Algunos piensan todavía que en España se vive en libertad porque pueden cambiar de canal cuando les apetece con el mando a distancia de la televisión, de la misma forma podrían pensar que también son libres los pájaros enjaulados para moverse de un palito a otro de su encierro y los presos para mirar los barrotes de su celda, porque pueden elegir no hacerlo. Podrán decir ustedes que exagero, pero no creo que hoy vivamos con más libertad que en el franquismo o con la que vivían los ciudadanos de los países del antiguo imperio soviético o el régimen nazi.
Los españoles hemos tenido históricamente grandes problemas para comprender la libertad y también para ejercerla de forma responsable, no en vano, en este país han ocurrido cosas insólitas relacionadas con la libertad. Poco después de que unos españoles concedieran en 1811 el término liberal al mundo, en una España libre reducida a Cádiz, unos ciudadanos retiraron los caballos de la carroza que transportaba al rey felón, Fernando VII, para convertirse en recua de mulas humanas al grito de “viva las cadenas” cuando llegaba a Madrid. Estas cosas no pasan en otros países en la que sus ciudadanos tienen otro concepto de la dignidad humana. Aquí siempre ha habido mucho siervo en busca de amo, porque ha habido muchos amos y muchos siervos. Pensar por uno mismo es un esfuerzo que no todos pueden permitirse, vale más que piensen otros, que inventen otros y luego criticarlos, porque no se está de acuerdo.
La libertad, al contrario de lo que la mayoría de demócratas convencidos, esos que acudan a las urnas gritando como sus antepasados lo de “viva las cadenas”, pueda llegar a pensar, no consiste exclusivamente en hacer lo que nos dé la gana, quien hace aquello que bien le parece sin detenerse a reflexionar sobre las consecuencias de sus hechos, como por ejemplo los políticos españoles, más bien es un inconsciente, un irresponsable y un imbécil. Verán ustedes, la libertad no es exactamente hacer lo que nos dé la gana, porque más bien es que no nos hagan lo que no hayamos aceptado explícitamente con nuestra voluntad, bien de forma verbal o mediante un contrato explícito (contrato implícito de funestas consecuencias es acudir a votar en unas elecciones sin posibilidad de reclamación).
Un derecho, al contrario de lo que aducen los jacobinos serviles, no proporciona libertad, sino más bien todo lo contrario, es una regulación restrictiva de la libertad, todos los derechos reducen la libertad, por eso si se aplican de una forma injusta, saltándose las leyes, no respetando la Constitución, como ocurre habitualmente en España, producen más perjuicios que beneficios. Los derechos no son más que formas de regulación de la libertad de los ciudadanos por las representaciones del poder, aunque la inmensa mayoría de los ciudadanos piense que son una forma de limitar o corregir los abusos del poder, no ocurre realmente así, sencillamente porque los derechos no han sido hechos por los ciudadanos, sino por los representantes del poder, que han decidido representarse a sí mismos como una clase privilegiada, contra los ciudadanos, que son el objetivo de desposesión y despojo. El que decide, determina, para eso sirve el poder en realidad y no para procurar bienestar a los ciudadanos.
Así la inmensa mayoría de las leyes que tenemos en España sirven para controlar a los ciudadanos desde el Estado y no para controlar al Estado desde los ciudadanos, desde la sociedad civil. En una democracia, los políticos no responden más que ante las urnas, difícilmente lo hacen ante las leyes a las que debemos responder los ciudadanos. Si algún ciudadano de a pie hubiera hecho la millonésima parte del daño que ha causado el Presidente Rodríguez Zapatero a este país, estaría en la cárcel para toda su vida. Imagínense ustedes si se hubieran creado un patrimonio como José Bono de la noche a la mañana tendrían a los inspectores de hacienda durmiendo en su cama, pero al Presidente del Congreso de los Diputados nadie le puede decir nada, es más, el Fiscal General del Estado le hace la ola de abogado defensor. Y de la misma forma pueden ustedes fijarse en los dirigentes del PP con la trama Gürtell, los del PSOE con los casos Mercasevilla o Pretoria, o los nacionalistas catalanes del caso Palau.
Si tienen alguna duda con mis argumentos, sólo tienen que recordar que le ocurrió a Felipe González o a los adalides de sus Gobiernos con los casos Filesa, Matesa, y time Export. Por mucho menos de las barbaridades que cometen los políticos cada mes, hay muchos ciudadanos de a pié en la cárcel, pero políticos muy poquitos, los que se han pasado demasiado o los que realmente tenían muchos enemigos entre sus amigos, porque lo que es plena laxitud y consentimiento para los políticos se convierte en represión para los ciudadanos. ¿Se aplica en este país la Ley de Partidos?, en ninguno exactamente, ni siquiera en los herederos de batasuna. ¿Para qué sirven las leyes con una magistratura coartada y dominada por el poder político, absolutamente dependiente de las decisiones del poder como en cualquier tiranía del norte de África?
Mientras no se logre que en este país se apliquen las mismas leyes a los políticos que a los ciudadanos no tendremos ninguna posibilidad de abandonar la opresión a la que nos someten nuestros representantes públicos desde la tiranía. Ahora explican ustedes a sus amigos, que cuando alguien acude a votar por un partido político ratifica su servidumbre al poder y renuncia a su libertad, ya verá que cara más democrática les pone, procuren hacerlo cuando no salga en la tele Belén Esteban o estén echando un partido de fútbol. Hay algunos que consideran el regreso al feudalismo de la Edad Media como progreso, porque ahora pueden ver la televisión.
