desde 2.006 en Internet

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Elogio de la diversidad


¿Sómos iguales o diferentes?, esa pregunta tan sencilla ha cruzado la Cultura Occidental a lo largo de la historia, consolidándose con el tiempo dos posiciones diferenciadas: la liberal y la socialista. Los liberales defienden la diversidad sin negar la igualdad, consideran que la justicia debe ofrecer equidad de partida y privilegio en destino a quien se lo merezca, porque sería injusto que quien nada hace ni por si mismo, ni por los demás, sin causa que lo justifique, recibiera lo mismo que los que se esfuerzan, trabajan y luchan por salir adelante, y al mismo tiempo, hacer que su sociedad avance con ellos.

El socialismo parte de un principio de justicia opuesto, fundamentado en el marxismo, que favorece la dependencia y la victimización de la sociedad: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad. En realidad, procura el privilegio en origen para aquellos que expresan su perjuicio (unos con razón, otros sin ella; unos de forma injusta y otros justa) y la equidad en destino para todo el mundo. Un mal control en los criterios de dependencia o victimismo por parte de los evaluadores, puede acabar derivando en una sociedad parasitaria, en la que los que no hacen nada ni por sí mismos, ni por los demás (muchos de ellos sin otro motivo que la pereza, la ignorancia, o la soberbia contemplativa) resulten privilegiados, a costa de que los que se esfuerzan, trabajan y luchan sean cada día más perjudicados.

La diversidad también incluye la igualdad como una de sus opciones, la diversidad no es una fuente de privilegio, sino una conquista de la libertad. Ser libre es poder distinguirse o asemejarse a los demás, también saber hacerlo. Sin embargo las ideologías que atentan contra la diversidad realmente existente en nuestra sociedad buscan desde una tendencia totalitaria homologar y etiquetar a los seres humanos en categorías espúreas y artificiosas, por ejemplo mujeres y hombres, como si todas las mujeres, por ser mujeres tuvieran la obligación de pensar, decir y comportarse según el estereotipo esperado por los que administran el poder, y todos los hombres encajar en la clasificación prevista por los que diseñan como debe ser la sociedad en sus proyectos.

Lo digo con claridad y contundencia, el socialismo ejerce una violencia extraordinaria sobre los seres humanos, forzando a la homogeneidad singular la diversidad y la pluralidad realmente existente en los seres humanos, siempre favorable a sus pretensiones; por el contrario el liberalismo respeta la diversidad existente y fundamenta el desarrollo de la sociedad en que los seres humanos alcancen plenitud en sus diferencias. Sin embargo, al contrario de lo que establece la propaganda socialista, el liberalismo no fomenta la diferencia, ni los privilegios, ni las ventajas por haber nacido bajo las estrellas o las lámparas de cristal de roca; es al contrario, precisamente, el liberalismo pone un límite a la desigualdad, que no es otro que la justicia, que debe equilibrar las posiciones de partida, pero nunca las de destino, pues eso sería asfixiar la libertad de los seres humanos y su desarrollo en plenitud, y por lo tanto una injusticia para los que destacan en alguna particularidad, concediéndoles lo mismo que aquellos que no destacan en ninguna.

Quizás se comprenda mejor entendiendo el concepto de justicia que distingue al socialismo del liberalismo, los socialistas tratan de recortar las posibilidades de desarrollo de los seres humanos acorralándolos como gallinas en un gallinero, en esa tendencia totalitaria de organizar la existencia de los individuos y someterla a su interpretación de lo que debe ser su utopía social, las gallinas deben estar en un recinto que permita a los granjeros recoger sus huevos con facilidad (por el bien del Estado). Al contrario, la justicia liberal entiende que las gallinas son libres de poner los huevos donde quieran y es el granjero el que debe descubrir sus nidales y recogerlos. El liberalismo considera que los tres elementos fundamentales para la existencia humana en plenitud son la libertad, la igualdad y la justicia (así se inscribía en la bandera liberal  de aquellos que dotaron al pueblo español de soberanía en 1812), sin embargo el socialismo considera que la libertad es un lujo que debe someterse a la conquista de la igualdad, y la justicia consiste en hacerlo posible, transformándose en justicia social, que es una extraordinaria forma de injusticia, pues los seres humanos dejan de existir como individuos, para existir como elementos idénticos, casi clónicos, del conglomerado social.

