ciudadano, primero con asociaciones políticas, y más tarde con partidos políticos como Ciutadans, o el próximo partido nacional configurado en torno a organizaciones establecidas contra los desmanes de los nacionalismos, como Basta Ya. Esta es la única alternativa para reconducir la deriva de nuestro país de nuevo a la única realidad posible, la Constitución de 1979, más allá de la arbitrariedad, los juegos de poder, y los caciquismos.

Es necesario “reconstitucionalizarnos plenamente”, antes de plantearnos cualquier revisión o desarrollo novedoso. Es imprescindible que antes de permitir que nos redefinan, los ciudadanos nos actualicemos como españoles, con los mismos derechos y deberes ante la ley. Y eso solo se puede lograr de una forma, superando el modelo existente, con la incorporación de ciudadanos a la política, que actúen como ciudadanos, con intereses ciudadanos, y no como políticos, con intereses partidistas.

Ciudadanos españoles, para superar el modelo configurado por los políticos que solo defienden los intereses de sus partidos, incluso contra las promesas hechas a sus electores.

Es hora de que la democracia desplace definitivamente a la partitocracia que secuestra nuestro bienestar, que ha de fundamentarse en la convivencia sin confrontaciones, ni desigualdades.

España, no es una herramienta al servicio de la política, es una característica que nos confiere una identidad determinada, y que nos permite una condición ciudadana concreta, con unos derechos y deberes establecidos en nuestra Constitución.

España no es diferente, es la igualdad entre todos nosotros, al mismo tiempo que la diferencia entre nosotros, y los demás. Nosotros somos iguales ante la ley, y al mismo tiempo diferentes en muchas cosas, pero España, nuestra nación, sigue siendo la misma, a pesar de los que llevan años secuestrándola.


Biante de Priena

miércoles, 15 de agosto de 2007

¿Es también el PP un traidor a España?

Nadie en España o en el mundo, alberga la menor duda sobre la traición nacional que abandera el actual gobierno español de ZP, enemigo mayor de la nación. Este hecho inaudito, está siendo seguido y comprendido por millones de españoles en cada una de las actuaciones o declaraciones de un ejecutivo que va componiendo su inmoral música en relación directa al grado de rebelión social que despierta. No existe límite a la insolencia, mentiras, cinismo y aberraciones, de quienes se empeñan en consumar tan histórica afrenta pública.

Pero no es esa realidad la que siendo palpable supone mayor desazón nacional, sino la alternativa política tan deprimente que supone el Partido Popular, única opción en condiciones de restituir legalidades, restañar el orden constitucional, mantener la democracia o resucitar el asesinado Estado de Derecho.

Este partido ha dado sobradas muestras de estar en conflicto consigo mismo y con las urgentes tareas nacionales. Recordemos desde su recogida de firmas contra el Estatuto catalán que sirvieron de bien poco, hasta el dudoso comportamiento actual de su hermano UPN, pasando por los diferentes estatutos que han apoyado, de nefasta retracción a los intereses nacionales.

Es obvio que la alternativa electoral inmediata es el PP, aunque sólo sea por expulsar al traidor mayor del Reino, pero no lo es menos que sus intereses partidarios no concuerdan suficientemente con las necesidades de España; vaya como muestra el hecho de que Zp insiste tanto en demonizarlo como en tenderle la mano, en un ejercicio de persuasión al que sucumben con demasiada evidencia los agentes populares.

Los “ajustes” de barones periféricos del PP, así como su discurso en apariencia firme, obedecen a un acoplamiento al grado de presión ciudadana, y vienen a suponer también una táctica ante las inminentes elecciones generales, mucho más que una solución de fondo al gravísimo problema que tiene planteado nuestro país.

Y esto es así por razones de peso autonómico, y no tanto por cálculos políticos unitarios o benignas voluntades. (Ante el desastre de los servicios en Cataluña, las restantes autonomías protestan, una vez más, por el trato preferencial que pretende darle el Estado).

El actual problema español reside en la existencia de castas regionales con decisivo peso en el curso de los acontecimientos públicos. Esta es la auténtica fuerza determinante que domina cuanto ocurre en España, ante la cual, los partidos políticos no son sino sus esclavos servidores.

Ante este hecho, el PP sólo puede disimular sus intenciones, inflar su discurso, capear el momento, aplazar el desenlace, pero finalmente caerá del lado de esas fuerzas como se ha observado en frecuentes ocasiones.

