Cada día que pasa, se va comprendiendo mejor lo que ocurre en la política española, más desde el psicoanálisis que desde la ciencia social. El reciente Congreso del PSOE, el anterior del PP, son ejemplares al respecto.
Si en el Congreso del PP se rompió con los principios y valores que tradicionalmente ha defendido la derecha española, en el del PSOE se ha hecho lo mismo con “el padre”, representado por los ancestros del socialismo democrático español, como Felipe González, Alfonso Guerra, Ibarra, y Leguina, por mencionar algunos de los augustos progenitores.
Cabe preguntarse qué serán la izquierda y la derecha de este país a partir de ahora, porque más que una revolución generacional lo que se está produciendo es una convergencia de intereses por el poder, entre las dos grandes formaciones políticas de nuestro país. Tanto monta, monta tanto, Zapatero que Mariano.
Lo que ocurre en realidad es que se está redefiniendo “el terreno común de la política” a la medida de lo posible, es decir, de las circunstancias, con un reparto de poder proporcional entre ambas formaciones. Para tal cometido se necesita librar el lastre que suponen principios y personas. Al PP parece que le sobraban personas que representan determinados principios (María San Gil, Ortega Lara, Nebrera), y al PSOE también le han sobrado personas que representan principios (Alfonso Guerra, Ibarra, Leguina). Solo los camaleones patriarcales de la política española, como Manuel Fraga y Felipe González permanecen como un vínculo testimonial, más que otra cosa.
Con este movimiento de peones, la batalla política excluye definitivamente la lucha por la razón, por los valores, por las creencias, por los principios, para establecerse sobre los intereses, los beneficios, y la supervivencia. Los políticos del PP y del PSOE han renunciado, por pragmatismo, a defender su ideología, para conformarse como gestores de la realidad pertinente.
El psiquiatra Bruno Bettelheim, muy recomendable para estos tiempos, escribió un magnífico libro sobre el autismo, titulado “La Fortaleza Vacía”, en el que describe la realidad del aislamiento de forma precisa y la necesidad de establecer puentes de comunicación con las personas que viven en una realidad propia, ajena al mundo que les rodea.
En el PSOE y el PP se ha comenzado la ruptura de puentes con los intereses y objetivos de los ciudadanos, para convertirse institucionalmente en industrias de poder tecnificado y deshumanizado. Se ha establecido una sutil frontera entre lo que buscan los políticos y lo que quieren los ciudadanos, que son alternativas que no tienen por qué coincidir. La divergencia de intereses entre ciudadanos y políticos ha existido siempre de forma latente, pero ahora se hace manifiesta, en un alarde de poderío y soberbia. Han transformado la razón de Estado a código de casta, que representa el regreso de la aristocracia de forma velada. Los políticos con todos los derechos, los ciudadanos con todos los deberes.
En esta situación a los ciudadanos sólo nos queda la esperanza de UPyD, (como ayer lo fue Ciutadans), pero los intereses políticos, y las estrechas miras de estas formaciones prevalecen sobre los objetivos sociales que anhelan los ciudadanos, por lo que esta alternativa también se malogrará.
Lamentablemente, no serán los políticos los que se queden en el interior de la fortaleza vacía que han construido, porque su objetivo es llenarla de una masa amorfa de ciudadanos que vivan en pleno autismo y desvinculación con otra realidad que la que les ofrezcan para su consumo fácil, y a los que cada cuatro años dejarán "libres" de su presidio para que acudan a legitimarlos en las urnas, a unos o a otros, al final da igual, todos son lo mismo. La obra está lista para representarse, los ciudadanos como reclusos de un régimen inaceptable, los políticos como carceleros de nuestra libertad, en el horizonte, la tiranía.
Biante de Priena
Si en el Congreso del PP se rompió con los principios y valores que tradicionalmente ha defendido la derecha española, en el del PSOE se ha hecho lo mismo con “el padre”, representado por los ancestros del socialismo democrático español, como Felipe González, Alfonso Guerra, Ibarra, y Leguina, por mencionar algunos de los augustos progenitores.
Cabe preguntarse qué serán la izquierda y la derecha de este país a partir de ahora, porque más que una revolución generacional lo que se está produciendo es una convergencia de intereses por el poder, entre las dos grandes formaciones políticas de nuestro país. Tanto monta, monta tanto, Zapatero que Mariano.
Lo que ocurre en realidad es que se está redefiniendo “el terreno común de la política” a la medida de lo posible, es decir, de las circunstancias, con un reparto de poder proporcional entre ambas formaciones. Para tal cometido se necesita librar el lastre que suponen principios y personas. Al PP parece que le sobraban personas que representan determinados principios (María San Gil, Ortega Lara, Nebrera), y al PSOE también le han sobrado personas que representan principios (Alfonso Guerra, Ibarra, Leguina). Solo los camaleones patriarcales de la política española, como Manuel Fraga y Felipe González permanecen como un vínculo testimonial, más que otra cosa.
Con este movimiento de peones, la batalla política excluye definitivamente la lucha por la razón, por los valores, por las creencias, por los principios, para establecerse sobre los intereses, los beneficios, y la supervivencia. Los políticos del PP y del PSOE han renunciado, por pragmatismo, a defender su ideología, para conformarse como gestores de la realidad pertinente.
El psiquiatra Bruno Bettelheim, muy recomendable para estos tiempos, escribió un magnífico libro sobre el autismo, titulado “La Fortaleza Vacía”, en el que describe la realidad del aislamiento de forma precisa y la necesidad de establecer puentes de comunicación con las personas que viven en una realidad propia, ajena al mundo que les rodea.
En el PSOE y el PP se ha comenzado la ruptura de puentes con los intereses y objetivos de los ciudadanos, para convertirse institucionalmente en industrias de poder tecnificado y deshumanizado. Se ha establecido una sutil frontera entre lo que buscan los políticos y lo que quieren los ciudadanos, que son alternativas que no tienen por qué coincidir. La divergencia de intereses entre ciudadanos y políticos ha existido siempre de forma latente, pero ahora se hace manifiesta, en un alarde de poderío y soberbia. Han transformado la razón de Estado a código de casta, que representa el regreso de la aristocracia de forma velada. Los políticos con todos los derechos, los ciudadanos con todos los deberes.
En esta situación a los ciudadanos sólo nos queda la esperanza de UPyD, (como ayer lo fue Ciutadans), pero los intereses políticos, y las estrechas miras de estas formaciones prevalecen sobre los objetivos sociales que anhelan los ciudadanos, por lo que esta alternativa también se malogrará.
Lamentablemente, no serán los políticos los que se queden en el interior de la fortaleza vacía que han construido, porque su objetivo es llenarla de una masa amorfa de ciudadanos que vivan en pleno autismo y desvinculación con otra realidad que la que les ofrezcan para su consumo fácil, y a los que cada cuatro años dejarán "libres" de su presidio para que acudan a legitimarlos en las urnas, a unos o a otros, al final da igual, todos son lo mismo. La obra está lista para representarse, los ciudadanos como reclusos de un régimen inaceptable, los políticos como carceleros de nuestra libertad, en el horizonte, la tiranía.
Biante de Priena