El largo calvario que algunos le están haciendo pasar a Francisco Álvarez Cascos para alcanzar su postulación a la Presidencia del Principado de Asturias pasará a los anales de la política española como epifenómeno de los tiempos, mientras Poncio Rajoy Pilatos se sigue lavando obsesivamente las manos sin concluir una decisión, los saduceos del Caifás de turno promueven a su Barrabás alternativo, para agravio del condenado por prejuicios, menos mal que el pueblo avezado en estas lides del discernimiento, gracias a los numerosos engaños a que ha sido sometido, en esta ocasión distingue con facilidad el oro del oropel.
No en vano, Francisco Álvarez Cascos es un estadista reconocido que ha decidido regresar a sus orígenes políticos por diversas razones, entre las que posiblemente se encuentre la proeza de mostrar a una legión de inútiles regionales como se ganan unas elecciones, algo que dejaría en inhóspito recuerdo a los eternos opositores vocacionales de su partido en Asturias, con la excepción de Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo durante tres legislaturas que en esta ocasión se ha abanderado de paladín de las causas perdidas, posiblemente motivado por la indecisión de Génova al respecto de la nominación del general secretario, más que por el aplauso de sus acólitos comensales de camarilla.
Como he referido en ocasiones anteriores, la nominación de Francisco Álvarez Cascos como candidato del PP a la Presidencia del Principado de Asturias tiene diversos niveles de conflictividad, como cualquier hazaña heroica que se precie. Cascos se ha convertido en espejo para los que quisieran que tan solo fuera un espejismo, algo que se deduce de las reacciones histéricas de sus detractores ante su silencio y ausencia, acostumbrados a repartirse el poder en comandita. No en vano con todos ellos ha tenido conflictos personales, resumidos en un conflicto común con la incompetencia, pero lo más fascinante es que si bien produce pavor entre los compañeros de su partido que le recriminan sin descanso, entre los futuros rivales del PSOE produce verdadero pánico y en la dirección nacional del PP, verdadera incertidumbre, sencillamente porque Cascos no se calla y ahora toca callarse y mirar a otro lado, mientras el PSOE de Zapatero va destruyendo España un poco más cada día.
¿Qué planes tendrá Cascos para Asturias?. ¿Qué grado de participación tendrá en la política española?. ¿Realmente como encaja su carácter indómito en los enésimos planes del estratega Arriola –marido de Celia Villalobos, la que no se ha enterado de que Cascos quiera regresar a Asturias porque no lo ha dicho explícitamente- para triunfar en las elecciones?.
Verán ustedes todo tiene una explicación sencilla y es tremendamente fácil la previsión, tan simple que parece mentira que gente con largos años de dedicación en exclusiva a la política no se haya dado cuenta de qué es lo que va a hacer Cascos, pues lo que ha hecho siempre: trabajar.
Nada es verdad, ni mentira
Si España está destrozada, Asturias aún lo está más, la situación es tan precaria, que hasta el propio presidente Areces ha salido corriendo dejándole el legado ruinoso a Javier Fernández, para que se curta contracorriente, además contra Cascos de candidato, nada menos; los socialistas están francamente apabullados y la fiesta aún no ha comenzado, tanto que se han traido a José Blanco para que haga chistes, con esa peculiar ironía adusta que le caracteriza que provoca más irritación, por su babosidad, que gracia alguna.
Pero quizás lo más fascinante del episodio es que todos los que ganan elecciones en el PP apoyan a Cascos, con escasas excepciones, mientras que todos los que las pierden están en su contra o lo miran con indiferencia. Es decir, los que han visto colmadas sus ambiciones le aplauden y los aspirantes eternos al reconocimiento público de los electores le denostan, con la excepción de algún despistado que siempre sabe colocarse con los triunfadores a última hora.
