desde 2.006 en Internet

sábado, 17 de octubre de 2009

¡Visca Catalunya LLiure!



Hace poco más de un año, en un artículo titulado: “la noción de Cataluña y el no nacionalismo”, refutaba la posibilidad de existencia real del concepto político de nación catalana; el argumento básico era que Cataluña no era una nación, sino una noción, que evidentemente es algo muy diferente tanto desde una perspectiva semántica, como política. Hoy continuaré dando argumentos para refutar la perversa e inane idea de la nación catalana, fruto del iluminismo que nos acontece.

Los motivos que me incitan a hacerlo son bien sencillos: aceptar el concepto de nación para Cataluña, el País Vasco, o Galicia, supondría refutar el concepto real y existente, históricamente contrastado, culturalmente definido y políticamente estructurado de España como nación. La postmodernidad ha hecho estragos en el raciocinio fundamentado, pero también ha destrozado de forma desapercibida, el sentido común de los ciudadanos. El hombre-masa, despojado de creencias viejas, en su infinita frivolidad, está dispuesto a derribar cualquier orden que no alcanza a comprender siempre que le reporte un instante de entusiasmo o ilusión, aunque sea el contemplar la demolición de la obra heredada gracias al coraje, denuedo y sufrimiento de sus antepasados. El adanismo, es el fundamentalismo político de nuestros días, del que el Presidente de Gobierno español, es su máximo representante mundial.

La baja estopa cultural de los representantes políticos democráticamente elegidos por un pueblo inculto y zafio como el nuestro, incapaz de concebirse a sí mismo de forma diferenciada, por temor a ofender la libertad del vecino en su irredenta inseguridad identitaria, ha permitido que las ideas más peregrinas, como la maleza en un cultivo desatendido, hayan invadido el escenario de la realidad política.

¡Que prodigio de confusión!, ¡que magnífica estridencia!. España, hoy más que nunca, es un sainete, una greguería inacabada. La usurpación intelectual por vendedores de palabras ha hecho el resto, con la excepción de algunos representantes sin complejos de la intelectualidad nacional española, el pensamiento colectivo español de nuestra época ha alcanzado el nivel más bajo de la historia de este país (incluído el referido a Cataluña).

Nuestros supuestos intelectuales, al igual que nuestros inestimados políticos, están, nunca mejor dicho, a la altura de la comprensión analfabeta del pueblo que les atiende y les promueve como sus representantes, que adquiere sus mentiras como si fueran verdades. Los diarios viven de las subvenciones estatales, hay algunos que sobreviven agónicamente de los favores del Gobierno, porque exclusivamente de sus lectores no podrían hacerlo. Eso contribuye a la perversión de todos los mensajes, porque de los pesebres no salen abedules.

Pero no quiero apartarme del objetivo anunciado al comienzo, que no es otro que refutar ese concepto infame de nación catalana. Infame sí, porque es una infamia para los españoles el estrambote político que se han construido unos parásitos a costa de administrar el erario público, exclusivamente en su propio beneficio y no en el interés de la comunidad española que dicen representar, vulnerando la Constitución, sin respetarse a sí mismos, ni a los demás. A ambos lados de la línea imaginaria de separación, por supuesto.

Las diferencias culturales de Cataluña con las demás comunidades españolas, precisamente eran relevantes en el ámbito de la igualdad española que nos reunía, en el ámbito nomotético, pero en el idiosincrásico resultan absolutamente ridículas, porque todas las comunidades españolas tienen numerosas razones, incluso más poderosas y diferenciales que Cataluña, para considerarse singulares.

España ha sido, es y será una pluralidad de identidades en permanente equilibrio, porque las fuerzas idiosincrásicas se compensan por las nomotéticas y ese prodigio antropológico hace de nuestra cultura española un monumento humano a la mezcla y la pluralidad. La libertad de los españoles ha sido conquistada a lo largo de los siglos, de forma distinguida entre todas las comunidades occidentales, para que ahora vengan unos pazguatos fanáticos a decirnos que tenemos que renunciar a lo que somos para que ellos, una inmensa e intensa minoría, se conviertan en lo que no se merecen, ni han merecido a lo largo de la historia, porque ya no es tiempo de hacer naciones en los despachos como en la era colonial, para satisfacer los intereses mercantiles de las comunidades burguesas locales, que pensaban obtener más beneficios del comercio siendo independientes.

Comparto con Max Weber que una nación es un resultado, antes que un propósito. La política es una consecuencia de la cultura, no a la inversa. Las sociedades avanzadas tienen una evolución propia y natural, no guiada y urdida por unos iluminados. Cataluña, está sacrificando en estos momentos su característica más diferenciada y avanzada dentro de las comunidades españolas, para convertirse en un experimento de laboratorio político fuera de ellas, diseñado electoralmente por el socialismo más inculto y el nacionalismo más chabacano de la historia de Europa. La nación catalana, inventada y pergeñada por los iluminados “liberadores” no admite en su seno la pluralidad y la mezcla tan características de la cultura española, (huevo y patata hacen tortilla), soporte imprescindible del concepto de libertad que caracteriza a nuestro pueblo, porque requiere homogeneidades intempestivas, incrustando cultura catalanista por decreto en los más jóvenes, aunque provengan de culturas de otras latitudes; esa eugenesia cultural nazi que tanto satisface a la Generalitat, requiere silencio, amordazamiento de los criterios y opiniones de los “traidores”, aunque sean tan inevitablemente catalanes por “su seny” como Albert Boadella y cualquier payés del Ampurdán. ¡Qué despropósito más bien organizado con la única finalidad de perpetuar en sus poltronas a unos sectarios advenedizos que estarían posiblemente en el paro de no estar en la política catalana!.

Cataluña ha pasado de ser un pueblo admirado y envidiado por los demás españoles, gracias a los analfabetos del PSC, los iluminados de ERC, los taimados de CIU, los insulsos del PP, los peregrinos de ICV y los mentecatos de Ciutadans, a ser el espejo en el que nadie quiere mirarse, la cámara de los horrores de la política española. De la vanguardia política de España ha pasado a ser la vanguardia política de los Balcanes, gracias a los políticos que la tienen secuestrada. ¿Pero dónde están los catalanes que hicieron de España lo que fue, una gran nación plural en la que Cataluña tenía y debería tener su espacio diferenciado?. ¿Les habrán eliminado de forma desapercibida?.

Lamento profundamente que desde Cataluña nadie con entidad suficiente, con la excepción de Albert Boadella, el “traidor nacional de Catalunya”, sea capaz de decir y hacer lo necesario para que cese el bodrio de la égida cuatribarrada. Albert, que sepas al menos que no estás solo, aunque España está hecha unos zorros gracias a los analfabetos que se reparten el poder, aquí, al otro lado, algunos de tus compatriotas todavía comprendemos que Cataluña es lo que piensa Boadella, antes de lo que puedan decir y hacer sus detractores.

Sí, Albert es cierto lo que dices, Cataluña salió de una cárcel imaginaria e involuntaria para introducirse en una mazmorra real y voluntaria, porque los carceleros de la mazmorra son muy simpáticos y amables, y además hablan exclusivamente catalán.

Sólo nos queda volver a gritar, como en los años setenta del siglo pasado.

¡Visca Catalunya LLiure!.



Enrique Suárez Retuerta

Enlaces Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...