Dedicado a Pedro San José Orellana (EPI, Liberto): la lucha continúa...
Una democracia no puede quedar reducida a la segregación
entre dos categorías bien diferenciadas de ciudadanos: los que mandan y los que obedecen, eso es más bien una tiranía.
Podría escribir un ensayo reflexivo sobre los orígenes de la
Democracia en la Grecia Clásica, pero creo que ya se han hecho muchos
posiblemente mejores que aquel que yo pudiera hacer. Sin embargo, voy a hacer otra
cosa, voy a hablar de la Democracia, para decir lo que considero más importante
en este sistema que termina dividiendo siempre a la sociedad en dos clases: los
que mandan y los que obedecen.
Dicho así: los que mandan y los que obedecen, no parece un
sistema muy equitativo y justo, pero esa es la realidad. La Democracia permite
establecer dos clases de ciudadanos bien diferenciadas: los que tienen poder y
los que no tienen poder, también se puede decir de otra forma: los poderosos y
los desposeídos.
Creo que seguimos sin encontrar las bondad al sistema, ni siquiera su superioridad sobre otros sistemas, a mí
me sigue pareciendo injusto, ¿por qué alguien va a disfrutar del poder,
mientras otros van a sufrir sus decisiones? Sin duda, dicho así, la Democracia
no es un sistema ecuánime para el reparto de las funciones en una comunidad. Le falta algo más.
Efectivamente, una Democracia no es nada, si no cuenta con
tres pilares fundamentales en los que apoyarse, que ya fueron descritos por
Aristóteles:
Isocracia: que viene a ser el acceso en igualdad de
condiciones de todos los ciudadanos al poder. Sin embargo, esa condición no se
da en las democracias actuales, aunque sí se producía en la antigua democracia
griega. No se da la condición de isocracia, porque al poder sólo pueden acceder
aquellos que son designados por las cúpulas de unas organizaciones parasitarias
de la democracia: los partidos políticos. Así los electores no pueden elegir a
quien quieran para que les represente, sino a quienes proponen los
intermediarios de los partidos políticos. Es decir, no hay isocracia.
Isonomia: es otra de las condiciones necesarias para la
existencia posible de una Democracia. Consiste fundamentalmente en la igualdad
ante la ley. Desgraciadamente tampoco acontece en las democracias actuales
cuando comprobamos cada día que la vara de medir se convierte en lecho de
Procusto si juzga a políticos o ciudadanos. Los políticos habitualmente son
irresponsables de todo lo que hagan desde el poder. Los ciudadanos, sin
embargo, son responsables de todo lo que hagan, aunque no tengan poder alguno.
Parece que el poder ha abolido el imperio de la Ley común para todos, creando
segregaciones inadmisibles en una democracia. Es decir, no hay isonomia.
Isegoría: es la tercera condición necesaria para la
existencia de una democracia, consiste fundamentalmente en dos cuestiones, una
la de que todos los ciudadanos tengan las mismas posibilidades de acceder a la
opinión pública, expresando libremente sus opiniones y criterios, y otra, no
menos importante, es la participación abierta en las cuestiones comunes, por
extensión, la vida pública, para todos los ciudadanos. Tampoco se cumple en nuestra Democracia,
porque los seis millones de parados ocupan menos del 1 % de los espacios
informativos, hablando sobre los políticos, mientras que los doscientos mil políticos que tenemos en este
país ocupan el 99 % de la información, referida a los ciudadanos. Un ciudadano
cualquiera, cualquier ciudadano, no
tiene las mismas condiciones para expresar su libre opinión que un político, al menos para que esta pueda ser difundida en las mismas condiciones. No obstante parece que la llegada de internet está cambiando las cosas. Es decir, no hay isegoría.
Definitivamente, en nuestra democracia no se dan las
condiciones para ser considerada de esa forma, sino como una demagogia extrema que
trata de ocultar a los ciudadanos que los políticos se han convertido discretamente y con sigilo en una
aristocracia, que impone su voluntad al pueblo que les alza al poder,
precisamente eludiendo los pilares fundamentales de la democracia, las reglas de obligado cumplimiento a las que debieran plegarse. Por eso,
nuestra democracia, se puede reducir a su forma más simple y precaria,
precisamente la establecida desde el poder por los tiranos, que en nombre de la
democracia y a su pesar, detentan el poder. La democracia en España no es otra
cosa que un sistema que permite dividir a los ciudadanos en dos clases bien diferenciadas,
separadas por un abismo insoslayable entre ambas: los que mandan y los que
obedecen.
Sean ustedes prudentes con sus votos, votar no les hace demócratas en este sistema, sino cómplices de unos tiranos.
Enrique Suárez