Es necesario romper la monotonía tediosa de la política española y hacerlo cuanto antes, el Parlamento se ha convertido en una alegoría de La Noria o Sálvame de Luxe, pero eso no significa que la política se haya aproximado a los ciudadanos, sino más bien que los usurpadores se han adueñado del poder y como ya están más vistos que el Nodo durante el franquismo, ahora se dedican a brindarnos un espectáculo digno de augustos teloneros de Gabi, Fofó y Miliki.
Digo usurpadores, digo bien, porque los prohombres (y las promujeres, supongo) elegidos/as en las urnas, no pueden recibir sus buenos sueldos en estos páramos del paro, mientras actúan con intrusismo, y desplazan a honestos profesionaleas del circo de su trabajo, tratando de superarlos con descaro. Así no se resuelve el paro, amigos míos, más bien al contrario, con tanta impostura política a este paso dejarán sin trabajo a todos los que se dedican al noble arte circense.
En fin, es necesario dejar de reirnos de las solemnes tonterías que nos ofrecen los políticos convencionales, porque a este paso nos vamos a terminar jubilando a los cien años, si llegamos. Así que va siendo hora de hacer propuestas racionales, sobrias, rigurosas y necesarias.
La mayoría de los españoles consideramos que la partitocracia española ha muerto de éxito (conduciéndonos al más estrepetitoso de los fracasos como sociedad), tanta tensión y crispación no pueden ser buenas, cuando además no resultan gratuitas, sino que promueven onerosas subidas de impuestos, congelaciones de pensiones, incremento de la deuda hasta cifras de rango astronómico, al tiempo que se reducen los salarios de funcionarios y consecuentemente, de todos los demás. No se puede soportar tanta inmundicia cuando en este país hay un 21 % de paro, lo que equivale, sin maquillajes, a prácticamente cinco millones de parados, mientras tenemos las mismas posibilidades de recuperación que las de que aparezcan brotes verdes en la luna.
La partitocracia ha comenzado su ocaso ineludible y nada, ni nadie, podrá detenerlo. No se puede admitir en una democracia del siglo XXI que unos aficionados a lo ajeno se gasten nuestro dinero con la alegría de afortunados millonarios de la lotería, sin rendir cuentas a nadie, más que a sí mismos;, mientras los españoles, cada día, vamos teniendo menos libertad, derechos, servicios y bienestar proporcionado por el Estado y todos ellos más privilegios.
Los partidos políticos españoles son estructuras arcaicas del siglo XIX que tenían sentido cuando existía el sufragio censitario y el analfabetismo de los ciudadanos alcanzaba el 80 %, pero absolutamente impropias de una sociedad comunicada de forma inmediata, con ciudadanos que saben leer y escribir en su inmensa mayoría, y que comprueban cada día absortos la tomadura de pelo a que les someten sus representantes públicos.
Necesitamos superar la decadencia y la improvisación, las falsas tensiones, las distancias artificiales entre los deseos comunes de los españolesy la interpretación partidista de las necesidades de los ciudadanos, exclusivamente para promover la propaganda orientada a las cofradías electorales correspondientes de estos degenerados arribistas, con menos vergüenza que desconocimientos.
Ante tanta desazón partidaria acabaremos como Salomón, partiendo España por la mitad como si fuera la India descolonizada, una España progresista y nacionalista periférica y una España tradicional, y cada uno que se vaya a vivir donde le plazca, al menos sería una solución para dejarnos de hacer el pingüino y así todos felices, que no acabo yo de entender porque la gente tiene que vivir a disgusto en un país libre. Así que nada de Estatutos, una línea que parta de Santander llegando hasta Cádiz, pasando por Madrid, y cada uno que se inscriba donde le parezca. Las Canarias y Baleares se pueden dejar para los no adscritos con estatuto de Estado Libre Asociado. Vale más dos países felices que una nación atormentada, la emulación de Chipre es nuestro destino.