De ahí se infiere una patética lógica, pues si bien la previsible defensa de la nación española por parte del PP debería darse después de obtener mayoría absoluta en las próximas elecciones, el grado de ignominia que alcanza en esta hora la situación, ante la cual permanece impávido, adelantará su defección y con ello, aumenta el riesgo de su derrota en las urnas, o al menos, de no alcanzar la mayoría absoluta que requiere para enderezar el futuro de este país.

España no es ningún enigma histórico en la actualidad, es el coto de muchos traidores a sus ciudadanos, algunos bien disfrazados, pero seguros en sus propósitos, por una sencilla razón: con un verdadero partido nacional no estaríamos así.

Santiago Suay

sábado, 11 de agosto de 2007

El esplendor de la sonrisa




Dicen algunos avezados analistas que los partidos políticos han caducado, porque los ciudadanos de a pie han descubierto que aquellos por los que votan están más interesados en resolver su propio porvenir y el de los miembros de su organización, que el presente y el futuro de la comunidad que representan. Aunque este fenómeno no se circunscribe exclusivamente a España, aquí destaca más, tal vez por la historia abierta permanente en la que se desarrolla nuestra democracia desde 1975.

El problema más importante de la política española es precisamente el de la representación, cuando se pregunta a los ciudadanos si se consideran bien representados por los políticos a los que votan, la mayoría dice que no. Y cuando se les pregunta por qué votan a quienes votan, entonces dicen que prefieren elegir a los menos malos entre los que se presentan. Esto también ocurre, aunque en menor grado, en otros países

En las elecciones que se celebran en nuestro país, no triunfan los mejores, ganan los no-peores. ¿Y que es lo que consideran los ciudadanos que hace a un político peor?. Pues en realidad, lo que haría peor a cualquiera de sus vecinos, que sea un pedante, un impresentable, o un cascarrabias; que todo el día estuviera dando la brasa con sus problemas particulares, o que no fuera responsable a la hora de compartir los recibos de la comunidad.

El grave problema de esta actitud, es que precisamente lo que se consigue de esta forma es que los dirigentes sean los menos conflictivos, los más amables, los menos hostiles, y los más apacibles, al menos en la expresión de sus ideas ante el colectivo.

Asi, votar, elegir representantes políticos, se ha convertido en un proceso de marca, intervenido por la propaganda, y apto para el consumo. No se vota por lo mejor, se vota por lo menos malo, y el criterio para discernir entre bueno y malo en la política, no es la ideología, ni mucho menos la capacidad de gestión, sino la actitud del líder (no la aptitud).

Los valores que impregnan los carteles políticos actuales, quedan expuestos por las cosas que se dicen de los políticos, por ejemplo en el caso de Rodríguez Zapatero, se dicen cosas como estas: “ese señor es como nosotros, no se le sube el poder a la cabeza”, “hace política como el churrero churros, de forma natural”, “¿verdad que es majo?”, “nadie puede hablar mal de él, es una buena persona”, “tiene buenas intenciones, pero mala fortuna”, “es un líder próximo a los ciudadanos”, “al menos sonríe, no como el cara palo de Rajoy”, “ha sido capaz de que en este país los nacionalismos se queden callados”, “es un hombre de palabra, dijo que nos iríamos de Irak, y salimos de aquel avispero de forma inmediata”. Y ahí concluyen los análisis.

Es cierto que Rajoy no es simpático, pero por lo que se dice de él, está dotado de una fina ironía gallega que nunca ha sido capaz de transmitir mediáticamente, también es más serio, y da más el perfil de un director de sucursal de banco, que la del futuro presidente de un gobierno.

La intención hipnotizada

Pero hay que tener en cuenta de que esta es la imagen que nos llega a los ciudadanos, que posiblemente tenga que ver muy poco con la realidad de los personajes, y si mucho con las campañas propagandísticas que organizan sus partidarios, y en ésta historia, los del PP van necesitando cambio desde que Aznar se fue del gobierno, a ver si ahora con el impacto de Juan Costa, un hombre inteligente, mejora la cosa, que va haciendo falta.

El problema es que no votamos por lo que pueden hacer los líderes políticos, ni en su partido, ni en el país, sino por lo que nos parece que pueden hacer, y por lo que nos dicen que pueden hacer. No votamos por los hechos reales, votamos por nuestra imaginación. Nos dejamos hipnotizar sin mostrar la mínima resistencia al engaño, nos dejamos secuestrar la intención discretamente.

