Ha terminado ocurriendo, como era de esperar. La situación actual de nuestro país es escabrosa, así no podemos continuar.
El Presidente del Gobierno que consideró a los etarras hombres de paz y criminalizó a las víctimas del terrorismo, para desviar la atención sobre lo acontecido en el 11-M ha perdido toda credibilidad; el optimista que consideró que la crisis económica más grave de la historia de España era una pequeña desaceleración, con el único objetivo de estafar y mentir a los electores, para triunfar en las últimas Elecciones Generales, no va a cambiar. Si en Baleares su presidente no dimite avergonzado tras descubrir una trama de corrupción sin precedentes y si en Cataluña, el presidente evita que sus propias hijas soporten la dictadura idiomática que él mismo ha impuesto a todos los demás, ¿qué esperan ustedes del PSOE?. ¿Cómo esperan ustedes que ahora reconozca Rodríguez Zapatero que España atraviesa la mayor crisis política y económica de nuestra reciente historia democrática, que además es una crisis cultural que está apartándonos de Europa y la civilización avanzada para aproximarnos a los regímenes bolivarianos revolucionarios y qué él es el principal responsable de su materialización por negarla, no saber contenerla, ni resolverla?. Dentro de unos años, en España se dirá: “si supimos superar lo que nos dejó Zapatero, podemos con todo”.
Pero siendo consecuentes, deberíamos reflexionar antes de guillotinar a Zapatero todos los días para quedarnos con la conciencia tranquila y poder dormir a gusto: echarle la culpa a un pobre hombre no resolverá nuestros problemas. Ciertamente, yo mismo lo he hecho hasta ahora, porque lo primero que se debe hacer para resolver un problema es saber en qué consiste, realizar un buen diagnóstico es el camino imprescindible para aplicar un tratamiento correcto; pero el Presidente del Gobierno de España es un tarugo sobrealzado por el destino, nada más. No es la única causa de todos nuestros problemas, si no la consecuencia inevitable de todos ellos.
Vamos a hablar claro, españoles
Si Zapatero se fuese mañana mismo, seguiríamos teniendo los mismos problemas. ¿No lo han pensado?, pues piénsenlo, porque va siendo hora de que abandonemos la estupidez definitivamente, la Fiesta Nacional de ver al torero y al toro batirse a muerte en la plaza – que gran simbolismo cultural el de la tauromaquia- es un epifenómeno de nuestro carácter, pero como no dejemos el circo por una temporada estamos perdidos.
Así que, queridos compatriotas, ahora hay que ponerse las pilas en el cerebro, evidentemente que Zapatero tiene que marcharse por su demostrada incompetencia –por muchos menos errores hay cuatro millones de españoles buscando trabajo-, pero eso no resolverá nuestros graves problemas. Ni tampoco la solución provendrá de la regeneración de una democracia formal y elástica, ni la despolitización absoluta e imprescindible de la justicia, ni del control exhaustivo del dinero público, ni de la desparasitación de las instituciones, ni siquiera la devolución del rigor informativo a los medios de comunicación, ni tampoco, para desgracia de todos, un cambio de Gobierno, bien desde el PSOE o desde el PP, nos salvará de nosotros mismos, ni por supuesto un Gobierno de concentración de todos los partidos políticos, porque no se puede acabar con la peste sin eliminar el bicho que la produce, y el bicho de esta peste son los políticos que nos representan.
Ahora que la situación nacional ha traspasado todas las alarmas, económicas, políticas, jurídicas, sociales y culturales, es hora de reflexionar para no seguir cometiendo errores. Hace varios años leí un libro muy interesante, su autor era Charles Tilly, se titulaba “Las revoluciones europeas. 1492-1992”, el autor venía a decirnos que para que un país pueda vivir en democracia lo primero que se necesita es que el poder sea civilizado, eso explicaba el paso de las dictaduras militares a las democracias políticas. Si Unamuno viviera hoy, seguro que nos decía que es más fácil politizar a un pueblo que civilizar a un político, y realmente lo que está ocurriendo en España tiene algo que ver con ambas cosas, porque de una dictadura militar siempre se sale a través de una dictadura política, aunque se denomine formalmente democracia.
