¿Sómos iguales o diferentes?, esa pregunta tan sencilla ha cruzado la Cultura Occidental a lo largo de la historia, consolidándose con el tiempo dos posiciones diferenciadas: la liberal y la socialista. Los liberales defienden la diversidad sin negar la igualdad, consideran que la justicia debe ofrecer equidad de partida y privilegio en destino a quien se lo merezca, porque sería injusto que quien nada hace ni por si mismo, ni por los demás, sin causa que lo justifique, recibiera lo mismo que los que se esfuerzan, trabajan y luchan por salir adelante, y al mismo tiempo, hacer que su sociedad avance con ellos.
El socialismo parte de un principio de justicia opuesto, fundamentado en el marxismo, que favorece la dependencia y la victimización de la sociedad: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad. En realidad, procura el privilegio en origen para aquellos que expresan su perjuicio (unos con razón, otros sin ella; unos de forma injusta y otros justa) y la equidad en destino para todo el mundo. Un mal control en los criterios de dependencia o victimismo por parte de los evaluadores, puede acabar derivando en una sociedad parasitaria, en la que los que no hacen nada ni por sí mismos, ni por los demás (muchos de ellos sin otro motivo que la pereza, la ignorancia, o la soberbia contemplativa) resulten privilegiados, a costa de que los que se esfuerzan, trabajan y luchan sean cada día más perjudicados.
La diversidad también incluye la igualdad como una de sus opciones, la diversidad no es una fuente de privilegio, sino una conquista de la libertad. Ser libre es poder distinguirse o asemejarse a los demás, también saber hacerlo. Sin embargo las ideologías que atentan contra la diversidad realmente existente en nuestra sociedad buscan desde una tendencia totalitaria homologar y etiquetar a los seres humanos en categorías espúreas y artificiosas, por ejemplo mujeres y hombres, como si todas las mujeres, por ser mujeres tuvieran la obligación de pensar, decir y comportarse según el estereotipo esperado por los que administran el poder, y todos los hombres encajar en la clasificación prevista por los que diseñan como debe ser la sociedad en sus proyectos.
Lo digo con claridad y contundencia, el socialismo ejerce una violencia extraordinaria sobre los seres humanos, forzando a la homogeneidad singular la diversidad y la pluralidad realmente existente en los seres humanos, siempre favorable a sus pretensiones; por el contrario el liberalismo respeta la diversidad existente y fundamenta el desarrollo de la sociedad en que los seres humanos alcancen plenitud en sus diferencias. Sin embargo, al contrario de lo que establece la propaganda socialista, el liberalismo no fomenta la diferencia, ni los privilegios, ni las ventajas por haber nacido bajo las estrellas o las lámparas de cristal de roca; es al contrario, precisamente, el liberalismo pone un límite a la desigualdad, que no es otro que la justicia, que debe equilibrar las posiciones de partida, pero nunca las de destino, pues eso sería asfixiar la libertad de los seres humanos y su desarrollo en plenitud, y por lo tanto una injusticia para los que destacan en alguna particularidad, concediéndoles lo mismo que aquellos que no destacan en ninguna.
Quizás se comprenda mejor entendiendo el concepto de justicia que distingue al socialismo del liberalismo, los socialistas tratan de recortar las posibilidades de desarrollo de los seres humanos acorralándolos como gallinas en un gallinero, en esa tendencia totalitaria de organizar la existencia de los individuos y someterla a su interpretación de lo que debe ser su utopía social, las gallinas deben estar en un recinto que permita a los granjeros recoger sus huevos con facilidad (por el bien del Estado). Al contrario, la justicia liberal entiende que las gallinas son libres de poner los huevos donde quieran y es el granjero el que debe descubrir sus nidales y recogerlos. El liberalismo considera que los tres elementos fundamentales para la existencia humana en plenitud son la libertad, la igualdad y la justicia (así se inscribía en la bandera liberal de aquellos que dotaron al pueblo español de soberanía en 1812), sin embargo el socialismo considera que la libertad es un lujo que debe someterse a la conquista de la igualdad, y la justicia consiste en hacerlo posible, transformándose en justicia social, que es una extraordinaria forma de injusticia, pues los seres humanos dejan de existir como individuos, para existir como elementos idénticos, casi clónicos, del conglomerado social.