¿Y por qué actuamos así?, pues porque los españoles preferimos seguir siendo representados que decidirnos de una vez a participar activamente en la política, y preferimos criticar a los demás, antes que dar la oportunidad a otros de que nos critiquen.

Por eso en nuestro país estamos aún muy lejos de alcanzar la organización social suficiente para cambiar el curso de las cosas, aunque cada día acudimos menos a votar y nos quejamos más de todo. Pero pasar a la acción, nos sigue dando mucho miedo o fatiga.

La conclusión es que en este país siempre dejamos las cosas a la inercia, para luego arrepentirnos de forma furibunda, y manifestar nuestra crítica rabiosa a todo lo existente, exactamente hasta donde llegan las palabras, y comienzan los hechos.

Este es el terreno propicio para que triunfen los héroes sonrientes, esos que parecen amigos de todos, unos buenos hijos, unos buenos esposos, unos buenos padres, y unos buenos compañeros de trabajo.

Votamos por lo que parece ser, no por lo que realmente es, he ahí el auténtico problema de la política española, que al final votamos por nosotros mismos, o mejor dicho, por como nos gustaría que nos vieran los demás, se vota por Zapatero por que a la gente le gustaría parecerse más al líder del PSOE, que al hierático presidente del PP, que uno mienta y otro diga la verdad sobre lo que ocurre, que uno tenga una ideología realista y otro una fantasía inalcanzable, importa mucho menos.

Las ideologías, tal como las conocemos, también parecen estar al borde de la caducidad por falta de representación normalizada en los partidos políticos.

Es la hora de los héroes sonrientes, por eso más que ideólogos, expertos en gestión, o creadores de futuro, lo que hoy más se necesita en la política española son buenos dentistas, a cualquier precio, el dinero es lo de menos para los políticos españoles, exactamente al contrario de lo que ocurre con los ciudadanos españoles.

Sin embargo, nuestra democracia ya no es adolescente y deberíamos plantearnos si la sonrisa que algunos los políticos nos regalan de forma tan generosa, es genuina y natural, o es simplemente reactiva, y lo que hacen en realidad es reírse de nosotros en nuestras propias narices.

Dicen que al final el que rie el último, rie mejor, pero mientras Rodríguez Zapatero sigue sonriendo sin reparo alguno, cada vez más españoles vamos dejando de sonreir, sonreimos menos, y algunos, casi están a punto de llorar, y no de risa, precisamente.


Biante de Priena

viernes, 10 de agosto de 2007

A ZP le crecen los enanos

Y no sólo dentro de su partido, el “cordón sanitario” frente al PP ya es un sueño inalcanzado y sin posible alcance. Sus socios poco a poco se van desentendiendo del presidente del gobierno. Al episodio de las conversaciones con ETA, se añade el de Navarra y el de su ministra de “desestructuras”, sin poder agotar la lista de cadáveres que el “talante” zapateril ha ido dejando por todas partes.

Pero el episodio más reciente es el fracaso definitivo del Estatuto catalán tras su primer aniversario; Ley que calamitosamente ha puesto ante los ojos de millones de personas el esperpento y la inutilidad social de dicho texto. Los catalanes y España entera están sufriendo las consecuencias de unas actividades políticas dirigidas exclusivamente a la satisfacción de los delirios creados por una casta que sólo busca su propio interés gremial como está quedando patente en la vida cotidiana de la población, cumpliéndose lo tantas veces previsto como resultado final de tan contumaz grupo parasitario, el conocido como Partido Único Catalanista y su valedor Zapatero.

En este último año se han estado manifestando abiertamente como colofón de un largo proceso, la eclosión de tensiones políticas acumuladas y los resultados prácticos de unas actividades administrativas contrarias al interés general de los españoles. Los políticos en España no se dedican a su cometido Constitucional, ni siquiera técnico, se han dedicado y se afanan en sus objetivos particulares sean cuales fueren, poniendo en una situación de emergencia nacional a todos los ciudadanos con un parecido proceder cual si de enemigos extranjeros se tratara.

Vivimos en un clima político e institucional llevado al paroxismo del absurdo, la ineficacia y la abierta traición nacional. Vivimos una etapa de difícil reconducción política y de dudosa restauración democrática y constitucional. Y ante tan grave crisis en nuestra historia, pocas soluciones partidarias y pocas voces se alzan como remedio eficaz. Pero al contrario del páramo político que sufrimos, miles y miles de ciudadanos están más que dispuestos al fortalecimiento de soluciones sin que se hayan agotado los intentos de crear formaciones que hagan frente a la injusticia que padecemos. Tantos españoles encontrarán la fórmula o fórmulas para poner fin a tanto desastre, eso es lo único claro que puede percibirse, porque no saldrán derrotados sin presentar las correspondientes batallas. La primera es echar al inquilino de la Moncloa.

