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lunes, 12 de enero de 2009
Vocación Política de un Niño (en Tiempos de Crisis)
TEXTO: Papi, de mayor quiero ser político, como tú / De eso nada, hijo, que si estoy robando tanto es para que nunca tengas que arriesgarte a terminar en la cárcel
De alguna manera, esta viñeta de hoy es una continuación de ésta
Blog: dibujandolacrisis.blogspot.com
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Probablemente la democracia no exista
Quien acuda a votar en las próximas convocatorias electorales por cualquiera de las opciones políticas que se presenten en nuestro país, delegará su voluntad por un periodo de cuatro años, en el representante político que haya elegido.
En el mismo instante en que introduzca su papeleta en la urna, sancionará la democracia existente como la única posible y su voluntad, su criterio, su consideración de ciudadano, su condición de soberano, de propietario de la nación española y de las instituciones del Estado, dejará de pertenecerle durante ese tiempo, para pasar a formar parte del apoyo recibido por una determinada opción política, que hará lo que decidan sus dirigentes.
Lo que haga la opción política que haya elegido a partir de entonces, nada tendrá que ver con sus deseos, esperanzas o necesidades, porque en ese mismo instante, habrá perdido su condición inequívoca de ciudadano libre e igual, para pasar a convertirse en “ciudadano partidario”, “ciudadano representado”, avalista de un proyecto que desconoce, de unas personas de las que nada sabe, de las miserias de un entramado de beneficios personales y perjuicios colectivos, establecido por los intereses de una determinada opción política.
Un brindis al sol
Nada podrá decir a partir de entonces de lo que ocurra, porque su libertad de expresión quedará coartada por los límites que imponga su opción política. Ni sus creencias, ni sus principios, ni sus valores, ni su percepción propia de la realidad tendrán posibilidad de expresión a partir de entonces, salvo que coincidan con lo que establezcan otros ciudadanos, igual que ellos, que se han instalado en la política para vivir de la representación de los demás.
Quien puede saber lo que harán con su confianza, con su fe, con su esperanza, con sus sueños y sus miedos, con sus problemas y dificultades, con sus quejas y sus vejaciones. El ciudadano que acude a las urnas y deposita la papeleta de un determinado partido político, esclaviza en ese instante su criterio al de una “mayoría irreal”, porque nada tiene que ver con lo que piensan, quieren y desean los que han hecho lo mismo que él, sino con lo que establezca la jerarquía correspondiente de la opción política. Los demás que han apoyado la opción política están en las mismas condiciones que él.
Probablemente la democracia no exista, luego es inútil acudir a las urnas para repetir un ritual fundamentado en la creencia y el mito de que lo que se vota sirve para algo.
Lo que se vota es lo que se permite votar, una lista cerrada de unos cuantos gerifaltes que han logrado urdir a lo largo de su vida una estrategia personal que les ha permitido salir elegidos como representantes políticos, para recibir un sueldo deseable, muchas prebendas del mundo de los negocios, facilidades para su familias, hijos, y amigos, y una riqueza, en forma de poder, que posiblemente no se merezcan en su mayoría. Los políticos son nuestros herederos en vida, nos sacan todo lo que pueden legalmente, y se dedican a vivir lo mejor que pueden desde que reciben el acta correspondiente.
Participar en este juego de desviación injusta de recursos, organizado según las reglas de la ambición de los actores y las vías establecidas para los negocios, supone vender nuestra alma al diablo. Porque los ciudadanos somos los que concedemos a nuestros representantes, la representación que más tarde utilizarán contra nosotros.
Motivos para creer
Parece mentira, pero ciudadanos que discuten por cincuenta céntimos con otros ciudadanos, le conceden a desconocidos –o mejor dicho, a productores de la propaganda de sí mismos- cantidades que superan los cien millones de euros –dividiendo el Presupuesto entre los representantes legalmente elegidos sale mucho más- para que hagan lo que les parezca, sin haber demostrado absolutamente nada para ocupara el lugar que están ocupando, únicamente que han logrado promocionarse, por hacer la pelota, por engañar a otros, por vender humo, ante sus jefes, nunca ante los ciudadanos.
