Tengo 3 hijos de 3, 5 y 7 años respectivamente. Cuando matriculamos en el colegio a los 2 mayores no sabíamos que existía el derecho de pedir la educación en la lengua materna desde los 2-3 años hasta 2º de primaria incluido (7-8 años) porque la Generalitat lo ocultaba. Hace 2 años me puse en contacto con la Asociación Tolerancia, donde me explicaron las quejas de otros padres y los derechos que nos asistían en la primera etapa de la enseñanza, a pesar de la Ley de Política Lingüística. También me dijeron que a partir de 3º de primaria ya no había nada que hacer y todo debía ser en catalán según la misma ley, cosa que no llego a entender si es que queremos la mejor formación posible para nuestros hijos.
Tras numerosas sentencias judiciales del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, escritos del Defensor del Pueblo y la presión de algunos medios de comunicación, este año la Generalitat, por primera vez, aunque no el formato debido (por lo que protesté ante el Sindic de Greuges), al menos puso una frase al final del folleto de inscripción (que casi pasaba desapercibida) en la que se decía que el que quisiera la educación en castellano para el primer ciclo de educación podía solicitarlo, y así lo hicimos para nuestra hija menor.
El día que empezó el curso de P3, la directora nos dijo que la clase sería en catalán pero que la profesora se dirigiría a nuestra hija en castellano y el material didáctico también sería en castellano para ella. La solución no era buena, pero tampoco hubiéramos querido una clase separada para nuestra hija. Pero al menos así, si la profesora cumplía con su deber, de vez en cuando nuestra hija escucharía algo en castellano en la clase, lo que también sería bueno para todos los niños.
El asunto del material didáctico (libros, ejercicios...) es especialmente importante para los cursos P-5, y 1º y 2º de primaria, cuando los niños aprenden a leer. Para nuestra hija mayor tuvimos que comprar todos los libros en catalán en 1º y en 2º de primaria. Además, hace unas semanas un día que la ayudé a hacer los deberes de una asignatura (que no era lengua catalana) y contestó en castellano, la profesora le dijo que debía responder en catalán. Escribí una carta a la directora, quién me confirmó que era así por ser el catalán la lengua vehicular. Le dije que quería hablar con la inspectora del colegio, cosa que hice a los pocos días.
Le expuse el caso a la inspectora y le solicité :
- que nuestra hija mayor pudiera responder (oralmente, en ejercicios, en exámenes,...) indistintamente en catalán o en castellano, como ella prefiriera.
- que nuestro hijo de cinco años que el próximo año empezará 1º de primaria pudiera tener en 1º y 2º los libros y el material escolar en castellano (igual que al parecer sí los tendrá la pequeña), ya que de no haber ocultado la Generalitat esta opción, también hubiéramos elegido la educación en castellano hasta 2º de primaria para los dos mayores.
La inspectora nos ha contestado que al parecer sí podremos tener libros en castellano para nuestro hijo cuando inicie 1º de primaria. Veremos.
También nos dijo que nuestra hija podría responder en castellano "esporádicamente". Le expuse que no entendía lo que quería decir "esporádicamente" ya que creo que es un derecho de todos (incluídos los niños) el expresarse en cualquiera de las 2 lenguas oficiales de los catalanes.
¿ Deberíamos estar alegres o agradecidos si es que lo cumplen ? No, en absoluto. Es nuestro derecho y nadie nos está haciendo un favor. Al contrario han querido por todas partes ocultar y negar nuestros derechos haciéndonos perder mucho tiempo en entrevistas, cartas, solicitudes,...
Hace dos años pedimos al colegio que nos enviaran la documentación en castellano. El equipo directivo dijo que no podía ser. En este caso no es un colegio público sino concertado, por lo que supongo que estaban en su derecho de hacer lo que quisieran. Al año siguiente lo pedimos de nuevo y por escrito, y esa vez, tras consultarlo con la inspectora del colegio les autorizaron a hacerlo, pero les dijeron que sólo lo hicieran para nosotros. Desde entonces el colegio así lo ha venido haciendo (en algunas ocasiones) cosa que sí les agradecemos tanto al propio colegio como a la inspectora, quién al parecer tiene competencias en decidir la lengua a emplear en la comunicación entre colegios concertados y los padres. ¿ No resulta curioso ?
Tal vez algunos dirán que el castellano no está "perseguido" en el sistema educativo catalán, pero desde luego no podrán negar que se lo intenta arrinconar y reducir a la mínima expresión mediante políticas muy bien diseñadas, que ponen todas las trabas posibles, y que utilizan a los propios centros concertados como guardianes, que a veces resultan ser aún más celosos en el cumplimiento de la inmersión lingüística en catalán que la propia Generalitat, ya que dependen de las subvenciones que ésta les da para su supervivencia.
Hasta podría estar de acuerdo en la inmersión lingüística en las escuelas, sino fuera porque detrás de esta estrategia está la creación de una separación mental entre la lengua "propia" (el catalán) y la que no es propia (el castellano). Eso sólo es el primer paso en un bombardeo constante (directo y subliminal) en temas de identidad nacional de Cataluña que pretende crear desde la infancia barreras ficticias con el resto de España.
Los niños son el futuro y los nacionalistas lo saben muy bien. Qué lástima que la mayoría de gente bien intencionada no se dé cuenta y se deje llevar, sin rebelarse ni protestar contra este sistema educativo perverso pensando que no tendrá consecuencias. Al tiempo.