El socialismo tiene un grave problema que nunca se ha resuelto, al asfixiar la libertad de los individuos, debe ofrecer una alternativa, lo que hace sometiendo la realidad a su ideología, estableciendo planes y diseños, que terminan convirtiéndose en utopías e ingentes legiones de burócratas empeñados en lograr la cuadratura del círculo. Esto conduce al fracaso económico de las políticas que buscan transformar la sociedad en un paraiso, porque el socialismo, es heredero de la religión cristiana a la que tiene pretensión de sustituir y está empeñado en que regresemos al mundo de Adan y Eva, cueste lo que cueste, al precio de demostrar a la historia su hegomonía ideológica. Lo cierto es que todos los experimentos han concluido en fracaso, tanto en los regímenes autoritarios como la extinta Unión Soviética, Corea del Norte o Cuba, y actualmente Venezuela, pero también en las democracias, con la excepción de las democracias nórdicas imbuidas de calvinismo y responsabilidad, allí donde el socialismo ha gobernado a lo largo de la historia, ha logrado reducir la riqueza sin resolver nunca los poblemas de la pobreza, por ejemplo, actualmente en España sigue habiendo un 20 % de pobres (por debajo de la línea de pobreza) igual que los había en 1978 cuando la democracia comenzaba, sin embargo lo que si ha conseguido el socialismo es que haya menos ricos, y la gente aún teniendo más recursos viva en peores circunstancias, salvo los que se han beneficiado del Estado Providencia patrocinado por el socialismo, no siempre de forma justa, sino favorecida de forma clientelar.
Cierto es que una sociedad avanzada económicamente del siglo XXI, aunque políticamente se halle más próxima al siglo XIX debe exigir al Estado que procure un mínimo de bienestar y los logros sociales alcanzados a lo largo de la historia por los partidos de izquierdas son hoy patrimonio de las democracias, aunque los partidos de izquierdas, que se han apropiado de lo público como si les perteneciera en exclusiva y solamente desde el socialismo pudiera patrocinarse, han logrado que se cuestione si lo público no es sólo un pesebre para los partidos de izquierda y afines. No es cierto que todas los avances sociales se hayan hecho gracias al socialismo, algo que resulta esperpéntico, porque hasta en época de la dictadura se hicieron hospitales, escuelas, juzgados, carreteras y se creo la Seguridad Social (que hoy tratan de fragmentar para salvar los presupuestos).
El socialismo tiene la pretensión de establecer la hegemonía de lo público sobre lo privado, y para alcanzar sus objetivos no duda en sacrificar la libertad de los individuos: diciéndoles que deben hacer, como deben hacerlo, y cuándo, dónde y por qué. Se resume en la frase prepotente de "no podemos conducir por ti", como si los accidentes de tráfico fueran exclusiva responsabilidad de los conductores y el Estado no tuviera nada que ver por tener una red viaria inadecuada, obsoleta y peligrosa. Esa actitud de criminalización de los ciudadanos en su vida privada es una característica singular del socialismo, porque atribuye todos los males de nuestr sociedad a los errores y equivocaciones de los seres humanos no suficientemente instruidos en el camino de su verdad, por eso cuando la realidad señala con el dedo a un gobierno socialista por haber cometido graves errores y no saber resolverlos, los socialistas sonrien y nos recuerdan que ellos son los buenos, porque los malos siempre son los de la derecha... Verán ustedes, yo soy liberal, ni socialista ni conservador, y para mí ambas ideologías son opresoras, maniqueas, arcaicas e inadecuadas para resolver los problemas que tenemos los ciudadanos.
Al final, y no se dan cuenta, da igual que nos muramos porque nos atropelle un camión o una moto, habremos dejado esta vida por un accidente. Lo que quiere decir que si alguien nos acaba distorsionando la existencia a la mayoría de los españoles, nos da exactamente lo mismo que sea por los mejores motivos que por los peores, nos ha jodido y vamos a tener que ser nosotros, en nuetra diversidad natural, los que acabemos pagando los platos rotos de su bacanal de poder.
Definitivamente somos diferentes de forma natural y la igualdad es una pretensión de la cultura. Cuanto más avanzadas son las sociedades más se homologan en equidad las condiciones de cultivo de la especie, pero nunca hasta el punto de quebrar el desarrollo posible de los individuos, para que no le acabe jodiendo los planes al diseñador (aprendiz de Dios). Esa filosofía política es regresiva y nos conducirá más temparano que tarde al retroceso cultural, político, social y humano, de regreso a las cavernas, aunque algunos ecologistas estarán francamente satisfechos de los resultados y lo denominarán progreso.
