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sábado, 11 de octubre de 2008

Violencia y socialismo

La asociación del pacifismo con las ideologías políticas de izquierda, herederas del marxismo, es sin duda la falacia más fecunda y mejor contada de la historia humana. La difusión de este equívoco por los aparatos de propaganda socialista, ha venido disfrazando al lobo político con piel de cordero social desde la conclusión de la segunda guerra mundial.

La historia refuta que el socialismo pretende la paz, más bien nos muestra lo contrario: el socialismo, en sus formas iniciales, ha provocado más violencia en nuestro planeta que ninguna otra ideología pasada o presente, por que al contrario que las demás, el socialismo no utiliza la violencia exclusivamente en tiempos de guerra, sino que se organiza en su abuso, también en tiempos de paz. No en vano, el marxismo es una ideología que bendice el uso de la violencia, tanto para acceder al poder, como para mantenerse en él y no abandonarlo más que a la fuerza, de los votos o de las armas. Los ejemplos de China o Cuba están presentes.

Sólo las ideologías totalitarias consideran la exterminación de los contrarios como un triunfo, y el socialismo es una de ellas, junto con el nazismo, y el islamismo. La socialdemocracia, al menos en nuestro país, solo es un socialismo más refinado, que enmascara la violencia en la búsqueda del bienestar común, por medio de sutiles mecanismos que sustituyen la fuerza por la opresión.

Por qué la violencia es inherente al socialismo en todas sus formas, tanto en las más sangrientas, de la escuela de Stalin o Mao Tse Tung, como en las más sutiles de la academia castrista de perpetuación en el poder, de la que Hugo Chávez y Rodríguez Zapatero son aprendices.

La violencia es consecuente con el socialismo, por medio del materialismo, sacrificando lo mejor de los seres humanos para extraer exclusivamente lo que le resulta útil, asfixia lo esencial para extraer lo sustancial. Destruye la integridad del ser humano, para convertirlo en herramienta al servicio de una idea. Como todo sectarismo, desprecia la individualidad y la libertad, lo único y diferente, y sólo le interesa lo común.

El socialismo despoja al ser humano de su identidad o identidades, de su condición de ciudadano libre, de sus principios, valores y creencias para convertirlo en un esclavo mental de su propaganda. Bajo la tiranía encubierta del socialismo, los ciudadanos pierden su libertad, dejan de ser sujetos diferenciados, para convertirse en una masa informe y amorfa de gente, que se reclasifica y reidentifica con el criterio correspondiente a la necesidad del Estado, y no a las necesidades del ciudadano. El socialismo no trata con seres humanos si no los uniforma previamente en contribuyentes, consumidores, usuarios, clientes, o votantes. El socialismo disuelve a los seres humanos tras exprimirlos para hacer un zumo social.

El socialismo se opone a la autodeterminación en libertad del ser humano, por eso nunca habla de libertades y siempre lo hace de derechos. El derecho a decidir, por ejemplo, en el que llevan los nacionalistas atrapados toda su vida escuchando las sirenas de la igualdad, por qué tener un derecho no implica disponer de la libertad de ejercerlo. El derecho a un trabajo o una vivienda, no implica que se pueda acceder a trabajar o a tener una casa propia. El derecho a la educación o la salud, tampoco exige que se vaya a recibir la necesaria, sino que “debería” recibirse.

El concepto de justicia que maneja el socialismo es singular, porque para el socialismo no existe otra justicia que no sea social, por eso el ser humano deja de ser sujeto de derechos para convertirse en referente de políticas. No importa perjudicar a uno, aunque sea haciendo una injusticia, si así se consigue beneficiar a dos. ¿Puede haber mayor injusticia que la de la parcialidad interesada?.

