Me prometí a mi mismo no hacerlo otra vez, pero no puede no hacerlo, no sé si me explico. Estoy refiriéndome a indicarle al PP el camino, porque está más perdido que un vikingo en el Cabo de Hornos; a pesar de todo –que es mucho-, se trata de España y yo soy español, no del PP, que quede claro, pero sí de los españoles que han heredado con orgullo el legado de los Padres de la Patria Española, y no me refiero al sucedáneo de 1978, sino a los auténticos, a los de 1812, los de Cádiz, que inscribieron la palabra Nación como antídoto del poder absoluto del Monarca de turno, del Presidente de la República correspondiente, o de un cazurro advenedizo con tanta petulancia como ausencia de inteligencia, y la palabra Pueblo, agrupación de todos los ciudadanos españoles, como sujeto histórico constitutivo de la Nación y de su futuro.
Aquellos que por primera vez hablaron de Libertad en nuestro país, de Igualdad entre los españoles –de todas las latitudes- y que sofocaron la invasión del francés en último término. Aquellos que pusieron por primera vez en nuestra nación La Ley por encima de todos y de todo. Sí, aquellos de los que nos han hecho olvidarnos para evitar comparaciones en el servicio a sus conciudadanos.
La Constitución de 1812, a pesar de sus altares y timideces, es un monumento singular a nuestra condición identitaria nacional, comparable a las derivadas de la Independencia de los Estados Unidos, las decisiones del Parlamento Rabadilla de Cromwell, o las consecuentes a la Revolución Francesa. En cualquier país se sienten orgullosos de sus signos de identidad jurídica y política, pero en el nuestro, durante los últimos años, la presión del PSOE y los nacionalismos y la anuencia del PP, nos han llevado al desconocimiento absoluto de lo que realmente somos los ciudadanos españoles, la contrapropaganda de nuestra identidad ha sido poderosa y se ha financiado con fondos públicos, para miseria de la clase política española. Hemos votado por los enemigos de lo que somos, y hemos permitido que nos hagan a la medida de sus intereses y beneficios.
Pero no me dispersaré que me emociono ante tanta insidia, hablábamos del PP, del Partido Popular actual, el más desnortado de la historia, guiado por el líder más inseguro e ineficaz de toda su existencia, asesorado por unos acomplejados próximos a las tesis del Gallardón del New Deal, por ejemplo Arriola, el jefe de todas las derrotas de los últimos años en el PP, que ha aconsejado un perfil bajo de reacción, amagando sin dar, y no mucho, esperando que el rival se deteriore en sus propios errores de Gobierno.
El error más grave que ha cometido el PP, incluso mayor que no haber sustituido a Mariano Rajoy por Esperanza Aguirre en el Congreso de Valencia-Bulgaria –para no importunar a Gallardón y los barones del partido- ha sido mantener al castrador Arriola –el marido de la dicharachera Celia Villalobos-, sociólogo del desastre de la derecha en este país, como maestro de ceremonias. ¿Qué opinarían ustedes de un cirujano al que se le mueren todos los pacientes?, ¿de un entrenador de futbol que hace que su equipo pierda todos los partidos?, pues lo mismo.
El que ha llevado al PP al ¿qué hacer? ha sido este individuo, no exclusivamente, eso es cierto, pero tiene la misma responsabilidad que el guionista de un fracaso teatral o de una película que nadie acude a ver, porque por muy buenos que sean los actores, un bodrio no lo aguanta cualquier hijo de vecino.
Sin Pedro Arriola el PP estaría mucho mejor, pero la estructura de tensiones que existe en el partido desde lo de Valencia-Bulgaria impide cualquier cambio, por qué sería interpretado como un gesto simbólico para la sucesión. A los delfines les interesa el fracaso de Mariano Rajoy, pero no a los españoles y ya está bien que prevalezcan más los intereses de su partido sobre los de la Historia de España.
