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lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Queda algún motivo para creer?


No se equivocó quien hace muchos años dijo que España era la “Reserva Espiritual de Occidente” (por no decir de la ingenuidad). Los siglos han ahormado en la creencia a los españoles como la desconfianza hacia los servidores públicos lo ha hecho con los suizos. Ahí tenemos los resultados, de Suiza no conocemos ni el nombre de su presidente; en España, al contrario, la inmanencia del Mesías de las cejas resulta insoportable (no más que la del barbado Moisés que ha perdido la brújula).

Suiza no ha tenido prácticamente crisis económica, España, sin embargo, es el paradigma de la corrupción política y económica y soporta las más graves consecuencias del descalabro humano de toda Europa, con sus cuatro millones de parados y la inmersión en la ignorancia extrema de sus ciudadanos. Nos han dicho los nuevos profetas que nuestra nación está a la vanguardia del progreso, lo que no nos han dicho es hacia donde nos lleva; porque en ninguna otra nación europea resulta tan sencillo destruir lo existente para implantar una nueva forma de opresión más sofisticada. No resulta extraño que en los países hispanoamericanos triunfen todos los Mesías políticos, pues han heredado de nuestro país la fe política.

Bien parecía en los últimos tiempos que el viento que acaricia las palmeras estaba transformando la realidad. El proceso de escisión de Cataluña de España había comenzado y nadie podría detenerlo. Los nacionalistas catalanes habían hecho creer a los catalanes y a los españoles, que Cataluña y España poco tenían que ver. Los socialistas del PSC les habían apoyado sin fisuras. El devenir de la historia justificaba la independencia de Cataluña, y previamente era necesario distinguir a los catalanes de los españoles, aunque fuese a la fuerza con la inmersión lingüística, con el “España nos roba”, con el Estatut votado afirmativamente por un 25 % de todos los catalanes con derecho a voto (mientras un 75 % se alejaron de la responsabilidad patriótica).

Pero el sueño se ha transformado en pesadilla, porque el caso Pretoria – obra de ese inefable Garzón que más que paladín de la justicia independiente, es artífice de todos los saraos - ha echado por tierra las expectativas de emancipación de los héroes nacionales catalanes. CIU y el PSC no pueden ser ajenos a lo ocurrido, como se irá comprobando a lo largo de los próximos meses, de una campaña electoral que promete romper la monotonía.

La caída de dos colaboradores indispensables del “pujolismo” – ese Pujol que denuncia al socialista Múgica (Defensor del Pueblo) por haberle invitado a participar en el Golpe de Estado del 23-F, para distanciar a su partido del PSOE “casi a tiempo” de lo que sabía que ocurriría – se ha unido al hambre de riqueza de todos los descamisados del PSC que ahora llevan sus propias iniciales en sus camisas caras.

Lo de CIU era de esperar, llevan haciendo lo mismo desde hace treinta años, pero lo del PSC no se resolverá ni siquiera con la dimisión / destitución de Montilla como presidente de la Generalitat. Evidentemente, el señor Montilla no podrá volver a presentarse como candidato “in cap” a las elecciones del próximo año, porque si se apuran las cosas, puede terminar contemplando desde la cárcel el proceso electoral, si se afinan las cosas como se ha hecho y se está haciendo con el caso Gürtell, claro.

Las diferencias entre el caso Gürtell y el caso Pretoria, no son tan importantes, pero lo que sí está siendo relevante es el trato diferenciado que se está brindando a ambos casos de corrupción por parte de los medios de comunicación. Porque si del caso Gürtell supimos en los primeros días hasta la talla de los calzoncillos del Señor Camps, que los aprovechados habían acudido a la boda de la hija de Aznar, y hasta los nombres y apellidos de todos los que habían recibido una agenda, sobre el caso Pretoria se están echando toneladas de desinformaciones tóxicas –borrando pruebas- a marchas forzadas y no tardarán en surgir dedos señalando que todo ha sido una operación conspirativa para evitar la escisión de Cataluña de España y avalar la resolución adversa del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.

Pero se debe reconocer que el desde el PSC se ha actuado espectacularmente, nos han engañado a todos, cuando en realidad su apoyo a la nación catalana era sencillamente una máscara del robo que estaban realizando. Porque dejémonos de tonterías, lo de Santa Coloma no puede quedarse en un hecho aislado, afecta directamente a la Diputación de Barcelona, la de Corbacho, Manuela de Madre y la señora del President, afecta al Ayuntamiento de Barcelona, afecta a la Generalitat y a todas las instituciones de Cataluña durante los últimos treinta años de gobiernos socialistas y convergentes, lo que se suma al caso Palau y todos los anteriores.