La administración de la justicia es un arma política en manos del socialismo, por eso tratan por todos los medios de ocupar los órganos del poder jurídico, desde el CGPJ hasta el Tribunal Constitucional. Los socialistas no desconocen que su concepto de justicia, exclusivamente social, contraviene y se contrapone al sistema legislativo existente, y a un criterio de imparcialidad y equidad, pero no les importa, por eso han llegado a implantar en nuestra cultura y nuestros códigos legislativos, principios tan infames como la paridad o la discriminación de género, leyes sectarias inadmisibles en una democracia, que promueven un determinado modelo de sociedad, y que no se acomodan a la realidad existente. El uso que se está haciendo de la ley de violencia de género, por ejemplo, es una bomba contra las relaciones de pareja y la formación de familias, contra la cultura en la que se asienta nuestra sociedad. La violencia de género, ha instalado en nuestra sociedad, la violencia entre hombres y mujeres como criterio de relación, destacándolo sobre cualquier otro.

El socialismo, y en este caso el español es ejemplar, comete un grave error en la estrategia de su camuflaje al ocuparse antes de cómo alcanzar la muerte que de cómo mantener la vida, ¿puede haber mayor violencia?. Cierto es que el socialismo, en su versión más ecologista, ha convertido a los primates en seres humanos, pero en realidad su pretensión es la contraria, la de convertir a los seres humanos en póngidos.

La violencia socialista es enorme, pero se hace discreta y sinuosa en el discurso, al tiempo que trata de amortajar al ser humano en la bandera blanca de todas sus rendiciones, mientras promueve su redención. El reciente discurso de Rodríguez Zapatero en la ONU solicitando una moratoria mundial para la pena de muerte, es un acto de propaganda que ha pasado desapercibido, y sin embargo, el socialismo español promueve la ampliación de la legislación en los temas del aborto, la eutanasia, y el suicidio asistido, al tiempo que bajo su gobierno nuestro país se ha convertido en el octavo exportador de armas mundial, especialmente a los países menos democráticos y más pobres, en un alarde notorio de hipocresía.

Las contradicciones del socialismo resultan habitualmente insoportables por alguien que no sea analfabeto, por ejemplo su promoción de creencias alternativas al cristianismo, exclusivamente para reducir la influencia de la iglesia en la sociedad. El socialismo arrasa con las tradiciones culturales españolas, y además las criminaliza, como hace con la tauromaquia, con tal de imponer su doctrina en la sociedad.

El socialismo construye la sociedad a su manera, por eso no es democrático, implanta su modelo por decreto, no por necesidad, se autoperpetúa en su recreación. La nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, avalada exclusivamente por ilustres socialistas, es un claro ejemplo de sus pretensiones, que promueven una nueva escala de valores, los suyos, contra los realmente existentes. En vez de ocuparse de que todos los españoles puedan aprender el idioma de su nación, se ocupan de concederle a su versión particular de la memoria histórica, el rango de verdad absoluta, un auténtico dogma.

El socialismo es nocivo para la sociedad, para cualquier sociedad, sea subdesarrollada o avanzada, entraña excesiva violencia, como la que se opuso a la guerra de Irak, la de los sindicatos de clase cuando estaban otros gobiernos, la comprensión de los verdugos de ETA y la condena de sus víctimas. El socialismo busca la tensión permanente en las relaciones humanas y en la convivencia, crispa demasiado y acusa de crispación a quienes crispa, nos vende el humo de la paz, mientras alimenta la hoguera de la violencia genérica y general. En la lucha de todos contra todos, y no en la cooperación, obtiene sus mejores resultados. De los engaños políticos, es el más pernicioso, algo que se identifica con un puño cerrado poco tiene que ver con la paz. Alguien debía contárselo a nuestros hijos.



Publicado simultáneamente en Argenlibre
Enrique Suárez Retuerta

Democracia restringida contra Democracia liberal

Tras la caída del muro de Berlín, en el año 1989, el decadente modelo del socialismo real, vigente en los países al otro lado del telón de acero, se derrumbó tan deprisa como un decorado teatral se retira del escenario tras el cambio de programa. China comenzó a aproximarse al sistema capitalista manteniendo todo el poder en manos del Estado, y las democracias latinoamericanas se “cubanizaron” considerablemente.

