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sábado, 12 de junio de 2010
Cómo ve el PSOE a los parados
¿Por qué no cambiamos?
Entre los enigmas más fascinantes que conmueven al ser humano se encuentra el de saber que hubiera ocurrido si las cosas no fueran como son, como han sido. ¿Qué hubiera ocurrido si un día hubiéramos decidido ser carpinteros en vez de albañiles?. ¿Qué hubiera ocurrido si en vez de habernos decidido por Dolores o por Juan para formar pareja lo hubiéramos hecho con Ana o Felipe?. ¿Qué hubiera ocurrido en España sin José Luis de Presidente del Gobierno?.
Elucubrar sobre las posibilidades de una vida según las decisiones que se toman o la reacción ante las cosas que acontecen, es motivo de ilusión, sueños, y numerosas conjeturas. Sin embargo, la realidad nos atrapa como una jaula, definiendo y delimitando lo que somos y la mayoría de las veces, lo que podemos llegar a ser.
Dicen los que reflexionan sobre el ser humano que la libertad se representa en la elección, es posible que en algunos casos sea así, pero lo seguro es que en muchos casos nuestras propias elecciones y decisiones hacen precisamente lo contrario, se encargan de ir cerrando las posibilidades, recortando las opciones, hasta marcarnos un determinado camino, una senda perfectamente trazada que se acaba confundiendo con el curso del destino que sentimos como ajeno y extraño, impuesto e inevitable.
También es cierto que siempre se puede cambiar, los caminos trazados siempre ocultan en cada tramo sendas que nos conducen a otros destinos, unos mejores, otros peores; pero nos acostumbramos a no cambiar, la vida es regresiva en los criterios que usamos para tomar decisiones de cambio, la inercia nos puede, la cadencia nos cautiva, y terminamos siendo viajeros de un tren del que no podemos descender cuando queramos que nos acaba conduciendo a un horno crematorio, muchas veces residiendo previamente en un campo de concentración, en una magnífica alegoría de la existencia de los judíos, pueblo oprimido por excelencia, en la época de los egipcios, los babilonios, los estalinistas, los nazis, o los musulmanes.
De esta tragedia de los seres humanos libres que devenimos en cautivos se han aprovechado todos los poderes a lo largo de la historia y aún hoy, en pleno siglo XXI lo siguen haciendo, si hace años la senda de nuestra vida era marcada por la religión cristiana y el fascismo hoy lo es por la religión socialista y el estatalismo. La dictadura del consumo que impone el capitalismo es compartida por ambas opciones, según mito y ritual.
Así que si paulatinamente pocas fuerzas nos quedan para cambiar por nuestras propias circunstancias, menos nos van quedando por las posibilidades que nos ofrecen las distintas y variadas representaciones del poder.
Pero la libertad es también poderosa, jamás se rinde, manteniendo en nuestro interior una llama encendida con capacidad de iniciar un fuego que asole todo lo que nos atrapa y oprime, convirtiendo en cenizas el redil que nos ha mantenido secuestrados.
Algo tan sencillo como saber que hoy puede ser el primer día de una vida diferente se nos olvida, estamos condicionados para no recordar que mientras hay vida hay esperanza y sólo los más mayores, los que han vivido, nos dicen que lo único que nos atrapa siempre son nuestros miedos, a perder, a no ser, a destrozarnos el futuro, a equivocarnos, a malograr lo que tenemos. La cobardía es la que nos encadena al destino, la que construye la idea del destino.
La forma de liberarnos es más fácil de lo que pensamos, se trata de reflexionar sobre lo que ocurre y sobre nosotros mismos, transformando lo general e inevitable en particular y mutable. No debemos pensar como uno más, sino como uno responsable, mutable, singular y diferente, de forma individual (la libertad no es para colectivos), así no esperaremos a ver que hacen los demás, y actuaremos por nuestro propio criterio
La pregunta que debemos hacernos es muy sencilla: ¿quiero lo qué existe o quiero algo diferente?, sabiendo que el sujeto que se hace esa pregunta es un ser humano único e irrepetible que no está decidiendo y al no hacerlo, está deteniendo su cambio y el de todos los demás, está conservando lo que existe. No esperemos a que los demás cambien para tomar la decisión de cambiar nosotros, cambiemos nosotros y seguramente los demás lo harán después, tomemos conciencia de lo que existe y actuemos en consecuencia, sin reparar en lo que hacen los otros.
Estamos atrapados por la relatividad cultural y el dogmatismo del poder, en un limbo del "no hacer", hemos transformado la paciencia de lo negativo que decía Hegel en extravagante desocupación, esperando que la solución a nuestros problemas caiga del cielo o del Estado Providencia, estamos sometidos a la creencia inevitable en que lo que existe es lo único que puede existir.
Sólo si logramos zafarnos de las cadenas que nos imponen y nos imponemos, este mundo puede llegar a ser el que queremos, el que anhelamos, el que necesitamos. La única opción posible para resolver el dilema ante el que nos encontramos, es atravesar el camino que va desde el papel de figurantes al que nos destinan para convertirnos en protagonistas de la historia, saliendo de la de masa anónima para tranformarnos en lo que somos realmente: personas con identidad, criterio, voluntad y libertad, que deciden entrar en acción para conquistar el futuro, liberándonos definitivamente de la tediosa película de serie B en que se han convertido los extraños comienzos del siglo XXI, gracias al egoismo inefable y la extrema ignorancia de los que detentan el poder, sobretodo en España.