Tras una dictadura militar se produce un periodo de transición o liberación de los ciudadanos, más o menos prolongado dependiendo de los actores. Lo que ha ocurrido en España es precisamente que salvo las excepciones de Adolfo Suárez durante casi todo su mandato, del primer Felipe González y del primer Aznar, que cambiaron formalmente la realidad política de este país, todos los demás movimientos ejercidos desde la política han sido para que los políticos recuperarán poder, tratando de convertir a ciudadanos libres nuevamente en súbditos. Con Rodríguez Zapatero, el menos dotado para la política, el menos ilustrado y el más acomplejado de los presidentes españoles, el sectarismo más depravado ha alcanzado su apogeo, porque donde Zapatero no ha sido autoridad competente, se ha impuesto la locura facinerosa de intentar cambiar la razón por la ocurrencia ideológica.
Así hemos visto a algunos conserjes de ministros, así hemos visto las mayores patochadas políticas de los últimos treinta años, así estamos viendo el desastre de unos garrulos, que viendo que necesitan un arquitecto para levantar la cúpula de la catedral porque no saben cómo hacerlo, amenazan a los demás con que se lo hacen y les siguen dejando en el poder o la catedral no se construye. Pero el problema es que si no se hace la cúpula pronto, lo construido se vendrá abajo antes de lo que pensamos.
Un país que se ha pasado cuarenta años venerando el poder de un tirano no se acostumbra tan fácilmente a ser dueño de su destino, los ciudadanos estamos condenados a contemplar el poder político como si tuviera su origen de los dioses, los políticos no han hecho nada para resolver esta dependencia anacrónica de sus votantes, porque les convenía mantener el engaño, pues se dirige y roba mejor a un inocente que a un resabiado.
El cinturón reaccionario del poder
Tras las dictaduras siempre hay un periodo de transición o liberación de los ciudadanos, más o menos prolongado, dependiendo de los actores. Lo que está ocurriendo en nuestro país es precisamente una transición muy prolongada gracias a dos razones: la baja capacidad de los ciudadanos para comprender la política, acostumbrados a ser mandados y no gobernados y la baja calaña de los políticos, acostumbrados a mandar y no a gobernar.
El único problema que tenemos en España no se arregla entre todos, porque los políticos son los primeros que evitarán cualquier arreglo, pues defienden el poder como si fuera su coto particular, y los ciudadanos no tenemos las agallas, ni la formación, ni la voluntad, ni los mecanismos para apartarlos del poder. La política es una peste que lo invade todo, la justicia está politizada, los medios de comunicación están politizados, las instituciones están politizadas, la vida en España está politizada.
En España, actualmente, hay una tasa fija de corrupción del 20 % que es lo que se llevan los políticos con cada gestión pública del dinero público que se hace. Lo de Munar y Unión Mallorquina no ha sido una cuestión circunstancial es un ejemplo de la norma, de los hábitos implantados en las actividades políticas en España.
La única forma de resolver lo que está ocurriendo es civilizar el poder, ¿y cómo se hace tal cosa?. Pues no es fácil, esa es la verdad. El Partido Popular que si hizo su propia renovación política al apartar de su partido las tentaciones de regresar al pasado no puede hacerlo solo, en el PSOE no han hecho ninguna regeneración, los que robaban con Felipe González siguen robando ahora.
El PSOE está condenado a regenerarse o pasar a la historia, evidentemente, por la altanería, la soberbia y el culto a la memez que se transpira desde sus filas, no tiene ninguna voluntad ni posibilidad de hacerlo. De los nacionalistas poco se puede esperar, porque ni siquiera comparten con los demás españoles si lo que le conviene a España les conviene a ellos y su ideología secesionista. Luego están los afianzados en el pesebre público –sindicatos, colectivos, numerosos funcionarios- que son las fuerzas reaccionarias que no cederán un ápice en su acomodada situación, que tras un cambio racional sin duda se pondría en peligro. Conforman el cinturón reaccionario del poder que impedirá cualquier solución, porque una solución para los españoles sería un grave problema para todos ellos. Este es el resumen de nuestra patética situación.
