Vivimos tiempos convulsos, disfrazados de una aparente plenitud social y económica, mientras el color de la realidad, refleja los tonos frívolos propios de los regímenes decadentes. El presidente Zapatero, visita la Comisión Nacional del Mercado de Valores y nos relata un cuento maravilloso olvidándose de la balanza comercial cada día más deficitaria, mientras los banqueros absortos de la primera fila aplauden como niños en un guiñol, viendo a su héroe referir la proeza de dominar a las bestias. Conthe nos explicará su versión de las cosas el próximo día 24 de abril.
En los medios de comunicación, todos los días se cuentan barbaridades políticas que han dejado de ser barbaridad, por que la paciencia de los ciudadanos soporta casi todo. La tolerancia es inmensa ante la corrupción, los atentados contra la libertad, las decisiones abusivas, los nepotismos, estupros y coacciones. La vida actual en España remeda a un mundo feliz en el que no ocurre nada malo, porque todos los que ven algo malo deberían arrancarse los ojos, por no dejarse cegar por el esplendor gubernamental.
Los ciudadanos nos hemos convertido en consumidores de información que apenas influye en nuestro criterio, porque hemos llegado a la conclusión de que todo lo que ocurre en la política en nuestro país es una cuestión de locos y de pocos, los que se aprovechan de su condición de políticos. Cada día se reparten informaciones aptas para el consumo de los ciudadanos, que conducen a la interpretación liviana de las acciones políticas.
Los ciudadanos, consumidores de información, estamos sometidos a la dictadura mediática que determinan nuestros políticos y expanden los medios que controlan. Ellos producen la información que debemos consumir, los medios la regulan para nuestro consumo, y a esta manipulación se la denomina libertad en esta época.
Pero la libertad nada tiene que ver con el consumo ofrecido, ni mucho menos con el interés manipulador de nuestros eximios representantes políticos. Hay otra realidad que no se comunica, o que se transmite de boca a boca, que es la más auténtica. Los políticos nos han adocenado, hasta el punto de involucrar a los ciudadanos plenamente en la perversión de su juego de intereses: lo único posible es lo que nosotros hacemos.
Estamos concienciados de que lo existente es malo, pero puede ir a peor, y vivimos con miedo a que ocurran cosas insospechadas que deterioren el bienestar y el malestar existentes, y por eso nadie mueve pieza; cuando en realidad, si hacemos una reflexión, concluiremos en que si lo que existe es malo, cualquier alternativa podría ser mejor.
Pero durante largos años hemos sido sometidos a un lavado de cerebro bien organizado y muy sutil, propio de los movimientos políticos que pretenden autoperpetuarse y por el que se nos induce a pensar que cualquier cambio nos puede conducir a la catástrofe, y que todo nuestra realidad está cogida con alfileres, al pespunte. Los altavoces mediáticos así lo confirman, reiterando el discurso iniciado desde las plataformas gubernamentales, y no contestado desde la oposición.
Este estado de incertidumbre, de inseguridad, de amenaza, conduce a la parálisis de los ciudadanos tanto en sus peticiones como en sus propuestas. Solo podemos aspirar a lo realmente existente, otras alternativas no existen.
Ayer escuché a un sindicalista, que en su día protagonizó una memorable lucha contra los intereses empresariales en los años ochenta, como decía que vivimos en un mundo inventado por los políticos, los sindicatos mayoritarios, los empresarios afines al poder, y otras agrupaciones o “lobbys” y que va a resultar muy difícil desmontar esta estructura de corrupción. Las próximas generaciones, nuestros hijos, están condenadas a vivir en un nuevo absolutismo, el de las organizaciones mafiosas que controlan nuestras vidas por sus intereses mercantiles, por el juego de intercambio interesado entre todos ellos.
Realmente escuchar a alguien que se ha dejado piel en el asunto, acometer contra todo lo existente, tras 30 años de su lucha pone los pelos de punta, y en realidad, tiene toda la razón. ¿De qué sirvió lo que hizo?, se preguntaba.
En este país las cosas comenzaron a torcerse con el primer gobierno del PSOE de 1982, que amparado en el cambio social que este país realmente necesitaba, estableció sus redes de poder para afianzarse en cargos, sueldos y prebendas. Este país ha resistido estoicamente los mayores pelotazos económicos de la reciente historia europea y aquí no ha pasado nada.
Recientemente hemos asistido a la intervención del gobierno en el asunto Endesa, hasta lograr un reparto más acorde con los intereses económicos de sus favoritos. No podemos seguir así, con un gobierno organizando y permitiendo corrupciones y una oposición inerte, silente y senil, que en estos temas no es capaz de presentar batalla. En realidad hay una pequeña trampa en todo el desaguisado, que nos pasa desapercibida.
No son los políticos los que controlan los mercados, son los mercaderes los que controlan a nuestros representantes políticos, y les han convertido en sus siervos. Estamos asistiendo perplejos a la instauración de un nuevo absolutismo, el del mercado, que se ha adueñado de la política, de los medios de comunicación, y de la sociedad.
El peligro queridos ciudadanos no está exclusivamente en los políticos, sino en que todos los políticos vienen determinados en sus decisiones por los intereses que les corresponde defender, que precisamente no son los de los ciudadanos, sino los de sus señores, los que les permiten hacerse ricos en una sola legislatura que dura cuatro años.
Mientras los ciudadanos consintamos que nuestros políticos se sigan forrando como lo están haciendo, estamos condenados a vivir por debajo del umbral del bienestar que nos corresponde como octava economía mundial. Los españoles vivimos peor gracias a los beneficios que detraen nuestros políticos y sus protectores / protegidos, del bienestar que nos corresponde.