El socialismo tiene un grave problema que nunca se ha resuelto, al asfixiar la libertad de los individuos, debe ofrecer una alternativa, lo que hace sometiendo la realidad a su ideología, estableciendo planes y diseños, que terminan convirtiéndose en utopías e ingentes legiones de burócratas empeñados en lograr la cuadratura del círculo. Esto conduce al fracaso económico de las políticas que buscan transformar la sociedad en un paraiso, porque el socialismo, es heredero de la religión cristiana a la que tiene pretensión de sustituir y está empeñado en que regresemos al mundo de Adan y Eva, cueste lo que cueste, al precio de demostrar a la historia su hegomonía ideológica. Lo cierto es que todos los experimentos han concluido en fracaso, tanto en los regímenes autoritarios como la extinta Unión Soviética, Corea del Norte o Cuba, y actualmente Venezuela, pero también en las democracias, con la excepción de las democracias nórdicas imbuidas de calvinismo y responsabilidad, allí donde el socialismo ha gobernado a lo largo de la historia, ha logrado reducir la riqueza sin resolver nunca los poblemas de la pobreza, por ejemplo, actualmente en España sigue habiendo un 20 % de pobres (por debajo de la línea de pobreza) igual que los había en 1978 cuando la democracia comenzaba, sin embargo lo que si ha conseguido el socialismo es que haya menos ricos, y la gente aún teniendo más recursos viva en peores circunstancias, salvo los que se han beneficiado del Estado Providencia patrocinado por el socialismo, no siempre de forma justa, sino favorecida de forma clientelar.

Cierto es que una sociedad avanzada económicamente del siglo XXI, aunque políticamente se halle más próxima al siglo XIX debe exigir al Estado que procure un mínimo de bienestar y los logros sociales alcanzados a lo largo de la historia por los partidos de izquierdas son hoy patrimonio de las democracias, aunque los partidos de izquierdas, que se han apropiado de lo público como si les perteneciera en exclusiva y solamente desde el socialismo pudiera patrocinarse, han logrado que se cuestione si lo público no es sólo un pesebre para los partidos de izquierda y afines. No es cierto que todas los avances sociales se hayan hecho gracias al socialismo, algo que resulta esperpéntico, porque hasta en época de la dictadura se hicieron hospitales, escuelas, juzgados, carreteras y se creo la Seguridad Social (que hoy tratan de fragmentar para salvar los presupuestos).

El socialismo tiene la pretensión de establecer la hegemonía de lo público sobre lo privado, y para alcanzar sus objetivos no duda en sacrificar la libertad de los individuos: diciéndoles que deben hacer, como deben hacerlo, y cuándo, dónde y por qué. Se resume en la frase prepotente de "no podemos conducir por ti", como si los accidentes de tráfico fueran exclusiva responsabilidad de los conductores y el Estado no tuviera nada que ver por tener una red viaria inadecuada, obsoleta y peligrosa. Esa actitud de criminalización de los ciudadanos en su vida privada es una característica singular del socialismo, porque atribuye todos los males de nuestr sociedad a los errores y equivocaciones de los seres humanos no suficientemente instruidos en el camino de su verdad, por eso cuando la realidad señala con el dedo a un gobierno socialista por haber cometido graves errores y no saber resolverlos, los socialistas sonrien y nos recuerdan que ellos son los buenos, porque los malos siempre son los de la derecha... Verán ustedes, yo soy liberal, ni socialista ni conservador, y para mí ambas ideologías son opresoras, maniqueas, arcaicas e inadecuadas para resolver los problemas que tenemos los ciudadanos.

Al final, y no se dan cuenta, da igual que nos muramos porque nos atropelle un camión o una moto, habremos dejado esta vida por un accidente. Lo que quiere decir que si alguien nos acaba distorsionando la existencia a la mayoría de los españoles, nos da exactamente lo mismo que sea por los mejores motivos que por los peores, nos ha jodido y vamos a tener que ser nosotros, en nuetra diversidad natural, los que acabemos pagando los platos rotos de su bacanal de poder.