Muchas gracias de todas formas, la próxima vez les ruego que no se les ocurra salvarnos de nosotros mismos, esto va dirigido a los socialistas y a los conservadores, indistintamente, y a todo aquel aprendiz de brujo que quiera jugar a Dios en sus delirios de grandeza.
Biante de Priena
El socialismo parte de un principio de justicia opuesto, fundamentado en el marxismo, que favorece la dependencia y la victimización de la sociedad: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad. En realidad, procura el privilegio en origen para aquellos que expresan su perjuicio (unos con razón, otros sin ella; unos de forma injusta y otros justa) y la equidad en destino para todo el mundo. Un mal control en los criterios de dependencia o victimismo por parte de los evaluadores, puede acabar derivando en una sociedad parasitaria, en la que los que no hacen nada ni por sí mismos, ni por los demás (muchos de ellos sin otro motivo que la pereza, la ignorancia, o la soberbia contemplativa) resulten privilegiados, a costa de que los que se esfuerzan, trabajan y luchan sean cada día más perjudicados.
La diversidad también incluye la igualdad como una de sus opciones, la diversidad no es una fuente de privilegio, sino una conquista de la libertad. Ser libre es poder distinguirse o asemejarse a los demás, también saber hacerlo. Sin embargo las ideologías que atentan contra la diversidad realmente existente en nuestra sociedad buscan desde una tendencia totalitaria homologar y etiquetar a los seres humanos en categorías espúreas y artificiosas, por ejemplo mujeres y hombres, como si todas las mujeres, por ser mujeres tuvieran la obligación de pensar, decir y comportarse según el estereotipo esperado por los que administran el poder, y todos los hombres encajar en la clasificación prevista por los que diseñan como debe ser la sociedad en sus proyectos.
Lo digo con claridad y contundencia, el socialismo ejerce una violencia extraordinaria sobre los seres humanos, forzando a la homogeneidad singular la diversidad y la pluralidad realmente existente en los seres humanos, siempre favorable a sus pretensiones; por el contrario el liberalismo respeta la diversidad existente y fundamenta el desarrollo de la sociedad en que los seres humanos alcancen plenitud en sus diferencias. Sin embargo, al contrario de lo que establece la propaganda socialista, el liberalismo no fomenta la diferencia, ni los privilegios, ni las ventajas por haber nacido bajo las estrellas o las lámparas de cristal de roca; es al contrario, precisamente, el liberalismo pone un límite a la desigualdad, que no es otro que la justicia, que debe equilibrar las posiciones de partida, pero nunca las de destino, pues eso sería asfixiar la libertad de los seres humanos y su desarrollo en plenitud, y por lo tanto una injusticia para los que destacan en alguna particularidad, concediéndoles lo mismo que aquellos que no destacan en ninguna.
Quizás se comprenda mejor entendiendo el concepto de justicia que distingue al socialismo del liberalismo, los socialistas tratan de recortar las posibilidades de desarrollo de los seres humanos acorralándolos como gallinas en un gallinero, en esa tendencia totalitaria de organizar la existencia de los individuos y someterla a su interpretación de lo que debe ser su utopía social, las gallinas deben estar en un recinto que permita a los granjeros recoger sus huevos con facilidad (por el bien del Estado). Al contrario, la justicia liberal entiende que las gallinas son libres de poner los huevos donde quieran y es el granjero el que debe descubrir sus nidales y recogerlos. El liberalismo considera que los tres elementos fundamentales para la existencia humana en plenitud son la libertad, la igualdad y la justicia (así se inscribía en la bandera liberal de aquellos que dotaron al pueblo español de soberanía en 1812), sin embargo el socialismo considera que la libertad es un lujo que debe someterse a la conquista de la igualdad, y la justicia consiste en hacerlo posible, transformándose en justicia social, que es una extraordinaria forma de injusticia, pues los seres humanos dejan de existir como individuos, para existir como elementos idénticos, casi clónicos, del conglomerado social.
