El mito de la igualdad social es idéntico en su categoría ontológica al misterio de la Santísima Trinidad. El igualitarismo es una ideología extraordianariamente perniciosa en la que se sostiene el socialismo de José Luis, porque la búsqueda de la igualdad que pregona es una de las patrañas ideológicas mejor urdidas de la historia occidental.
Verán ustedes, un liberado sindical y un parado son iguales, porque ninguno de los dos trabaja (aunque uno cobre por someter en el paro a su fraterno semejante y otro las pasa putas viendo como se lo lleva calentito). Una feminista que trabaja en el instituto de la mujer y un ama de casa con cuatro hijos que no sabe que inventar para darles de comer, son iguales, son mujeres, la feminista dice que defiende los derechos del ama de casa –por lo que cobra todos los meses- pero el ama de casa, sigue sin saber que darle de comer a su familia todos los meses.
El igualitarismo es una utopía social, que promociona la falsa idea de que los ciudadanos deben ser iguales, mientras que para lo único que sirve es para procurar injustos privilegios a los afines, por pregonar su altruismo de boquilla. La fe mueve cuentas como montañas.
Los conservadores pretenden la igualdad diacrónica, que pase lo que pase, los de arriba permanezcan arriba y los de abajo, sigan abajo. Los nacionalismos buscan la igualdad sectaria, de repartir privilegios exclusivamente entre los nacionalistas, privando a todos los demás de su bienestar.
La igualdad social absoluta sólo puede obtenerse en una sociedad totalitaria, bien de corte comunista o fascista, pero lo que si logra es colocar a todos los que la pregonan como hace doscientos años se colocaban los clérigos en los monasterios para comer mejor que los demás en la defensa de la fe del cristianismo.
El igualitarismo pretende que si un ciudadano tiene cuatro que ha conseguido con su esfuerzo, mérito y trabajo, debe tener dos para que otro ciudadano que no ha pegado palo al agua en su vida también tenga dos. ¿Es eso justicia?. No, eso es un robo.
El igualitarimo pretende que si una comunidad tiene diferencias entre hombres y mujeres, si se invierte en las causas de las mujeres (fundamentalmente en los sectores que defienden al Gobierno), al final se logrará igualdad. Nada más lejos de la realidad, porque lo que se obtendrá es una nueva desigualdad de signo contrario, en este caso favorecida por el Gobierno correspondiente que ha decidido la estupidez.
Sólo hay una posibilidad de igualdad para los ciudadanos, la fundamentada en la Ley, porque las leyes justas deben ser ecuánimes y reducir los privilegios de los poderosos. Nuestra Constitución deja bien claras las cosas al respecto: "todos los españoles son iguales ante la Ley". ¿Como se puede permitir que un gobierno haya sacado una Ley como la de Violencia de Género que sea inconstitucional de iure y de facto, y los órganos de representación de la justicia no digan ni esta boca es mía?.
La igualdad nunca puede ser una causa, siempre es una consecuencia, un resultado de la justicia, del buen hacer del poder, no de las banderas que enarbola para perpetuarse.
Biante de Priena
Verán ustedes, un liberado sindical y un parado son iguales, porque ninguno de los dos trabaja (aunque uno cobre por someter en el paro a su fraterno semejante y otro las pasa putas viendo como se lo lleva calentito). Una feminista que trabaja en el instituto de la mujer y un ama de casa con cuatro hijos que no sabe que inventar para darles de comer, son iguales, son mujeres, la feminista dice que defiende los derechos del ama de casa –por lo que cobra todos los meses- pero el ama de casa, sigue sin saber que darle de comer a su familia todos los meses.
El igualitarismo es una utopía social, que promociona la falsa idea de que los ciudadanos deben ser iguales, mientras que para lo único que sirve es para procurar injustos privilegios a los afines, por pregonar su altruismo de boquilla. La fe mueve cuentas como montañas.
Los conservadores pretenden la igualdad diacrónica, que pase lo que pase, los de arriba permanezcan arriba y los de abajo, sigan abajo. Los nacionalismos buscan la igualdad sectaria, de repartir privilegios exclusivamente entre los nacionalistas, privando a todos los demás de su bienestar.
La igualdad social absoluta sólo puede obtenerse en una sociedad totalitaria, bien de corte comunista o fascista, pero lo que si logra es colocar a todos los que la pregonan como hace doscientos años se colocaban los clérigos en los monasterios para comer mejor que los demás en la defensa de la fe del cristianismo.
El igualitarismo pretende que si un ciudadano tiene cuatro que ha conseguido con su esfuerzo, mérito y trabajo, debe tener dos para que otro ciudadano que no ha pegado palo al agua en su vida también tenga dos. ¿Es eso justicia?. No, eso es un robo.
El igualitarimo pretende que si una comunidad tiene diferencias entre hombres y mujeres, si se invierte en las causas de las mujeres (fundamentalmente en los sectores que defienden al Gobierno), al final se logrará igualdad. Nada más lejos de la realidad, porque lo que se obtendrá es una nueva desigualdad de signo contrario, en este caso favorecida por el Gobierno correspondiente que ha decidido la estupidez.
Sólo hay una posibilidad de igualdad para los ciudadanos, la fundamentada en la Ley, porque las leyes justas deben ser ecuánimes y reducir los privilegios de los poderosos. Nuestra Constitución deja bien claras las cosas al respecto: "todos los españoles son iguales ante la Ley". ¿Como se puede permitir que un gobierno haya sacado una Ley como la de Violencia de Género que sea inconstitucional de iure y de facto, y los órganos de representación de la justicia no digan ni esta boca es mía?.
La igualdad nunca puede ser una causa, siempre es una consecuencia, un resultado de la justicia, del buen hacer del poder, no de las banderas que enarbola para perpetuarse.
Biante de Priena