Que Aznar discretamente, Esperanza Aguirre, Nuñez Feijoo, Juan Vicente Herrera, Mayor Oreja, Basagoiti o Pedro Sanz sean sus principales adalides, todos ellos triunfadores, es una garantía de futuro, porque todos ellos son de la escuela del esfuerzo y la lucha sin cuartel, hay algo que llama poderosamente la atención en esta historia. Cascos no ha tenido nunca conflictos con la gente que hace bien su trabajo y triunfa en las elecciones y siempre lo ha tenido con aquellos que se han habituado de forma conformista a la derrota, hay un PP sin complejos al que Cascos pertenece y otro que no acaba de encontrar su lugar en la historia, ni alcanzando con facilidad la confianza de los ciudadanos por falta de un mensaje claro, ni sabiendo enfrentarse al PSOE con contundencia, a pesar de haber dejado España destrozada en todos los ámbitos, con los gobiernos más desastrosos de la democracia.
Quizás esa sea la razón principal de la demora en la nominación de Cascos como candidato a la Presidencia de Asturias, realmente hay dos secciones bien diferenciadas en el PP, una que respeta hasta la extenuación para sus electores a los rivales del PSOE como si realmente no fueran unos gobernantes pésimos, que se soportan en el enmascaramiento propagandístico de los hechos, un PP hipnotizado por el poder del PSOE que trata de derrotarlo en su campo, y hay otro PP que pasa soberanamente del PSOE de Rodríguez Zapatero y desprecia su desmesura y extravagancia.
Son dos caras del PP, dos formas de afrontar la realidad, una organizada desde la rivalidad con el PSOE por el poder en el ámbito parlamentario, acostumbrada a la derrota y desgastada, y otra organizada desde la libertad, el contacto con la gente de la calle y acostumbrada al triunfo, sin complejos y orientada al gobierno y no a la oposición, en la que Cascos se encuentra.
Ciertamente el PP tendría que resolver esa incongruencia entre sus dos facciones definidas por sus experiencias diferentes, absolutamente consecuentes, antes de las próximas elecciones autonómicas y municipales, para poder obtener una victoria. Quizás ahí esté la clave del asunto, los que pierden las elecciones en el PP se desgastan en la oposición al gobierno y su percepción de la realidad está contaminada por vientos de derrota y desánimo, mientras que los que gobiernan en autonomías están acostumbrados a ver el PSOE como oposición, como un enemigo batido y no a batir, que siempre sale victorioso.
Cascos podría jugar ese papel de equilibrador entre ambas facciones del PP, por sus conocimientos de triunfo y de derrota, podría explicar a sus compañeros que en política unas veces se gana y otras se pierde, pero lo importante es esforzarse no en rebatir a los rivales, sino en triunfar en las elecciones. A los rivales no hay que prestarles atención hasta que no se gobierna, porque uno se acostumbra a exponer sus argumentos desde la derrota continuada, que es lo que le ocurre a Mariano Rajoy y no le ocurre a Esperanza Aguirre.
Son dos concepciones de la política diferentes, pero condicionadas por las circunstancias, más que por las características personales, muy pocos tienen la capacidad de Cascos, eso es cierto, para comenzar desde abajo del todo y resistir todas las zancadillas sin inmutarse y seguir adelante contra toda resistencia, en silencio franciscano. Es hora de reconocerlo por quienes tienen que concederle la nominación, pero también es hora de que Cascos asuma que no es lo mismo bregar contracorriente cada día como tienen que hacer los parlamentarios del equipo de Rajoy, que con el viento a favor y desde el Gobierno como por ejemplo le ocurre a Esperanza Aguirre.
Sea por la reconciliación fundamentada en la razón entre ambas perspectivas, que nadie se olvide que el adversario a batir es el PSOE, por el bien de España, y no la lucha por el poder contra los compañeros dentro del PP. La razón no es de nadie más que del que demuestra que la tiene. Con un PP dividido no se ganan unas elecciones, ni contra el PSOE de Rodríguez Zapatero. Si el PP defrauda a los españoles en esta ocasión, creo que perderá una oportunidad histórica y Cascos es necesario para que una buena proporción de españoles y una mayoría de los asturianos, no se sientan defraudados.