¿Qué debe hacer Mariano Rajoy, como líder del PP?, muy sencillo quitarse a Arriola de encima y nombrar un equipo de tecnócratas del asunto, dirigidos por alguien con criterio y conocimiento como Costa, pero con un equipo colegiado, de expertos en propaganda y publicidad, sociología electoral y marketing político, auténticos estrategas que se conozcan las tácticas que está usando el PSOE para triunfar en las elecciones y las neutralicen con otras similares, golpe por golpe, ojo por ojo.
¿Qué mensaje debe emitir el PP? Sencillamente el contrario al PSOE de la disgregación y el desencuentro de los españoles. De forma resumida, hemos llegado hasta aquí, no estamos bien, vamos a dejarnos de buscar culpables –que los hay- y vamos a mirar al futuro, que nos queda mucho trabajo por delante con la crisis que nunca existió y los cinco millones de parados que tenemos por delante.
¿Qué contrapropaganda debe emitir el PP?, ninguna, no es necesario, debe jugar el papel del torero sabio, pases largos al PSOE, sin lucimientos ni veleidades y dejar que el manso se desangre con la acción del picador y los banderilleros –los medios de comunicación-, eso sí, al final de la campaña, con la estocada bien ensayada, esperar a que el toro junte las manos y no fallar en la suerte. A Zapatero ni nombrarlo, porque el mejor desprecio es no hacer aprecio. Esta vez se trata del PSOE, no de Zapatero, ¿entendido?
¿Algo más?, pues sí, que Mariano se quite la corbata y lleve la camisa sudada con unos buenos manchones bajo los alerones, para que parezca más humano, contando algunas anécdotas personales, utilizando la metáfora y la alegoría, y si es necesario algún refrán o chascarrillo castizo; ya se lo advertimos en las pasadas elecciones generales, no nos hizo ni puñetero caso, y así le fue. Todo aderezado con un discurso respetuoso y culto dedicado a los ciudadanos de este país que están hartos de que el imbécil de las cejas les considere idiotas. Un poquito de Manolo Escobar y Rock sinfónico, por aquello del retroprogresismo, tampoco sobra.
Y ya está, el PP de Mariano Rajoy, con los trajes de Camps y la mierda de los vídeos del PSOE, ya tiene ganadas las elecciones.
Que conste que lo hago por mi país, España, no por el PP, pero es que si vuelve a ganar el PSOE estamos perdidos, y para que este país no se quede sin futuro es necesario que gane el PP, luego ya veremos.
Jean Le Non
Aquellos que por primera vez hablaron de Libertad en nuestro país, de Igualdad entre los españoles –de todas las latitudes- y que sofocaron la invasión del francés en último término. Aquellos que pusieron por primera vez en nuestra nación La Ley por encima de todos y de todo. Sí, aquellos de los que nos han hecho olvidarnos para evitar comparaciones en el servicio a sus conciudadanos.
La Constitución de 1812, a pesar de sus altares y timideces, es un monumento singular a nuestra condición identitaria nacional, comparable a las derivadas de la Independencia de los Estados Unidos, las decisiones del Parlamento Rabadilla de Cromwell, o las consecuentes a la Revolución Francesa. En cualquier país se sienten orgullosos de sus signos de identidad jurídica y política, pero en el nuestro, durante los últimos años, la presión del PSOE y los nacionalismos y la anuencia del PP, nos han llevado al desconocimiento absoluto de lo que realmente somos los ciudadanos españoles, la contrapropaganda de nuestra identidad ha sido poderosa y se ha financiado con fondos públicos, para miseria de la clase política española. Hemos votado por los enemigos de lo que somos, y hemos permitido que nos hagan a la medida de sus intereses y beneficios.
Pero no me dispersaré que me emociono ante tanta insidia, hablábamos del PP, del Partido Popular actual, el más desnortado de la historia, guiado por el líder más inseguro e ineficaz de toda su existencia, asesorado por unos acomplejados próximos a las tesis del Gallardón del New Deal, por ejemplo Arriola, el jefe de todas las derrotas de los últimos años en el PP, que ha aconsejado un perfil bajo de reacción, amagando sin dar, y no mucho, esperando que el rival se deteriore en sus propios errores de Gobierno.