Definitivamente somos diferentes de forma natural y la igualdad es una pretensión de la cultura. Cuanto más avanzadas son las sociedades más se homologan en equidad las condiciones de cultivo de la especie, pero nunca hasta el punto de quebrar el desarrollo posible de los individuos, para que no le acabe jodiendo los planes al diseñador (aprendiz de Dios). Esa filosofía política es regresiva y nos conducirá más temparano que tarde al retroceso cultural, político, social y humano, de regreso a las cavernas, aunque algunos ecologistas estarán francamente satisfechos de los resultados y lo denominarán progreso.

Muchas gracias de todas formas, la próxima vez les ruego que no se les ocurra salvarnos de nosotros mismos, esto va dirigido a los socialistas y a los conservadores, indistintamente, y a todo aquel aprendiz de brujo que quiera jugar a Dios en sus delirios de grandeza.

Biante de Priena

Creando un antipartido político (02)


La situación en España.

Si analizamos la situación de la opinión pública en España hacia los partidos políticos, observamos un patrón similar al de otras democracias del sur de Europa. Los españoles no estamos satisfechos con los partidos políticos, al contrario, en 1992 considerábamos que carecían de democracia interna y que eran fuente de corrupción y que esta seguría creciendo, así lo expresaban al menos un 80 % de los españoles en la encuesta realizada por Amando de Miguel para su informe La sociedad española 1993-1994, publicado por Alianza Editorial. A fecha actual posiblemente esas cifras se hayan elevado.

Elentir, uno de los blogueros inasequibles al desaliento en su crítica con la deriva de la política española, recientemente nos informaba (5/08/2010) que el descontento de los españoles con la clase política estaba en la cifra más elevada de los últimos 25 años (incluso por encima de la época del GAL), habiendo pasado en un solo año, de 10,8 al 21,7 % de los españoles, cuando el año previo el descontento había sido sólo del 6,9 %, siendo la tercera causa de preocupación social de los españoles, tras el paro y la crisis económica y por delante del terrorismo y la inmigración. Actualmente, el descontento con la clase política alcanza al 28,1 % de los españoles, y sigue creciendo.

En cuanto a la desconfianza en el Presidente Rodríguez Zapatero alcanza la cifra del 78,9 % de los españoles. Por primera vez en la historia reciente, hay más votantes socialistas (54,8 %) que desconfían de él, que los que confían en sus palabras (43,5 %). Un dato que en otro país más respetuoso con la democracia, sugeriría su dimisión inmediata, la destitución por su partido o una moción de censura. Un presidente de gobierno que agrada al 21,1 % de los ciudadanos que gobierna, sólo puede sostenerse en el poder por mecanismos autoritarios, más propios de una dictadura que de una democracia. Y todavía quedan prácticamente dos años de legislatura en los que la situación empeorará aún más con seguridad.

Los partidos políticos españoles han sufrido un deterioro progresivo en su imagen ante la opinión pública desde los años ochenta, especialmente debido a la corrupción, como nos indicaba Wert en un capítulo de Entre Dos Siglos, Reflexiones sobre la Democracia Española, también publicado por Alianza Editorial en 1996.

El antipartidismo político, un fenómeno en auge en el Sur de Europa

Torcal, Gunther y Montero, publican en 2001 un trabajo interesante titulado: “Anti-Party Sentiments in Southern Europe” en el que analizan el fenómeno del antipartidismo en países de la Unión Europea como España, Portugal, Italia y Grecia, considerando dos tipos básicos de antipartidismo: el reactivo y el cultural.

Por antipartidismo reactivo, comprenden una posición crítica de los ciudadanos en respuesta a la insatisfacción con los partidos políticos que los representan y las instituciones, como producto de la inconsistencia de promesas (exageradas), los excesos retóricos de los líderes políticos (populismo) y la desorbitación ideológica de los partidos (irreconocibles), que se fundamenta en el exceso de promesas incumplidas, el reparto de privilegios para los propios, el despilfarro de lor recursos públicos, el clientelismo y la corrupción. El antipartidismo reactivo es coyuntural, se relaciona con los hechos recientes.