Cambio de Paradigma y Mecanismos de Control
Podría haber terminado aquí el artículo y dejarles con el mal sabor en la boca de que no hay ninguna solución a nuestros problemas, pero como dije al principio, hay que dejarse ya de tonterías porque los inútiles que nos gobiernan la están liando parda. Es hora de ser responsables e inteligentes.
El poder político no se civilizará por sí mismo, si hasta ahora no lo ha hecho, no lo hará. Para que el poder político se civilice los ciudadanos tenemos que establecer un acuerdo con nosotros mismos, debemos juramentarnos en que se acabó lo de tomarnos el pelo y denunciar –aunque de poco sirva- cada situación irregular a la que asistamos. Porque antes de civilizar a los políticos, debemos civilizarnos nosotros, es decir, dejar de ser súbditos de un poder omnímodo para convertirnos en ciudadanos responsables que exigen a sus políticos responsabilidad, es decir, debemos despolitizarnos y desideologizarnos para comprender que lo compartido es mucho más que lo que nos separa, porque si un político del PSOE roba no es bueno para el PP y si un político del PP roba no es bueno para el PSOE, es malo para todos, para los del PP y para los del PSOE, y para los que no somos ni del PP, ni del PSOE.
Si un político malgasta el presupuesto público es malo para todos, independientemente del partido del que sea el político y del partido que sean los despojados. Esta cohesión interna sólo puede provenir de nuestra condición suprapartidista de españoles y del respeto estricto a nuestra Constitución, que si se dan cuenta, han sido dos de los elementos contra los que el PSOE ha ejercido su violencia en los últimos años, para implantar su ideología social a todo el mundo de forma totalitaria, para recibir los apoyos que necesita de los nacionalismos para desgobernar este país.
Más que el cambio del PSOE por el PP, o el cambio dentro del PSOE, lo que este país necesita es un cambio de paradigma político porque el que impera actualmente está completamente agotado. No se puede dejar el gobierno exclusivamente en manos de los políticos, los ciudadanos españoles no podemos hacer anuencia de nuestras responsabilidades, no podemos renunciar al control exhaustivo de la cosa pública, en los periodos interelectorales.
Los políticos son necesarios, pero no todo el mundo puede ser político, es algo de lo que tenemos que concienciarnos todos. Hay gente que está en la política utilizando millones de euros que no tiene criterio alguno para hacerlo, exclusivamente un carnet y una larga trayectoria de trepar en su partido, no son méritos suficientes para representar públicamente a los ciudadanos. Los políticos están condenados a examinarse de su gestión cada día, no exclusivamente cada cuatro años. Los políticos están obligados a no mentir, si mienten y se descubre su mentira deben de abandonar el poder. Los políticos no pueden ser inmunes a las leyes que rigen para los ciudadanos –recordar al señor Montilla enviando a sus hijas a un colegio elitista mientras estampa su firma para obligar a todos los demás a hacer lo que le exigen los nacionalistas para apoyarle en su gobierno-. Los políticos deberían ser los mejores entre los ciudadanos, no una clase feudal que hace lo que le da la gana, incluso perjudicando a los que les damos de comer y les alzamos a una vida que no se merecen.
Pero que a nadie se le olvide que si tenemos políticos que no nos agradan es precisamente porque los que nos equivocamos somos nosotros, los ciudadanos. Que los políticos traten de hacerse con el poder es algo inherente a su profesión, que lo consigan , es un problema de los ciudadanos, porque con cada político que ejerce el poder de forma inapropiada hay miles de ciudadanos irresponsables que le han apoyado y que no le exigen que se vaya a su casa cuando les ha defraudado. Por mi parte soy coherente, en las últimas elecciones generales logró engañarme Rosa Díez y desde entonces no he parado para desenmascarar su tinglado.