El oasis ha devenido en cloaca, apesta. Tan sólo en el primer quite del torero Garzón, se ha descubierto que el montante de pasta que se ha desvíado es de 45 millones de euros, frente a los 40 millones de euros del caso Gürtell. Pero esto no ha sido motivo de titulares, inexplicablemente. Tanto desde el diario El País (la vieja guardia), como desde el diario Público (los nuevos talibanes), se guarda un ominoso silencio sobre lo ocurrido, que contrasta con los excesos informativos del caso Gürtell.

Este español de a pie, harto de políticos y ladrones, quiere el mismo trato mediático para ambos casos. También el mismo tratamiento jurídico, por supuesto. Resulta bien sencillo, a los implicados en el caso Gürtell se les ha hecho una exploración económica de su vida desde que abandonaron la escuela. No podemos pedir menos para los implicados en el caso Pretoria, hay que saber que negocios han hecho “Luigi” y sus socios a lo largo de los últimos años, con quien los ha hecho, y quien se ha llevado los beneficios. Hay que descubrir los vínculos entre ayuntamientos gobernados por los partidos implicados y su relación con las Diputaciones provinciales y la Generalitat, hay que llegar hasta el final. Lo que no perdonamos al PP, no podemos perdonárselo al PSC y a CIU, porque todos los españoles somos iguales ante la ley, lo mismo los que están en el poder, que los que los sufrimos.

Con el PSC hemos aprendido una gran lección política, hagamos nación oprimiendo a los castellano hablantes de Cataluña gobernando con la izquierda nacionalista más extrema, mientras llenamos nuestros bolsillos con las grandes familias del nacionalismo convergente, todo al mismo tiempo y sin dilación, mientras que los del PP, Ciutadans, y los creyentes españoles, que nos aseguran las transferencias fiscales aunque sean inmerecidas, porque Zapatero nos dará lo que pidamos, se ocupan de mirar la luna que les mostramos.

Desde el PSC, si todavía queda algún socialista honesto en su interior, deberían de surgir las voces pidiendo la cabeza de Montilla, porque va a conseguir que su partido pase de ser el más votado a ser el más aborrecido por los catalanes, cuando ya lo es por los demás españoles. A los de CIU ya se les conocía desde Banca Catalana, pero que los socialistas hagan estas cosas no es de recibo, precisamente ellos que presumen de honradez y critican a los demás por sus excesos.

Tratarán de taparlo todo con las elecciones del próximo año, con el Estatut, con el “Madrit nos roba”, con la cuatribarrada estelada, quemando fotos del Rey y Constituciones. Todo es preferible antes de que los ciudadanos vean la realidad: que Cataluña no es un oasis, sino la cueva de Ali Babá y sus muchos ladrones.

Rodríguez Zapatero debe dar explicaciones de lo ocurrido, y si no son satisfactorias, se le deberán exigir responsabilidades, no sólo electorales, no sólo políticas, sino judiciales, porque el presidente del Gobierno de España no puede ser ajeno a todo lo ocurrido en los partidos políticos españoles; su Gobierno, al fin y al cabo es el que lo ha permitido, tanto si conocía los hechos, como si los desconocía (algo absolutamente improbable).

Rodríguez Zapatero llegó al Gobierno criticando la guerra de Irak para instalarnos definitivamente en la de Afganistán; sobre el 11-M aún quedan muchas cosas que explicar, negoció con ETA para darle tiempo a rearmarse; prometió pleno empleo y vamos por los cuatro millones de parados, negó la posibilidad de una crisis económica para España a sabiendas de que la habría para triunfar en las elecciones; ha llevado al límite la Constitución española y la unidad administrativa de nuestro país creando el estado de crispación y desmoralización más importante de nuestra historia reciente entre los ciudadanos; les ha concedido a los nacionalistas, en contra de los demás españoles, todo lo que han pedido; ha repartido dinero público a bancos, ayuntamientos, colectivos, sindicatos y partidos con la alegría de un imbécil en un parque de atracciones; y bajo sus Gobiernos se han producido los mayores casos de corrupción de la historia de España. ¿Queda algún motivo para creer?

Cuando el PP, el PSC, o CIU y los demás partidos políticos roban en España de los fondos públicos, no olvidemos que lo hacen bajo el Gobierno del Partido que nos trajo FILESA, el GAL y casi el triunfo del 23-F (Pujol).

Va siendo hora de que en España dejemos de creer en los farsantes, ahora que está claro que también son delincuentes.

Enrique Suárez Retuerta

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