El error más grave que ha cometido el PP, incluso mayor que no haber sustituido a Mariano Rajoy por Esperanza Aguirre en el Congreso de Valencia-Bulgaria –para no importunar a Gallardón y los barones del partido- ha sido mantener al castrador Arriola –el marido de la dicharachera Celia Villalobos-, sociólogo del desastre de la derecha en este país, como maestro de ceremonias. ¿Qué opinarían ustedes de un cirujano al que se le mueren todos los pacientes?, ¿de un entrenador de futbol que hace que su equipo pierda todos los partidos?, pues lo mismo.
El que ha llevado al PP al ¿qué hacer? ha sido este individuo, no exclusivamente, eso es cierto, pero tiene la misma responsabilidad que el guionista de un fracaso teatral o de una película que nadie acude a ver, porque por muy buenos que sean los actores, un bodrio no lo aguanta cualquier hijo de vecino.
Sin Pedro Arriola el PP estaría mucho mejor, pero la estructura de tensiones que existe en el partido desde lo de Valencia-Bulgaria impide cualquier cambio, por qué sería interpretado como un gesto simbólico para la sucesión. A los delfines les interesa el fracaso de Mariano Rajoy, pero no a los españoles y ya está bien que prevalezcan más los intereses de su partido sobre los de la Historia de España.
¿Qué debe hacer Mariano Rajoy, como líder del PP?, muy sencillo quitarse a Arriola de encima y nombrar un equipo de tecnócratas del asunto, dirigidos por alguien con criterio y conocimiento como Costa, pero con un equipo colegiado, de expertos en propaganda y publicidad, sociología electoral y marketing político, auténticos estrategas que se conozcan las tácticas que está usando el PSOE para triunfar en las elecciones y las neutralicen con otras similares, golpe por golpe, ojo por ojo.
¿Qué mensaje debe emitir el PP? Sencillamente el contrario al PSOE de la disgregación y el desencuentro de los españoles. De forma resumida, hemos llegado hasta aquí, no estamos bien, vamos a dejarnos de buscar culpables –que los hay- y vamos a mirar al futuro, que nos queda mucho trabajo por delante con la crisis que nunca existió y los cinco millones de parados que tenemos por delante.
¿Qué contrapropaganda debe emitir el PP?, ninguna, no es necesario, debe jugar el papel del torero sabio, pases largos al PSOE, sin lucimientos ni veleidades y dejar que el manso se desangre con la acción del picador y los banderilleros –los medios de comunicación-, eso sí, al final de la campaña, con la estocada bien ensayada, esperar a que el toro junte las manos y no fallar en la suerte. A Zapatero ni nombrarlo, porque el mejor desprecio es no hacer aprecio. Esta vez se trata del PSOE, no de Zapatero, ¿entendido?
¿Algo más?, pues sí, que Mariano se quite la corbata y lleve la camisa sudada con unos buenos manchones bajo los alerones, para que parezca más humano, contando algunas anécdotas personales, utilizando la metáfora y la alegoría, y si es necesario algún refrán o chascarrillo castizo; ya se lo advertimos en las pasadas elecciones generales, no nos hizo ni puñetero caso, y así le fue. Todo aderezado con un discurso respetuoso y culto dedicado a los ciudadanos de este país que están hartos de que el imbécil de las cejas les considere idiotas. Un poquito de Manolo Escobar y Rock sinfónico, por aquello del retroprogresismo, tampoco sobra.
Y ya está, el PP de Mariano Rajoy, con los trajes de Camps y la mierda de los vídeos del PSOE, ya tiene ganadas las elecciones.
Que conste que lo hago por mi país, España, no por el PP, pero es que si vuelve a ganar el PSOE estamos perdidos, y para que este país no se quede sin futuro es necesario que gane el PP, luego ya veremos.
Jean Le Non