El socialismo tiene un grave problema que nunca se ha resuelto, al asfixiar la libertad de los individuos, debe ofrecer una alternativa, lo que hace sometiendo la realidad a su ideología, estableciendo planes y diseños, que terminan convirtiéndose en utopías e ingentes legiones de burócratas empeñados en lograr la cuadratura del círculo. Esto conduce al fracaso económico de las políticas que buscan transformar la sociedad en un paraiso, porque el socialismo, es heredero de la religión cristiana a la que tiene pretensión de sustituir y está empeñado en que regresemos al mundo de Adan y Eva, cueste lo que cueste, al precio de demostrar a la historia su hegomonía ideológica. Lo cierto es que todos los experimentos han concluido en fracaso, tanto en los regímenes autoritarios como la extinta Unión Soviética, Corea del Norte o Cuba, y actualmente Venezuela, pero también en las democracias, con la excepción de las democracias nórdicas imbuidas de calvinismo y responsabilidad, allí donde el socialismo ha gobernado a lo largo de la historia, ha logrado reducir la riqueza sin resolver nunca los poblemas de la pobreza, por ejemplo, actualmente en España sigue habiendo un 20 % de pobres (por debajo de la línea de pobreza) igual que los había en 1978 cuando la democracia comenzaba, sin embargo lo que si ha conseguido el socialismo es que haya menos ricos, y la gente aún teniendo más recursos viva en peores circunstancias, salvo los que se han beneficiado del Estado Providencia patrocinado por el socialismo, no siempre de forma justa, sino favorecida de forma clientelar.
Cierto es que una sociedad avanzada económicamente del siglo XXI, aunque políticamente se halle más próxima al siglo XIX debe exigir al Estado que procure un mínimo de bienestar y los logros sociales alcanzados a lo largo de la historia por los partidos de izquierdas son hoy patrimonio de las democracias, aunque los partidos de izquierdas, que se han apropiado de lo público como si les perteneciera en exclusiva y solamente desde el socialismo pudiera patrocinarse, han logrado que se cuestione si lo público no es sólo un pesebre para los partidos de izquierda y afines. No es cierto que todas los avances sociales se hayan hecho gracias al socialismo, algo que resulta esperpéntico, porque hasta en época de la dictadura se hicieron hospitales, escuelas, juzgados, carreteras y se creo la Seguridad Social (que hoy tratan de fragmentar para salvar los presupuestos).
El socialismo tiene la pretensión de establecer la hegemonía de lo público sobre lo privado, y para alcanzar sus objetivos no duda en sacrificar la libertad de los individuos: diciéndoles que deben hacer, como deben hacerlo, y cuándo, dónde y por qué. Se resume en la frase prepotente de "no podemos conducir por ti", como si los accidentes de tráfico fueran exclusiva responsabilidad de los conductores y el Estado no tuviera nada que ver por tener una red viaria inadecuada, obsoleta y peligrosa. Esa actitud de criminalización de los ciudadanos en su vida privada es una característica singular del socialismo, porque atribuye todos los males de nuestr sociedad a los errores y equivocaciones de los seres humanos no suficientemente instruidos en el camino de su verdad, por eso cuando la realidad señala con el dedo a un gobierno socialista por haber cometido graves errores y no saber resolverlos, los socialistas sonrien y nos recuerdan que ellos son los buenos, porque los malos siempre son los de la derecha... Verán ustedes, yo soy liberal, ni socialista ni conservador, y para mí ambas ideologías son opresoras, maniqueas, arcaicas e inadecuadas para resolver los problemas que tenemos los ciudadanos.
Al final, y no se dan cuenta, da igual que nos muramos porque nos atropelle un camión o una moto, habremos dejado esta vida por un accidente. Lo que quiere decir que si alguien nos acaba distorsionando la existencia a la mayoría de los españoles, nos da exactamente lo mismo que sea por los mejores motivos que por los peores, nos ha jodido y vamos a tener que ser nosotros, en nuetra diversidad natural, los que acabemos pagando los platos rotos de su bacanal de poder.
Definitivamente somos diferentes de forma natural y la igualdad es una pretensión de la cultura. Cuanto más avanzadas son las sociedades más se homologan en equidad las condiciones de cultivo de la especie, pero nunca hasta el punto de quebrar el desarrollo posible de los individuos, para que no le acabe jodiendo los planes al diseñador (aprendiz de Dios). Esa filosofía política es regresiva y nos conducirá más temparano que tarde al retroceso cultural, político, social y humano, de regreso a las cavernas, aunque algunos ecologistas estarán francamente satisfechos de los resultados y lo denominarán progreso.
Muchas gracias de todas formas, la próxima vez les ruego que no se les ocurra salvarnos de nosotros mismos, esto va dirigido a los socialistas y a los conservadores, indistintamente, y a todo aquel aprendiz de brujo que quiera jugar a Dios en sus delirios de grandeza.
Biante de Priena