También se puede sugerir otra alternativa que es la creación de un antipartido político, es decir, un partido que supere los enfrentamientos partidarios y se ocupe de la defensa de los intereses generales y comunes de los españoles. Verán ustedes, lo de resolver el paro o la crisis económica creo que nos interesa a todos por igual, menos a los representantes de los partidos políticos. Que en nuestro país el idioma oficial del Estado sea el español es algo que conviene a todos los españoles e hispanoamericanos, aunque saque de quicio a los nacionalistas. Que no haya corrupción económica, que la justicia sea independiente, que los ciudadanos tengan derecho a no sufrir a sus representantes públicos y reciban unos mínimos de bienestar, al tiempo que los políticos cobren su sueldo por trabajar por mejorar la sociedad y no por destrozarla, son cosas que pueden recibir la confianza de una inmensa mayoría de españoles y españolas. Verán ustedes, cuando salimos de la estupidez del espectáculo que nos brindan nuestros inanes representantes públicos, descubrimos que hay muchísimas cosas que nos interesan prácticamente a casi todos los españoles, pero que no pueden promoverse porque a los partidos políticos les interesa vendernos que su oferta es mejor que la de su adversario, porque si lo consiguen, podrán acceder al poder y repartirse más tajada pública que sus rivales, esa es en realidad la única ambición que les mueve.
Pues ya saben ustedes, tenemos dos alternativas, una dividir el país dejando una parte para la defensa de lo social antes que la libertad, los derechos sindicales primero, la política de Estado Providencia y la improvisación multicultural sin fin, con todos los idiomas que les plazca, y la otra con los valores tradicionales, las privatizaciones, el español como único idioma, el respeto a las costumbres, la historia, y la libertad, la tradición cristiana y el orden primero. Siempre con la posibilidad de que el que no esté a su gusto tras una primera decisión, pueda solicitar su cambio de nacionalidad al otro lado. Así veremos en realidad si tenían razón el PSOE y los nacionalistas o la tenía el PP españolazo. Los parados y la deuda los podríamos repartir a medias.
La otra alternativa es crear una antipartido político, es decir, un partido de los intereses comunes de los españoles, que defienda lo que han dejado de defender los demás, es decir la razón, la libertad y la igualdad de los españoles en un marco de bienestar compartido, con la aspiración general de mejorar nuestras circunstancias y no de que se deteriores sin fin gracias a nuestros eximios representantes. Eso es lo que precisamente pretendemos hacer en Movimiento Democrático de España, porque sólo creando una opción que se enfrente a tanta estupidez podremos los españoles y las españolas salir adelante, aunque será complicado de cualquier forma.
Al que quiera asociarse a esta formación incipiente, antes de que en la luna salgan los prometidos brotes verdes que hayan plantado los que se están poniendo morados, lo puede hacer aquí. y en su defecto, vayamos cogiendo el serrucho a ver por donde partimos la patria, porque aquí ya no hay quien viva.
Enrique Suárez
Movimiento Democrático de España
Digo usurpadores, digo bien, porque los prohombres (y las promujeres, supongo) elegidos/as en las urnas, no pueden recibir sus buenos sueldos en estos páramos del paro, mientras actúan con intrusismo, y desplazan a honestos profesionaleas del circo de su trabajo, tratando de superarlos con descaro. Así no se resuelve el paro, amigos míos, más bien al contrario, con tanta impostura política a este paso dejarán sin trabajo a todos los que se dedican al noble arte circense.
En fin, es necesario dejar de reirnos de las solemnes tonterías que nos ofrecen los políticos convencionales, porque a este paso nos vamos a terminar jubilando a los cien años, si llegamos. Así que va siendo hora de hacer propuestas racionales, sobrias, rigurosas y necesarias.
La mayoría de los españoles consideramos que la partitocracia española ha muerto de éxito (conduciéndonos al más estrepetitoso de los fracasos como sociedad), tanta tensión y crispación no pueden ser buenas, cuando además no resultan gratuitas, sino que promueven onerosas subidas de impuestos, congelaciones de pensiones, incremento de la deuda hasta cifras de rango astronómico, al tiempo que se reducen los salarios de funcionarios y consecuentemente, de todos los demás. No se puede soportar tanta inmundicia cuando en este país hay un 21 % de paro, lo que equivale, sin maquillajes, a prácticamente cinco millones de parados, mientras tenemos las mismas posibilidades de recuperación que las de que aparezcan brotes verdes en la luna.
La partitocracia ha comenzado su ocaso ineludible y nada, ni nadie, podrá detenerlo. No se puede admitir en una democracia del siglo XXI que unos aficionados a lo ajeno se gasten nuestro dinero con la alegría de afortunados millonarios de la lotería, sin rendir cuentas a nadie, más que a sí mismos;, mientras los españoles, cada día, vamos teniendo menos libertad, derechos, servicios y bienestar proporcionado por el Estado y todos ellos más privilegios.