Biante de Priena
Elucubrar sobre las posibilidades de una vida según las decisiones que se toman o la reacción ante las cosas que acontecen, es motivo de ilusión, sueños, y numerosas conjeturas. Sin embargo, la realidad nos atrapa como una jaula, definiendo y delimitando lo que somos y la mayoría de las veces, lo que podemos llegar a ser.
Dicen los que reflexionan sobre el ser humano que la libertad se representa en la elección, es posible que en algunos casos sea así, pero lo seguro es que en muchos casos nuestras propias elecciones y decisiones hacen precisamente lo contrario, se encargan de ir cerrando las posibilidades, recortando las opciones, hasta marcarnos un determinado camino, una senda perfectamente trazada que se acaba confundiendo con el curso del destino que sentimos como ajeno y extraño, impuesto e inevitable.
También es cierto que siempre se puede cambiar, los caminos trazados siempre ocultan en cada tramo sendas que nos conducen a otros destinos, unos mejores, otros peores; pero nos acostumbramos a no cambiar, la vida es regresiva en los criterios que usamos para tomar decisiones de cambio, la inercia nos puede, la cadencia nos cautiva, y terminamos siendo viajeros de un tren del que no podemos descender cuando queramos que nos acaba conduciendo a un horno crematorio, muchas veces residiendo previamente en un campo de concentración, en una magnífica alegoría de la existencia de los judíos, pueblo oprimido por excelencia, en la época de los egipcios, los babilonios, los estalinistas, los nazis, o los musulmanes.
De esta tragedia de los seres humanos libres que devenimos en cautivos se han aprovechado todos los poderes a lo largo de la historia y aún hoy, en pleno siglo XXI lo siguen haciendo, si hace años la senda de nuestra vida era marcada por la religión cristiana y el fascismo hoy lo es por la religión socialista y el estatalismo. La dictadura del consumo que impone el capitalismo es compartida por ambas opciones, según mito y ritual.
Así que si paulatinamente pocas fuerzas nos quedan para cambiar por nuestras propias circunstancias, menos nos van quedando por las posibilidades que nos ofrecen las distintas y variadas representaciones del poder.
Pero la libertad es también poderosa, jamás se rinde, manteniendo en nuestro interior una llama encendida con capacidad de iniciar un fuego que asole todo lo que nos atrapa y oprime, convirtiendo en cenizas el redil que nos ha mantenido secuestrados.
Algo tan sencillo como saber que hoy puede ser el primer día de una vida diferente se nos olvida, estamos condicionados para no recordar que mientras hay vida hay esperanza y sólo los más mayores, los que han vivido, nos dicen que lo único que nos atrapa siempre son nuestros miedos, a perder, a no ser, a destrozarnos el futuro, a equivocarnos, a malograr lo que tenemos. La cobardía es la que nos encadena al destino, la que construye la idea del destino.
La forma de liberarnos es más fácil de lo que pensamos, se trata de reflexionar sobre lo que ocurre y sobre nosotros mismos, transformando lo general e inevitable en particular y mutable. No debemos pensar como uno más, sino como uno responsable, mutable, singular y diferente, de forma individual (la libertad no es para colectivos), así no esperaremos a ver que hacen los demás, y actuaremos por nuestro propio criterio
La pregunta que debemos hacernos es muy sencilla: ¿quiero lo qué existe o quiero algo diferente?, sabiendo que el sujeto que se hace esa pregunta es un ser humano único e irrepetible que no está decidiendo y al no hacerlo, está deteniendo su cambio y el de todos los demás, está conservando lo que existe. No esperemos a que los demás cambien para tomar la decisión de cambiar nosotros, cambiemos nosotros y seguramente los demás lo harán después, tomemos conciencia de lo que existe y actuemos en consecuencia, sin reparar en lo que hacen los otros.
Estamos atrapados por la relatividad cultural y el dogmatismo del poder, en un limbo del "no hacer", hemos transformado la paciencia de lo negativo que decía Hegel en extravagante desocupación, esperando que la solución a nuestros problemas caiga del cielo o del Estado Providencia, estamos sometidos a la creencia inevitable en que lo que existe es lo único que puede existir.
Sólo si logramos zafarnos de las cadenas que nos imponen y nos imponemos, este mundo puede llegar a ser el que queremos, el que anhelamos, el que necesitamos. La única opción posible para resolver el dilema ante el que nos encontramos, es atravesar el camino que va desde el papel de figurantes al que nos destinan para convertirnos en protagonistas de la historia, saliendo de la de masa anónima para tranformarnos en lo que somos realmente: personas con identidad, criterio, voluntad y libertad, que deciden entrar en acción para conquistar el futuro, liberándonos definitivamente de la tediosa película de serie B en que se han convertido los extraños comienzos del siglo XXI, gracias al egoismo inefable y la extrema ignorancia de los que detentan el poder, sobretodo en España.
Biante de Priena
Categorías:
Cultura,
Pensamiento,
Sociedad
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