El antipartidismo cultural, fundamentado en la historia y tradición de los países del Sur de Europa, en los que se han cultivado con frecuencia regímenes autoritarios, que cuando han sido superados han derivado en “democracias limitadas”, patrones clientelares, coerción de los ciudadanos utilizando los recursos públicos, propaganda masiva y corrupción indiscriminada. Este antipartidismo proviene de la castración a que han sido sometidas las democracias europeas, tanto por regímenes autoritarios como supuestamente democráticos. En antipartidismo cultural es estructural, con una larga tradición histórica anclada en el desengaño y el escepticismo.

Los autores concluyen diciendo que el fenómeno del antipartidismo se traduce en conductas de desafecto, apatía y baja participación electoral, que son específicas de cada país, pero que no tienen por qué significar un distanciamiento de la democracia, sino al contrario, una fe en la democracia que ha sido defraudada por las élítes que controlan los partidos políticos.

Cultivando el mañana

Tras la observación de los resultados expuestos es importante considerar que el malestar con los partidos políticos no se traduce de forma inmediata en una reacción contra ellos, al contrario, la tolerancia de los ciudadanos con los desmanes en democracia es inmensa, sobretodo en los países del Sur de Europa acostumbrados históricamente a regímenes autoritarios.

Los medios de comunicación nos cuentan cada día los excesos de los partidos políticos en la democracia española, pero la paciencia de los ciudadanos ante los mismos es un pozo sin fondo, algo que conocen y aprovechan las élites políticas. En realidad es necesario hacerse la pregunta de si ha existido en los países del Sur de Europa una auténtica democracia o simplemente, el autoritarismo se ha disfrazado de demócrata.

En nuestro país hay muy poca gente que haya oído siquiera hablar de un “antipartido político”, algo que es mucho más conocido en las democracias del Norte de Europa, en la que algunos antipartidos han alcanzado representación política, especialmente en el Parlamento Europeo. La política en España es un solar en el que campan por sus fueros comportamientos políticos impropios de una democracia. Sin embargo, las cosas están cambiando muy deprisa gracias al incremento de comunicación directa, fundamentalmente por internet y a la aparición de medios de comunicación críticos con la deriva de los partidos políticos.

Pero la ausencia de cultura política en los ciudadanos españoles es prácticamente absoluta, pues sólo una minoría conoce “la caja negra” del funcionamiento de la política en nuestro país, fundamentalmente por la usurpación y detentación a que someten la democracia los partidos políticos, y todavía son menos los que saben sus derechos y están dispuestos a defenderlos ante el Estado, máxima representación política del poder. Es necesario por ello imbuir a la opinión pública española en la cultura política que le han hurtado los partidos políticos convencionales, como primera etapa de un mañana diferente.

Quizás todavía sea prematuro hablar de antipartidos políticos en España, pero sin duda hacerlo abre numerosas posibilidades que hasta ahora habían estado veladas y vetadas, gracias al acotamiento del poder y la información política por los partidos políticos convencionales. La miseria de la política española es inmensa, solo tiene parangón con la época anterior a 1812, en aquellos que defendían el absolutismo del Antiguo Régimen, donde los españoles eran considerados súbditos y siervos y no soberanos y ciudadanos.


El mañana se cultiva hoy y de lo que no se habla no existe, en una cultura intermediada por los medios de comunicación y tutelada por los partidos políticos convencionales, la primera batalla hay que resolverla superando la ignorancia inducida en los ciudadanos por los partidos políticos, negando que hay otra cosa diferente a lo que existe como hacían en épocas pretéritas los poderosos, para mantenerse de forma perpetua en sus privilegios.

Sólo un criterio propio formado en el conocimiento (y no en la propaganda) nos hará libres, no las verdades reveladas con las que someten nuestra existencia los mezquinos que dirigen el país sin saber que es gobernar, que en realidad es hacer lo que nosotros queremos, no lo que ellos quieren, porque eso es mandar, algo más propio de las dictaduras que de las democracias.


Continuará...

