"La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección debida a una mayoría incompetente" George Bernard Shaw
Hace tiempo que me vengo haciendo una pregunta: si hiciéramos un examen a los cien mil políticos españoles que viven a costa del erario público, similar al que realiza cualquier auxiliar administrativo, o empleado público que no sea por enchufe ¿cuántos aprobarían en este país?. Siempre me ha llamado la atención que en este país para ser jefe en la administración pública, designado políticamente, no hay que examinarse, mientras que para ser currante, hay que hacerlo hasta la saciedad. No puede funcionar un sistema en el que se exige a los mandados lo que no se exige a los que mandan.
La política en España se ha convertido en un ascensor para que algunos aventajados caraduras puedan trepar socialmente más de lo que les correspondería si tuvieran que sacarse los garbanzos como la mayoría de los ciudadanos. La primera injusticia social que existe en este país es que no somos representados institucionalmente por los mejores, en la mayoría de las ocasiones, sino por los peores. El descrédito al que se enfrenta la casta política española es inmenso. Ser político en España hoy es una de las profesiones más denostada por los ciudadanos
El problema proviene de la usurpación de la democracia que se realiza en los partidos políticos, en la que se presentan a las elecciones los representantes designados por sus cúpulas, ni siquiera son elegidos por sus afiliados, más que en una pantomima. El método de designación, las listas cerradas, los recursos diferenciados que obtienen los habituales con respecto a los novedosos, los límites necesarios para obtener representación y la Ley d´Hondt, que premia la concentración de poder, hacen el resto.
El proceso de designación se realiza habitualmente por un proceso de selección negativa que aparta a los mejores y promueve a los peores. Los representantes políticos son agentes de sus partidos, antes que de los intereses de los ciudadanos que les han votado.
Las manifestaciones de los movimientos de indignados han denunciado esta penosa situación que es considerada en las encuestas del CIS como el tercer problema más grave de nuestro país, después del paro y la crisis económica.
¿Se imaginan ustedes que el proceso democrático dentro de los partidos políticos fuera real y no una pantomima?. Sería inconcebible que Zapatero, Rajoy o Rubalcaba alcanzaran la dirección de sus respectivas formaciones políticas. Recuerden ustedes las primarias que no existieron en el PSOE y la designación de Alfredo, o el congreso búlgaro del PP y la designación de Mariano.
De la usurpación a la detentación hay un paso, que siempre nos conduce al abismo. Ningún político en España debería poder presentarse a unas elecciones, si no es capaz de demostrar, previamente, que cumple condiciones suficientes para ocupar el cargo al que aspira. Si ese es el criterio que es válido para todos los españoles, ¿por qué los políticos siguen viviendo en el privilegio de representar a los ciudadanos sin haber demostrado su capacidad previamente?.
Son enigmas que deben resolverse pronto, antes de que los ciudadanos se reunan para exijir su derecho a no ser representados por quienes no demuestran que sirven para lo que se proponen y que además, cuando se demuestra que han hecho una chapuza durante su mandato, con corrupción incluída, no rinden cuentas, ni a dios, ni al diablo, ni siquiera a sus votantes, después de haberles empobrecido, hacerles la vida imposible y haberles destrozado el porvenir, a ellos y a sus hijos. No puede continuar la impunidad, hay que hacer cambios de forma urgente.
Enrique Suárez
La política en España se ha convertido en un ascensor para que algunos aventajados caraduras puedan trepar socialmente más de lo que les correspondería si tuvieran que sacarse los garbanzos como la mayoría de los ciudadanos. La primera injusticia social que existe en este país es que no somos representados institucionalmente por los mejores, en la mayoría de las ocasiones, sino por los peores. El descrédito al que se enfrenta la casta política española es inmenso. Ser político en España hoy es una de las profesiones más denostada por los ciudadanos
El problema proviene de la usurpación de la democracia que se realiza en los partidos políticos, en la que se presentan a las elecciones los representantes designados por sus cúpulas, ni siquiera son elegidos por sus afiliados, más que en una pantomima. El método de designación, las listas cerradas, los recursos diferenciados que obtienen los habituales con respecto a los novedosos, los límites necesarios para obtener representación y la Ley d´Hondt, que premia la concentración de poder, hacen el resto.
El proceso de designación se realiza habitualmente por un proceso de selección negativa que aparta a los mejores y promueve a los peores. Los representantes políticos son agentes de sus partidos, antes que de los intereses de los ciudadanos que les han votado.
Las manifestaciones de los movimientos de indignados han denunciado esta penosa situación que es considerada en las encuestas del CIS como el tercer problema más grave de nuestro país, después del paro y la crisis económica.
¿Se imaginan ustedes que el proceso democrático dentro de los partidos políticos fuera real y no una pantomima?. Sería inconcebible que Zapatero, Rajoy o Rubalcaba alcanzaran la dirección de sus respectivas formaciones políticas. Recuerden ustedes las primarias que no existieron en el PSOE y la designación de Alfredo, o el congreso búlgaro del PP y la designación de Mariano.
De la usurpación a la detentación hay un paso, que siempre nos conduce al abismo. Ningún político en España debería poder presentarse a unas elecciones, si no es capaz de demostrar, previamente, que cumple condiciones suficientes para ocupar el cargo al que aspira. Si ese es el criterio que es válido para todos los españoles, ¿por qué los políticos siguen viviendo en el privilegio de representar a los ciudadanos sin haber demostrado su capacidad previamente?.
Son enigmas que deben resolverse pronto, antes de que los ciudadanos se reunan para exijir su derecho a no ser representados por quienes no demuestran que sirven para lo que se proponen y que además, cuando se demuestra que han hecho una chapuza durante su mandato, con corrupción incluída, no rinden cuentas, ni a dios, ni al diablo, ni siquiera a sus votantes, después de haberles empobrecido, hacerles la vida imposible y haberles destrozado el porvenir, a ellos y a sus hijos. No puede continuar la impunidad, hay que hacer cambios de forma urgente.
Enrique Suárez