Eduardo López
desde 2.006 en Internet
martes, 5 de diciembre de 2006
Concentración en Vitoria por el Día de la Constitución
Desde Ciudadanos en la Red nos adherimos al Manifiesto "La Paz es la Costitución".
Los colectivos cívicos Ciudadanía y Libertad, Iniciativa Ciudadana Basta Ya, COVITE, Foro de Ermua y Fundación por la Libertad han convocado un acto cívico conjunto el día 6 de diciembre, en Vitoria, con el lema "La paz es la Constitución" .
Se desarrollará dentro de los actos festivos y culturales que Ciudadanía y Libertad organiza en Vitoria, por quinto año consecutivo, para celebrar la fiesta de la Constitución. El lugar es la Plaza de Correos de Vitoria, el miércoles 6, a las 12:30 hs.
El acto será presentado por Ciudadanía y Libertad, y consistirá en la lectura de un breve manifiesto, a cargo de Fernando Savater (Basta Ya), titulado "La paz es la Constitución" . A continuación intervendrán Javier Urquizu, en nombre de COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco), y Mikel Buesa, en nombre del Foro Ermua.
Les adjuntamos el manifiesto "La Paz es la Constitución" :
"Queridas amigas, queridos amigos:
Nos hemos reunido aquí para celebrar el día de la Constitución, la fiesta máxima de nuestras libertades cívicas y nuestras garantías sociales. Además de una jornada de alegría, será bueno también que aprovechemos la fecha para hacer en común una reflexión sobre el significado de la Constitución y para reafirmarnos en su inequívoca defensa.
La Constitución es ante todo la garantía de la paz y la convivencia en nuestro Estado de Derecho. Quienes hemos vivido dentro de la Constitución todos estos años hemos vivido en paz: y quienes han muerto por defender la Constitución lo han hecho por mantener la paz frente a quienes buscaban imponer la tiranía por el camino del terror y el asesinato.
Se habla a veces hoy de conseguir por medio del diálogo un acuerdo de convivencia. Pero ésa es precisamente la mejor descripción de la Constitución: un acuerdo de convivencia conseguido por medio del diálogo parlamentario que luego ha ido siendo concretado y desarrollado en los diversos Estatutos de Autonomía. Quienes durante tantos años han atentado contra los ciudadanos respetuosos de la Constitución no buscan ni convivencia ni diálogo: sólo buscan imponer brutalmente su monólogo y doblegar a quienes no aceptan su conquista del poder por medio de la fuerza.
Los que hemos luchado tanto tiempo contra el terrorismo no lo hicimos meramente por razones humanitarias y por repugnancia moral ante el crimen, sino por la más pura y simple de las razones políticas: por defender la libertad de nuestro país contra quienes pretenden secuestrarla o intimidarnos para que renunciemos a ella.
Desde luego, queremos la paz: pero la paz no puede ser nunca mera ausencia de violencia, sino que debe ser presencia y vigencia de la Constitución, sin coacciones, extorsiones ni amenazas. Estamos dispuestos a aceptar como conciudadanos a cuantos se acojan a la norma constitucional pero no estamos dispuestos a suspender ni un solo día nuestro derecho de ciudadanos para complacer a los chantajistas del terror, que quieren reinventar el país como precio a renunciar a sus desmanes.
La paz debe ser el triunfo de la Constitución, que es la victoria de todos. El resto es imposición y sumisión a la locura sanguinaria de unos pocos o al oportunismo de quienes pretenden aprovecharse de esa herencia de pánico para obtener una hegemonía política que no podrían conseguir de otro modo.
¡Ciudadanos, larga vida a la Constitución! ¡Defendamos, hoy como ayer, la garantía de nuestras libertades!"
Basta Ya
Ciudadanía y Libertad
COVITE
Foro de Ermua
Fundación por la Libertad
Los colectivos cívicos Ciudadanía y Libertad, Iniciativa Ciudadana Basta Ya, COVITE, Foro de Ermua y Fundación por la Libertad han convocado un acto cívico conjunto el día 6 de diciembre, en Vitoria, con el lema "La paz es la Constitución" .
Se desarrollará dentro de los actos festivos y culturales que Ciudadanía y Libertad organiza en Vitoria, por quinto año consecutivo, para celebrar la fiesta de la Constitución. El lugar es la Plaza de Correos de Vitoria, el miércoles 6, a las 12:30 hs.
El acto será presentado por Ciudadanía y Libertad, y consistirá en la lectura de un breve manifiesto, a cargo de Fernando Savater (Basta Ya), titulado "La paz es la Constitución" . A continuación intervendrán Javier Urquizu, en nombre de COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco), y Mikel Buesa, en nombre del Foro Ermua.
Les adjuntamos el manifiesto "La Paz es la Constitución" :
"Queridas amigas, queridos amigos:
Nos hemos reunido aquí para celebrar el día de la Constitución, la fiesta máxima de nuestras libertades cívicas y nuestras garantías sociales. Además de una jornada de alegría, será bueno también que aprovechemos la fecha para hacer en común una reflexión sobre el significado de la Constitución y para reafirmarnos en su inequívoca defensa.
