“La misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la realidad del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responde, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías. Cuando alguien nos pregunta qué somos en política o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder, debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos estos gatos resulten pardos”.José Ortega y Gasset – La Rebelión de las Masas (1929)Cuando el fundador de la Revista de Occidente, José Ortega y Gasset, escribía estas palabras, anticipaba con claridad profética los acontecimientos que sucederían durante la década siguiente y que concluirían con el final de la Guerra Civil española. En compañía de Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala formó parte del grupo de exiliados liberales de la República, habitualmente devaluados y denostados por las izquierdas más sectarias y totalitarias de nuestro país.
Hoy, como entonces, asistimos de nuevo en España al clima de confrontación permanente entre seguidores de los partidos de las izquierdas (socialismos, nacionalismos de izquierdas) y las derechas (conservadores, nacionalistas de derechas). Tras setenta años no hemos aprendido ni desaprendido nada, porque seguimos igual que al concluir la Guerra Civil española. Bien parece que una maldición se cierne sobre nuestro futuro impidiendo cualquier forma de solución política a los problemas que más nos acucian: la crisis económica, el desempleo, la ignorancia creciente, la disgregación, el enfrentamiento social permanente, la desesperanza.
Es hora de que los españoles nos hagamos algunas preguntas de forma colectiva: ¿los partidos políticos representativos de nuestra voluntad ciudadana realmente quieren arreglar las cosas o simplemente pretenden mantener la crispación porque electoralmente les conviene?. ¿Hay soluciones políticas para los problemas sociales, económicos y políticos que sufrimos?. ¿Es el desacuerdo permanente entre los partidos políticos un acicate electoral irrenunciable?
La clave del 11-MEspaña ha llegado a un punto de no retorno político, las acciones supuestamente progresistas del Gobierno de José Luis (apoyado por el PSOE) y ayudado por formaciones nacionalistas a tanto por los apoyos recibidos, nos han conducido a una situación escabrosa e irreversible. La oposición del PP y algunas formaciones nacionalistas no ha servido para contrarrestar las nefastas decisiones de un Gobierno urgido a avanzar hacia ninguna parte, espoleado por la inconclusa determinación de lo ocurrido en aquella semana aciaga en la que nuestro país sufrió el mayor atentado terrorista de su historia y una rebelión civil y mediática urdida discretamente por el PSOE contra su pretendido origen en la participación de nuestro país en los comienzos de la guerra de Irak (cuando los supuestos terroristas, seguidores de Al Qaeda, habrían tenido muchos más motivos por nuestra participación en la guerra de Afganistán, ya que Irak, por entonces, era un feudo de Saddam Hussein, con el que Osama Ben Laden, el dirigente supremo de Al Qaeda estaba enfrentado).
Decía Ortega y Gasset que los “intelectuales” tratan, en vano, de aclarar un poco las cosas, mientras que los políticos, por el contrario, tratan de confundirlas más de lo que estaban. Evidentemente, en relación a lo ocurrido el 11-M hay muchas cosas que no se han aclarado, cuando desde el partido en el Gobierno debería hacerse de forma inmediata, si no tuviera nada que ocultar al respecto. La sombra de la sospecha gravita sobre La Moncloa, posiblemente la razón ha sido que las investigaciones del atentado no se han hecho correctamente dejando huecos inconfesables, pero la decisión de José Luis de establecer un diálogo con ETA –avalado por el Parlamento- y “desatender hasta el desprecio” a las víctimas de los atentados de la banda terrorista vasca (más de 800), ha contribuido a incrementar la desconfianza ciudadana sobre alguna participación del terrorismo etarra en lo acontecido el 11-M. No se puede dejar la muerte de 192 ciudadanos y la lesión de más de 1.600 en el ámbito de la posibilidad, sin alcanzar la certeza definitiva sobre lo acontecido. No se puede olvidar el dolor de una nación herida, ni siquiera para seguir adelante.
Mientras todo lo ocurrido el 11-M no se exponga a la luz pública, con aciertos y errores, los ciudadanos no dejaremos de pensar que todo lo que se sabe no es todo lo que aconteció, y menos sabiendo que la consecuencia de aquel atentado fue la llegada del PSOE al poder, no para establecer la política amable anunciada como buen talante, sino para emprender una auténtica revolución discreta desde el Gobierno, que nos ha dejado en la mayor crisis económica y política de nuestra historia, y excluyendo de cualquier acuerdo y consenso al principal partido de la oposición durante seis largos años. El PSOE pagará muy caro el grave error cometido, que no se saldará con la cabeza de José Luis, ni siquiera con la petición de disculpas por su soberbia.
