Va por ti, “Tete”, amante del deporte
· Según LAVOZLIBRE.COM, la UEFA aceptó la propuesta de Joan Laporta de que el catalán fuera, con el inglés y el italiano, la lengua oficial de la final de la Champions Leage del 27 de mayo, en vez del castellano. Así, la lengua catalana fue la lengua que se escuchó por la megafonía del estadio Olímpico de Roma cuando la organización se dirigió a los hinchas azulgranas.
· En este tipo de eventos, el plurilingüismo oficial es variable y se fundamenta en las características ligüísticas de los hinchas y espectadores. Y, a lo largo de los partidos, permite a la UEFA dar instrucciones relativas a la seguridad y a las situaciones de peligro y emergencia, como la desaparición de personas o las avalanchas de público, que puedan causar daños y heridos; y por otro lado, también le permite informar a los hinchas respectivos y a los espectadores en general sobre las alineaciones iniciales y los cambios de jugadores a lo largo de los encuentros.
· El resultado de las gestiones de Laporta ante la UEFA es un nuevo pasito, localizado y limitado en el tiempo (unos 90 minutos) y en el espacio (estadio Olímpico de Roma), pero es un pasito más por el camino del reconocimiento del catalán en el ámbito internacional. El progreso es modesto, hay que reconocerlo; pero es meritorio y, cuando hay progreso, siempre hay esperanza en la consecución de los objetivos relativos al estatus internacional del catalán. “Chapeau!”, Sr. Laporta. Pero al mismo tiempo, el Presidente del Barça se ha marcado un punto más y ha hecho nuevos méritos ante o en la tribu nacionalista, de todo cuño (de derechas, de centro y de izquierdas), para fraguarse un futuro político personal. Está en su derecho, si se lo permiten los socios que le han votado y, seguramente, le seguirán votando, ante los éxitos de esta temporada (“Liga, Copa y Champions”, vocifera la hinchada azulgrana). Por otro lado, no debemos olvidar que, para los “blau-granas” nacionalistas (es el caso de J. Laporta), el “Barça es més que un club”, como queda reflejado en el grito de guerra, repetido hasta la extenuación estas últimas horas: “¡Visca el Barça! i ¡Visca Catalunya!”.
· Contra este nuevo pasito para convertir al catalán en una lengua exportable e internacional no hay nada que objetar, siempre que no se conculquen los derechos lingüísticos de los demás hinchas y mientras no se ponga en peligro la integridad y la seguridad físicas de los mismos. Ahora bien, Joan Laporta, con sus gestiones, se comportó como un hooligan lingüístico y no como el Presidente del Barça, que debe representar y pastorear a todos los socios, “gent blau grana tan se val d'on venim, si del sud o del nord, […] una bandera ens agermana”, según reza el himno azulgrana. Actuando como actuó, el Sr. Laporta ha ninguneado a una parte los hinchas del Barça, no catalohablantes, que procedían de otras regiones de España y del resto del mundo, que también habían acudido a Roma para animar a su equipo, el Barça. Y además, ha puesto en entredicho, durante más de 90 minutos, la seguridad y la integridad física de los mismos, ya que no habrían podido recibir las instrucciones pertinentes, en caso de necesidad perentoria y vital, si hubieran sido proporcionadas sólo en las tres lenguas oficiales (italiano, inglés y catalán).
· Este episodio lingüístico de la final de la Champions de 2009 no es baladí, ni es una anécdota sin importancia. Es, más bien y una vez más, la materialización de una utilización contra natura de las lenguas. Es la utilización de las lenguas con fines extradeportivos y no comunicativos. En efecto, éstas sirven fundamentalmente para que la información fluya entre el que habla y el que escucha; y no para aislar a las personas y para ser utilizadas como armas de lucha política y de conquista y monopolio del poder o como instrumentos de división, de discriminación, de marginación,… de los ciudadanos de Cataluña o de los hinchas del Barça.
· Por lo tanto, no tiene justificación lógica y razonable la sustitución del castellano por el catalán, en la final de la Champions. Las dos lenguas (castellano y catalán) son, cierto, “lenguas propias”, no de Cataluña (que no puede tener ninguna lengua propia) sino de la mayor parte de los ciudadanos de Cataluña (cf. serie de textos titulados “Lingüística para nacionalistas”, in Web de Ciudadanos en la Red). Ahora bien, el castellano, además de ser lengua propia de Cataluña, es la lengua común de todos los hinchas y, desde cualquier punto de vista (excepto el nacionalista), nunca se debería haber sustituido el castellano (lo repito, lengua común de todos hinchas y propia de la mitad de los ciudadanos catalanes) por el catalán (lengua de sólo una parte de los hinchas del Barça y de una parte de los ciudadanos de Cataluña), por los motivos indicados supra.
· Este episodio lingüístico de la final de la Champions me ratifica en algo que he escrito reiteradamente en relación con la política educativa, lingüística y deportiva de las Comunidades Autonómicas con dos lenguas oficiales. Estas políticas son los cimientos sobre los que se construyen y se consolidan los nacionalismos periféricos. Estas políticas son tanto el punto de apoyo como la palanca para provocar una separación entre los ciudadanos y una ruptura entre los territorios de España. Ahora bien, estas políticas son al mismo tiempo el talón de Aquiles de la quimera nacionalista. De ahí la necesidad de no bajar la guardia en estos aspectos y de estar siempre ojo avizor.