Los partidos políticos españoles son estructuras arcaicas del siglo XIX que tenían sentido cuando existía el sufragio censitario y el analfabetismo de los ciudadanos alcanzaba el 80 %, pero absolutamente impropias de una sociedad comunicada de forma inmediata, con ciudadanos que saben leer y escribir en su inmensa mayoría, y que comprueban cada día absortos la tomadura de pelo a que les someten sus representantes públicos.
Necesitamos superar la decadencia y la improvisación, las falsas tensiones, las distancias artificiales entre los deseos comunes de los españolesy la interpretación partidista de las necesidades de los ciudadanos, exclusivamente para promover la propaganda orientada a las cofradías electorales correspondientes de estos degenerados arribistas, con menos vergüenza que desconocimientos.
Ante tanta desazón partidaria acabaremos como Salomón, partiendo España por la mitad como si fuera la India descolonizada, una España progresista y nacionalista periférica y una España tradicional, y cada uno que se vaya a vivir donde le plazca, al menos sería una solución para dejarnos de hacer el pingüino y así todos felices, que no acabo yo de entender porque la gente tiene que vivir a disgusto en un país libre. Así que nada de Estatutos, una línea que parta de Santander llegando hasta Cádiz, pasando por Madrid, y cada uno que se inscriba donde le parezca. Las Canarias y Baleares se pueden dejar para los no adscritos con estatuto de Estado Libre Asociado. Vale más dos países felices que una nación atormentada, la emulación de Chipre es nuestro destino.
También se puede sugerir otra alternativa que es la creación de un antipartido político, es decir, un partido que supere los enfrentamientos partidarios y se ocupe de la defensa de los intereses generales y comunes de los españoles. Verán ustedes, lo de resolver el paro o la crisis económica creo que nos interesa a todos por igual, menos a los representantes de los partidos políticos. Que en nuestro país el idioma oficial del Estado sea el español es algo que conviene a todos los españoles e hispanoamericanos, aunque saque de quicio a los nacionalistas. Que no haya corrupción económica, que la justicia sea independiente, que los ciudadanos tengan derecho a no sufrir a sus representantes públicos y reciban unos mínimos de bienestar, al tiempo que los políticos cobren su sueldo por trabajar por mejorar la sociedad y no por destrozarla, son cosas que pueden recibir la confianza de una inmensa mayoría de españoles y españolas. Verán ustedes, cuando salimos de la estupidez del espectáculo que nos brindan nuestros inanes representantes públicos, descubrimos que hay muchísimas cosas que nos interesan prácticamente a casi todos los españoles, pero que no pueden promoverse porque a los partidos políticos les interesa vendernos que su oferta es mejor que la de su adversario, porque si lo consiguen, podrán acceder al poder y repartirse más tajada pública que sus rivales, esa es en realidad la única ambición que les mueve.
Pues ya saben ustedes, tenemos dos alternativas, una dividir el país dejando una parte para la defensa de lo social antes que la libertad, los derechos sindicales primero, la política de Estado Providencia y la improvisación multicultural sin fin, con todos los idiomas que les plazca, y la otra con los valores tradicionales, las privatizaciones, el español como único idioma, el respeto a las costumbres, la historia, y la libertad, la tradición cristiana y el orden primero. Siempre con la posibilidad de que el que no esté a su gusto tras una primera decisión, pueda solicitar su cambio de nacionalidad al otro lado. Así veremos en realidad si tenían razón el PSOE y los nacionalistas o la tenía el PP españolazo. Los parados y la deuda los podríamos repartir a medias.
La otra alternativa es crear una antipartido político, es decir, un partido de los intereses comunes de los españoles, que defienda lo que han dejado de defender los demás, es decir la razón, la libertad y la igualdad de los españoles en un marco de bienestar compartido, con la aspiración general de mejorar nuestras circunstancias y no de que se deteriores sin fin gracias a nuestros eximios representantes. Eso es lo que precisamente pretendemos hacer en Movimiento Democrático de España, porque sólo creando una opción que se enfrente a tanta estupidez podremos los españoles y las españolas salir adelante, aunque será complicado de cualquier forma.
Al que quiera asociarse a esta formación incipiente, antes de que en la luna salgan los prometidos brotes verdes que hayan plantado los que se están poniendo morados, lo puede hacer aquí. y en su defecto, vayamos cogiendo el serrucho a ver por donde partimos la patria, porque aquí ya no hay quien viva.
Enrique Suárez
Movimiento Democrático de España