Jorge Cecilio Morillo
(Cocinero).

Ahora se meten con Tintin

Un estudiante congolés de Ciencias Políticas acaba de pedir, en Bélgica, la prohibición (o, en su defecto, la venta sólo para adultos y con advertencia en la portada) del álbum Tintin en el Congo, escrito por el célebre y extraordinario historietista Georges Rémi, más conocido por su nombre artístico, Hergé (1.907 - 1.983).

La polémica no es nueva, en realidad. El propio Hergé se disculpó por alguna de sus producciones con una lucidez envidiable, alegando que eran el producto de una época y de sus propios prejuicios de antaño. Se negó a corregirlas, pues ya no le pertenecían, eran historia. Hizo una excepción ridícula, por motivos que ignoro: suprimió alguna escena, en sus historietas, de "maltrato" de animales, pero tuvo el valor y la coherencia de no intentar corregir el pasado en lo fundamental, dejando así para la posteridad una obra humana, producto de un tiempo determinado y de un artista singular.

Escrito y dibujado en los años 30, Tintin en el Congo encierra estereotipos colonialistas propios de aquella época, parecidos a nuestras publicidades posteriores del Cola Cao o, en Francia, de "Y a bon banania": negritos del África tropical ingenuos, ignorantes e infantiles, junto al hombre blanco paternalista y protector, que viene a educarles en nombre de la superioridad de su civilización.

Escrito hoy, un álbum como Tintin en el Congo sería criticado por cualquier persona razonable.
Pero intentar prohibir ahora este magnífico documento propio de una época y de un contexto particular es una ilustración más de la demente cruzada por la hipercorrección totalitaria llevada a cabo por los nuevos torquemadas de pacotilla.

Se suma a las fatwas contra "blasfemos" de Mahoma, a los intentos de censura contra El Jueves, a la inmersión en un cubo de agua sucia del último libro de César Vidal (eso fue en TV 3), a la acusación de racismo contra Habermas y Savater (en un libro escolar de Educación para la Ciudadanía), a los insultos permanentes contra Jiménez Losantos y los "periódicos de extrema derecha" por parte de Regás y los del cordón sanitario y alianza de civilizaciones.
Más generalmente, es una nueva modalidad de acoso e imposición del nuevo catecismo bienpensante y global.

En su versión soft y occidental, todo empezó, recuerdan, con aquellos movimientos entre feministas, ecologistas y (ya entonces) "sostenibles", que traducían la Biblia hablando de "Él y Ella" para referirse a Dios y "sentado a la derecha y a la izquierda del Padre" para referirse a Jesucristo. Las múltiples y provincianas adaptaciones de la España cañí-progre nos dieron el ciudadanos/as, la parida(d), la absurda ley contra la violencia de género y todo aquello que pueda difundir, cultivar y fomentar "el odio contra sí mismo". Dignos herederos de los intelectuales filoestalinistas de Occidente, que promovían objetivamente, durante la guerra fría, nuestra destrucción y la imposición del terror comunista en nombre de la paz, estos nuevos soldados del bien pretenden imponernos un humanismo a-crónico, desprendido de cualquier consideración histórica y de cualquier reflexión sobre el permanente devenir de la humanidad, de su pensamiento y de sus convicciones a través de los siglos.

Son relativistas horizontales, pero intolerantes en cuanto a las cosmovisiones del pasado. Por eso se niegan a condenar al decano entre los criminales en ejercicio, Fidel Castro, pero equiparan a Hitler con Hernán Cortés.

Son unos inquisidores, pues odian la libertad.


Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales

lunes, 6 de agosto de 2007

Ha muerto un Justo


Aaron era su nombre, antes de convertirse al cristianismo y en Monseñor Lustiger. Su madre murió en Auschwitz. Era arzobispo de París y pudo ser Papa. Confidente de Juan Pablo II, era un filósofo, y un hombre ilustrado. Su conversión a la fe católica fue estruendosa, solitaria, sorprendente y audaz, como la de Saulo de Tarso. Nada le predestinaba a ello. Nunca renunció, sin embargo, a su condición judía y a la memoria de sus ancestros. Nadie más que él ha contribuido a la emocionante paz entre judaísmo y cristianismo, que ha caracterizado los últimos treinta años del diálogo religioso. Era miembro de la Académie Française, y defendió el uso del preservativo para evitar más muertes y más dolor. Ha sido el puente necesario entre la Shoah y Jesucristo. Ha muerto un Justo.

