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miércoles, 14 de noviembre de 2007

Más Memoria Histórica-07

Indalecio Prieto, pide perdón por su participación en la "revolución de octubre de 1934", abjurando del mito de la revolución de octubre en Asturias.

Las palabras que pronunció Prieto en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de México, el 1º de mayo de 1942 fueron las siguientes:

«Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo –algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero– acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí.»

Biografía de Indalecio Prieto
Fuente: "La Revolución de Octubre de 1934", de Jose María García Tuñón de Aza, publicado en el Catoblepas, nº 32 (no leer este trabajo si no se quiere conocer la verdad)

En el mismo número: "Octubre de 1934", de Gustavo Bueno


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Tsunami Rosa

A medida que se acerca el Monzón electoral se observa como se van perfilando los mensajes políticos y las estrategias. El PSOE hace fichajes en las canteras del progresismo internacional, el PP continúa en un silencio ominoso (acto de contrición por los pecados cometidos), los nacionalistas ocultando la verdad como pueden, que es de lo que viven. ¿Y los ciudadanos?

Los ciudadanos a verlas venir, pensando en sus problemas con la hipoteca, la subida de los precios, los desastres en las infraestructuras, y la inutilidad de los políticos para resolver siquiera alguna de las dificultades que se presentan en sus vidas. Los ciudadanos se sienten cada día más estafados por esta trouppe que habita en el limbo, entre la realidad y el parlamento.

En este escenario apto para cualquier tragedia ha surgido Rosa Díez, el “tsunami rosa” al frente de una nueva opción política que remeda al arca de Noé, en el clima de diluvio de porquería que ha acontecido en esta legislatura.

La UPyD es una formación nueva, moderna, diferente a lo que conocemos, y a lo que no estamos acostumbrados porque los partidos políticos convencionales se han adaptado a vivir satisfactoriamente en el más de lo mismo, mientras los ciudadanos vemos como la vida se nos complica un poco más cada día.

Los mimbres sobre los que se establecen el ideario y los programas de la UPyD son muy simples: sostener el Estado, regenerar la democracia, hacer que se respete la Constitución e impedir que la desigualdad, el sectarismo, la opresión y la confrontación, se conviertan en el clima habitual en el que se desarrollen nuestras vidas y las de nuestros hijos.

Para lograr ese objetivo cuenta Rosa Díez con un grupo de apoyo directo en el que destacan los miembros que la han acompañado en Basta Ya (Gorriarán, Savater, Maura), Miquel Buesa que hasta hace poco presidía el Foro de Érmua, y luego el apoyo de personajes como Vargas Llosa, Boadella, entre otros. También cuenta Rosa con una militancia entusiasta y hastiada de lo existente, y por supuesto, con la simpatía de muchos ciudadanos por su lucha personal ante la opresión del nacionalismo, el terrorismo, y la incapacidad de su partido de los últimos 30 años, el PSOE, para afrontar los problemas actuales de nuestro país.

En las primeras encuestas que están surgiendo sobre intención de voto para la próxima convocatoria electoral, la UPyD ha abierto brecha en la realidad política con un 2-3 % de los votos, no es mucho, pero teniendo en cuenta que la abstención supera en las elecciones generales un tercio de los convocados, estos datos podrán rondar un 4-5 % de los votos reales, lo que supondrá la presencia parlamentaria con grupo propio, entre 6 y 10 diputados, y una voz diferente en Las Cortes.

Estos buenos resultados se deben fundamentalmente al liderazgo y la fuerza de Rosa Díez, y a la necesidad de su mensaje en la política española, porque el partido está aún arrancando en la mayoría de los lugares donde se ha constituido, por lo que se puede augurar sin temor a equivocarse que estos resultados mejorarán de aquí a los idus de marzo.