Y por hoy es suficiente, otro día seguimos, la cuestión no es elegir entre que te muerda un bóxer o un pastor alemán, la cuestión es que no te pueda morder ningún perro porque tenga un bozal puesto y la correa de seguridad bien aferrada a la mano de su dueño, respetando las normas de seguridad impuestas por la ley. Los mecanismos de control y previsión de excesos y negligencias en la política son indispensables. Tras la mordedura, no valen lamentaciones, hay que prevenir antes de tener que curar. Si no corregimos definitivamente la trayectoria política de este país -y no sólamente los protagonistas del momento- volveremos a estrellarnos sin duda alguna.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía
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El Presidente del Gobierno que consideró a los etarras hombres de paz y criminalizó a las víctimas del terrorismo, para desviar la atención sobre lo acontecido en el 11-M ha perdido toda credibilidad; el optimista que consideró que la crisis económica más grave de la historia de España era una pequeña desaceleración, con el único objetivo de estafar y mentir a los electores, para triunfar en las últimas Elecciones Generales, no va a cambiar. Si en Baleares su presidente no dimite avergonzado tras descubrir una trama de corrupción sin precedentes y si en Cataluña, el presidente evita que sus propias hijas soporten la dictadura idiomática que él mismo ha impuesto a todos los demás, ¿qué esperan ustedes del PSOE?. ¿Cómo esperan ustedes que ahora reconozca Rodríguez Zapatero que España atraviesa la mayor crisis política y económica de nuestra reciente historia democrática, que además es una crisis cultural que está apartándonos de Europa y la civilización avanzada para aproximarnos a los regímenes bolivarianos revolucionarios y qué él es el principal responsable de su materialización por negarla, no saber contenerla, ni resolverla?. Dentro de unos años, en España se dirá: “si supimos superar lo que nos dejó Zapatero, podemos con todo”.
Pero siendo consecuentes, deberíamos reflexionar antes de guillotinar a Zapatero todos los días para quedarnos con la conciencia tranquila y poder dormir a gusto: echarle la culpa a un pobre hombre no resolverá nuestros problemas. Ciertamente, yo mismo lo he hecho hasta ahora, porque lo primero que se debe hacer para resolver un problema es saber en qué consiste, realizar un buen diagnóstico es el camino imprescindible para aplicar un tratamiento correcto; pero el Presidente del Gobierno de España es un tarugo sobrealzado por el destino, nada más. No es la única causa de todos nuestros problemas, si no la consecuencia inevitable de todos ellos.
Vamos a hablar claro, españoles
Si Zapatero se fuese mañana mismo, seguiríamos teniendo los mismos problemas. ¿No lo han pensado?, pues piénsenlo, porque va siendo hora de que abandonemos la estupidez definitivamente, la Fiesta Nacional de ver al torero y al toro batirse a muerte en la plaza – que gran simbolismo cultural el de la tauromaquia- es un epifenómeno de nuestro carácter, pero como no dejemos el circo por una temporada estamos perdidos.
Así que, queridos compatriotas, ahora hay que ponerse las pilas en el cerebro, evidentemente que Zapatero tiene que marcharse por su demostrada incompetencia –por muchos menos errores hay cuatro millones de españoles buscando trabajo-, pero eso no resolverá nuestros graves problemas. Ni tampoco la solución provendrá de la regeneración de una democracia formal y elástica, ni la despolitización absoluta e imprescindible de la justicia, ni del control exhaustivo del dinero público, ni de la desparasitación de las instituciones, ni siquiera la devolución del rigor informativo a los medios de comunicación, ni tampoco, para desgracia de todos, un cambio de Gobierno, bien desde el PSOE o desde el PP, nos salvará de nosotros mismos, ni por supuesto un Gobierno de concentración de todos los partidos políticos, porque no se puede acabar con la peste sin eliminar el bicho que la produce, y el bicho de esta peste son los políticos que nos representan.
Ahora que la situación nacional ha traspasado todas las alarmas, económicas, políticas, jurídicas, sociales y culturales, es hora de reflexionar para no seguir cometiendo errores. Hace varios años leí un libro muy interesante, su autor era Charles Tilly, se titulaba “Las revoluciones europeas. 1492-1992”, el autor venía a decirnos que para que un país pueda vivir en democracia lo primero que se necesita es que el poder sea civilizado, eso explicaba el paso de las dictaduras militares a las democracias políticas. Si Unamuno viviera hoy, seguro que nos decía que es más fácil politizar a un pueblo que civilizar a un político, y realmente lo que está ocurriendo en España tiene algo que ver con ambas cosas, porque de una dictadura militar siempre se sale a través de una dictadura política, aunque se denomine formalmente democracia.