La Constitución es ante todo la garantía de la paz y la convivencia en nuestro Estado de Derecho. Quienes hemos vivido dentro de la Constitución todos estos años hemos vivido en paz: y quienes han muerto por defender la Constitución lo han hecho por mantener la paz frente a quienes buscaban imponer la tiranía por el camino del terror y el asesinato.
Se habla a veces hoy de conseguir por medio del diálogo un acuerdo de convivencia. Pero ésa es precisamente la mejor descripción de la Constitución: un acuerdo de convivencia conseguido por medio del diálogo parlamentario que luego ha ido siendo concretado y desarrollado en los diversos Estatutos de Autonomía. Quienes durante tantos años han atentado contra los ciudadanos respetuosos de la Constitución no buscan ni convivencia ni diálogo: sólo buscan imponer brutalmente su monólogo y doblegar a quienes no aceptan su conquista del poder por medio de la fuerza.
Los que hemos luchado tanto tiempo contra el terrorismo no lo hicimos meramente por razones humanitarias y por repugnancia moral ante el crimen, sino por la más pura y simple de las razones políticas: por defender la libertad de nuestro país contra quienes pretenden secuestrarla o intimidarnos para que renunciemos a ella.
Desde luego, queremos la paz: pero la paz no puede ser nunca mera ausencia de violencia, sino que debe ser presencia y vigencia de la Constitución, sin coacciones, extorsiones ni amenazas. Estamos dispuestos a aceptar como conciudadanos a cuantos se acojan a la norma constitucional pero no estamos dispuestos a suspender ni un solo día nuestro derecho de ciudadanos para complacer a los chantajistas del terror, que quieren reinventar el país como precio a renunciar a sus desmanes.
La paz debe ser el triunfo de la Constitución, que es la victoria de todos. El resto es imposición y sumisión a la locura sanguinaria de unos pocos o al oportunismo de quienes pretenden aprovecharse de esa herencia de pánico para obtener una hegemonía política que no podrían conseguir de otro modo.
¡Ciudadanos, larga vida a la Constitución! ¡Defendamos, hoy como ayer, la garantía de nuestras libertades!"
Basta Ya
Ciudadanía y Libertad
COVITE
Foro de Ermua
Fundación por la Libertad
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Ciudadanos en España
A quiénes usan la Constitución para dividir a los españoles
Una parte del Psoe utiliza la Constitución de 1.978 para enfrentar y dividir a los ciudadanos.
El secretario federal de Política Municipal y Libertades Públicas del PSOE, Álvaro Cuesta, ha presentado un manifiesto sobre la laicidad, pretendiendo que es “oficial" de su partido, aunque al acto de presentación no acudió ningún miembro del Gobierno.
Más que una defensa de la laicidad (como sistema político que garantice la separación entre lo religioso o cualquier tipo de convicciones personales y el estado), lo que ensalza dicho manifiesto es un laicismo agresivo y polemista, que ya nadie defiende en el mundo, ni siquiera Francia, quien inventó el concepto con la Ley de 1.905.
En un deseo evidente de utilizar el texto constitucional para dividir y crear confrontación política, Cuesta afirma que “la Constitución está impregnada en un principio de laicidad", lo que es falso, pues lo que se alcanzó en 1.978 fue un equilibrio sutil a través del consenso por un estado aconfesional. Cuesta también considera “fundamentalista” cualquier religión monoteísta, en una clara muestra de convicciones anticlericales que nos hace retroceder a la dialéctica guerracivilista.
Este enfoque participa de la visión del presidente Rodríguez, quien, probablemente y escondiendo la mano, ha autorizado semejante iniciativa, consistente en cuestionar la transición democrática y sustituirla por la referencia a 1.931. A quienes interpretan el texto constitucional de forma tan sesgada, precisamente dos días antes del 6 de diciembre, les mueve el rencor y la frustración, quejándose, casi treinta años después, de que el pacto democrático que se gestó entonces, en nombre de la reconciliación, no se fundamentase exclusivamente en valores de la izquierda.
Y naturalmente, como en casi todo desde hace dos años, este gobierno y sus satélites no miran hacia los países civilizados de nuestro entorno, sino hacia el pasado, el de la contienda entre españoles preferentemente. Y no se dan cuenta, o no quieren hacerlo, de que la tendencia en democracias maduras es bien distinta: en Francia, el diálogo con las religiones -desde los valores de la república- es prioritario, y tanto la derecha como la izquierda moderadas proponen por ejemplo el acompañamiento de la organización de un islam francés (seis millones de personas profesan ese culto allí), con el propósito de alejarlo de tentaciones saudíes y radicales. Con la iglesia católica, el culto reformado y el judaísmo, hace ya tiempo que la relación del estado es fluida, apacible y constructiva, desde el punto de encuentro común en torno al respeto de los derechos humanos.
Ésa es la laicidad moderna y de sentido común, la del siglo 21, mientras los soldaditos de Rodríguez pretenden devolvernos al laicismo militante del 19. En Alemania o en Inglaterra, ese diálogo es todavía más intenso, en nombre de concepciones de estado aconfesional, pero atento a las cuestiones religiosas, más próximas al espíritu de nuestra constitución que a la laicidad de la república gala.