El tsunami Rosa avanza poderoso hacia las urnas, ahora solo queda que la fuerza de todos los que apoyan su proyecto la acompañe, y que los ciudadanos la escuchen, la vean, la sientan como la opción necesaria para que en este país seamos capaces de pasar página de una vez al clima de conflicto político permanente y darle otro talante más humano a la cosa pública. Lo que es bueno para los españoles, será bueno para España


Biante de Priena

La transversalidad política a debate (2)

Si hubiera que describir la transversalidad con una definición matemática esta sería la intersección, los partidos de izquierda y derecha en un eje, o los nacionales y nacionalistas en otro, tratan de que no existan planteamientos compartidos, precisamente esto les concede una definición diferenciada para distinguirse del rival, y cuanto más se diferencian del adversario saben que recogerán más votos, lo que les hará más fuertes. Pero esto es un modelo que puede aplicarse más a los beneficios que puede originar la competición en economía, que en política.

Esto supone una tremenda estupidez desde una perspectiva racional, imaginemos dos caballos tirando de un carro mientras que cada uno trata de irse a su costado externo, el carro no podría seguir adelante o iría demasiado lento o a trompicones, porque las fuerzas de los dos animales terminarían neutralizándose, que es precisamente lo que ocurre en la política. Pero si logramos que esos dos caballos vayan unidos por unos arneses que limiten su escape hacia el exterior, entonces el carruaje avanzará normalmente.

La aplicación de la racionalidad a la política es una de las ambiciones de los planteamientos que ofrece la transversalidad, porque las emociones, los sentimientos, o las distintas sensibilidades no reportan nada positivo a la acción política, más bien al contrario como se puede observar en la política española durante la presente legislatura.

Además, todos los partidos políticos en las sociedades avanzadas están obligados a mantener transversalidad en determinadas cuestiones, como el respeto a la democracia, a la libertad o a la justicia.

Desde una perspectiva económica, la transversalidad supone un importante ahorro de energía material y humana, porque se mueve en el territorio de la posibilidad, y no en el de los planteamientos absolutistas de que el rival no tiene razón nunca en lo que dice, porque la razón es siempre nuestra.

¿Conocen a alguien que se defina como de izquierdas y derechas?. Será difícil hallar tan extraordinario especimen, pero sin embargo todos somos de izquierdas y derechas en la vida práctica, aunque ideológicamente estemos convencidos de otra cosa.

Somos de izquierdas cuando queremos que las cosas cambien, y somos de derechas cuando queremos que se mantengan como están, y nadie con una mínima racionalidad quiere que todo cambie o todo permanezca durante todo el tiempo, por lo tanto todos somos transversales en mayor o menor medida en todos los ámbitos de nuestra vida.

Hay muchas falacias en política, y una de ellas se establece sobre el concepto de progreso, porque esta característica deseable en muchas ocasiones, resulta que no lo es en otras. Un ejemplo nos hará comprender mejor las cosas, si alguien se propusiera hacer una autopista dentro de un parque nacional (recientemente ha ocurrido en Polonia), mucha gente se opondría sin duda, pero sin embargo necesitamos autopistas, porque nos facilitan la vida y contribuyen al desarrollo, pero no en cualquier circunstancia.

Se podría decir que la transversalidad política busca el progreso de una forma racional, dinámica y sostenible, de nada sirve avanzar demasiado para agotar los recursos rápidamente y más tarde quedarse parados hasta que se vuelvan a recuperar.

Ese progreso se consigue estableciendo acuerdos entre las diversas alternativas posibles con un criterio relativo, y no absoluto como el que habitualmente se utiliza desde las posiciones de izquierda o derecha. La cogestión alemana, entre sindicatos y empresarios, es un modelo que ha logrado sostener la economía de esta nación durante décadas, incluso haciendo frente a la incorporación de su parte oriental, con todas sus carencias y retrasos económicos.

Los recursos que el Estado puede ofrecer a la Sociedad no son inagotables, si el Estado proporciona más recursos de los que puede ofrecer, se termina produciendo inflación y empobrecimiento. El mercado, sin embargo, produce más riqueza cuanta menos intervención estatal le sobrevenga, lo que no quiere decir falta de control, porque al mercado se le debe canalizar dentro de límites racionales, con las leyes que impidan sus desvaríos.

Las planificaciones económicas o políticas siempre están sujetas a los sesgos que ocasionamos se imponen por los seres humanos o las circunstancias, pero siempre se obtendrán mejores resultados con un planteamiento transversal, que con uno conflictivo permanente, que es al que estamos acostumbrados en la política española.

