"Es una ilusión esperar que el despotismo esté del lado de las buenas causas" Ludwig von Mises
En realidad, el castismo es una fórmula soterrada y oculta
que existe en nuestra sociedad como vestigio de las fórmulas estamentales de distribución
del poder del antiguo régimen, preliminares en nuestro país a la Constitución de 1812, que sin embargo se
mantuvieron vigentes a lo largo de la historia reciente, evolucionando y
adaptándose con los tiempos a nuevas representaciones. El sufragio censitario,
permitía votar exclusivamente a determinado grupo de electores; a finales del
siglo XIX se estableció el Pacto del Pardo, entre Cánovas y Sagasta, por el que
se alternaban en el poder conservadores y liberales, contra la voluntad del
pueblo; durante el franquismo, sólo se podía ser representante político por los
tercios correspondientes; y desde que llegó la democracia, tras la experiencia
inicial de UCD, sólo dos partidos han gobernado este país: el PSOE y el PP,
todo lo bueno y malo que ha ocurrido en este país se debe a la suma de ambos,
desde hace treinta años. En algunos lugares, se ha añadido la particularidad de
los nacionalismos y en otros, a los comunistas de Izquierda Unida o a los federalistas
de UPyD.
A pesar de que el término castismo no aparece en el DRAE, si lo hace el término casta para referirse a la estratificación social en relación al poder, fundamentalmente en la India, pero también en otras sociedades sin Estado. Sin embargo, en otras lenguas como el inglés o el portugués, (más relacionadas con la India en el pasado), sí es reconocida.
Las castas políticas han sido descritas por la sociología
como aquellos grupos de población de acceso a la representación
política, estancos y endogámicos, que detentan el poder, con sectarismo, patronazgo y nepotismo. En España, los partidos políticos son un
buen ejemplo de lo que es una casta, linajes de carnet, clanes de expolio.
El castismo establece una segregación original entre los
miembros que conforman una sociedad para acceder poder y se caracteriza por la
práctica imposibilidad de que alguien que no pertenezca a la casta y sea
aceptado por ella, pueda alcanzar alguna posición de representación pública,
sea política, social o sindical. Para pertenecer a la casta hay que aceptar el código implícito de que uno pierde su propia identidad para transformarse en elemento de un grupo cuya engrandecimiento y perpetuación prevalece sobre cualquier otro objetivo.
La democracia en España sólo es una fórmula de ratificación
en las urnas de la decisión de las castas políticas, porque los españoles no
pueden elegir otros representantes que aquellos que deciden las cúpulas de los
partidos políticos. De esa forma, el atado y bien atado de Franco, permanece
vigente en nuestra maltrecha democracia: sólo pueden acceder al poder, aquellos
que el propio poder ha determinado, con el beneplácito de unos electores que
les conceden su confianza a unas formaciones políticas, con unos representantes
seleccionados desde el poder.
Evidentemente, la fórmula de distribución real de poder en
España, se asemeja más a un sistema autoritario, estamental y jerárquico que a
algo que recuerde a la democracia, que es el gobierno del pueblo, para el
pueblo y con el pueblo. Nuestro sistema de vasallaje remeda a una behetría, que era una fórmula de elección de amo en las sociedades serviles previas a la democracia.
El castismo español es, políticamente, una forma de despotismo (gobierno para el
pueblo pero sin el pueblo) disfrazada de democracia que atraviesa en estos
momentos los estertores de su próxima y segura agonía; pero socialmente, es una
estafa pública que se viene cometiendo con los españoles desde 1978.
Sobre los
engaños del castismo español, se construye nuestro destino, tantas
posibilidades tiene hoy un ciudadano español de acceder libremente al poder,
como tenía un siervo en el siglo XVIII de hacerse miembro de la aristocracia.
Prometo seguir escribiendo sobre la cuestión y desentrañando los entresijos de esta farsa, hasta que este régimen de oprobio y desmesura que impera en nuestro país sea derrocado y los españoles podamos acceder, por fin, a una auténtica democracia.
Enrique Suárez