En fin, referencias decentes e interesantes hay muchas entre nuestros vecinos, países cuyas trayectorias democráticas, con sus errores y defectos, son envidiables para nosotros. Pero no. Miremos hacia atrás, dicen algunos, y cuando se acerca la conmemoración de la Constitución, saquemos algún tema que nos permita recordar nuestras guerras fratricidas, insistamos en lo que nos separa, y no en lo que nos une.
Al fin y al cabo, para eso hemos ganado (accidentalmente), el 14 M de 2004. Para la discordia.
El secretario federal de Política Municipal y Libertades Públicas del PSOE, Álvaro Cuesta, ha presentado un manifiesto sobre la laicidad, pretendiendo que es “oficial" de su partido, aunque al acto de presentación no acudió ningún miembro del Gobierno.
Más que una defensa de la laicidad (como sistema político que garantice la separación entre lo religioso o cualquier tipo de convicciones personales y el estado), lo que ensalza dicho manifiesto es un laicismo agresivo y polemista, que ya nadie defiende en el mundo, ni siquiera Francia, quien inventó el concepto con la Ley de 1.905.
En un deseo evidente de utilizar el texto constitucional para dividir y crear confrontación política, Cuesta afirma que “la Constitución está impregnada en un principio de laicidad", lo que es falso, pues lo que se alcanzó en 1.978 fue un equilibrio sutil a través del consenso por un estado aconfesional. Cuesta también considera “fundamentalista” cualquier religión monoteísta, en una clara muestra de convicciones anticlericales que nos hace retroceder a la dialéctica guerracivilista.
Este enfoque participa de la visión del presidente Rodríguez, quien, probablemente y escondiendo la mano, ha autorizado semejante iniciativa, consistente en cuestionar la transición democrática y sustituirla por la referencia a 1.931. A quienes interpretan el texto constitucional de forma tan sesgada, precisamente dos días antes del 6 de diciembre, les mueve el rencor y la frustración, quejándose, casi treinta años después, de que el pacto democrático que se gestó entonces, en nombre de la reconciliación, no se fundamentase exclusivamente en valores de la izquierda.
Y naturalmente, como en casi todo desde hace dos años, este gobierno y sus satélites no miran hacia los países civilizados de nuestro entorno, sino hacia el pasado, el de la contienda entre españoles preferentemente. Y no se dan cuenta, o no quieren hacerlo, de que la tendencia en democracias maduras es bien distinta: en Francia, el diálogo con las religiones -desde los valores de la república- es prioritario, y tanto la derecha como la izquierda moderadas proponen por ejemplo el acompañamiento de la organización de un islam francés (seis millones de personas profesan ese culto allí), con el propósito de alejarlo de tentaciones saudíes y radicales. Con la iglesia católica, el culto reformado y el judaísmo, hace ya tiempo que la relación del estado es fluida, apacible y constructiva, desde el punto de encuentro común en torno al respeto de los derechos humanos.
Ésa es la laicidad moderna y de sentido común, la del siglo 21, mientras los soldaditos de Rodríguez pretenden devolvernos al laicismo militante del 19. En Alemania o en Inglaterra, ese diálogo es todavía más intenso, en nombre de concepciones de estado aconfesional, pero atento a las cuestiones religiosas, más próximas al espíritu de nuestra constitución que a la laicidad de la república gala.
En fin, referencias decentes e interesantes hay muchas entre nuestros vecinos, países cuyas trayectorias democráticas, con sus errores y defectos, son envidiables para nosotros. Pero no. Miremos hacia atrás, dicen algunos, y cuando se acerca la conmemoración de la Constitución, saquemos algún tema que nos permita recordar nuestras guerras fratricidas, insistamos en lo que nos separa, y no en lo que nos une.
Al fin y al cabo, para eso hemos ganado (accidentalmente), el 14 M de 2004. Para la discordia.
Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales
El excepcional sentido común de Tom Paine
Thomas Paine, nace en Thetford (Inglaterra), en el año 1737, el hogar que le acoge, estaba formado por un corsetero cuáquero y su mujer anglicana. Durante los primeros años, recibe escasa educación, aunque asiste a la escuela local hasta los 13 años, edad en la que comienza su vida laboral. Fue complementando su aprendizaje por su cuenta, con un profundo amor por el conocimiento, y la libertad mental que este le procuraba.
Trabajó en diversos oficios, sin mayor fortuna, desde hacer manufacturas textiles hasta perseguir contrabandistas. Su ilustración fue autónoma y singular, sin maestros, ni universidades.
Por casualidad conoce a Benjamín Franklin en Inglaterra, y este le convence de las oportunidades que surgen en una sociedad nueva como la norteamericana, para alguien con inquietudes como él, por lo que decide embarcarse en su aventura de ultramar, arribando a Filadelfia en 1774, cuando tenía poco más de cuarenta años.
Para salir adelante, y gracias a las recomendaciones del inventor del pararrayos, se establece como redactor exclusivo (aunque eso sí, con numerosos seudónimos), del Pennsylvania Magazine or American Museum, uno de los primeros periódicos de las colonias.
En los meses siguientes, publica numerosos opúsculos, entre los que destaca: “Esclavitud africana en América”, en los que invita a la comunidad de Filadelfia a la rebeldía y secesión de la Corona británica. Fueron tiempos de exaltación ciudadana, ron y rebeldía.