El ritmo de progreso, sin embargo, si puede acordarse y planificarse, y es lo que se trata de hacer en numerosos países avanzados como los países escandinavos, Suiza o Japón, y la razón es que los partidos políticos que existen en estos lugares siempre logran establecer acuerdos porque comparten objetivos a largo plazo, teniendo además unas administraciones públicas extraordinariamente competentes, cosa que en nuestro país no ocurre porque se encuentran sesgadas políticamente por los gobiernos de turno.

La transversalidad es una emergente del futuro, relativa al tiempo que vivimos, y que busca superar los viejos anclajes que impiden un desarrollo óptimo de las sociedades en las que vivimos. Se podría decir que pretende sublimarse sobre lo existente, superando el nivel actual de dificultad, y ubicando en cada lugar las influencias que provienen de tradiciones estériles, vicios adquiridos en la gestión de los recursos, percepciones fundamentalistas sobre la realidad que siguen vigentes, y por las que se paga un elevado precio político.

Un ejemplo de política transversal en relación a la educación sería la de establecer como obligatoria la enseñanza del castellano en todo el territorio nacional, sin denostar el conocimiento de lenguas localizadas en distintos lugares. Prescindir de un lenguaje común en un país, algo que se está haciendo por intereses ocultos de todos los partidos políticos es un tremendo error histórico, político y económico, que solo beneficia a quienes obtienen ventajas con la actual situación, es decir, a los partidos nacionalistas.

En relación al tema de la Educación para la Ciudadanía ocurre algo parecido, el Estado no es el único oferente de valores, hay valores que nada tienen que ver con el Estado sino con otras formas culturales como la religión, las costumbres, o las tradiciones históricas que se contraponen a los valores estatales. Renunciar a su presencia en la sociedad no supone ninguna avance social, sino más bien todo lo contrario. Por eso es importante que el Estado sea laico, y peligroso que se convierta en laicista, porque el laicismo es una forma de fundamentalismo a denostar.

El Estado lo que debe ofrecer es enseñanza de los valores existentes en la sociedad en la que se asienta y no modelos gestionados por intereses políticos. Es una estupidez crear una controversia inútil entre la libertad de enseñanza y la libertad de aprendizaje. Por la misma razón, tampoco se debe permitir que los únicos valores que se enseñen sean los religiosos, porque caeríamos en una trampa como la que se ha producido con el tema de la lengua en territorios en los que hay lenguas alternativas.

La transversalidad educativa requiere asumir la realidad cultural existente, no se puede intrumentalizar la cultura desde un planteamiento político, aunque si puede hacerse desde uno social. La cultura debe corresponderse con la sociedad, y la política debe ceñirse a la sociedad y la cultura existentes, no tratar de desviarlas hacia el interés y beneficio de los políticos, eso es un acto de irracionalidad que se queda fuera de los presupuestos transversales.

Y terminamos este segundo episodio sobre la transversalidad con un ejemplo conflictivo, el tema del aborto, y el ejemplo serviría también para el de la lengua en su ámbito o cualquier otro.

Desde las enseñanzas religiosas que considera el aborto como un pecado hasta las posiciones más avanzadas que lo consideran como un derecho social hay un largo camino, y evidentemente un conflicto de difícil solución, porque concierne a la vida, la dignidad, la conciencia humana y la libertad. Un criterio transversal sería exponer ambas posiciones de forma argumentada, el catolicismo considera un pecado el aborto por esto y por lo otro, y abjura de su ejecución, mientras que desde una perspectiva ívica se considera un derecho por esto y por lo otro, y algo que debe estar legislado en una sociedad del siglo XXI.

No se puede negar la realidad de conflicto social sobre el tema, porque eso sería adoctrinar y no educar, lo más lógico en estos temas es procurar la información a los educandos (no su esclavitud ideológica), y permitirles que libremente vayan construyendo su criterio.Lo que no es admisible es que se produzca una inmersión en la cultura que le interesa a un determinado partido político, con el fin de hacer proselitismo entre los más jóvenes de su ideología, excluyendo otros criterios de forma dogmática.


La transversalidad a debate (I)

Enrique Suárez Retuerta

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