© Manuel I. Cabezas González
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada
Universidad Autónoma de Barcelona
· Según LAVOZLIBRE.COM, la UEFA aceptó la propuesta de Joan Laporta de que el catalán fuera, con el inglés y el italiano, la lengua oficial de la final de la Champions Leage del 27 de mayo, en vez del castellano. Así, la lengua catalana fue la lengua que se escuchó por la megafonía del estadio Olímpico de Roma cuando la organización se dirigió a los hinchas azulgranas.
· En este tipo de eventos, el plurilingüismo oficial es variable y se fundamenta en las características ligüísticas de los hinchas y espectadores. Y, a lo largo de los partidos, permite a la UEFA dar instrucciones relativas a la seguridad y a las situaciones de peligro y emergencia, como la desaparición de personas o las avalanchas de público, que puedan causar daños y heridos; y por otro lado, también le permite informar a los hinchas respectivos y a los espectadores en general sobre las alineaciones iniciales y los cambios de jugadores a lo largo de los encuentros.
· El resultado de las gestiones de Laporta ante la UEFA es un nuevo pasito, localizado y limitado en el tiempo (unos 90 minutos) y en el espacio (estadio Olímpico de Roma), pero es un pasito más por el camino del reconocimiento del catalán en el ámbito internacional. El progreso es modesto, hay que reconocerlo; pero es meritorio y, cuando hay progreso, siempre hay esperanza en la consecución de los objetivos relativos al estatus internacional del catalán. “Chapeau!”, Sr. Laporta. Pero al mismo tiempo, el Presidente del Barça se ha marcado un punto más y ha hecho nuevos méritos ante o en la tribu nacionalista, de todo cuño (de derechas, de centro y de izquierdas), para fraguarse un futuro político personal. Está en su derecho, si se lo permiten los socios que le han votado y, seguramente, le seguirán votando, ante los éxitos de esta temporada (“Liga, Copa y Champions”, vocifera la hinchada azulgrana). Por otro lado, no debemos olvidar que, para los “blau-granas” nacionalistas (es el caso de J. Laporta), el “Barça es més que un club”, como queda reflejado en el grito de guerra, repetido hasta la extenuación estas últimas horas: “¡Visca el Barça! i ¡Visca Catalunya!”.
· Contra este nuevo pasito para convertir al catalán en una lengua exportable e internacional no hay nada que objetar, siempre que no se conculquen los derechos lingüísticos de los demás hinchas y mientras no se ponga en peligro la integridad y la seguridad físicas de los mismos. Ahora bien, Joan Laporta, con sus gestiones, se comportó como un hooligan lingüístico y no como el Presidente del Barça, que debe representar y pastorear a todos los socios, “gent blau grana tan se val d'on venim, si del sud o del nord, […] una bandera ens agermana”, según reza el himno azulgrana. Actuando como actuó, el Sr. Laporta ha ninguneado a una parte los hinchas del Barça, no catalohablantes, que procedían de otras regiones de España y del resto del mundo, que también habían acudido a Roma para animar a su equipo, el Barça. Y además, ha puesto en entredicho, durante más de 90 minutos, la seguridad y la integridad física de los mismos, ya que no habrían podido recibir las instrucciones pertinentes, en caso de necesidad perentoria y vital, si hubieran sido proporcionadas sólo en las tres lenguas oficiales (italiano, inglés y catalán).
· Este episodio lingüístico de la final de la Champions de 2009 no es baladí, ni es una anécdota sin importancia. Es, más bien y una vez más, la materialización de una utilización contra natura de las lenguas. Es la utilización de las lenguas con fines extradeportivos y no comunicativos. En efecto, éstas sirven fundamentalmente para que la información fluya entre el que habla y el que escucha; y no para aislar a las personas y para ser utilizadas como armas de lucha política y de conquista y monopolio del poder o como instrumentos de división, de discriminación, de marginación,… de los ciudadanos de Cataluña o de los hinchas del Barça.
· Por lo tanto, no tiene justificación lógica y razonable la sustitución del castellano por el catalán, en la final de la Champions. Las dos lenguas (castellano y catalán) son, cierto, “lenguas propias”, no de Cataluña (que no puede tener ninguna lengua propia) sino de la mayor parte de los ciudadanos de Cataluña (cf. serie de textos titulados “Lingüística para nacionalistas”, in Web de Ciudadanos en la Red). Ahora bien, el castellano, además de ser lengua propia de Cataluña, es la lengua común de todos los hinchas y, desde cualquier punto de vista (excepto el nacionalista), nunca se debería haber sustituido el castellano (lo repito, lengua común de todos hinchas y propia de la mitad de los ciudadanos catalanes) por el catalán (lengua de sólo una parte de los hinchas del Barça y de una parte de los ciudadanos de Cataluña), por los motivos indicados supra.
· Este episodio lingüístico de la final de la Champions me ratifica en algo que he escrito reiteradamente en relación con la política educativa, lingüística y deportiva de las Comunidades Autonómicas con dos lenguas oficiales. Estas políticas son los cimientos sobre los que se construyen y se consolidan los nacionalismos periféricos. Estas políticas son tanto el punto de apoyo como la palanca para provocar una separación entre los ciudadanos y una ruptura entre los territorios de España. Ahora bien, estas políticas son al mismo tiempo el talón de Aquiles de la quimera nacionalista. De ahí la necesidad de no bajar la guardia en estos aspectos y de estar siempre ojo avizor.
© Manuel I. Cabezas González
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada
Universidad Autónoma de Barcelona