Recordemos a Don Ramón del Campoamor, poeta asturiano y padre no reconocido del relativismo, cuando decía: "en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es segun el color, del cristal con que se mira".
Biante de Priena
No en vano, Francisco Álvarez Cascos es un estadista reconocido que ha decidido regresar a sus orígenes políticos por diversas razones, entre las que posiblemente se encuentre la proeza de mostrar a una legión de inútiles regionales como se ganan unas elecciones, algo que dejaría en inhóspito recuerdo a los eternos opositores vocacionales de su partido en Asturias, con la excepción de Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo durante tres legislaturas que en esta ocasión se ha abanderado de paladín de las causas perdidas, posiblemente motivado por la indecisión de Génova al respecto de la nominación del general secretario, más que por el aplauso de sus acólitos comensales de camarilla.
Como he referido en ocasiones anteriores, la nominación de Francisco Álvarez Cascos como candidato del PP a la Presidencia del Principado de Asturias tiene diversos niveles de conflictividad, como cualquier hazaña heroica que se precie. Cascos se ha convertido en espejo para los que quisieran que tan solo fuera un espejismo, algo que se deduce de las reacciones histéricas de sus detractores ante su silencio y ausencia, acostumbrados a repartirse el poder en comandita. No en vano con todos ellos ha tenido conflictos personales, resumidos en un conflicto común con la incompetencia, pero lo más fascinante es que si bien produce pavor entre los compañeros de su partido que le recriminan sin descanso, entre los futuros rivales del PSOE produce verdadero pánico y en la dirección nacional del PP, verdadera incertidumbre, sencillamente porque Cascos no se calla y ahora toca callarse y mirar a otro lado, mientras el PSOE de Zapatero va destruyendo España un poco más cada día.
¿Qué planes tendrá Cascos para Asturias?. ¿Qué grado de participación tendrá en la política española?. ¿Realmente como encaja su carácter indómito en los enésimos planes del estratega Arriola –marido de Celia Villalobos, la que no se ha enterado de que Cascos quiera regresar a Asturias porque no lo ha dicho explícitamente- para triunfar en las elecciones?.
Verán ustedes todo tiene una explicación sencilla y es tremendamente fácil la previsión, tan simple que parece mentira que gente con largos años de dedicación en exclusiva a la política no se haya dado cuenta de qué es lo que va a hacer Cascos, pues lo que ha hecho siempre: trabajar.
Nada es verdad, ni mentira
Si España está destrozada, Asturias aún lo está más, la situación es tan precaria, que hasta el propio presidente Areces ha salido corriendo dejándole el legado ruinoso a Javier Fernández, para que se curta contracorriente, además contra Cascos de candidato, nada menos; los socialistas están francamente apabullados y la fiesta aún no ha comenzado, tanto que se han traido a José Blanco para que haga chistes, con esa peculiar ironía adusta que le caracteriza que provoca más irritación, por su babosidad, que gracia alguna.
Pero quizás lo más fascinante del episodio es que todos los que ganan elecciones en el PP apoyan a Cascos, con escasas excepciones, mientras que todos los que las pierden están en su contra o lo miran con indiferencia. Es decir, los que han visto colmadas sus ambiciones le aplauden y los aspirantes eternos al reconocimiento público de los electores le denostan, con la excepción de algún despistado que siempre sabe colocarse con los triunfadores a última hora.
