Mal presagio, como dice Federico, la intervención de la Reserva Federal USA, por orden expresa del presidente Bush, sobre la economía libre de mercado. Los “neocon”, se han propuesto salvar el mundo, como los héroes de Marvel Comics Group, fundamentalmente porque en dos meses estarán de elecciones.
Los bancos centrales del resto del mundo, es decir el europeo, el británico, el suizo y el japonés también se han decidido por la inyección de liquidez desde el Estado a precio fijo, lo que en cierta forma significa una congelación en los tipos de interés.
Los gobernantes españoles, estos progresistas de Zapatero, en un alarde de quijotismo irredento, en vez de reconocer la crisis española, están felices porque los Estados Unidos, el gran enemigo del imperialismo mundial, ha tenido que inflar su deuda para paliar los errores de los especuladores privados con menos escrúpulos y más beneficios.
El candidato Obama, aplaude también la medida intervencionista y socioliberal en el más puro keynesianismo tardío de Rawls. El Estado benefactor es un mito, el Estado Providencia acorrala a los ciudadanos, obligando a los que no se han hipotecado en su sobriedad a que paguen las hipotecas de los demás, sean especulativas o vivenciales. A eso lo llaman derechos, cuando es absolutamente ignominioso, no sólo por el precedente que establece, sino por la consecuencias sinuosas que derivarán del hecho de prevenir la “histérica catástrofe económica” a costa del erario público, cuando en realidad el precio y el valor de las cosas siguen caminos diferentes, como se ha visto en la reciente crisis de los precios del crudo, cuyo origen es financiero, más que político.
Cuando el Estado se encarga de corregir el Sistema de Mercado, la libertad se desvanece. Lo público invade lo privado, por qué lo privado ha invadido previamente lo público, pero no lo privado libre, sino lo privado favorecido. Los grandes negocios en este país se hacen con la bendición política del gobierno correspondiente. Quien no respeta la regla de oro de este país –favorecer los intereses del Gobierno-, no juega, no participa de la tarta, se queda sin negocio.
Ante estas circunstancias es hora de que los ciudadanos tomemos la iniciativa, es hora de planificar y desarrollar la desobediencia civil organizada, en las enseñanzas esenciales del primer ecologista político Henry David Thoreau: somos los ciudadanos los que debemos decidir que se hace con los impuestos que pagamos.
¿En qué lugar de la Constitución se expresa que los políticos sean los únicos con capacidad para decidir lo que se hace con los recursos que producimos todos, menos ellos?.
El antídoto del estatalismo es la libertad, no la opresión organizada desde el Estado. Es hora de erradicar la política de la gestión pública de los recursos, porque tras hacerse su hacienda personal a costa de todos, ahora los políticos quieren asegurarse, con otra vuelta de tuerca, rentabilidad permanente en sus negocios.
De la cultura del pelotazo de Felipe González, hemos pasado a la cultura de la red protectora, el Estado asegura la especulación, beneficia a quien perjudica a todos los demás y protege a los delincuentes económicos.
La bolsa ha subido por qué ve el negocio que se avecina, pero el mercado se encogerá definitivamente, desaparecerá el crédito fundamentado, para entrar en el crédito avalado por el Estado.
El camino hacia el totalitarismo definitivo está despejado, tiene razón Federico, de los escombros del muro se harán ghettos prefabricados para los nuevos esclavos. La caída del muro es arbitraria, se ha derribado sobre nuestra libertad.
Tras la abolición de todas las creencias alternativas, tras la unión de todos los poderes en el ejecutivo –judicial, legislativo, económico y mediático-, tras la intervención del Estado en el Mercado “para salvarnos”, vendrá el número de identificación estatal en la nuca y la planificación de lo que será nuestra vida y nuestra muerte; los que vayan teniendo más edad que se preparen, les matarán a viajes de placer en autobús y ágapes incomprensibles, pero moriran felices como dice Pedro J. hoy en El Mundo que le ocurrirá a Zapatero, tras "la grande bouffé". Quien lo iba a decir, el pacifista de las cejas circunflejas nos ha salido caníbal.