Tras una dictadura militar se produce un periodo de transición o liberación de los ciudadanos, más o menos prolongado dependiendo de los actores. Lo que ha ocurrido en España es precisamente que salvo las excepciones de Adolfo Suárez durante casi todo su mandato, del primer Felipe González y del primer Aznar, que cambiaron formalmente la realidad política de este país, todos los demás movimientos ejercidos desde la política han sido para que los políticos recuperarán poder, tratando de convertir a ciudadanos libres nuevamente en súbditos. Con Rodríguez Zapatero, el menos dotado para la política, el menos ilustrado y el más acomplejado de los presidentes españoles, el sectarismo más depravado ha alcanzado su apogeo, porque donde Zapatero no ha sido autoridad competente, se ha impuesto la locura facinerosa de intentar cambiar la razón por la ocurrencia ideológica.
Así hemos visto a algunos conserjes de ministros, así hemos visto las mayores patochadas políticas de los últimos treinta años, así estamos viendo el desastre de unos garrulos, que viendo que necesitan un arquitecto para levantar la cúpula de la catedral porque no saben cómo hacerlo, amenazan a los demás con que se lo hacen y les siguen dejando en el poder o la catedral no se construye. Pero el problema es que si no se hace la cúpula pronto, lo construido se vendrá abajo antes de lo que pensamos.
Un país que se ha pasado cuarenta años venerando el poder de un tirano no se acostumbra tan fácilmente a ser dueño de su destino, los ciudadanos estamos condenados a contemplar el poder político como si tuviera su origen de los dioses, los políticos no han hecho nada para resolver esta dependencia anacrónica de sus votantes, porque les convenía mantener el engaño, pues se dirige y roba mejor a un inocente que a un resabiado.
El cinturón reaccionario del poder
Tras las dictaduras siempre hay un periodo de transición o liberación de los ciudadanos, más o menos prolongado, dependiendo de los actores. Lo que está ocurriendo en nuestro país es precisamente una transición muy prolongada gracias a dos razones: la baja capacidad de los ciudadanos para comprender la política, acostumbrados a ser mandados y no gobernados y la baja calaña de los políticos, acostumbrados a mandar y no a gobernar.
El único problema que tenemos en España no se arregla entre todos, porque los políticos son los primeros que evitarán cualquier arreglo, pues defienden el poder como si fuera su coto particular, y los ciudadanos no tenemos las agallas, ni la formación, ni la voluntad, ni los mecanismos para apartarlos del poder. La política es una peste que lo invade todo, la justicia está politizada, los medios de comunicación están politizados, las instituciones están politizadas, la vida en España está politizada.
En España, actualmente, hay una tasa fija de corrupción del 20 % que es lo que se llevan los políticos con cada gestión pública del dinero público que se hace. Lo de Munar y Unión Mallorquina no ha sido una cuestión circunstancial es un ejemplo de la norma, de los hábitos implantados en las actividades políticas en España.
La única forma de resolver lo que está ocurriendo es civilizar el poder, ¿y cómo se hace tal cosa?. Pues no es fácil, esa es la verdad. El Partido Popular que si hizo su propia renovación política al apartar de su partido las tentaciones de regresar al pasado no puede hacerlo solo, en el PSOE no han hecho ninguna regeneración, los que robaban con Felipe González siguen robando ahora.
El PSOE está condenado a regenerarse o pasar a la historia, evidentemente, por la altanería, la soberbia y el culto a la memez que se transpira desde sus filas, no tiene ninguna voluntad ni posibilidad de hacerlo. De los nacionalistas poco se puede esperar, porque ni siquiera comparten con los demás españoles si lo que le conviene a España les conviene a ellos y su ideología secesionista. Luego están los afianzados en el pesebre público –sindicatos, colectivos, numerosos funcionarios- que son las fuerzas reaccionarias que no cederán un ápice en su acomodada situación, que tras un cambio racional sin duda se pondría en peligro. Conforman el cinturón reaccionario del poder que impedirá cualquier solución, porque una solución para los españoles sería un grave problema para todos ellos. Este es el resumen de nuestra patética situación.
Cambio de Paradigma y Mecanismos de Control
Podría haber terminado aquí el artículo y dejarles con el mal sabor en la boca de que no hay ninguna solución a nuestros problemas, pero como dije al principio, hay que dejarse ya de tonterías porque los inútiles que nos gobiernan la están liando parda. Es hora de ser responsables e inteligentes.