Al estallar los primeros conatos de protesta de los colonos contra la metrópolis, por los elevados impuestos que requería la Corona, Tom Paine, inicia una furibunda carrera contra el tiempo, realizando una serie de textos en los que desarrolla una impresionante declamación de los valores ciudadanos y en los que incita a sus vecinos a levantarse contra el opresor. Escribe sin darse descanso, en plena locura creadora, manifestando su veneración por la libertad, y un inmenso respeto por la dignidad humana.
De aquel brote de entusiasmo, surge “Common Sense” (Sentido Común), la obra fundamental en la formación de opinión de los americanos, que les conduce a la decisión de declarar su independencia ante los británicos.
Era un pequeño panfleto, asequible, populista, sincero, en el que se expresaba que la cuestión esencial no era rechazar los aranceles e impuestos, sino buscar la soberanía plena de la metrópolis, y sustituir el “guante de hierro” del rey, por una república democrática e independiente en las colonias.
SENTIDO COMUN
Cito algunas palabras de J. Brian Phillips, que provienen de su magnífico ensayo “La Revolución de Tom Paine”, cuando nos habla de Sentido Común:
“El Gobierno, aún en su mejor estado, es un mal necesario; pero en su peor estado, es intolerable”.
“El propósito del gobierno ha de ser garantizar la seguridad de la ciudadanía, es decir, protegiendo sus derechos”
Sobre la forma de gobierno que debería adoptar América tras la guerra, considera lo siguiente: "Extraigo mi idea de la forma de gobierno de un principio de la naturaleza ... que cuanto más simple es una cosa, está menos expuesta a ser desordenada, y más fácil es repararla, cuando está desordenada"
A aquellos que urgían la conciliación, por qué Inglaterra era la "madre patria", Paine les contestó: "Incluso los brutos no devoran a sus hijos, ni los salvajes hacen la guerra a sus familias".
Paine, se convierte en el adalid de la Independencia de las colonias, cuando pronuncia la frase crucial: “la autoridad británica sobre este continente, es una forma de gobierno, que tarde o temprano debe llegar a su fin".
Los leales a la Corona, reaccionaron rápidamente contra “Sentido Común”, considerando al panfletista como un ignorante de la historia moderna y del pensamiento político, con una mezquina perspectiva del futuro. Los legales, consideraban que los esclavos negros, los cuáqueros, y otros pacifistas no respaldarían el esfuerzo de la guerra, si esta se iniciaba.
Charles Inglis, por ejemplo, sostenía que la concepción de hombre de Paine es inherente a la bondad, como era la de Rousseau, y que era tan defectuosa como la opinión Hobbesiana, de que sólo la fuerza y la violencia podrían inducir a los hombres a vivir bajo un gobierno.
Por mucho que los continuistas despreciaran a Paine, los partidarios de la Revolución le tenían en su más alto aprecio. John Adams, le llamaría más tarde: "blasfemo insolente de las cosas sagradas, pero defensor de la trascendencia de todo lo que es bueno....".
Los americanos más afortunados, sentían miedo de que las ideas de Paine fueran demasiado democráticas, de que apoyara la redistribución de la riqueza, y el comunismo. Paine, sin embargo, nunca promovió el reparto de la riqueza, al contrario, fue un apasionado partidario del libre mercado.
A pesar de estas críticas, “Sentido Común”, generó una influencia sin precedentes en las mentes de los colonos, y en pocos meses se editaron más de medio millón de copias, que fueron leídas por casi todos sus compatriotas,(sólo 3 millones habitaban las colonias).
Mientras los defensores de la lealtad monárquica le buscaban para ahorcarle en la plaza pública, a los seis meses de la publicación del panfleto, el 4 de julio de 1776, se reunieron en Filadelfia los delegados de las trece colonias sediciosas, y firmaron la Declaración de Independencia. Thomas Jefferson, su principal redactor, había consultado con Tom Paine el texto definitivo.
LA GUERRA DE SECESION
La guerra de emancipación de las colonias duró cinco largos años, en los que Tom Paine siguió sin interrupción su propia revolución personal, arengando a las tropas y los mandos desmoralizados, acompañando a los rebeldes en su conjura, informando de las victorias, endulzando las derrotas, y escribiendo su obra más conocida: "La Crisis Americana", que fue publicada por entregas.
Como reconoció posteriormente George Washington, cuando sus tropas estaban a punto de desertar y aceptar la derrota, llego providencialmente el nuevo panfleto de Paine, y el general obligó a todos sus soldados a escucharlo y reflexionar, lo que les devolvió el ánimo insurgente y la tenacidad suficiente para alcanzar la victoria final.
Cómo nos relata con maestría, Antonio Escohotado , en un comentario al libro de Howard Fast: “El ciudadano Tom Paine”, (que puede leerse completo en nuestra sección de Textos Ciudadanos), “para cuando la guerra concluye, Paine era el hombre más leído de Occidente, y seguía sin un penique. Siempre le pareció incorrecto cobrar derechos de autor que encareciesen el precio de los panfletos y entorpecieran así la difusión de su pensamiento”
REGRESO A EUROPA
El siguiente acto decisivo de Paine, tras la independencia norteamericana, fue retornar a Inglaterra, llegando a convencer al primer ministro, William Pitt, de que la declaración de guerra a la Francia revolucionaria, traería una insoportable elevación de impuestos, y miserias para el pueblo, y así evitar el conflicto que posiblemente hubiera acabado con la Revolución Francesa en sus comienzos.
