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lunes, 1 de enero de 2007

Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio


Diego Armando(19 años) y Carlos (35 años) siguen desaparecidos, 48 horas después del “accidente” de Barajas, como dirían el negociador Rodríguez y el embajador Otegi.

Pero la esperanza es lo último que se pierde. Winston, el papá de Diego Armando, dijo ayer que “Dios quiera que lo encuentren y que esté bueno.”

Quienes consideran que el “proceso de paz” es "un camino largo y difícil”, con “obstáculos”, deberían comprender que los obstáculos, hoy, se llaman Carlos y Diego. Son personas. Si tenéis alguna duda, amantes de la paz a cualquier precio, mirad estas fotos. Miradlas por favor y observad el precio. Personas. ¿Lo entendéis?

Os cuesta, sé que os cuesta, porque son muchos años, no sólo desde que estáis en el gobierno, que habéis sucumbido a la rendición moral y que habéis dejado de mirar a las víctimas como seres de carne, sangre y huesos. Seres con sus vidas, sus familias, sus amigos, sus problemas y sus ilusiones.

Diego Armando llegó al aeropuerto con su novia, Verónica, en un renault clio del 95, para recoger a la madre de ella. Decidió quedarse en el coche echando una cabezada. Lo había dejado aparcado en la cuarta planta del módulo de aparcamiento D de la Terminal 4, la misma en la que habían dejado la furgoneta bomba los interlocutores de la izquierda abertzale, como dice Patxi López.
Diego no oyó la orden de desalojo. Cuando la policía por fin pudo atender los reclamos de Verónica, era demasiado tarde.

Junto a los familiares de Carlos Alfonso Palate, Winston y Verónica esperan. “Es horrible encontrarse en esta situación”, dice el padre de Diego, quien lleva cinco años viviendo y trabajando en España. Tiene otra hija, menor que Diego. No se le ocurre nada cuando le preguntan acerca de lo ocurrido, sólo expresa su sorpresa y evoca la mala suerte: "Vino a ver a los suegros, se queda descansando y en el rato menos pensado explotó”.

Carlos Alonso Palate también lleva unos años en España, trabaja en la construcción y reside en Valencia. Su hermano Luis ha llegado desde Quito. Todavía creía ayer en la posibilidad de encontrarle con vida. Dice que Carlos siempre se ha preocupado por la familia, y le ayuda económicamente. Nervioso, le costaba hablar, recuerda que el jueves Carlos les llamó por teléfono. Les dijo que se cuidaran y les deseó un Feliz Año.

Dante Pombo de Alvear

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