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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ciudadanos en la Red logra su mejor resultado en el ranking de blogs políticos españoles


Gracias a todos los que lo han hecho posible

Un Gobierno que mande bien


La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos. George Bernard Shaw

Definitivamente, ¡que se le va a hacer!, este país no está maduro para otra cosa que un Gobierno que le mande y hay que rogar que lo haga bien. Un pueblo soberano ha de dar la talla en las circunstancias difíciles, y nosotros, ¡maldita sea!, no la damos.

Nos quejamos de la casta política, pero no es otra cosa que un fiel reflejo de las hordas ciudadanas, lo que podríamos denominar la costra ciudadana; quise pensar que no era así, pero lamentablemente, es. Nos quejamos de la casta económica, pero tampoco es otra cosa que un paralelismo con los ciudadanos que viven a costa de los demás. Todo lo que se ve en la política, se engrandece aún más en la ciudadanía, porque la política sólo es un reflejo de lo que hay en la ciudadanía, vean algunos programas de televisión y podrán comprenderlo.

En estas condiciones, a lo máximo que podemos aspirar es a un gobierno o unos gobiernos (no demasiados ¡por Dios!) que manden bien, que no roben mucho y que se corten un poco a la hora de cometer injusticias, no porque la justicia que tienen adherida sirva para detenerlos, sino por algo parecido a la decencia. También que algún periodista denuncie de vez en cuando sus perrerías y no escriba al dictado de la voz de sus amos. No damos para más.

Verán ustedes, en este país hay auténticos talibanes que presumen de demócratas, fascistas que dan lecciones morales y estalinistas que tratan de llevarnos al horizonte. No solo los hay en la representación política, sino en cualquier sector de la ciudadanía. Somos un país de envidiosos y soberbios, mezquino y cutre, donde la estupidez proclama su imperio. Aquí, al que destaca por algo que se debe a si mismo, se le aplica de inmediato la Santa Inquisición del todos iguales, por aquellos que no han levantado un palmo de país en su vida, pero han destrozado todo lo que ha estado a su alcance. Y lo peor es que vale lo mismo, la opinión de un tarugo parásito, que la de un experto que se lo ha currado. ¿Acaso la democracia no es la igualdad de opiniones, independientemente de que unos voten por lo que les dicten y otros por haber descubierto que todo es una farsa? Y cuidado con los talibanes, que te pueden asediar sin fin, como les expongas que eso no es democracia, sino la más depravada tiranía del despotismo más delustrado: la oclocracia de los caciques y las muchedumbres.

En este país, se vive de quejarse de los demás, pero la inmensa mayoría somos incapaces de hacer una autocrítica. Pondré mi ejemplo, llevo seis años tratando de conseguir que este país avance hacia la democracia, dando mi opinión, exponiendo mi criterio, luchando por mi libertad de expresión, que al fin y al cabo es luchar por la de todos los demás, y por cada apoyo espontáneo que he recibido han surgido varias críticas, habitualmente urdidas con la mala baba del anonimato, porque de cobardes también está este país lleno. Pues me sigo empeñando en que las piedras hablen, díganme ustedes si no es contumacia.

Recientemente he leído un libro sobre la injusticia cometida por este país con una de sus glorias nacionales: el general Riego, el libro se titulaba: “Riego, proceso a un liberal” del magistrado del supremo Tuero Bertrand, en él se relata magistralmente toda la miseria y mezquindad de este país, casta y costra, con una de las figuras más relevantes de su Historia, personaje con luces y sombras, pero honesto y entregado a la causa del común. Al fin y al cabo, las mismas hordas que tres años antes salían a recibirlo por los pueblos de Andalucía y toda España, tras su pronunciamiento, que trajo la libertad a España y las colonias hispanoamericanas, eran las mismas que vitoreaban tres años después su ejecución en la Plaza de la Cebada de Madrid, tras un proceso inquisitorial, del que tan solo doce años después, fue rehabilitado por la regente Maria Cristina, por suponer una ignominia de difícil digestión por un país normal.

España es un parasitorium natural, en el que se cultiva la estupidez y la villanía, con la torpeza de los pueblos que no avanzan, porque los reaccionarios, de todas las latitudes, forman legión conjunta en nombre de cualquier sinrazón, para que los de la casta y la costra, puedan vivir magníficamente, mientras los demás, una inmensa mayoría, les sufragamos la existencia con nuestro votos y euros salidos del trabajo honesto. Triste, muy triste, pero es así.

Ahora comprendo, y mira que me resistí, a los primeros liberales que pagaron con su vida o cárcel el haber luchado por su pueblo, a los que vinieron después, a Unamuno, Ortega o Marañón, a Baroja, Fernando de los Ríos, Giner de los Ríos, e incluso, si me apuran, al último Adolfo Suárez. No hay nada que hacer, los españoles somos incompatibles con la democracia, porque utilizamos la libertad para reclamar al árbitro cuando pita contra nuestro equipo, que se habrá creído el muy imbécil, como se atreve a cometer una injusticia flagrante pitando un penalti a los nuestros, cuando es un incapaz, que alguien habrá colocado ahí para jodernos. Esa paranoia española de todos vienen contra mí, posiblemente sea la raíz más profunda de nuestros males: la demolición del otro, como sea; paranoia, envidia, soberbia, estupidez, mezquindad, odio y miseria, son ingredientes culturales indispensables para cultivar españoles, como anunció hace muchos años Fernando Díaz Plaja, en su obra: "el español y los siete pecados capitales".

Así que lo mejor es dedicarse a la filosofía de lo cotidiano, excluyendo la política y la macroeconomía de nuestras vidas, como el turco le dijo al Cándido de Voltaire al final del libro: cuida tu jardín, deja que el mundo se haga a si mismo. Pues eso.

Me voy a dormir la siesta españoles, y que os salve Zapatero o Rajoy, y si no Llamazares, igual me da. Algún día comprenderéis que vosotros tendríais que ser los que os salvarais de Zapatero, Rajoy y Llamazares, pero para que eso ocurra tienen que pasar décadas.

A ver si nos rescatan de una puñetera vez y alguien es capaz de poner orden en este desquiciado manicomio. Me da igual que sean hombres de negro que vestidos de faralaes o lagarterana.

Que tengáis una buena estancia en el infierno, yo me voy a buscar paraísos por ahí, que alguno quedará. Creo que estoy comenzando a comprender a los políticos españoles, los de la casta, y eso me está dando vértigo. Mejor me retiro por una temporada, antes de acabar dándole la razón al que mande, no porque la tenga, sino precisamente porque todos los demás no son capaces de alcanzar la razón, ninguna razón que sirva para la democracia y la libertad, sino todas aquellas que sirven exclusivamente a sus mezquinos intereses egoistas.

Enrique Suárez

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