Erradicar el politicismo que nos ha legado el PSOELa única solución posible para los graves problemas que oscurecen el futuro de los españoles es la erradicación del politicismo, es decir, la restricción de la política a los ámbitos imprescindibles y la eliminación de su presencia en la sociedad impregnándolo todo. En España todo es política, se construyen obras públicas por intereses exclusivamente electorales, se deciden planes educativos por intenciones partidistas, se subyuga a la justicia y se embrida a los medios de comunicación para obtener los resultados esperados por el Gobierno. Es la mejor representación de un totalitarismo discreto, avalado por los afines y partidarios y denostado por los afines y partidarios de la oposición.
Es fascinante como el Estado que se declara laico –más bien anticlerical- con el PSOE, se dedica a subvencionar y a sostenerse en los líderes sindicales y colectivos que patrocina, como si la creencia en la bondad de los sindicalistas y voluntarios fuera de mayor rango que la de la bondad de los clérigos y voluntarios. El Gobierno del PSOE ha impuesto leyes sociales fundamentales a las bravas, sin el acuerdo necesario con millones de españoles que se oponían a las mismas. Las libertades públicas se han resentido con la imposición de normas que afectan a la vida privada de todos los españoles, que se fundamentan exclusivamente en el ideario socialista, al tiempo que se han desatendido numerosos preceptos constitucionales por su incompatibilidad con el socialismo.
El PSOE nunca ha entendido que la democracia no se fundamenta exclusivamente en el acceso al poder a través de las urnas, sino en el estricto respeto a las reglas de juego compartidas y aprobadas por el pueblo que gobierna. El Gobierno no tienen potestad extraconstitucional para decidir si se otorga a Cataluña la categoría de nación, ni siquiera para consentir que desde esta autonomía se promueva una secesión encubierta, porque electoralmente le resulte rentable que así acontezca.
El PSOE no tiene derecho a vulnerar el artículo 14 de nuestra Constitución con una Ley de Violencia de Género. Tampoco tiene potestad para establecer otras leyes coherentes con su ideología que transgreden los códigos fundamentales de los que nos hemos dotado los españoles. El PSOE nos ha tratado a los ciudadanos como súbditos –sin voz, ni voto- durante los últimos seis años y ese acto de soberbia feudal lo acabará pagando muy caro.
El PSOE no puede repartir el dinero del Estado según sus criterios electorales, entre los colectivos que le apoyan y condicionan, sean sindicatos, ONGs, asociaciones de actores o instituciones de nueva creación. No se puede tolerar bajo ningún concepto que un partido político por qué acceda al Gobierno, ponga sus intereses de perpetuación por delante de los intereses de los ciudadanos, sean o no de su ideología, que soportan con su trabajo, esfuerzo y miserias al Estado, cada día más monstruoso y denigrado.
Un Gobierno que sólo gobierna para los suyos no es un buen gobierno, y el sectarismo político que se ha contemplado en los últimos seis años no se había visto en España desde la época del franquismo. No se puede tolerar a ningún partido político que convierta en un régimen faccioso el sistema democrático que los españoles hemos acordado para regir nuestra existencia colectiva.
Es hora de que le recordemos al PSOE y al Gobierno de José Luis, que la voluntad del socialismo no puede prevalecer en ningún caso sobre la voluntad de los españoles, de la nación española. El PSOE nos ha usurpado la soberanía que nos corresponde a los ciudadanos españoles para convertirnos en súbditos de sus excesos de poder. Sin soberanía dejamos de ser ciudadanos para convertirnos en siervos del poder.
El PSOE ha demostrado que es un partido que no respeta la democracia, ni la libertad, ni la justicia, y debe recibir por ello, el desprecio político de los españoles, al menos de todos aquellos que por no ser socialistas, se hayan visto perjudicados por su política sectaria que beneficia exclusivamente a quienes le apoyan.
En las próximas elecciones que se celebren, el PSOE será un enemigo a batir por la inmensa mayoría de los españoles, porque se ha convertido en un rival de la precaria democracia y esquilmada libertad, y una fuente de malestar social. Habrá que decidir entre seguir siendo españoles o ser socialistas, porque ser socialista se ha hecho incompatible con seguir siendo español, demócrata y libre.
Erradicar al PSOE -al menos a este PSOE con tentaciones de tiranía- de la política española es posiblemente el objetivo que más une hoy a todos los españoles. Quién gobierne tras su exclusión del poder tiene mucha menor importancia, porque sólo mostrando que nadie se puede reir gratuitamente de los españoles podemos recobrar el respeto de los políticos por los ciudadanos.
Biante de Priena