Biante de Priena
Los españoles hemos tenido históricamente grandes problemas para comprender la libertad y también para ejercerla de forma responsable, no en vano, en este país han ocurrido cosas insólitas relacionadas con la libertad. Poco después de que unos españoles concedieran en 1811 el término liberal al mundo, en una España libre reducida a Cádiz, unos ciudadanos retiraron los caballos de la carroza que transportaba al rey felón, Fernando VII, para convertirse en recua de mulas humanas al grito de “viva las cadenas” cuando llegaba a Madrid. Estas cosas no pasan en otros países en la que sus ciudadanos tienen otro concepto de la dignidad humana. Aquí siempre ha habido mucho siervo en busca de amo, porque ha habido muchos amos y muchos siervos. Pensar por uno mismo es un esfuerzo que no todos pueden permitirse, vale más que piensen otros, que inventen otros y luego criticarlos, porque no se está de acuerdo.
La libertad, al contrario de lo que la mayoría de demócratas convencidos, esos que acudan a las urnas gritando como sus antepasados lo de “viva las cadenas”, pueda llegar a pensar, no consiste exclusivamente en hacer lo que nos dé la gana, quien hace aquello que bien le parece sin detenerse a reflexionar sobre las consecuencias de sus hechos, como por ejemplo los políticos españoles, más bien es un inconsciente, un irresponsable y un imbécil. Verán ustedes, la libertad no es exactamente hacer lo que nos dé la gana, porque más bien es que no nos hagan lo que no hayamos aceptado explícitamente con nuestra voluntad, bien de forma verbal o mediante un contrato explícito (contrato implícito de funestas consecuencias es acudir a votar en unas elecciones sin posibilidad de reclamación).
Un derecho, al contrario de lo que aducen los jacobinos serviles, no proporciona libertad, sino más bien todo lo contrario, es una regulación restrictiva de la libertad, todos los derechos reducen la libertad, por eso si se aplican de una forma injusta, saltándose las leyes, no respetando la Constitución, como ocurre habitualmente en España, producen más perjuicios que beneficios. Los derechos no son más que formas de regulación de la libertad de los ciudadanos por las representaciones del poder, aunque la inmensa mayoría de los ciudadanos piense que son una forma de limitar o corregir los abusos del poder, no ocurre realmente así, sencillamente porque los derechos no han sido hechos por los ciudadanos, sino por los representantes del poder, que han decidido representarse a sí mismos como una clase privilegiada, contra los ciudadanos, que son el objetivo de desposesión y despojo. El que decide, determina, para eso sirve el poder en realidad y no para procurar bienestar a los ciudadanos.
Así la inmensa mayoría de las leyes que tenemos en España sirven para controlar a los ciudadanos desde el Estado y no para controlar al Estado desde los ciudadanos, desde la sociedad civil. En una democracia, los políticos no responden más que ante las urnas, difícilmente lo hacen ante las leyes a las que debemos responder los ciudadanos. Si algún ciudadano de a pie hubiera hecho la millonésima parte del daño que ha causado el Presidente Rodríguez Zapatero a este país, estaría en la cárcel para toda su vida. Imagínense ustedes si se hubieran creado un patrimonio como José Bono de la noche a la mañana tendrían a los inspectores de hacienda durmiendo en su cama, pero al Presidente del Congreso de los Diputados nadie le puede decir nada, es más, el Fiscal General del Estado le hace la ola de abogado defensor. Y de la misma forma pueden ustedes fijarse en los dirigentes del PP con la trama Gürtell, los del PSOE con los casos Mercasevilla o Pretoria, o los nacionalistas catalanes del caso Palau.
Si tienen alguna duda con mis argumentos, sólo tienen que recordar que le ocurrió a Felipe González o a los adalides de sus Gobiernos con los casos Filesa, Matesa, y time Export. Por mucho menos de las barbaridades que cometen los políticos cada mes, hay muchos ciudadanos de a pié en la cárcel, pero políticos muy poquitos, los que se han pasado demasiado o los que realmente tenían muchos enemigos entre sus amigos, porque lo que es plena laxitud y consentimiento para los políticos se convierte en represión para los ciudadanos. ¿Se aplica en este país la Ley de Partidos?, en ninguno exactamente, ni siquiera en los herederos de batasuna. ¿Para qué sirven las leyes con una magistratura coartada y dominada por el poder político, absolutamente dependiente de las decisiones del poder como en cualquier tiranía del norte de África?
Mientras no se logre que en este país se apliquen las mismas leyes a los políticos que a los ciudadanos no tendremos ninguna posibilidad de abandonar la opresión a la que nos someten nuestros representantes públicos desde la tiranía. Ahora explican ustedes a sus amigos, que cuando alguien acude a votar por un partido político ratifica su servidumbre al poder y renuncia a su libertad, ya verá que cara más democrática les pone, procuren hacerlo cuando no salga en la tele Belén Esteban o estén echando un partido de fútbol. Hay algunos que consideran el regreso al feudalismo de la Edad Media como progreso, porque ahora pueden ver la televisión.
Biante de Priena