Jorge Harrison

sábado, 4 de agosto de 2007

Educación para la ciudadanía española

La forma en que un gobierno trata determinados temas, es sintomática del respeto que le merecen los ciudadanos que gobierna. Los gobiernos del PSOE de Rodríguez Zapatero, se han caracterizado por una ausencia total de talante democrático, y actuar con absoluta falta de “finezza” política, cuando se ha ocupado de legislar.

A los funambulismos pacifistas con que ha lastrado el futuro de los españoles el presidente Rodríguez Zapatero, se suman otros alardes de grandeza política, como la regulación legal de los matrimonios homosexuales, de los movimientos migratorios, de los cambios profundos en los hábitos de los españoles (alimentación, salud), en el tema de la vivienda (los micropisos), o del agua.
Independientemente del acuerdo que se pueda presentar con estas “medidas”, que con la excepción del “pacifismo hostilizante” (aquel que se ejerce por narices, contra la voluntad de medio país), sin duda pueden considerarse indispensables en una sociedad avanzada, lo que no se puede asumir de ninguna manera es la forma recursiva de imponerlas por decreto, como en los tiempos de Franco.

Un acuerdo no escrito a lo largo de la transición democrática en este país pero aceptado por casi todos, era el de que en determinados temas resulta recomendable buscar el consenso con otras fuerzas políticas, sobretodo si afectan al conjunto de los españoles, y supone un cambio importante en la forma de desarrollar su vida. Lamentablemente, este principio implícito también ha sido rescindido por el proceloso Zapatero.

Adoctrinamiento a la carta

Tras muchos años de democracia, no se asistía en este país, con la excepción de algunos lugares concretos como el País Vasco y Cataluña, a un proceso de instrucción organizado sobre la educación como el que ha impuesto el gobierno del presidente más contestado que ha tenido este país en treinta años.

Como en determinados temas hay que definirse para establecer un discurso, quiero manifestar mi condición laica como punto de partida, para que no haya dudas de lo que argumentaré a continuación.

Soy laico, pero no participo de ningún laicismo organizado o desorganizado, porque considero que en el tema de creencias hay que respetar la vida privada de las personas. En este sentido, considero un exceso político la implantación de una enseñanza en valores y principios que responda a las necesidades históricas de un partido político determinado, el PSOE, de instruir a los ciudadanos en los valores que defiende su ideario particular, y hacerlo cuando los futuros ciudadanos no tienen aún un criterio formado para decidir lo que les conviene o apetece.

Evidentemente, eso es tan inadmisible para un liberal, como la instrucción religiosa o la patriótica. Eso es instrucción, más que educación, y si me apuran, adiestramiento interesado. Así no se transforma una sociedad, salvo que lo que se pretenda sea preparar cohortes sectarias para el futuro, como están haciendo los nacionalismos vasco, catalán y gallego desde hace años, con la anuencia de los sucesivos gobiernos españoles.

Laicidad "política": No al Estado instructor

Y gracias a una metedura de pata como la de hacer una asignatura de educación civil por decreto, lo que debería servirnos de orgulloso logro social, se convierte en una cacicada impertinente.

Y a pesar de que soy partidario de la instrucción en los valores del Estado, y en los principios que fundamentan la organización de la convivencia social de un país, no puedo asumir que esto se haga contra la racionalidad, la libertad, y la escasa armonía cívica que nos queda a los españoles.

Es necesario oponerse al adoctrinamiento colectivo, y especialmente, si se realiza sobre aquellos que están comenzando a adquirir los criterios éticos que guiarán su futuro. A lo largo de la Historia de nuestro país, se puede comprobar como los valores del Estado de turno, son unos valores "particulares", tanto como los de la religión de turno, o el sistema mitológico patriótico correspondiente.

Por la misma razón que me opongo a una instrucción religiosa exclusiva -católica en el caso español- desde mi laicidad, también considero que no se debe aceptar el adoctrinamiento de los más jóvenes, en el mismo sentido que se ha hecho con la exclusión del idioma español, en las comunidades donde gobiernan partidos nacionalistas con lenguas alternativas, que tienen como objetivo la sumisión a sus particularismos perceptivos de todos los que habitan sus respectivos territorios, hasta cotas impertinentes, contra la voluntad de muchos de sus gobernados. Es hora de que a los nacionalistas se les exija respeto a los valores comunes, aunque así dejen de beneficiarse políticamente.