Este proceso de selección política establecido jerárquicamente por los jefes de filas de los partidos políticos, ha convertido a indigentes intelectuales, malas personas reconocidas, imbéciles consabidos, e idiotas de libro, en diputados, ministros y presidentes de gobierno. Y la magia de la creencia sigue funcionando como el primer día, a pesar de la evolución cultural de la gente, de los medios de información universales, de las oportunidades de saber quienes son, en realidad, los políticos que nos representan, a los que podemos votar.
Probablemente la democracia no exista y todo esto a lo que los políticos denominan democracia, sea sencillamente un montaje para que los políticos progresen personalmente a costa de engañar a los ciudadanos en cada ocasión posible.
Creo que cada ciudadano que se respete a sí mismo, debe zaherirse de una vez de la estupidez del mensaje propagandístico del miedo que urden los políticos en cada convocatoria: si la gente no vota, ¿a dónde iremos?. En mi opinión, iremos al mismo sitio, más o menos, al que iríamos si hubiéramos votado.
Pero de lo que estoy seguro es a donde irían ellos, los políticos que nos representan, se irían directamente a la mierda, que es el lugar que realmente se merecen, y a trabajar como todo el mundo para ganarse la vida. Basta ya de tener señores feudales en pleno siglo XXI. Todas las opciones política, absolutamente todas, son iguales en su funcionamiento. Votar por una, sea la que sea, es votar por todas. Votar, es un juego perverso, mucho más perverso que el azar, por el que a unos, los políticos, se les concede todo, y a otros, los ciudadanos, se les desposee, al mismo tiempo.
Si somos suficientemente adultos para no creer en Dios porque nos lo cuenten en un autobús, no sé como podemos ser tan inmaduros para seguir creyendo en los políticos, en su bondad, y en su deseo de facilitarnos la vida con su máximo esfuerzo y consideración, y no pensar que nos utilizan para conseguir su único objetivo, que es medrar a costa nuestra.
Lo dicho, probablemente la democracia no exista, mira a ver que es lo que haces con tu voto, porque , tu voto es el que hace posible este negocio al que llaman democracia, en el que tú te perjudicas, mientras otros se benefician a tus espaldas.
Biante de Priena
En el mismo instante en que introduzca su papeleta en la urna, sancionará la democracia existente como la única posible y su voluntad, su criterio, su consideración de ciudadano, su condición de soberano, de propietario de la nación española y de las instituciones del Estado, dejará de pertenecerle durante ese tiempo, para pasar a formar parte del apoyo recibido por una determinada opción política, que hará lo que decidan sus dirigentes.
Lo que haga la opción política que haya elegido a partir de entonces, nada tendrá que ver con sus deseos, esperanzas o necesidades, porque en ese mismo instante, habrá perdido su condición inequívoca de ciudadano libre e igual, para pasar a convertirse en “ciudadano partidario”, “ciudadano representado”, avalista de un proyecto que desconoce, de unas personas de las que nada sabe, de las miserias de un entramado de beneficios personales y perjuicios colectivos, establecido por los intereses de una determinada opción política.
Un brindis al sol
Nada podrá decir a partir de entonces de lo que ocurra, porque su libertad de expresión quedará coartada por los límites que imponga su opción política. Ni sus creencias, ni sus principios, ni sus valores, ni su percepción propia de la realidad tendrán posibilidad de expresión a partir de entonces, salvo que coincidan con lo que establezcan otros ciudadanos, igual que ellos, que se han instalado en la política para vivir de la representación de los demás.
Quien puede saber lo que harán con su confianza, con su fe, con su esperanza, con sus sueños y sus miedos, con sus problemas y dificultades, con sus quejas y sus vejaciones. El ciudadano que acude a las urnas y deposita la papeleta de un determinado partido político, esclaviza en ese instante su criterio al de una “mayoría irreal”, porque nada tiene que ver con lo que piensan, quieren y desean los que han hecho lo mismo que él, sino con lo que establezca la jerarquía correspondiente de la opción política. Los demás que han apoyado la opción política están en las mismas condiciones que él.
