Uno de los sectores sociales que se verá más afectado por la crisis económica y política en la que estamos viviendo será la sanidad pública. El sector privado de la sanidad en España es subsidiario de la pública, por lo que puede incluirse como apéndice del común.
Los problemas de la sanidad española son múltiples y complejos, derivados de la ineptitud gestora de los políticos que se han acantonado en los puestos de dirección para defender los intereses del Gobierno de Rodríguez Zapatero o de los Presidentes de las autonomías que les pagan los sueldos cada mes.
Hay lugares en los que la detracción de recursos públicos para organizar delirios particulares de los políticos están trayendo graves consecuencias sobre el bienestar de los ciudadanos, sobre su seguridad sanitaria y sobre las posibilidades de mantenimiento en el futuro de un nivel de prestaciones equivalente al actual.
La realidad es que la sanidad se está privatizando, algo que no debería resultar alarmante en un país normal, en España resulta casi un acto criminal, porque la externalización de recursos sanitarios en realidad oculta una operación mercantil que beneficia a los favorecidos por el régimen socialista, popular o nacionalista, según ubicación y circunstancia.
En el año 2.000 la cobertura sanitaria era prácticamente universal, en la mayoría de las comunidades autónomas, tanto en oferta de recursos como en demanda de los mismos. En oferta porque el Estado procuraba recursos completos, desde la atención sanitaria directa hasta todos las atenciones complementarias que requiere, en demanda porque los ciudadanos sólo por ser españoles tenían asegurada la asistencia completa de sus problemas por el servicio nacional de salud.
Con la transferencia autonómica de los recursos se han producido numerosas desviaciones y peculiaridades gestoras, que expuestas con claridad ponen los pelos de punta a cualquier ciudadano medianamente informado.
La sanidad está tremendamente politizada, posiblemente sea el sector público más politizado. La gestión sanitaria no tiene como prioridad la asistencia de los ciudadanos, porque cada vez presenta más metástasis políticas, que en realidad busca defender la cara del régimen correspondiente, en un alarde de propaganda y ocultación.
Es cierto que el Ministerio de Sanidad se ha quedado como testimonial en la gestión de los recursos sanitarios, pero el Gobierno español es responsable de todos y cada uno de los problemas sanitarios de nuestro país. Sean por falta de recursos, sea por desviación de los mismos, o sea por que los negocios prevalecen sobre los intereses de los ciudadanos.
En estos momentos se están haciendo grandes negocios en sanidad a espaldas de los ciudadanos, porque de la transferencia de recursos del Estado a las Autonomías, se ha pasado a la transferencia de recursos de las Autonomías al mercado, al mundo de los negocios.
Algunas de las operaciones mercantiles que se están haciendo con los recursos de la sanidad pública son las siguientes:
Grandes operaciones inmobiliarias, como ubicar un hospital o centro de salud en determinado lugar y comprar previamente los terrenos circundantes previo chivatazo a los amigos, porque incrementarán inmediatamente su valor.
Conceder rescisiones de medicamentos de demostrada eficacia a determinados laboratorios, para que dos años después saquen una molécula similar a un precio diez veces mayor que los originales. Permitir la incorporación de nuevas sustancias de utilidad no suficientemente demostrada.
Privatización de servicios sanitarios como todos los relacionados con los servicios parasanitarios, el transporte, la limpieza, la seguridad, concedidos a empresarios próximos a las causas particulares de cada autonomía.
Restricción de la incorporación de nuevos profesionales sanitarios, con la intención de realizar contratos con profesionales de otros países que acepten gustosos la proletarización laboral en su incorporación al sistema.
Permitir por parte del Estado la publicidad engañosa de los nutricéuticos, alimentos que llevan incorporadas sustancias que supuestamente son beneficiosas para la salud, sin haber realizado suficientes contrastes científicos de su eficacia. Cuenten diez anuncios televisivos en cualquier cadena y descubrirán que casi un 50 % están relacionados con la salud, especialmente en las emisiones matinales que tienen una audiencia de mayor edad y con más problemas de salud.
Un fuerte crecimiento del sector de la parafarmacia, devolviendo la ciencia médica a la época de la creencia irracional, porque la diferencia entre una sustancia eficaz contrastada, y otras sustancias que posiblemente sean beneficiosas, es la misma que la de seguir con vida o morirse de forma extraña.
La sanidad no se libra de la contaminación política, al contrario, cada día se está haciendo más incisiva y agresiva, sin que ninguna asociación sanitaria o de consumidores diga absolutamente nada, porque todas son dependientes del Gobierno y tienen su silencio comprado y asegurado desde los órganos de gestión y concesión de subvenciones.
Se está produciendo una estafa sanitaria a los ciudadanos de este país, un signo más del deterioro irreversible del Estado, de la degeneración de la política, del abuso y la opresión del poder, y de la pasividad estúpida de los ciudadanos que aceptan que les erosionen sus derechos sin hacer absolutamente nada.
Mientras haya salud no ocurrirá nada, pero el día que precisen de asistencia más allá de un catarro o unas anginas, pónganse a temblar, no por la buena formación de los profesionales sanitarios españoles, posiblemente de los más prestigiosos del mundo, sino por la aventura que supone llegar desde la demanda de asistencia a su prestación, y todo gracias a los numerosos obstáculos políticos que se han interpuesto entre los enfermos y quienes tienen que asistirles.
Lo dicho, que no falte la salud, y en su defecto no se pierdan las series "House", "Urgencias", "Anatomía de Grey", entre otras, para que comprueben como en realidad no son las cosas, y muéranse felices pensando lo afortunados que son por todo lo que han avanzado las ciencias de la salud en las series televisivas.