Que Aznar discretamente, Esperanza Aguirre, Nuñez Feijoo, Juan Vicente Herrera, Mayor Oreja, Basagoiti o Pedro Sanz sean sus principales adalides, todos ellos triunfadores, es una garantía de futuro, porque todos ellos son de la escuela del esfuerzo y la lucha sin cuartel, hay algo que llama poderosamente la atención en esta historia. Cascos no ha tenido nunca conflictos con la gente que hace bien su trabajo y triunfa en las elecciones y siempre lo ha tenido con aquellos que se han habituado de forma conformista a la derrota, hay un PP sin complejos al que Cascos pertenece y otro que no acaba de encontrar su lugar en la historia, ni alcanzando con facilidad la confianza de los ciudadanos por falta de un mensaje claro, ni sabiendo enfrentarse al PSOE con contundencia, a pesar de haber dejado España destrozada en todos los ámbitos, con los gobiernos más desastrosos de la democracia.
Quizás esa sea la razón principal de la demora en la nominación de Cascos como candidato a la Presidencia de Asturias, realmente hay dos secciones bien diferenciadas en el PP, una que respeta hasta la extenuación para sus electores a los rivales del PSOE como si realmente no fueran unos gobernantes pésimos, que se soportan en el enmascaramiento propagandístico de los hechos, un PP hipnotizado por el poder del PSOE que trata de derrotarlo en su campo, y hay otro PP que pasa soberanamente del PSOE de Rodríguez Zapatero y desprecia su desmesura y extravagancia.
Son dos caras del PP, dos formas de afrontar la realidad, una organizada desde la rivalidad con el PSOE por el poder en el ámbito parlamentario, acostumbrada a la derrota y desgastada, y otra organizada desde la libertad, el contacto con la gente de la calle y acostumbrada al triunfo, sin complejos y orientada al gobierno y no a la oposición, en la que Cascos se encuentra.
Ciertamente el PP tendría que resolver esa incongruencia entre sus dos facciones definidas por sus experiencias diferentes, absolutamente consecuentes, antes de las próximas elecciones autonómicas y municipales, para poder obtener una victoria. Quizás ahí esté la clave del asunto, los que pierden las elecciones en el PP se desgastan en la oposición al gobierno y su percepción de la realidad está contaminada por vientos de derrota y desánimo, mientras que los que gobiernan en autonomías están acostumbrados a ver el PSOE como oposición, como un enemigo batido y no a batir, que siempre sale victorioso.
Cascos podría jugar ese papel de equilibrador entre ambas facciones del PP, por sus conocimientos de triunfo y de derrota, podría explicar a sus compañeros que en política unas veces se gana y otras se pierde, pero lo importante es esforzarse no en rebatir a los rivales, sino en triunfar en las elecciones. A los rivales no hay que prestarles atención hasta que no se gobierna, porque uno se acostumbra a exponer sus argumentos desde la derrota continuada, que es lo que le ocurre a Mariano Rajoy y no le ocurre a Esperanza Aguirre.
Son dos concepciones de la política diferentes, pero condicionadas por las circunstancias, más que por las características personales, muy pocos tienen la capacidad de Cascos, eso es cierto, para comenzar desde abajo del todo y resistir todas las zancadillas sin inmutarse y seguir adelante contra toda resistencia, en silencio franciscano. Es hora de reconocerlo por quienes tienen que concederle la nominación, pero también es hora de que Cascos asuma que no es lo mismo bregar contracorriente cada día como tienen que hacer los parlamentarios del equipo de Rajoy, que con el viento a favor y desde el Gobierno como por ejemplo le ocurre a Esperanza Aguirre.
Sea por la reconciliación fundamentada en la razón entre ambas perspectivas, que nadie se olvide que el adversario a batir es el PSOE, por el bien de España, y no la lucha por el poder contra los compañeros dentro del PP. La razón no es de nadie más que del que demuestra que la tiene. Con un PP dividido no se ganan unas elecciones, ni contra el PSOE de Rodríguez Zapatero. Si el PP defrauda a los españoles en esta ocasión, creo que perderá una oportunidad histórica y Cascos es necesario para que una buena proporción de españoles y una mayoría de los asturianos, no se sientan defraudados.
Recordemos a Don Ramón del Campoamor, poeta asturiano y padre no reconocido del relativismo, cuando decía: "en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es segun el color, del cristal con que se mira".
Biante de Priena