Crando un antipartido político (01): el Regreso a la Democracia

Biante de Priena

Creando un antipartido político (01)


Hagamos una reflexión política: las cosas ocurren cuando son posibles, porque las cosas imposibles no pueden ocurrir. Imposible es que los partidos políticos convencionales evolucionen hacia la democracia cuando su objetivo máximo es conculcarla, imposible es que los partidos políticos convencionales evolucionen hacia la libertad porque su objetivo es la opresión de los ciudadanos a través del engaño y la propaganda. Noam Chomsky decía que la propaganda es en una democracia lo mismo que la coerción en un Estado totalitario. Por mi parte, me atrevo a decir que la propaganda es la coerción que transforma una democracia en un Estado totalitario.

Imposible también es que los partidos políticos convencionales evolucionen hacia la igualdad y la equidad, porque estan conformados de forma jerárquica, con principios autoritarios patriarcales. Se fundamentan en la concentración del poder y en la usurpación de la representación ciudadana para establecer privilegios para su grey, que resultan insoportables en una sociedad avanzada del siglo XXI. Los partidos convencionales convierten a los políticos en señores y a los ciudadanos en sus vasallos, olvidando que los ciudadanos somos los soberanos de nuestra realidad.

También es imposible que un partido político convencional y en general todos ellos, evolucionen hacia el respeto por la justicia, porque en su inanidad su pretensión es la de acabar con la independencia del poder judicial y someterlo a los intereses de la política, algo que además de acabar con la democracia, les permite seguir por el camino de la corrupción y el nepotismo.

No es menos imposible que los partidos políticos convencionales sobrevivan en la transparencia, sino más bien lo contrario, en la ocultación y la opacidad realizan sus acciones, aunque con el envoltorio de que todo está expuesto a los ojos de los espectadores y la opinión pública, de lo que se encargan los medios de comunicación que viven en simbiosis con los partidos políticos y en parasitismo con la democracia y los ciudadanos. La transparecia es fundamental en la gestión de los recursos públicos que administran los partidos políticos convencionales con el único objetivo de perpetuarse en el poder, siendo secundario si su utilización beneficia o perjudica a los ciudadanos.

Y por último no es menos imposible que los partidos políticos convencionales dejen de utilizar la democracia en su interés y no en el de los ciudadanos, por medio de la acotación y concentración del poder en la organización de los procesos electorales, a los que los ciudadanos deben acudir para ratificar lo que han decidido y la única elección que se permite a los ciudadanos es la de elegir a unos para que los contrarios no salgan elegidos. Establecida la dialéctica del conflicto que favorece al maniqueismo, sólo queda acabar con la tolerancia, pues los votos se cultivan en la difamación, la negación del contrario y el sarcasmo, porque son un sucedáneo arcaico de los conflictos bélicos como puede ser el fútbol.

Decía al comienzo y reitero ahora que las cosas ocurren cuando son posibles, por eso ahora que la partitocracia a acorralado a la democracia asfixiando su existencia es necesario hacer una reflexión sobre la utilidad de los partidos políticos convencionales en pleno siglo de las comunicaciones inmediatas.

Los partidos políticos convencionales tuvieron su época álgida en la democracia del siglo XX, pero hoy, desgraciadamente, se han convertido en un obstáculo para el desarrollo de una convivencia óptima entre los ciudadanos y la búsqueda conjunta del bienestar. Los partidos políticos convencionales son un survival de otros tiempos que siguen presentes en nuestra realidad gracias a su detentación del poder, a sus organizaciones jerárquicas y burocráticas, a la propaganda, al apoyo de los medios de comunicación a su discurso ambivalente, y al aletargamiento de los ciudadanos, sometidos a un poder que deberían someter, porque la política debe estar al servicio de los ciudadanos y no a la inversa, los ciudadanos al servicio de la política.

Hoy los ciudadanos, erradicado el analfabetismo, tienen formación suficiente para decidir por sí mismos lo que les conviene, no necesitando la representación que les ofrecían a sus bisabuelos. Hoy las nuevas tecnologías permiten la comunicación inmediata, lo que favorece que los acuerdos puedan ser multitudinarios y no limitados a los los designados por los jefes de filas de los partidos políticos convencionales y asumidos estoicamente por sus representados.

