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sábado, 20 de diciembre de 2008
Yo creo en la navidad, pero no creo en Zapatero
Felices fiestas a todos/as/es/is/us/-s/*s
No se qué de Zapatero
No es fácil acostumbrarse a vivir en una dictadura, pero se puede, sólo hay que intentarlo con esmero y denuedo.
Recuerdo hace muchos años, cuando visité algún país de aquel este de Europa tan lejano, gélido, soso, y tan bien estratificado tras el telón de acero, que la primera sensación que recibí fue la tristeza de la gente. Ese deambular sin destino, o hacia un destino que desagrada a la inmensa mayoría. La misma sensación ratifiqué posteriormente en varias ocasiones.
En España, en las postrimerías del franquismo, se apreciaba algo parecido: un aburrimiento inmanente, un hartazgo del más de lo mismo, una impotencia pública, porque los ciudadanos eran más súbditos o siervos que seres humanos libres.
Cuando la libertad se desvanece, se producen numerosas alteraciones en las personas. En Cuba, por ejemplo, han hecho de la alegría un producto para los turistas, sentarse en la bodeguita y reír, mientras tengas dólares, claro. En China todo está bien organizado, si quieres vivir experiencias humana gratificantes, las pagas y las tienes.
En España, hasta hace unos años, las cosas no eran así. Por las noches se podía salir y tomar algo con los amigos, las calles estaban llenas de gente, y más en un periodo próximo a la Navidad. Ahora no, una cena de los de la oficina, de antiguos amigos del colegio, y para de contar. Parece que la gente va teniendo miedo de salir de su casa, sea por la delincuencia o por los precios. Cierto es que en el resto de Europa las cosas de la vida en la calle ya se han “normalizado” hace tiempo y la mayoría de la gente se compra unas botellas en los supermercados y prepara opíparas cenas en sus casas, pero no es lo mismo que rondar bajo las farolas.
A nuestro país, acudían turistas de todas partes para divertirse, fundamentalmente porque el alcohol está más barato, y también porque los precios son menores que en otros países occidentales. Ahora ya no vendrán, el turismo se va a ir al garete. Creo que en los próximos meses-años nos va a estallar la burbuja hostelera en la cara.
Y bien, no digo que Zapatero sea el único responsable de este cambio sociocultural, pero estoy seguro de que alguna responsabilidad tiene. Y el ha sido uno de los principales autores de habernos jodido nuestra forma de vivir. A mi, este mundo organizado, fundamentado en el precio y no en la alegría de la gente no me gusta. En cuanto pueda, me largo de España, hay otros lugares más agradables para vivir. Seguiré el devenir de este país por la red.
Supongo que me iré a un país latino americano, o a uno árabe, o a la India, o a uno africano, porque allí todavía la vida fluye de forma natural, aunque sea en medio de la más absoluta miseria, y no de esta forma estereotipada que tanto recuerda a la agonía o la muerte. No me gusta lo que están haciendo con nuestro país, porque hoy sentirse español es sufrir las mayores vejaciones de forma gratuita, y español pienso seguir siendo hasta que me muera, o sea que toca exilio.
Biante de Priena
Recuerdo hace muchos años, cuando visité algún país de aquel este de Europa tan lejano, gélido, soso, y tan bien estratificado tras el telón de acero, que la primera sensación que recibí fue la tristeza de la gente. Ese deambular sin destino, o hacia un destino que desagrada a la inmensa mayoría. La misma sensación ratifiqué posteriormente en varias ocasiones.
En España, en las postrimerías del franquismo, se apreciaba algo parecido: un aburrimiento inmanente, un hartazgo del más de lo mismo, una impotencia pública, porque los ciudadanos eran más súbditos o siervos que seres humanos libres.
Cuando la libertad se desvanece, se producen numerosas alteraciones en las personas. En Cuba, por ejemplo, han hecho de la alegría un producto para los turistas, sentarse en la bodeguita y reír, mientras tengas dólares, claro. En China todo está bien organizado, si quieres vivir experiencias humana gratificantes, las pagas y las tienes.
En España, hasta hace unos años, las cosas no eran así. Por las noches se podía salir y tomar algo con los amigos, las calles estaban llenas de gente, y más en un periodo próximo a la Navidad. Ahora no, una cena de los de la oficina, de antiguos amigos del colegio, y para de contar. Parece que la gente va teniendo miedo de salir de su casa, sea por la delincuencia o por los precios. Cierto es que en el resto de Europa las cosas de la vida en la calle ya se han “normalizado” hace tiempo y la mayoría de la gente se compra unas botellas en los supermercados y prepara opíparas cenas en sus casas, pero no es lo mismo que rondar bajo las farolas.
A nuestro país, acudían turistas de todas partes para divertirse, fundamentalmente porque el alcohol está más barato, y también porque los precios son menores que en otros países occidentales. Ahora ya no vendrán, el turismo se va a ir al garete. Creo que en los próximos meses-años nos va a estallar la burbuja hostelera en la cara.
Y bien, no digo que Zapatero sea el único responsable de este cambio sociocultural, pero estoy seguro de que alguna responsabilidad tiene. Y el ha sido uno de los principales autores de habernos jodido nuestra forma de vivir. A mi, este mundo organizado, fundamentado en el precio y no en la alegría de la gente no me gusta. En cuanto pueda, me largo de España, hay otros lugares más agradables para vivir. Seguiré el devenir de este país por la red.
Supongo que me iré a un país latino americano, o a uno árabe, o a la India, o a uno africano, porque allí todavía la vida fluye de forma natural, aunque sea en medio de la más absoluta miseria, y no de esta forma estereotipada que tanto recuerda a la agonía o la muerte. No me gusta lo que están haciendo con nuestro país, porque hoy sentirse español es sufrir las mayores vejaciones de forma gratuita, y español pienso seguir siendo hasta que me muera, o sea que toca exilio.
Biante de Priena
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