Erasmo de Salinas
Los bancos centrales del resto del mundo, es decir el europeo, el británico, el suizo y el japonés también se han decidido por la inyección de liquidez desde el Estado a precio fijo, lo que en cierta forma significa una congelación en los tipos de interés.
Los gobernantes españoles, estos progresistas de Zapatero, en un alarde de quijotismo irredento, en vez de reconocer la crisis española, están felices porque los Estados Unidos, el gran enemigo del imperialismo mundial, ha tenido que inflar su deuda para paliar los errores de los especuladores privados con menos escrúpulos y más beneficios.
El candidato Obama, aplaude también la medida intervencionista y socioliberal en el más puro keynesianismo tardío de Rawls. El Estado benefactor es un mito, el Estado Providencia acorrala a los ciudadanos, obligando a los que no se han hipotecado en su sobriedad a que paguen las hipotecas de los demás, sean especulativas o vivenciales. A eso lo llaman derechos, cuando es absolutamente ignominioso, no sólo por el precedente que establece, sino por la consecuencias sinuosas que derivarán del hecho de prevenir la “histérica catástrofe económica” a costa del erario público, cuando en realidad el precio y el valor de las cosas siguen caminos diferentes, como se ha visto en la reciente crisis de los precios del crudo, cuyo origen es financiero, más que político.
Cuando el Estado se encarga de corregir el Sistema de Mercado, la libertad se desvanece. Lo público invade lo privado, por qué lo privado ha invadido previamente lo público, pero no lo privado libre, sino lo privado favorecido. Los grandes negocios en este país se hacen con la bendición política del gobierno correspondiente. Quien no respeta la regla de oro de este país –favorecer los intereses del Gobierno-, no juega, no participa de la tarta, se queda sin negocio.
Ante estas circunstancias es hora de que los ciudadanos tomemos la iniciativa, es hora de planificar y desarrollar la desobediencia civil organizada, en las enseñanzas esenciales del primer ecologista político Henry David Thoreau: somos los ciudadanos los que debemos decidir que se hace con los impuestos que pagamos.
¿En qué lugar de la Constitución se expresa que los políticos sean los únicos con capacidad para decidir lo que se hace con los recursos que producimos todos, menos ellos?.
El antídoto del estatalismo es la libertad, no la opresión organizada desde el Estado. Es hora de erradicar la política de la gestión pública de los recursos, porque tras hacerse su hacienda personal a costa de todos, ahora los políticos quieren asegurarse, con otra vuelta de tuerca, rentabilidad permanente en sus negocios.
De la cultura del pelotazo de Felipe González, hemos pasado a la cultura de la red protectora, el Estado asegura la especulación, beneficia a quien perjudica a todos los demás y protege a los delincuentes económicos.
La bolsa ha subido por qué ve el negocio que se avecina, pero el mercado se encogerá definitivamente, desaparecerá el crédito fundamentado, para entrar en el crédito avalado por el Estado.
El camino hacia el totalitarismo definitivo está despejado, tiene razón Federico, de los escombros del muro se harán ghettos prefabricados para los nuevos esclavos. La caída del muro es arbitraria, se ha derribado sobre nuestra libertad.
Tras la abolición de todas las creencias alternativas, tras la unión de todos los poderes en el ejecutivo –judicial, legislativo, económico y mediático-, tras la intervención del Estado en el Mercado “para salvarnos”, vendrá el número de identificación estatal en la nuca y la planificación de lo que será nuestra vida y nuestra muerte; los que vayan teniendo más edad que se preparen, les matarán a viajes de placer en autobús y ágapes incomprensibles, pero moriran felices como dice Pedro J. hoy en El Mundo que le ocurrirá a Zapatero, tras "la grande bouffé". Quien lo iba a decir, el pacifista de las cejas circunflejas nos ha salido caníbal.
Erasmo de Salinas