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lunes, 22 de marzo de 2010

El Caudillo José Luis


A muchos españoles nos gustaría que José Luis no hubiera existido jamás, que no hubiera sido elegido presidente del gobierno tras aquel juego de asesinos, víctimas y encubrimientos en que ha derivado el 11-M; a muchos españoles nos gustaría vivir en una democracia, donde la libertad fuera posible y la justicia honorable por su rigor y no temible por sus incongruencias; por supuesto que también nos gustaría que De Juana Chaos y Luis Roldán siguieran en la cárcel, pero no ha podido ser, porque desde que José Luis está en el Gobierno las cosas han cambiado demasiado: ahora los asesinos, los ladrones, los corruptos son tan respetables como aquellos pobres mortales que en su vida han cometido una falta contra los demás. El nuevo contrato social de José Luis, otorga privilegio a los desalmados y descrédito a sus víctimas.

Cuando se reflexiona sobre la aventura política de José Luis, es fácil comprender lo que ha ocurrido, porque este personaje es la antítesis de Prometeo, aquel héroe griego que arrebató el fuego (poder) a los dioses para entregárselo a los mortales, José Luis es el anti-Prometeo que quiere regresar el fuego al Olimpo; lo contrario de Teseo que fue capaz de enfrentarse con el Minotauro (la crisis, el paro, ETA, los nacionalismos) en el laberinto de la disgregación, es el anti-Teseo que se va de copas con los enemigos sociales de España; nada que ver con Ulises y su regreso a Ítaca, por supuesto, José Luis es el anti-Ulises que sigue su viaje a ninguna parte, a costa de quedarse sin argonautas, sin naves, sin memoria. José Luis es lo contrario de un héroe como Aquiles o Leónidas, capaz de enfrentarse con los suyos con tal de defender a su pueblo, porque defiende a los suyos por encima del pueblo que le ha elegido para guiarles, por eso es un tirano.

José Luis es la representación sublime del “pequeño hombrecito” descrito por Wilhem Reich, es un felón que compite en insania con Fernando VII, en mezquindad con Fouché y en depravación con el Marqués de Sade. Un don nadie sobrealzado por el destino y los votos del odio, la envidia, la ignorancia, la soberbia y la mezquindad. José Luis es un pobre hombre, un rey desnudo, al que nadie se atreve a recordarle su desnudez. Es un personaje de sainete, de ópera bufa y de crónica de ciego. Un Sancho Panza ladino, dispuesto a denostar las hazañas de su señor Don Quijote, porque jamás podría emularlas. Es un loco que no se toma las pastillas, mientras alguien sigue volando sobre el nido del cuco. Pero también es un pobre hombre, utilizado por su partido y sus sectas, para colocar a gente sin criterio, ni formación, ni inteligencia, ni responsabilidad en los pedestales sociales, en los cargos más vistosos del Estado, en las instituciones que pagamos todos. Eso es lo que mantiene a José Luis en el poder, pero cuando se acabe el chollo, va a durar lo que una pompa de jabón en un ventilador.

José Luis es un inane sin paliativos, que obtiene apoyos repartiendo el dinero entre los que le votan, dinero que detrae de los servicios públicos de los españoles que gestiona el Estado, de la usura masiva del gobierno por la incompetencia suprema de sus decisiones sin sentido, ni razón. José Luis es un actor dramático que sufre estoicamente ante las cámaras de televisión mientras incita a que la fiesta sin fin continúe, en una comedia sin precedentes, para que los que le apoyan lo sigan haciendo, ya pagará el siguiente, que se encontrará un país con la tierra quemada, para que no podamos levantar cabeza y el próximo presidente del gobierno, que no será socialista, terminará siendo el responsable de todo lo ocurrido, incapaz de resolver nuestros problemas, que entonces los seguidores de José Luis no dejarán de recordar. Paradójicamente, este paladín de la bondad remeda a un malvado psicópata social por haber alcanzado la excelencia en el despropósito de su desgobierno.

José Luis ha roto el cántaro de la democracia, se ha cargado la ecuanimidad de la justicia y camina hacia la opresión de los discrepantes. José Luis es un déspota, que vive feliz en su despotismo, mientras la mayoría de los españoles se despeña por la ruina, la miseria y el sin sentido. Pero a él no le importa lo más mínimo, como a Fidel Castro o Hugo Chávez les importa una mierda lo que pase con sus respectivos pueblos, porque la revolución está siempre por delante de las personas, aunque sea a costa de ellas, aunque sea contra ellas. El discurso del dictador siempre debe prevalecer sobre el sufrimiento baldío de sus súbditos; ¿qué son los demás comparado con la gloria del iluminado?.

Pero el mayor problema que tenemos los españoles ya no es José Luis, sino las consecuencias de lo que ha hecho José Luis, la depravación normalizada en la que ha instalado este país, con este personaje hemos retrocedido los españoles cincuenta años en cohesión social e identidad compartida. Gracias a José Luis, hemos vuelto a vivir los peores momentos entre los españoles tras la guerra civil, nunca ha habido tanta confrontación, ni siquiera en la dictadura franquista. A este hombre deberían abrirle una capilla en El Valle de los Caidos para que los sindicalistas, los de la ceja, los de los colectivos subvencionados y los de su partido, que se han forrado durante estos años, pudieran rendirle calurosos homenajes. Que le encarguen un himno laudatorio a Victor Manuel que ya tiene experiencia.

José Luis ya no representa un gobierno a sustituir en unas elecciones democráticas, sino un régimen a derribar y enterrar para siempre, es el Nuevo Caudillo, la única diferencia es que Franco era caudillo por la Gracia de Dios y José Luis es caudillo por la Gracia de Alá.

Biante de Priena

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