Ellos, nuestros políticos, y todos sus amigos, sí viven en un mundo feliz, el que nosotros les procuramos con nuestros votos. No lo malgastes con quien te represente mal, con quien lo utilice para empobrecerte. ¿Cuántos billetes de 500 euros has visto en tus manos?, ¿y en las suyas?.
Biante de Priena
En los medios de comunicación, todos los días se cuentan barbaridades políticas que han dejado de ser barbaridad, por que la paciencia de los ciudadanos soporta casi todo. La tolerancia es inmensa ante la corrupción, los atentados contra la libertad, las decisiones abusivas, los nepotismos, estupros y coacciones. La vida actual en España remeda a un mundo feliz en el que no ocurre nada malo, porque todos los que ven algo malo deberían arrancarse los ojos, por no dejarse cegar por el esplendor gubernamental.
Los ciudadanos nos hemos convertido en consumidores de información que apenas influye en nuestro criterio, porque hemos llegado a la conclusión de que todo lo que ocurre en la política en nuestro país es una cuestión de locos y de pocos, los que se aprovechan de su condición de políticos. Cada día se reparten informaciones aptas para el consumo de los ciudadanos, que conducen a la interpretación liviana de las acciones políticas.
Los ciudadanos, consumidores de información, estamos sometidos a la dictadura mediática que determinan nuestros políticos y expanden los medios que controlan. Ellos producen la información que debemos consumir, los medios la regulan para nuestro consumo, y a esta manipulación se la denomina libertad en esta época.
Pero la libertad nada tiene que ver con el consumo ofrecido, ni mucho menos con el interés manipulador de nuestros eximios representantes políticos. Hay otra realidad que no se comunica, o que se transmite de boca a boca, que es la más auténtica. Los políticos nos han adocenado, hasta el punto de involucrar a los ciudadanos plenamente en la perversión de su juego de intereses: lo único posible es lo que nosotros hacemos.
Estamos concienciados de que lo existente es malo, pero puede ir a peor, y vivimos con miedo a que ocurran cosas insospechadas que deterioren el bienestar y el malestar existentes, y por eso nadie mueve pieza; cuando en realidad, si hacemos una reflexión, concluiremos en que si lo que existe es malo, cualquier alternativa podría ser mejor.
Pero durante largos años hemos sido sometidos a un lavado de cerebro bien organizado y muy sutil, propio de los movimientos políticos que pretenden autoperpetuarse y por el que se nos induce a pensar que cualquier cambio nos puede conducir a la catástrofe, y que todo nuestra realidad está cogida con alfileres, al pespunte. Los altavoces mediáticos así lo confirman, reiterando el discurso iniciado desde las plataformas gubernamentales, y no contestado desde la oposición.
Este estado de incertidumbre, de inseguridad, de amenaza, conduce a la parálisis de los ciudadanos tanto en sus peticiones como en sus propuestas. Solo podemos aspirar a lo realmente existente, otras alternativas no existen.
Ayer escuché a un sindicalista, que en su día protagonizó una memorable lucha contra los intereses empresariales en los años ochenta, como decía que vivimos en un mundo inventado por los políticos, los sindicatos mayoritarios, los empresarios afines al poder, y otras agrupaciones o “lobbys” y que va a resultar muy difícil desmontar esta estructura de corrupción. Las próximas generaciones, nuestros hijos, están condenadas a vivir en un nuevo absolutismo, el de las organizaciones mafiosas que controlan nuestras vidas por sus intereses mercantiles, por el juego de intercambio interesado entre todos ellos.
Realmente escuchar a alguien que se ha dejado piel en el asunto, acometer contra todo lo existente, tras 30 años de su lucha pone los pelos de punta, y en realidad, tiene toda la razón. ¿De qué sirvió lo que hizo?, se preguntaba.
En este país las cosas comenzaron a torcerse con el primer gobierno del PSOE de 1982, que amparado en el cambio social que este país realmente necesitaba, estableció sus redes de poder para afianzarse en cargos, sueldos y prebendas. Este país ha resistido estoicamente los mayores pelotazos económicos de la reciente historia europea y aquí no ha pasado nada.
Recientemente hemos asistido a la intervención del gobierno en el asunto Endesa, hasta lograr un reparto más acorde con los intereses económicos de sus favoritos. No podemos seguir así, con un gobierno organizando y permitiendo corrupciones y una oposición inerte, silente y senil, que en estos temas no es capaz de presentar batalla. En realidad hay una pequeña trampa en todo el desaguisado, que nos pasa desapercibida.
No son los políticos los que controlan los mercados, son los mercaderes los que controlan a nuestros representantes políticos, y les han convertido en sus siervos. Estamos asistiendo perplejos a la instauración de un nuevo absolutismo, el del mercado, que se ha adueñado de la política, de los medios de comunicación, y de la sociedad.
El peligro queridos ciudadanos no está exclusivamente en los políticos, sino en que todos los políticos vienen determinados en sus decisiones por los intereses que les corresponde defender, que precisamente no son los de los ciudadanos, sino los de sus señores, los que les permiten hacerse ricos en una sola legislatura que dura cuatro años.
Mientras los ciudadanos consintamos que nuestros políticos se sigan forrando como lo están haciendo, estamos condenados a vivir por debajo del umbral del bienestar que nos corresponde como octava economía mundial. Los españoles vivimos peor gracias a los beneficios que detraen nuestros políticos y sus protectores / protegidos, del bienestar que nos corresponde.
Ellos, nuestros políticos, y todos sus amigos, sí viven en un mundo feliz, el que nosotros les procuramos con nuestros votos. No lo malgastes con quien te represente mal, con quien lo utilice para empobrecerte. ¿Cuántos billetes de 500 euros has visto en tus manos?, ¿y en las suyas?.
Biante de Priena