desde 2.006 en Internet
domingo, 6 de abril de 2008
Atila, senador de Roma
Efectivamente. Gran verdad la que niega “La Verdad”. Es cierto que no hay verdades absolutas, pero de ahí a asumir que la verdad no existe hay un cierto trecho que no puede escamotearse gratuitamente al conocimiento.
Es cierto que las cosas son relativas, que el acto de conocer depende de la percepción, el criterio y la oportunidad, esto es axiomático y no admite ligereza o inanidad como alternativa.
Un ejemplo, mi hijo de 13 años conoce cosas que yo no conozco, por lo tanto percibe el mundo de forma diferente, para él un ordenador es una realidad existente; pero eso no quiere decir que la realidad se restrinja a un ordenador. Esa presunción reducciónista de comprender que solo existe lo que percibimos es una de las mayores estupideces que se puede cometer, y posiblemente la mayor fuente de conflictos humanos.
Si bien se puede aceptar que la relatividad es propicia al ámbito de las percepciones, resulta más complicado adaptarla al de los criterios.
Un criterio permite juzgar sin percepción inmediata, porque se establece sobre la experiencia y el conocimiento. No es imprescindible percibir que si ponemos la mano sobre el fuego nos acabaremos quemando. Lo sabemos, porque conocemos otras experiencias propias y ajenas, que han contribuido a generar nuestro propio criterio.
A pesar del interés creciente en reducir el mundo a lo percibido o perceptible, que al final es reducirlo a lo material y tangible, no es posible, y menos en una realidad “embustera”, que nos engaña según los intereses correspondientes, que nos persuade por medio de la propaganda y la intoxicación a “creer” lo que se nos muestra. Ese secuestro de nuestra percepción es en realidad una falacia construida con el único interés de que creamos únicamente en lo que vemos, pero lo que vemos, es lo que nos muestran, y nos muestran precisamente lo que quieren que veamos y nos ocultan lo que no quieren que veamos.
Dicho de otra forma, las únicas oportunidades de aprehender la realidad son las que nos permiten, de lo que se deduce que solo podemos creer en lo que se manifiesta. Me recuerda al “lavado de cerebro”: se muestra lo deseado, se oculta lo indeseable.
Y dirán ustedes que el autor de estas palabras está derivando hacia la filosofía, pues va a ser que no, sinceramente estoy hablando de política. Estoy diciendo exactamente cual ha sido el mecanismo por el que once millones de españoles han votado a Zapatero.
Alguien con criterio propio, viendo lo visto, es absolutamente imposible que haya votado a Zapatero; si once millones de españoles le han entregado su confianza, o es que no tienen criterio propio o es que en su criterio prefieren a alguien que pueda destruir todo lo que existe, eso sí, con la mejor intención del mundo.
¿Han votado por Atila o por la destrucción de Roma?, han votado contra la degeneración del sistema, dándole la oportunidad a que se degenere aún más, han votado por el miedo a ETA, por la negociación para la paz, concediéndole el poder a quien dice que les defenderá "por las buenas" (como si no fueran malas siempre). Tal vez pueda funcionar, cosas más raras se han visto.
El problema es que pensando que votaban por Atila, realmente hayan votado por Nerón. Pero al final da igual, conseguirán su objetivo. Roma quedará destruida en la novena legislatura, no lleva remedio, que más da que sea por Atila, por Nerón, o por Zapatero.
Biante de Priena
Categorías:
Ciudadanos y Política,
con Z de Zapatero,
España
Suscribirse a:
Entradas (Atom)