Posteriormente publica otro panfleto, quizás todavía más famoso, “Los derechos del hombre” (1791), que conmocionó de inmediato a los europeos a ambos lados del Canal de la Mancha, pero ésto le ocasiona de nuevo enemistades en la Corte.
Esta obra, dirigida también contra los alegatos de Edmund Burke, que se había opuesto a la Revolución francesa, es posiblemente una de las más importantes obras del librepensamiento.
Escapando al verdugo inglés, se dirige a Francia donde resulta elegido miembro de la Convención, y continúa su actividad política, esforzándose por evitar la ejecución de Luis XVI, y oponiéndose con vehemencia al Régimen del Terror, por lo que acaba encarcelado por Robespierre, que le hubiese deportado, de no ser que el embajador norteamericano, (y el propio Washington), no hubiesen decidido mantenerle a distancia.
Indignado por la trivialidad del tímido culto a la racionalidad de los revolucionarios franceses, Paine escribe en la cárcel un impresionante alegato a favor del deismo, “La edad de la razón” (1794), que provoca el odio de los jacobinos y el de todos los seguidores de las religiones positivas. El espíritu anticlerical de Tom Paine se manifiesta en plenitud, pues a pesar de admitir la existencia de Dios, proclama las contradicciones de la Biblia, como antes había hecho Voltaire y rechaza su brutalidad y crueldad, anunciando las múltiples y enfrentadas lecturas que ha suscitado en creyentes de todas las conversiones.
Niega el carácter revelado de la verdad divina, considera la existencia de Jesucristo como un mito y que todas las iglesias habidas y posibles, no son más que invenciones humanas, máquinas de poder, que sirven al despotismo y la avaricia de los clérigos. Ante las críticas recibidas, pronunciaa la célebre frase: "mi única iglesia es mi propia mente".
REGRESO A AMERICA
En 1801, se vuelve a jugar la vida, rechazando la oferta de un ferviente admirador, (el general Bonaparte, que le pedía ayuda para derrocar la monarquía inglesa) y regresa a Norteamérica, donde su gran amigo, Thomas Jefferson, había sido nombrado presidente.
Por lo demás, como nos recuerda Escohotado, el futuro seguirá haciéndole caso. El fruto más ambicioso de su vida, “Los derechos del hombre”, propone superar “el gobierno arbitrario”, estableciendo su propuesta sobre una exaltación de la libertad personal, que por su propio interés, sea capaz de procurar algunas conquistas sociales irrenunciables: educación gratuita, pensiones de jubilación y obras públicas para los desempleados, todo ello con cargo a un impuesto progresivo sobre la renta.
Estos sediciosos e inviables planes, fueron expuestos por Tom Paine, a comienzos de 1791. Tres años más tarde, publica uno de sus últimos panfletos, “Justicia Agraria”, en el que habla de justicia social y la redistribución de la tierra.
Ni siquiera su amistad con el primer hombre de la nueva nación americana, le evitó seguir padeciendo persecuciones hasta su muerte, justo un año antes de que esta ocurriera, no se le permitió votar, alegando que era un extranjero; la soledad y la pobreza contemplaron sus últimos días, en su casa de Grenwich Village, en la ciudad de Nueva York, abandonando este mundo el 8 de Junio de 1809.
Cuenta la leyenda, extendida por sus detractores, que el mismo día de su muerte dos hombres de Dios, se presentaron ante su lecho y le indujeron a morir en gracia de Dios; nada que ver con lo que refiere Bertrand Russell, cuando explica que ésto nunca ocurrió, pues al ver a los clérigos ante él, implorando por su conversión, pronunció una frase histórica: “déjenme sólo, buenos días”.
Era el traidor por excelencia, “el traidor”, que había minado la autoridad sagrada de los autócratas y las sectas políticas, económicas y religiosas de su época, incluso, las que se atribuían la consideración de revolucionarias, y solo eran arribistas.
Resulta curioso ver como se entrecruzan los destinos, pues en aquella época encontramos otro personaje, que es precisamente la imagen simétrica de Paine, y posiblemente hayan coincidido en París, me refiero a Fouché, quizás la mejor representación de la inteligencia y la depravación social, al servicio de sus propios intereses, la imagen más ejemplar del arribismo y la traición política, que tanto nos recuerda a la casta política de nuestra época.
La Revolución de Tom Paine, iba más allá del sentido común, al contrario que ocurrió con sus coetáneos, se completó primero en sí mismo, y sólo cuando concluyó en su interior, se pudo hacer social, y trascendente; a partir de entonces, los detractores callaron, y sólo sus admiradores, que somos muchos, invocamos su memoria y anhelamos su influencia.
Enrique Suárez Retuerta
Trabajó en diversos oficios, sin mayor fortuna, desde hacer manufacturas textiles hasta perseguir contrabandistas. Su ilustración fue autónoma y singular, sin maestros, ni universidades.
Por casualidad conoce a Benjamín Franklin en Inglaterra, y este le convence de las oportunidades que surgen en una sociedad nueva como la norteamericana, para alguien con inquietudes como él, por lo que decide embarcarse en su aventura de ultramar, arribando a Filadelfia en 1774, cuando tenía poco más de cuarenta años.
