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domingo, 5 de julio de 2009

El futuro transversal de España

Ayer precisamente, con la soliviantada salida de Mikel Buesa de UPyD, denunciando el autoritarismo de su partido, tras la lectura de los que han aplaudido su gesto y la perplejidad ante los que se han callado, tomé conciencia del motivo por el que fracasa cualquier operación transversal que se inicia en este país, leyendo las acertadas palabras con las que Eli Jo concluía su juicio sobre la cuestión: “al socialismo español le cuesta demasiado salir del armario y respirar al aire libre”. Ciertamente, ese es el problema, aunque tanto o más trabajo le cuesta salir del armario a la derecha del PP y llenar sus pulmones de libertad.

Los liberales no acabamos de comprender los comportamientos sectarios de la izquierda y la derecha en este país, ese sentido patrimonial de comprensión de la realidad que se arrogan, porque no pensamos como ellos, nos falta el sentido de clase, desde el que socialistas y conservadores construyen la realidad. Los liberales no creemos en las clases, ni en las etiquetas, que sirven para clasificar a las personas, socialistas y conservadores actúan siempre, a veces de forma paranoica, desde sus perjuicios de clase.

Comprobé lo que digo hace tres años, cuando al bueno de Julio Villacorta, el fichaje estrella de Ciutadans que había sido Secretario de Finanzas del PSC con Maragall, le encomendaron la confección del programa para las Elecciones Municipales de 2007. En el preámbulo de la convocatoria estampó el concepto de clase, lo que motivó inmediata respuesta por mi parte diciendo que eso era incompatible con nuestro lema fundamental: “sólo nos importan personas”. Recibí un correo pidiéndome disculpas de forma inmediata, en el que reconocía que había cometido un error, lo que dice mucho a su favor. Posteriormente, en persona, pude comprobar que no había ninguna intención de molestar, al contrario, el problema es que tenía incrustadas en su mente las consignas de su anterior partido y no había evolucionado suficientemente para alcanzar el nuevo paradigma de la transversalidad que formalmente representaba Ciudadanos.

Los liberales somos transversales

Los liberales somos transversales por naturaleza, porque a ningún liberal le ocupa el pasado de las personas, lo que han hecho o dejado de hacer, lo que han vivido o dejado de vivir, lo que han sufrido o dejado de sufrir, o lo que han disfrutado o dejado de disfrutar. Nos importa lo que son capaces de hacer y lo que realmente hacen, aquí y ahora, nuestro pensamiento no está sometido a los prejuicios como los comportamientos sectarios de los que consideran que la doctrina que defienden es la única verdadera.
Los liberales somos escépticos por naturaleza y desconfiados por memoria. Sospechamos de cualquier actitud sectaria o doctrinaria, que no pueda ser justificada por la razón o el sentido común. Nuestra incredulidad es grande, en nuestra trayectoria política no nos guían ni dioses, ni patrias, ni razas, ni colores, pero al mismo tiempo, respetuosa y tolerante, con la pluralidad humana realmente existente, las creencias, principios, y valores de los demás, siempre que no traten de imponerlas.

En el caso español, al igual que hacen los norteamericanos, defendemos una nación sólida, voy a explicar el concepto con claridad para evitar equívocos, por nación sólida comprendemos un origen compartido y definitorio de nuestra realidad, armónico con nuestra historia real, balanceado y equilibrado en nuestros derechos. Libertad, igualdad y justicia idénticas para todos los españoles, para los liberales los principios son sagrados, fundamentalmente los establecidos en la Constitución, porque nadie como los liberales sabemos el trabajo que costó dotar a esta nación española de una Constitución, que convirtiera en soberanos a los ciudadanos, frente a todos los poderes absolutos y totalitarios, frente a todas las sectas organizadas para afianzarse en el poder, que pretendían consolidar en privilegios y opresiones su autoridad, fueran serviles, anilleros, o afrancesados.