Que numerosos valores de nuestra sociedad sean compartidos por la mayoría de los habitantes de este país, no quiere decir que haya exclusivamente una percepción exclusiva de los mismos. Por el mismo argumento que no se puede implantar una sola fe en un solo Dios, tampoco se puede aceptar una sola interpretación de los valores sociales y políticos. Para educar es necesario ofrecer alternativas, no cerrar la historia a gusto del gobernante de turno.

Puede que la democracia sea el menos malo de los sistemas de organización política, que la libertad no pueda ser absoluta e ilimitada, y que la solidaridad sea el no va más en la expansión del humanismo social. Sin embargo, no dejan de ser valores, unos más entre tantos, y no se puede hacer proselitismo de valores que no son únicos como si lo fueran, porque eso es una forma soterrada de totalitarismo.

¿Por qué no Educación para la Ciudadanía española?

Un último apunte, me llama la atención, que precisamente aquellos que defienden la Educación para la Ciudadanía, son los que habitualmente excusan dar su opinión sobre el significado de la Nación española, y precisamente, los que defienden el concepto de ciudadano como superación del concepto nacional. Es esa nebulosa de la nación de ciudadanos que no entiendo, ni he entendido nunca, porque en primer lugar denota una falta de conocimiento de la Historia de España lamentable.

España, insisto, es el único país que se hace al mismo tiempo Nación y Estado, de forma concurrente, por primera vez en la Constitución de 1812, y en la de 1979 se ratifica la en el artículo 1.1.2., prácticamente en los mismos términos.
Ser español, no es únicamente ser ciudadano nacido o acogido en España, en principio, a pesar de muchos, es algo más, y eso los nacionalistas y los socialistas nunca han querido entenderlo, y la Educación para la Ciudadanía, es precisamente la reificación de su propuesta.

Ser español no solo es compartir unos valores comunes con otros ciudadanos de otros países, sino participar de una cultura común, una lengua común, y una historia común, una percepción peculiar de la realidad, y un afrontamiento de las cosas de la vida que resulta compartido en los límites geográficos de nuestro país.

Hay un factor cultural, tal vez emocional, sentimental, irracional, en la condición de ser español al que no se llega con el término ciudadanía. Somos ciudadanos y somos españoles, y nos quieren hacer solo ciudadanos, como antes nos quisieron hacer católicos, o fascistas.

Hay numerosos motivos para negarse radicalmente a la imposición de la asignatura Educación para la Ciudadanía, la desidentificación cultural para los laicos, es tan importante como la desidentificación religiosa para los que se consideran católicos. Los socialistas se suman en esta ocasión, una vez más, a los nacionalistas para convertir a los españoles en ciudadanos idiotizados, con tal de no reconocer nuestra condición real. Somos españoles, ciudadanos españoles, no ciudadanos del mundo mundial.




Biante de Priena

La podredumbre de Ciutadans, según Boadella

Por fin. Declaraciones del dramaturgo Albert Boadella apuntan (ya era hora) a la deriva y decadencia del partido "de la Ciudadanía" (sic), creado a consecuencia del manifiesto de 15 intelectuales (entre ellos el propio Boadella, Espada, Vázquez-Rial o Ana Nuño) pero que se ha convertido en una banda de oportunistas mediocres con complejo de progres.

Dice Boadella que “el partido está muy tocado” y que él tenía previsto “que el proceso de putrefacción fuera en tres años y que para entonces ya habríamos hecho alguna cosa. Pero se ha acelerado”. Boadella considera que “la indefinición del partido era fundamental” y ha sido un error etiquetarlo como de centro izquierda, porque “automáticamente acaba siendo presa del PSC. Ahora se ha convertido en un partido más” pero “sin la tradición y el apoyo institucional” del resto.

Benévolo en el tono (no olvidemos que Boadella es el padre de la criatura, muy a pesar suyo), su juicio es severo en el fondo, aunque nada original ni nuevo. En Ciudadanos en la Red, articulistas como Erasmo, con el apoyo del conjunto del equipo de redacción, vienen desde hace tiempo denunciando la traición del actual partido Ciutadans a los principios que justificaron su aparición y desarrollo en Cataluña, con vocación hacia el resto de España.

Pues eso, Maestro y admirado Boadella, bienvenido al Club de los Ciudadanos explícitos.

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