CARCOMA: paradigma de LO PÚBLICO
Durante muchos años la izquierda de este país nos ha lavado el cerebro sin interrupción, cada día, con un código de manipulación perfectamente urdido, para ocupar nuestra forma de pensar con sus delirantes perspectivas de la realidad. Los medios de comunicación españoles le han seguido el juego porque veían negocio en su servidumbre o en su podredumbre. Como todo movimiento sectario en búsqueda de adeptos ha creado un neolenguaje extraño: el pensamiento políticamente correcto, el talante, la hegemonía de lo público y lo social, y al mismo tiempo han ido desplazando nuestras costumbres, nuestros principios, nuestra identidad como españoles para implantar su código particular de barras en nuestro cerebro. Los sindicatos son buenos y los empresarios malos. El Gobierno es magnífico y el mercado internacional culpable. José Luis es un santo del socialismo sin elevar, todavía, a los altares de la Alianza de Civilizaciones.
Algunos, no demasiados por cierto, nos hemos dado cuenta de cual era el objetivo de esta estrategia, porque no sólo se trataba de enculturar España a la medida de sus intereses, sino de crear un pensamiento único, a modo de religión en el que no pensar como nos decían desde el poder era el más vil de los pecados y la más execrable manifestación del aburguesamiento fascista. Mientras íbamos viendo como empobrecían este país, al tiempo que ellos se enriquecían, nos fuimos quedando con cinco millones de parados, un déficit público del 8,5 %, una deuda pública galopante que multiplicaron por dos en los últimos cuatro años (pasando de 500.000 millones de euros a 1.000.000 billón de euros), exclusivamente para que no se notara que estaban hundiendo el país, practicando una política desquiciada de tierra quemada, con el único objetivo de que sus huestes permanecieran en la poltrona y sus élites en el poder. Así se construyó Socialistán durante los últimos siete años, imponiendo un burka a lo que realmente era, es y será España.
Ahora comienza la cruzada social de los que viven de lo público, porque verán ustedes, lo público no es de nadie, se paga con dinero público (que aunque lo pagamos todos con nuestros cada día más desorbitados impuestos, recortes y ajustes, sigue siendo de nadie). ¿De nadie?, no, no se equivoquen es de los que lo han manejado para asegurarse un porvenir a nuestra costa, sin rendir cuentas de sus desmadres. Lo público es la última fortaleza de los mangantes, porque es en la única que unos cuantos cenutrios tienen asegurado el mejor porvenir sin méritos, sin criterio, sin conocimientos, con la única condición de poseer un carnet. En lo público han estado los de la izquierda española durante los últimos siete años y han hundido el país, y los muy sinvergüenzas siguen sin reconocerlo, echándole la culpa a la derecha –que también la tendrá por no haber hecho nada y haber sido cómplice del estropicio-, pero lo público se ha convertido en un lugar de privilegios para los que se han acostumbrado a vivir a costa de los demás sin rendir cuentas a nadie y contándonos magníficos cuentos todos los días sobre las desaceleraciones, los brotes verdes y los crecimientos sostenibles.
Queridos compatriotas no se equivoquen, porque lo público es una empresa (y un negocio) como otra cualquiera, en la que los accionistas del socialismo se llevan los réditos, los intereses y los dividendos, se llevan calentitos los beneficios y los privilegios y no rinden cuantas de sus desmadres. El único problema es que lo público lo pagamos todos, para que unos imbéciles que no reúnen condiciones ni para representarse a sí mismos, se lo lleven para casa, mientras que los demás, que los pagamos, nos vamos a la puta mierda.
Hay que acabar con lo público, porque está infestado de parásitos, absolutamente carcomido por los que viven de destrozar nuestro bienestar; ya volveremos a levantarlo cuando los echemos, más vale levantar lo público de nuevo sin carcoma, que tener que levantar el país cuando se lo hayan devorado por completo y seguir manteniendo a los "bichitos" sin pegar palo al agua y jodiéndonos a todos, para que no se enfaden.
Es hora de fumigar libertad.
Enrique Suárez