Un antipartido político tiene como objetivo recobrar la plenitud de la democracia y no seguir sirviendo a la pantomima teatral que se establece en su nombre por los partidos políticos convencionales. Es hora de que la democracia evolucione y se adapte a las circunstancias de nuestro tiempo, en terminología actual es hora de que la democracia se renueve y supere la versión anticuada, agotada, y destrozada por los partidos políticos convencionales. Es hora de dar un paso hacia el futuro, sin olvidar el pasado. Es hora de que la política sea instrumental a nuestras necesidades y deseos y no que los ciudadanos seamos instrumentales a los deseos y necesidades de los partidos políticos convencionales. Ahora es posible... y necesario.

Biante de Priena

España necesita un antipartido político


A fecha actual, agosto de 2010, estamos asistiendo a una espiral de violencia inusitada de los políticos contra los ciudadanos. La mayoría de los españoles sabemos que no podemos esperar soluciones de los partidos políticos convencionales, por eso quiero hacer una propuesta nueva, porque la solución a nuestros problemas como ciudadanos, debe provenir de la política, aunque no de los partidos políticos que conocemos, luego necesitamos un antipartido político.

¿Qué es un antipartido?

Un antipartido es una organización social que participa en la política sin llegar a convertirse en un partido político, puede influir, intervenir en la vida comunitaria, incluso presentarse a las elecciones, pero está vacunado para no caer en el cancer de los partidos políticos.

¿Cómo se vacuna un antipartido para no ser un partido político convencional?

Sencillamente evitando la concentración de poder. Estableciendo una autoridad horizontal, no jerárquica, que proviene del agregado de ciudadanos y no de su dominio por alguien. En un antipartido todos sus miembros son realmente iguales, las funciones son por delegación no por autoridad. El Presidente o el Secretario, siempre están en funciones, y pueden abandonar su cargo cuando les parezca. Para evitar la concentración de poder se establece en los estatutos de la agrupación que todo intento de formación de facciones, sectas o fiascos de la democracia serán sancionados de forma inmediata con la expulsión. No puede haber "lobbys" entre los que pretenden lo mismo. En un antipartido la gente se representa a sí misma, cada ciudadano tiene un voto que le pertenece y no puede transferirlo a nadie.

¿Qué ideología tiene un antipartido?

Aquí hay diversidad de opiniones, hay partidos como el Partido Pirata que se ocupan exclusivamente de defender un área concreta de la política, como es la libertad en internet, pero hay otros que tienen la ambición de controlar al poder en todas sus formas, tanto políticas como económicas o culturales. La función de un antipartido es el control del poder. Su ideología es transparente, trata de acumular las conquistas de la humanidad a lo largo del tiempo, quedarse con lo bueno y desechar lo malo. Un antipartido no defenderá una dicotomía entre igualdad y libertad, sino ambas cosas a la vez: libertad-e-igualdad, porque ambas son necesarias. Los antipartidos se encuentran cómodos en la transversalidad política, superando el maniqueismo tradicional de los partidos políticos convencionales, pero también el consenso como estrategia última, si nos damos cuenta muchos de los enfrentamientos existentes entre los partidos convencionales son artificiosos. Nadie sacrificaría sus derechos fundamentales, las conquistas de libertad, todo el mundo está contra los conflictos bélicos y contra muchas otras cosas, pero también es necesario ser responsable si se quiere ser libre y actualmente en un mundo global, el pertenecer a un país avanzado requiere nuestra participación en cosas que no nos agradan. Responsabilidad y transparencia son dos características de los antipartidos.


¿Qué objetivo tiene un antipartido?

En realidad los antipartidos tienen la pretensión de que la política no sea un negocio para los partidos políticos, a costa de la devastación del bienestar de los ciudadanos. El objetivo fundamental de un antipartido es controlar el poder y sus desmanes. Tratar de devolver a los ciudadanos su soberanía secuestrada, exigir que las leyes se cumplan y se hagan otras que limiten el poder de los que gobiernan. Los antipartidos consideran que la democracia es la única vía para acometer las tareas políticas que permitan un desarrollo social e individual máximos. Los individuos no son enemigos de la sociedad, ni sus dueños, como otros pretenden. Los individuos somos la sociedad, pero en el momento en que perdemos nuestra condicón individual por medio de la representación por otros, nos convertimos en un cero a la izquierda. Eso ha hecho que la abstención haya crecido y que la gente cada día tenga menos interés por la política al tiempo que está más cabreada con los que la representan mal. Los antipartidos más que acabar con el sistema tienen la pretensión de que este funcione con libertad, democracia, justicia y transparencia.