En la década de los noventa, en algunos países occidentales, como España o Reino Unido –antes había ocurrido en USA, Francia, Alemania, e Italia sin mayor fortuna-, comienza una cruzada de ocupación institucional por parte de los socialistas, re-presentados como socialdemócratas (su versión más light); su intención es cambiar el sistema democrático existente de origen liberal, abierto y plural, por una democracia restringida de finalidad supuestamente social, con fortalecimiento de los poderes del Estado, y exclusión paulatina de las alternativas que no compartieran credo con los nuevos predicadores, que poco a poco, van imponiendo la “dictadura de lo políticamente correcto” y comienzan a expandir su fe por Europa y Norteamérica. El candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Barack Obama, que es liberal y no socialdemócrata tiene un recorrido social, pero nunca más allá del sentido común, pero el presidente español, Rodríguez Zapatero, Toni Blair y Gordon Brown en Reino Unido o los últimos secretarios generales de la ONU, los socialistas franceses, italianos, o alemanes son representantes conocidos de esta iniciativa.

En España la democracia liberal es sustituida por la democracia social, (en Reino Unido lo intentaron) lo que no pudieron hacer con un modelo político alternativo en el socialismo real, debido a la inadecuación política de las propuestas, la corrupción de las burocracias, y los planes quinquenales prevén conseguirlo en el seno de las democracias capitalistas, recortando la libertad de los ciudadanos al tiempo que incrementan el poder del Estado.

El poder del Estado, la libertad de los ciudadanos

La ocupación de la democracia liberal por la socialdemocracia conduce inicialmente a un cierre atenazador del Estado sobre las posibilidades evolutivas de la ciudadanía. Desde entonces, el modelo socialista sostiene que no hay más democracia que la social, la que se ocupa del bienestar común, y la que para ello no ve inconveniente en la restricción de las libertades individuales, reunificando los poderes públicos en un totalitarismo light, en la dictadura cultural de valores solidarios, y en el aplastamiento de otros criterios que no sean aquellos que sirven a los que han tomado el poder con los votos, para quedarse en él como sea, manipulando la información, ejerciendo la propaganda hasta cotas insoportables, cada día más extravagantes.

Los once millones de inconscientes españoles que le dieron su voto al PSOE, además le han entregado su libertad de poder elegir otra alternativa. La normalidad es socialista, todo lo demás es anormal. La justicia deriva en justicia social, la comunicación en comunicación social, la política en política social, y el bienestar en bienestar social. Menos mal que todavía no se han atrevido a proponer que la única libertad debe ser también social.

La prevalencia de lo humano o lo individual sobre lo social, es calificada como no democrática, porque -a su entender- el ser humano sólo puede ser social. Se establece un código implícito de funcionamiento cultural, que discrimina entre lo bueno y lo malo de forma inmediata. Los pobres son buenos, los ricos malos. Los que piensan en términos exclusivamente sociales son demócratas, los que hablan de libertad son fascistas, los que critican a los socialistas no son buenos, los que no creen en los nuevos dioses son enemigos declarados, así se promueve el Islam, no por defender la libertad de creencia, sino para tratar de desplazar el cristianismo, como una fuente de valores tradicionales, y se preconiza el laicismo del Estado, cuando en realidad lo que se trata es de implantar una nueva doctrina desde el Estado que es el socialismo.

Deus ex machina

En la política ocurre lo mismo, quien no defiende lo social es un enemigo de la democracia y del pueblo, cuando en realidad quien defiende lo social es el mayor enemigo de la democracia y la libertad, de una democracia de ciudadanos libres y no ahormados a los intereses de los políticos socialistas.

El catecismo social trata de implantarse por medio de todos los recursos disponibles, con la Educación para la ciudadanía en la enseñanza, con la dictadura de la corrección política en los medios de comunicación, con la tutela de la justicia, y por supuesto, con la búsqueda de la destrucción de lo existente: comenzando por la nación española y acabando por la Constitución. Las legislaciones que se hacen desde hace años amparan el modelo, y la aplicación de las mismas las consolida.