Sólo los que saben el elevado precio humano y material que ha supuesto alcanzar los valores que hoy definen a nuestra sociedad, en esta nación de nombre España, están en condiciones de valorar su pérdida gratuita e inefable. En la construcción inicial de la nación española hay más sangre liberal, que de ninguna otra opción política, y es injusto no recordar y honrar a los padres de nuestra nación, como a todos los que dejaron su vida por conseguir lo que hoy disfrutamos, sean del color político que fueran. Pero resulta que en la memoria histórica advenediza, se olvida el comienzo de nuestra configuración política, para primar los intereses de los que actualmente ocupan el poder, y para fustigar a los que lo ocuparon.

Los liberales aparecemos siempre que están amenazados los fundamentos de nuestra sociedad libre. Por eso los liberales somos patrióticos, contra todos los poderes nuevos, tanto como contra los viejos. Por eso nos consideramos españoles, frente a cualquier otra categoría de clasificación novedosa que sólo barre intereses para su casa nacionalista o sectaria, contra los intereses generales.

El Estado transparente

Al contrario de los socialistas y conservadores, nosotros no creemos en el Estado, los socialistas han sustituido a Dios por el Estado, los conservadores consideran que el Estado es la última obra de Dios. Nosotros no creemos que Dios tenga que intervenir en la política, porque creemos demasiado en el ser humano para plantearnos la existencia de Dios, que comprendemos que forma parte de las creencias particulares de cada uno, que respetamos. Nuestra laicidad es auténtica, por eso no es laicismo beligerante y propagandístico, como el que otros enarbolan. La tolerancia con las ideas ajenas es un principio fundamental de los liberales

Por eso consideramos que el Estado no debe intervenir en la sociedad, al contrario, es la sociedad la que debe intervenir en el Estado sin interrupción. El Estado es un arma poderosa, que cuando no se orienta de forma adecuada, termina destruyendo la vida genuina del ser humano, su libertad, su identidad, sus derechos, su inteligencia, su esencia. El Estado fabrica clases con las personas, haciendo homogeneidades humanas pasivas para administrar el poder: ciudadanos, votantes, contribuyentes, consumidores, usuarios.

Los liberales consideramos que la única unidad de clasificación de la especie es la de seres humanos, todos diferentes, todos iguales. Para nosotros, la igualdad siempre tiene que ser de oportunidades para todos, premiando el esfuerzo, más que el origen económico–pobres o ricos- o político –los nuestros, los otros- o la filiación –compañeros, amigos, socios-. Vivimos en la utopía de que en un mundo liberal siempre triunfan los mejores.

Para lograr los objetivos sociales se requiere un respeto absoluto a la Justicia, al Estado de Derecho, la ley debe imperar sobre todos y sobre todo. Evidentemente, los administradores de la justicia deben ser por tanto independientes de cualquier secta económica y política. El Estado debe garantizar el cumplimiento de la Ley, que debe ser igual para todos, y administrada con un criterio de independencia de los demás poderes.

Ahora ya podemos acometer el fracaso de la transversalidad en este país, en todos los intentos que se han hecho desde el referéndum de 1978 que nos convirtió en una nación Constitucional. Han sido varios los fracasos, el transitorio UCD, el adolfista CDS, la operación Roca, Ciutadans, y el partido socialista de Rosa Díez, la UPyD, ha sido siempre por la misma causa: el miedo a la libertad de los socialistas, en mucha menor medida, la estupidez pancista de los conservadores, que también es una forma de miedo a la libertad.

La transversalidad es posible

Tras la caída del Muro de Berlín en 1.989, el modelo del socialismo real se vino abajo, en consecuencia, las socialdemocracias europeas se resintieron, porque su origen marxista había quedado invalidado por la historia real, desde entonces sabemos que los modelos de poder colectivo, terminan asfixiados por la burocracia y el sectarismo. Nadie quiere sacrificar su vida para arreglar el pasado, posiblemente tampoco para resolver el futuro, la gente quiere vivir en las mejores condiciones posibles aquí y ahora.