Probablemente la democracia no exista, luego es inútil acudir a las urnas para repetir un ritual fundamentado en la creencia y el mito de que lo que se vota sirve para algo.
Lo que se vota es lo que se permite votar, una lista cerrada de unos cuantos gerifaltes que han logrado urdir a lo largo de su vida una estrategia personal que les ha permitido salir elegidos como representantes políticos, para recibir un sueldo deseable, muchas prebendas del mundo de los negocios, facilidades para su familias, hijos, y amigos, y una riqueza, en forma de poder, que posiblemente no se merezcan en su mayoría. Los políticos son nuestros herederos en vida, nos sacan todo lo que pueden legalmente, y se dedican a vivir lo mejor que pueden desde que reciben el acta correspondiente.
Participar en este juego de desviación injusta de recursos, organizado según las reglas de la ambición de los actores y las vías establecidas para los negocios, supone vender nuestra alma al diablo. Porque los ciudadanos somos los que concedemos a nuestros representantes, la representación que más tarde utilizarán contra nosotros.
Motivos para creer
Parece mentira, pero ciudadanos que discuten por cincuenta céntimos con otros ciudadanos, le conceden a desconocidos –o mejor dicho, a productores de la propaganda de sí mismos- cantidades que superan los cien millones de euros –dividiendo el Presupuesto entre los representantes legalmente elegidos sale mucho más- para que hagan lo que les parezca, sin haber demostrado absolutamente nada para ocupara el lugar que están ocupando, únicamente que han logrado promocionarse, por hacer la pelota, por engañar a otros, por vender humo, ante sus jefes, nunca ante los ciudadanos.
Este proceso de selección política establecido jerárquicamente por los jefes de filas de los partidos políticos, ha convertido a indigentes intelectuales, malas personas reconocidas, imbéciles consabidos, e idiotas de libro, en diputados, ministros y presidentes de gobierno. Y la magia de la creencia sigue funcionando como el primer día, a pesar de la evolución cultural de la gente, de los medios de información universales, de las oportunidades de saber quienes son, en realidad, los políticos que nos representan, a los que podemos votar.
Probablemente la democracia no exista y todo esto a lo que los políticos denominan democracia, sea sencillamente un montaje para que los políticos progresen personalmente a costa de engañar a los ciudadanos en cada ocasión posible.
Creo que cada ciudadano que se respete a sí mismo, debe zaherirse de una vez de la estupidez del mensaje propagandístico del miedo que urden los políticos en cada convocatoria: si la gente no vota, ¿a dónde iremos?. En mi opinión, iremos al mismo sitio, más o menos, al que iríamos si hubiéramos votado.
Pero de lo que estoy seguro es a donde irían ellos, los políticos que nos representan, se irían directamente a la mierda, que es el lugar que realmente se merecen, y a trabajar como todo el mundo para ganarse la vida. Basta ya de tener señores feudales en pleno siglo XXI. Todas las opciones política, absolutamente todas, son iguales en su funcionamiento. Votar por una, sea la que sea, es votar por todas. Votar, es un juego perverso, mucho más perverso que el azar, por el que a unos, los políticos, se les concede todo, y a otros, los ciudadanos, se les desposee, al mismo tiempo.
Si somos suficientemente adultos para no creer en Dios porque nos lo cuenten en un autobús, no sé como podemos ser tan inmaduros para seguir creyendo en los políticos, en su bondad, y en su deseo de facilitarnos la vida con su máximo esfuerzo y consideración, y no pensar que nos utilizan para conseguir su único objetivo, que es medrar a costa nuestra.
Lo dicho, probablemente la democracia no exista, mira a ver que es lo que haces con tu voto, porque , tu voto es el que hace posible este negocio al que llaman democracia, en el que tú te perjudicas, mientras otros se benefician a tus espaldas.
Biante de Priena
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Ciudadanos y Política,
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