La verdad es un resultado, más que un propósito. Antes de que las cosas se demuestren con hechos que son buenas, son siempre entelequias, proyectos, y promesas. La gente debe aprender a juzgar la realidad por los hechos, no por la propaganda. Los ciudadanos no estamos condenados a estar mal representados siempre. El poder debe estar al servicio de los ciudadanos, no los ciudadanos al servicio del poder.

¿Cuáles son los problemas de los antipartidos?

Fundamentalmente dos, como logra sus objetivos por una parte, y como se financia por otra. El dinero es goloso, todo se mueve en este mundo por el poderoso caballero, pero no tiene que ser siempre así, hoy, gracias a las nuevas tecnologías se puede conseguir que la información sea inmediata y transparente, accesible para todo el mundo. Estamos hartos de que nos engañen, no sabemos siquiera la situación que atravesamos, porque los medios de comuncación han perdido su condición de reflexión propia sobre la realidad para proponernos exclusivamente los comunicados que les remiten las distintas formaciones políticas. El ciudadano tiene que hacerse político, tener criterio propio, saber que es lo que está ocurriendo con su dinero, como está siendo representado, como está siendo manipulado y engañado, como está siendo ninguneado. Esa es la principal función de un antipartido, mostrarle a los ciudadanos las miserias de la política, bien desde fuera o dentro del escenario de poder.

Pero el problema fundamental para que un antipartido salga adelante es la financiación, aunque la austeridad sea su bandera, siempre se producirán gastos en la acción política. En principio, la mejor alternativa para no contaminarse como las demás opciones políticas, debe renunciar a estar subvencionado tanto por el Estado como por el Mercado, solo así podrá mantener su independencia. Para ello sólo puede sostenerse con las cuotas de sus afiliadaos y con donaciones transparentes, con nombre y apellidos, a la vista de todo el mundo. Pero hoy, gracias a las nuevas tecnologías, el proceso de comunicación se ha abaratado tanto que con imaginación se puede llegar al equilibrio entre lo que aporten los asociados y el cumplimiento de los objetivos, evidentemente esto requiere trabajo, esfuerzo y campañas de divulgación para que la gente comprenda de que va un antipartido, pero con el agotamiento de la esperanza en los partidos políticos convencionales, una buena organización y un voluntariado amplio, se puede lograr la suficiente presencia para empezar el trabajo, y sobre la marcha ya se irá decidiendo lo que sea necesario. Como es una idea nueva, está abierta a su perfeccionamiento con la participación de todos los que quieran agregarse. Esto es en grandes líneas un antipartido, posiblemente la solución a la mayoría de los problemas que tenemos los españoles con la política.

¿Quién dijo que no hay solución?

Desde los partidos políticos se vende la especie de que no hay alternativa a lo existente, una falacia que les permite continuar en el poder. Evidentemente que en una democracia hay alternativas, pero todas pasan por la responsabilidad de los ciudadanos en las cuestiones públicas y la eliminación de la representación política, que es la forma de opresión más perversa, la última frontera en el dominio de los seres humanos, la esclavitud misma. Para no ser representados, debemos representarnos a nosotros mismos, sin admitir que nadie hable y decida por nosotros, eso estaba bien para las épocas en que la mayoría de la población era analfabeta y no había comunicaciones inmediatas, hoy eso se ha convertido en un anacronismo que se debe erradicar. La única solución política a los problemas que tenemos los españoles pasa por la reducción de poder de los partidos políticos convencionales, algo que nunca harán por si mismos, sino todo lo contrario, por lo tanto hay que crear una alternativa a todos ellos que reconduzca la vida política hacia la libertad, la equidad, la democracia, la justicia y la transparencia. Eso se puede lograr con un antipartido, el antídoto de la miseria en la política.

Biante de Priena

Enlaces Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...