Para salir adelante, y gracias a las recomendaciones del inventor del pararrayos, se establece como redactor exclusivo (aunque eso sí, con numerosos seudónimos), del Pennsylvania Magazine or American Museum, uno de los primeros periódicos de las colonias.
En los meses siguientes, publica numerosos opúsculos, entre los que destaca: “Esclavitud africana en América”, en los que invita a la comunidad de Filadelfia a la rebeldía y secesión de la Corona británica. Fueron tiempos de exaltación ciudadana, ron y rebeldía.
Al estallar los primeros conatos de protesta de los colonos contra la metrópolis, por los elevados impuestos que requería la Corona, Tom Paine, inicia una furibunda carrera contra el tiempo, realizando una serie de textos en los que desarrolla una impresionante declamación de los valores ciudadanos y en los que incita a sus vecinos a levantarse contra el opresor. Escribe sin darse descanso, en plena locura creadora, manifestando su veneración por la libertad, y un inmenso respeto por la dignidad humana.
De aquel brote de entusiasmo, surge “Common Sense” (Sentido Común), la obra fundamental en la formación de opinión de los americanos, que les conduce a la decisión de declarar su independencia ante los británicos.
Era un pequeño panfleto, asequible, populista, sincero, en el que se expresaba que la cuestión esencial no era rechazar los aranceles e impuestos, sino buscar la soberanía plena de la metrópolis, y sustituir el “guante de hierro” del rey, por una república democrática e independiente en las colonias.
SENTIDO COMUN
Cito algunas palabras de J. Brian Phillips, que provienen de su magnífico ensayo “La Revolución de Tom Paine”, cuando nos habla de Sentido Común:
“El Gobierno, aún en su mejor estado, es un mal necesario; pero en su peor estado, es intolerable”.
“El propósito del gobierno ha de ser garantizar la seguridad de la ciudadanía, es decir, protegiendo sus derechos”
Sobre la forma de gobierno que debería adoptar América tras la guerra, considera lo siguiente: "Extraigo mi idea de la forma de gobierno de un principio de la naturaleza ... que cuanto más simple es una cosa, está menos expuesta a ser desordenada, y más fácil es repararla, cuando está desordenada"
A aquellos que urgían la conciliación, por qué Inglaterra era la "madre patria", Paine les contestó: "Incluso los brutos no devoran a sus hijos, ni los salvajes hacen la guerra a sus familias".
Paine, se convierte en el adalid de la Independencia de las colonias, cuando pronuncia la frase crucial: “la autoridad británica sobre este continente, es una forma de gobierno, que tarde o temprano debe llegar a su fin".
Los leales a la Corona, reaccionaron rápidamente contra “Sentido Común”, considerando al panfletista como un ignorante de la historia moderna y del pensamiento político, con una mezquina perspectiva del futuro. Los legales, consideraban que los esclavos negros, los cuáqueros, y otros pacifistas no respaldarían el esfuerzo de la guerra, si esta se iniciaba.
Charles Inglis, por ejemplo, sostenía que la concepción de hombre de Paine es inherente a la bondad, como era la de Rousseau, y que era tan defectuosa como la opinión Hobbesiana, de que sólo la fuerza y la violencia podrían inducir a los hombres a vivir bajo un gobierno.
Por mucho que los continuistas despreciaran a Paine, los partidarios de la Revolución le tenían en su más alto aprecio. John Adams, le llamaría más tarde: "blasfemo insolente de las cosas sagradas, pero defensor de la trascendencia de todo lo que es bueno....".
Los americanos más afortunados, sentían miedo de que las ideas de Paine fueran demasiado democráticas, de que apoyara la redistribución de la riqueza, y el comunismo. Paine, sin embargo, nunca promovió el reparto de la riqueza, al contrario, fue un apasionado partidario del libre mercado.
A pesar de estas críticas, “Sentido Común”, generó una influencia sin precedentes en las mentes de los colonos, y en pocos meses se editaron más de medio millón de copias, que fueron leídas por casi todos sus compatriotas,(sólo 3 millones habitaban las colonias).
Mientras los defensores de la lealtad monárquica le buscaban para ahorcarle en la plaza pública, a los seis meses de la publicación del panfleto, el 4 de julio de 1776, se reunieron en Filadelfia los delegados de las trece colonias sediciosas, y firmaron la Declaración de Independencia. Thomas Jefferson, su principal redactor, había consultado con Tom Paine el texto definitivo.
LA GUERRA DE SECESION
La guerra de emancipación de las colonias duró cinco largos años, en los que Tom Paine siguió sin interrupción su propia revolución personal, arengando a las tropas y los mandos desmoralizados, acompañando a los rebeldes en su conjura, informando de las victorias, endulzando las derrotas, y escribiendo su obra más conocida: "La Crisis Americana", que fue publicada por entregas.
Como reconoció posteriormente George Washington, cuando sus tropas estaban a punto de desertar y aceptar la derrota, llego providencialmente el nuevo panfleto de Paine, y el general obligó a todos sus soldados a escucharlo y reflexionar, lo que les devolvió el ánimo insurgente y la tenacidad suficiente para alcanzar la victoria final.