Sólo hay un orden democrático posible y suficente, dicen, el que establecen demonizando los valores reales, naturales, culturales e historicos de la sociedad, para imponer el modelo alternativo: pacifista, feminista, revisionista histórico , social, liberticida, intolerante, unitario , represor y totalitario.

Cuando hablamos de crisis económica, como la que se está viviendo en el mundo, hay que pensar en términos políticos antes que económicos. El mercado no busca el bienestar social, sino el individual, se basa en la competitividad, no en la solidaridad. Por eso la crisis económica que estamos viviendo es una expresión de la libertad ante su potencial secuestro por las economías sociales, es una reacción de quienes poseen los recursos ante la usurpación de quienes pretenden poseerlos, sin merecérselos, utilizando el Estado como instrumento de ocupación, opresión, y privilegio.

Cuando los distintos Estados occidentales intervienen en el mercado, no están salvando el mercado, ni mucho menos, que ya se salvará por sí mismo, sino las empresas que se han ido al cuerno por haber sido ocupadas por los defensores del Estado, por quienes patrocinan una economía intervenida y dirigida, como en España es el caso de muchas Cajas de Ahorros ya quebradas. Estamos viviendo en España y a una escala discreta lo ocurrido anteriormente en los regímenes del Telón de Acero, en que las burocracias del partido crecieron tanto que acabaron con los recursos, conduciendo a la pobreza y el declive a los pueblos que estaban sometidos bajo el yugo del socialismo.

El dinero busca la libertad, la competitividad, el esfuerzo, el trabajo, en definitiva, su supervivencia en un mundo libre, y huye de las intervenciones estatales, de la ocupación de su territorio por la política, de la última vuelta de tuerca que pretenden los totalitarios sociales disfrazados de hombres de negocios, para imponer un orden pervertido de redistribución de los recursos, concediendo a los afines más de lo que les corresponde, mientras detraen a todos los demás mucho más de lo se debiera en justicia. Fíjense ustedes en el modelo de liberados sindicales, no para defender a los trabajadores sino para hacer propaganda favorable al Gobierno y tendrán un magnífico ejemplo de lo que está ocurriendo.

Por eso las bolsas bajan mientras le inyectan dinero desde el Estado, y bajarán más hasta que no las dejen respirar por sí mismas. El mercado no es una institución de bienestar social, sus reglas no dependen de la bondad pretendida de los propagandistas, su trayectoria se guía por cuestiones racionales y no por delirios pasionales. El crédito es una cuestión de confianza y libertad, pero es la ambición por su control por parte de algunos, con sus intervenciones, la que está destruyendo su fluidez.

El mercado ajeno al Estado es la mayor garantía de nuestra libertad. Cuando la bolsa desciende se está sacudiendo las cadenas que tratan de imponerle los predicadores de la socialdemocracia, que vienen a salvar el mundo, a costa de los demás. El mercado es inherente a la democracia liberal, todo lo que vaya contra la libertad va contra el mercado, la imposición de un modelo social unitario, de un orden mundial si se prefiere, que venga establecido por otra doctrina que no sea la liberal, no puede tener éxito. Con el régimen de Zapatero se pueden hacer negocios, otra cosa es creer en su bondad salvífica que forma parte exclusivamente de su arte propagandístico y sus oscuras intenciones de perpetuación en el poder, utilizando el cambio social como argucia, cuando los únicos que han cambiado es tres millones de españoles que se han quedado sin trabajo y un millón de apesebrados de la izquierda española que han mejorado sus condiciones de vida a costa de los demás.

Todo por no haber estudiado en su día que la democracia es hija de la libertad, no su madre, por eso ponen el carro delante del burro y esperan a que se ponga en marcha por si solo, y como tal cosa no ocurre, le echan la culpa al mercado, la carretera, el capitalismo, la derecha o el "sursum corda", que más da.

La democracia social es una versión restringida de la democracia, la única democracia con garantías de equidad, pluralidad y respeto a la diversidad es hoy, como ayer lo fue y mañana lo seguirá siendo, la democracia liberal, aquella que proviene de la libertad y no de su coerción.


Biante de Priena

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