Los socialistas y conservadores son modelos injustos con la sociedad actual, porque mientras los socialistas tratan de equilibrar los errores del pasado con un Estado Providencia, subvencionando a los que menos han hecho por sí mismos, paradójicamente consolidando poblaciones en el paro y la miseria, y endeudando el futuro de todos, que pagarán las próximas generaciones; por el contrario, los conservadores quieren mantener los privilegios adquiridos en el pasado por la herencia de sus antepasados, más allá de su propio trabajo, en un mundo en el que nada cambie, y en el que la autoridad divina se transmute en humana y ejerza su magisterio de forma absoluta. El maniqueísmo político es el problema fundamental que tiene España, del que se aprovechan los buitres oportunistas del nacionalismo. Los socialistas nos hipotecan con el futuro, los conservadores con el pasado.

La transversalidad es la superación del maniqueísmo español. Los liberales siempre hemos sido transversales, porque fundamentamos el futuro en la acción, en los objetivos colectivos, en los logros personales. Los liberales creemos en nosotros mismos, no necesitamos ni que crean en nosotros, ni creer en nada, ni en nadie, para hacer lo que hacemos. Pero en este país, el liberalismo siempre fracasa frente al mismo enemigo: el sectarismo, socialista, conservador o nacionalista.

Un problema de conciencia y conocimiento

Quizás nuestro error sea pensar que como pensamos nosotros también deben pensar los demás, por eso no hacemos proselitismo, porque respetamos a los demás seres humanos como iguales, y no estamos dispuestos a sacrificar nuestros principios por alcanzar el poder, en el fondo sabemos que no merece la pena engañar a nuestros semejantes para obtener ventajas, ni siquiera para implantar un sistema liberal, por eso el liberalismo español se desvanece cuando las cosas no van demasiado mal, y reaparece, cuando el presente está en peligro, la libertad amenazada, la democracia usurpada, la justicia rendida ante los poderes económico y político, o la pluralidad atenazada.

Nosotros, los liberales, esperamos que los ciudadanos tomen conciencia de su acribillada situación y reaccionen en consecuencia, eligiendo lo que sea mejor para ellos desde sus propios criterios personales. Ahí radica nuestro gran error para triunfar en la política, porque pensamos que nuestro mensaje se dirige a ciudadanos libres que saben decidir por sí mismos, y en realidad nuestros interlocutores forman parte de una sociedad cautiva, sometida por los mensajes salvadores de los maniqueos, que mientras mantengan atrapados y esclavizados a sus fieles en los rediles correspondientes, podrán seguir viviendo extraordinariamente de la política, a costa de todos ellos. Pura ganadería política.

Dígale usted a un parado o un desposeído que vote al PP, o a un heredero o un afortunado que vote al PSOE, y posiblemente le manden a la mierda. Y así nos va, a la inmensa mayoría, que ni somos parados, ni desposeídos, ni herederos, ni afortunados, sino trabajadores, luchadores que se esfuerzan cada día por conseguir vivir mejor, cada día con más lastres económicos, con menos libertad, con más cabreo y más quemados, para defender el patrimonio de nuestros políticos y sus gilipolleces, porque cada día son más lerdos y aprovechados.

En fin, la única opción de futuro equilibrado para España pasa por la transversalidad de los liberales, que somos los únicos que comprenden que sin defender lo común, no se puede defender lo particular, y que sin defender lo privado, no se puede defender lo común. Porque nuestra sociedad es común, pero está formada por ciudadanos particulares, individuales, que disfrutan de su propia identidad, y no necesitan que nadie les clasifique, ni encasille, que quieren vivir en libertad y no necesitan que nadie les convenza de que son españoles, socialistas, conservadores, nacionalistas o liberales.

Por eso quiero concluir diciendo, que los ciudadanos de este país también deben salir del armario refrigerador de la política, en el que les tienen congelados los partidos políticos maniqueos, para descongelarlos cada cuatro años y llevarlos como borregos a las urnas para que voten lo que les ratifiquen lo que les ofrecen.

La transversalidad de los liberales es el antídoto de los males políticos y sociales de este país, que son muchos y diversos. Cuando un número suficiente de ciudadanos lo descubran por sí mismos, tras la opresión y los privilegiosinjustosa que les someten socialistas, conservadores y nacionalistas, comenzamos a trabajar, para construir el futuro que nos merecemos y no la miseria eterna que nos ofrecen y nos imponen.

Biante de Priena

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