Erasmo de Salinas
Los problemas de la sanidad española son múltiples y complejos, derivados de la ineptitud gestora de los políticos que se han acantonado en los puestos de dirección para defender los intereses del Gobierno de Rodríguez Zapatero o de los Presidentes de las autonomías que les pagan los sueldos cada mes.
Hay lugares en los que la detracción de recursos públicos para organizar delirios particulares de los políticos están trayendo graves consecuencias sobre el bienestar de los ciudadanos, sobre su seguridad sanitaria y sobre las posibilidades de mantenimiento en el futuro de un nivel de prestaciones equivalente al actual.
La realidad es que la sanidad se está privatizando, algo que no debería resultar alarmante en un país normal, en España resulta casi un acto criminal, porque la externalización de recursos sanitarios en realidad oculta una operación mercantil que beneficia a los favorecidos por el régimen socialista, popular o nacionalista, según ubicación y circunstancia.
En el año 2.000 la cobertura sanitaria era prácticamente universal, en la mayoría de las comunidades autónomas, tanto en oferta de recursos como en demanda de los mismos. En oferta porque el Estado procuraba recursos completos, desde la atención sanitaria directa hasta todos las atenciones complementarias que requiere, en demanda porque los ciudadanos sólo por ser españoles tenían asegurada la asistencia completa de sus problemas por el servicio nacional de salud.
Con la transferencia autonómica de los recursos se han producido numerosas desviaciones y peculiaridades gestoras, que expuestas con claridad ponen los pelos de punta a cualquier ciudadano medianamente informado.
La sanidad está tremendamente politizada, posiblemente sea el sector público más politizado. La gestión sanitaria no tiene como prioridad la asistencia de los ciudadanos, porque cada vez presenta más metástasis políticas, que en realidad busca defender la cara del régimen correspondiente, en un alarde de propaganda y ocultación.
Es cierto que el Ministerio de Sanidad se ha quedado como testimonial en la gestión de los recursos sanitarios, pero el Gobierno español es responsable de todos y cada uno de los problemas sanitarios de nuestro país. Sean por falta de recursos, sea por desviación de los mismos, o sea por que los negocios prevalecen sobre los intereses de los ciudadanos.
En estos momentos se están haciendo grandes negocios en sanidad a espaldas de los ciudadanos, porque de la transferencia de recursos del Estado a las Autonomías, se ha pasado a la transferencia de recursos de las Autonomías al mercado, al mundo de los negocios.
Algunas de las operaciones mercantiles que se están haciendo con los recursos de la sanidad pública son las siguientes:
Grandes operaciones inmobiliarias, como ubicar un hospital o centro de salud en determinado lugar y comprar previamente los terrenos circundantes previo chivatazo a los amigos, porque incrementarán inmediatamente su valor.
Conceder rescisiones de medicamentos de demostrada eficacia a determinados laboratorios, para que dos años después saquen una molécula similar a un precio diez veces mayor que los originales. Permitir la incorporación de nuevas sustancias de utilidad no suficientemente demostrada.
Privatización de servicios sanitarios como todos los relacionados con los servicios parasanitarios, el transporte, la limpieza, la seguridad, concedidos a empresarios próximos a las causas particulares de cada autonomía.
Restricción de la incorporación de nuevos profesionales sanitarios, con la intención de realizar contratos con profesionales de otros países que acepten gustosos la proletarización laboral en su incorporación al sistema.
Permitir por parte del Estado la publicidad engañosa de los nutricéuticos, alimentos que llevan incorporadas sustancias que supuestamente son beneficiosas para la salud, sin haber realizado suficientes contrastes científicos de su eficacia. Cuenten diez anuncios televisivos en cualquier cadena y descubrirán que casi un 50 % están relacionados con la salud, especialmente en las emisiones matinales que tienen una audiencia de mayor edad y con más problemas de salud.
Un fuerte crecimiento del sector de la parafarmacia, devolviendo la ciencia médica a la época de la creencia irracional, porque la diferencia entre una sustancia eficaz contrastada, y otras sustancias que posiblemente sean beneficiosas, es la misma que la de seguir con vida o morirse de forma extraña.
La sanidad no se libra de la contaminación política, al contrario, cada día se está haciendo más incisiva y agresiva, sin que ninguna asociación sanitaria o de consumidores diga absolutamente nada, porque todas son dependientes del Gobierno y tienen su silencio comprado y asegurado desde los órganos de gestión y concesión de subvenciones.
Se está produciendo una estafa sanitaria a los ciudadanos de este país, un signo más del deterioro irreversible del Estado, de la degeneración de la política, del abuso y la opresión del poder, y de la pasividad estúpida de los ciudadanos que aceptan que les erosionen sus derechos sin hacer absolutamente nada.
Mientras haya salud no ocurrirá nada, pero el día que precisen de asistencia más allá de un catarro o unas anginas, pónganse a temblar, no por la buena formación de los profesionales sanitarios españoles, posiblemente de los más prestigiosos del mundo, sino por la aventura que supone llegar desde la demanda de asistencia a su prestación, y todo gracias a los numerosos obstáculos políticos que se han interpuesto entre los enfermos y quienes tienen que asistirles.
Lo dicho, que no falte la salud, y en su defecto no se pierdan las series "House", "Urgencias", "Anatomía de Grey", entre otras, para que comprueben como en realidad no son las cosas, y muéranse felices pensando lo afortunados que son por todo lo que han avanzado las ciencias de la salud en las series televisivas.
Erasmo de Salinas