Quizás esta sea la pregunta que preocupa a más españoles, porque lo que está ocurriendo en España es la constatación de que la farsa política que hemos vivido durante la última década, al menos, no tenía otro objetivo que expoliar a los españoles por tierra, mar y aire. Se mire donde se mire, todo es un ejemplo de corrupción, oprobio y molicie. Da asco lo que cada día contemplamos en los medios de comunicación, no hay país en el mundo en el que la casta política esté más señalada por su usurpación constitucional y del Estado de Derecho, que la española.
Creer que estamos en una democracia con tanto mangante viviendo de representarnos es una estupidez que ya comparten muy pocos españoles. Es que resulta increíble todo lo que estamos viviendo, además en una barbaridad sin fin, no queda institución que no esté tocada por la corrupción. Pero no pasa nada, porque todos los partidos políticos se han aliado para blindarse ante cualquier reclamación.
La última entrega de la farsa nacional es el linchamiento político y mediático del Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar. Quizás, con el agravante de que no debiera ser él, precisamente, el que utilizara los recursos públicos para finalidades privadas, de las que si es responsable, debiera rendir cuentas como cualquiera, pero esta operación recuerda al famoso ventilador de Alfonso Guerra, porque el café para todos siempre era con azúcar: vosotros podréis robar lo que queráis, pero al que trinquen ni una palabra de que todos los demás estamos haciendo lo mismo.
A Alfonso Guerra siempre le ha gustado meter sus zarpas en la justicia española, sólo hay que recordar su: “Montesquieu ha muerto”, para decir que en este país no volvería a haber jamás una justicia independiente del poder político. También debió asesinar al descuido a Chomsky, porque desde hace años los medios de comunicación españoles solo se dedican a campañas de intoxicación y censura pagadas con fondos públicos.
Lo del asedio a la justicia por la izquierda española viene de lejos, no en vano en este país seguimos sin saber quienes fueron los autores intelectuales de la dictadura de Primo de Rivera, el golpe de estado catalán y la semana trágica, la revolución de octubre de Asturias, la guerra civil, el golpe del 23-F, el GAL, el pacto de los faisanes con ETA y el 11-M. Se van acumulando demasiados casos en la historia de España relacionados con algo en lo que acaba siempre surgiendo el PSOE, como para no tener sospechas de que algo inexplicado está ocurriendo en la política, justicia y comunicación pública españolas.
Pero lo que está claro es que por mucho que el señor Dívar haya podido financiarse con dinero público, es una insignificancia comparado con el dinero que se ha desviado por la política española desde fondos públicos a privados, y que haciendo un cálculo a mano alzada no disminuiría de 300.000 millones de euros en los últimos diez años, a razón del 3 % del presupuesto que han administrado los políticos españoles. Pero de forma preventiva, no está de más, para aquellos que han estafado a los españoles, hacer una operación para devaluar la justicia española que pudiera juzgarles, algo que encaja magníficamente con las operaciones de camuflaje a que nos tienen acostumbrados los totalitarios que presumen de demócratas.
Cuando les señalen el dedo de la justicia española que pudiera señalar a los corruptos que han hundido a este país, antes de exigirles responsabilidades por sus innumerables delitos, no se olviden de mirar hacia arriba, porque tal vez la luna ya no esté, porque se la hayan llevado.
Pero sigue causándome una profunda incertidumbre quien va a poner orden en este país, porque así no podemos seguir, con un PSOE que trata de ocultar su miserable existencia pública desviando la atención de los ciudadanos, con un PP que no se atreve a comenzar a exigir responsabilidades, con una justicia contaminada por el ambiente putrefacto, con unas instituciones inservibles, con una monarquía apestada, con un país sin rumbo, en ruinas, con seis millones de parados, abandonado a su suerte por Europa, y una sociedad civil absorta que no sabe exigir responsabilidades a todos aquellos que la han conducido a la pobreza, la miseria, la alienación y el colapso.
Enrique Suárez