El poder político no se civilizará por sí mismo, si hasta ahora no lo ha hecho, no lo hará. Para que el poder político se civilice los ciudadanos tenemos que establecer un acuerdo con nosotros mismos, debemos juramentarnos en que se acabó lo de tomarnos el pelo y denunciar –aunque de poco sirva- cada situación irregular a la que asistamos. Porque antes de civilizar a los políticos, debemos civilizarnos nosotros, es decir, dejar de ser súbditos de un poder omnímodo para convertirnos en ciudadanos responsables que exigen a sus políticos responsabilidad, es decir, debemos despolitizarnos y desideologizarnos para comprender que lo compartido es mucho más que lo que nos separa, porque si un político del PSOE roba no es bueno para el PP y si un político del PP roba no es bueno para el PSOE, es malo para todos, para los del PP y para los del PSOE, y para los que no somos ni del PP, ni del PSOE.
Si un político malgasta el presupuesto público es malo para todos, independientemente del partido del que sea el político y del partido que sean los despojados. Esta cohesión interna sólo puede provenir de nuestra condición suprapartidista de españoles y del respeto estricto a nuestra Constitución, que si se dan cuenta, han sido dos de los elementos contra los que el PSOE ha ejercido su violencia en los últimos años, para implantar su ideología social a todo el mundo de forma totalitaria, para recibir los apoyos que necesita de los nacionalismos para desgobernar este país.
Más que el cambio del PSOE por el PP, o el cambio dentro del PSOE, lo que este país necesita es un cambio de paradigma político porque el que impera actualmente está completamente agotado. No se puede dejar el gobierno exclusivamente en manos de los políticos, los ciudadanos españoles no podemos hacer anuencia de nuestras responsabilidades, no podemos renunciar al control exhaustivo de la cosa pública, en los periodos interelectorales.
Los políticos son necesarios, pero no todo el mundo puede ser político, es algo de lo que tenemos que concienciarnos todos. Hay gente que está en la política utilizando millones de euros que no tiene criterio alguno para hacerlo, exclusivamente un carnet y una larga trayectoria de trepar en su partido, no son méritos suficientes para representar públicamente a los ciudadanos. Los políticos están condenados a examinarse de su gestión cada día, no exclusivamente cada cuatro años. Los políticos están obligados a no mentir, si mienten y se descubre su mentira deben de abandonar el poder. Los políticos no pueden ser inmunes a las leyes que rigen para los ciudadanos –recordar al señor Montilla enviando a sus hijas a un colegio elitista mientras estampa su firma para obligar a todos los demás a hacer lo que le exigen los nacionalistas para apoyarle en su gobierno-. Los políticos deberían ser los mejores entre los ciudadanos, no una clase feudal que hace lo que le da la gana, incluso perjudicando a los que les damos de comer y les alzamos a una vida que no se merecen.
Pero que a nadie se le olvide que si tenemos políticos que no nos agradan es precisamente porque los que nos equivocamos somos nosotros, los ciudadanos. Que los políticos traten de hacerse con el poder es algo inherente a su profesión, que lo consigan , es un problema de los ciudadanos, porque con cada político que ejerce el poder de forma inapropiada hay miles de ciudadanos irresponsables que le han apoyado y que no le exigen que se vaya a su casa cuando les ha defraudado. Por mi parte soy coherente, en las últimas elecciones generales logró engañarme Rosa Díez y desde entonces no he parado para desenmascarar su tinglado.
Y por hoy es suficiente, otro día seguimos, la cuestión no es elegir entre que te muerda un bóxer o un pastor alemán, la cuestión es que no te pueda morder ningún perro porque tenga un bozal puesto y la correa de seguridad bien aferrada a la mano de su dueño, respetando las normas de seguridad impuestas por la ley. Los mecanismos de control y previsión de excesos y negligencias en la política son indispensables. Tras la mordedura, no valen lamentaciones, hay que prevenir antes de tener que curar. Si no corregimos definitivamente la trayectoria política de este país -y no sólamente los protagonistas del momento- volveremos a estrellarnos sin duda alguna.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía
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