Cómo nos relata con maestría, Antonio Escohotado , en un comentario al libro de Howard Fast: “El ciudadano Tom Paine”, (que puede leerse completo en nuestra sección de Textos Ciudadanos), “para cuando la guerra concluye, Paine era el hombre más leído de Occidente, y seguía sin un penique. Siempre le pareció incorrecto cobrar derechos de autor que encareciesen el precio de los panfletos y entorpecieran así la difusión de su pensamiento”
REGRESO A EUROPA
El siguiente acto decisivo de Paine, tras la independencia norteamericana, fue retornar a Inglaterra, llegando a convencer al primer ministro, William Pitt, de que la declaración de guerra a la Francia revolucionaria, traería una insoportable elevación de impuestos, y miserias para el pueblo, y así evitar el conflicto que posiblemente hubiera acabado con la Revolución Francesa en sus comienzos.
Posteriormente publica otro panfleto, quizás todavía más famoso, “Los derechos del hombre” (1791), que conmocionó de inmediato a los europeos a ambos lados del Canal de la Mancha, pero ésto le ocasiona de nuevo enemistades en la Corte.
Esta obra, dirigida también contra los alegatos de Edmund Burke, que se había opuesto a la Revolución francesa, es posiblemente una de las más importantes obras del librepensamiento.
Escapando al verdugo inglés, se dirige a Francia donde resulta elegido miembro de la Convención, y continúa su actividad política, esforzándose por evitar la ejecución de Luis XVI, y oponiéndose con vehemencia al Régimen del Terror, por lo que acaba encarcelado por Robespierre, que le hubiese deportado, de no ser que el embajador norteamericano, (y el propio Washington), no hubiesen decidido mantenerle a distancia.
Indignado por la trivialidad del tímido culto a la racionalidad de los revolucionarios franceses, Paine escribe en la cárcel un impresionante alegato a favor del deismo, “La edad de la razón” (1794), que provoca el odio de los jacobinos y el de todos los seguidores de las religiones positivas. El espíritu anticlerical de Tom Paine se manifiesta en plenitud, pues a pesar de admitir la existencia de Dios, proclama las contradicciones de la Biblia, como antes había hecho Voltaire y rechaza su brutalidad y crueldad, anunciando las múltiples y enfrentadas lecturas que ha suscitado en creyentes de todas las conversiones.
Niega el carácter revelado de la verdad divina, considera la existencia de Jesucristo como un mito y que todas las iglesias habidas y posibles, no son más que invenciones humanas, máquinas de poder, que sirven al despotismo y la avaricia de los clérigos. Ante las críticas recibidas, pronunciaa la célebre frase: "mi única iglesia es mi propia mente".
REGRESO A AMERICA
En 1801, se vuelve a jugar la vida, rechazando la oferta de un ferviente admirador, (el general Bonaparte, que le pedía ayuda para derrocar la monarquía inglesa) y regresa a Norteamérica, donde su gran amigo, Thomas Jefferson, había sido nombrado presidente.
Por lo demás, como nos recuerda Escohotado, el futuro seguirá haciéndole caso. El fruto más ambicioso de su vida, “Los derechos del hombre”, propone superar “el gobierno arbitrario”, estableciendo su propuesta sobre una exaltación de la libertad personal, que por su propio interés, sea capaz de procurar algunas conquistas sociales irrenunciables: educación gratuita, pensiones de jubilación y obras públicas para los desempleados, todo ello con cargo a un impuesto progresivo sobre la renta.
Estos sediciosos e inviables planes, fueron expuestos por Tom Paine, a comienzos de 1791. Tres años más tarde, publica uno de sus últimos panfletos, “Justicia Agraria”, en el que habla de justicia social y la redistribución de la tierra.
Ni siquiera su amistad con el primer hombre de la nueva nación americana, le evitó seguir padeciendo persecuciones hasta su muerte, justo un año antes de que esta ocurriera, no se le permitió votar, alegando que era un extranjero; la soledad y la pobreza contemplaron sus últimos días, en su casa de Grenwich Village, en la ciudad de Nueva York, abandonando este mundo el 8 de Junio de 1809.
Cuenta la leyenda, extendida por sus detractores, que el mismo día de su muerte dos hombres de Dios, se presentaron ante su lecho y le indujeron a morir en gracia de Dios; nada que ver con lo que refiere Bertrand Russell, cuando explica que ésto nunca ocurrió, pues al ver a los clérigos ante él, implorando por su conversión, pronunció una frase histórica: “déjenme sólo, buenos días”.
Era el traidor por excelencia, “el traidor”, que había minado la autoridad sagrada de los autócratas y las sectas políticas, económicas y religiosas de su época, incluso, las que se atribuían la consideración de revolucionarias, y solo eran arribistas.
Resulta curioso ver como se entrecruzan los destinos, pues en aquella época encontramos otro personaje, que es precisamente la imagen simétrica de Paine, y posiblemente hayan coincidido en París, me refiero a Fouché, quizás la mejor representación de la inteligencia y la depravación social, al servicio de sus propios intereses, la imagen más ejemplar del arribismo y la traición política, que tanto nos recuerda a la casta política de nuestra época.
La Revolución de Tom Paine, iba más allá del sentido común, al contrario que ocurrió con sus coetáneos, se completó primero en sí mismo, y sólo cuando concluyó en su interior, se pudo hacer social, y trascendente; a partir de entonces, los detractores callaron, y sólo sus admiradores, que somos muchos, invocamos su memoria y anhelamos su influencia.
Enrique Suárez Retuerta
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