Tratado sobre la Tolerancia – Voltaire (1763) – (009)
Si alguien ha reunido méritos en su existencia para obtener el calificativo de “librepensador” este ha sido Voltaire, pero no fue lo único que hizo, porque como defensor de la libertad, el señor de Ferney hizo del compromiso una profesión, no con las grandes ideas para configurar una sociedad mejor como su rival Rousseau, sino con las ideas para que la sociedad no fuera peor. Voltaire conocía la realidad y sabía que ninguna utopía podría resolverla.
A François Marie Arouet, que era su auténtico nombre, le debemos quizás las mejores páginas de la historia occidental contra el fanatismo, la superstición y el papanatismo (otra forma discreta de fanatismo), el intelectualismo friki de nuestros tiempos. El filósofo parisino se rió mucho y fue igualmente celebrado que denostado, e incluso perseguido, por los poderosos de su tiempo, igualmente políticos que religiosos. Con una singular ironía, que recuerda a nuestro ilustre Quevedo, zahirió la sociedad de su tiempo alcanzando la mordacidad más impía con su inteligencia y su palabra.
Lo mismo dirigía sus aceradas y mordaces diatribas al ampuloso Leibniz que al mismo Rey y como no, a Rousseau, el autor de “El contrato social”, al que consideraba paradigma de la impertinencia complaciente. No obstante, la iglesia católica fue diana de sus muy numerosas ocurrencias, y no porque fuera ateo (era deista), sino porque era racional, y la fe puede mover montañas, pero no mueve molinos.
Al grito de guerra de «Écrasez l'Infame!» (aplastad al infame), Voltaire propone no dejar de perseguir a los que tratan de imponer su voluntad a los demás contra el ejercicio de su libertad. Desde la ironía y el sarcasmo Voltaire vapuleó a los fanáticos, autoritarios, dogmáticos e intolerantes, considerando que lel respeto a pluralidad es una condición indispensable para a convivencia, tan importante como la propia conciencia a la hora de juzgar la realidad, cada uno por sí mismo.
Se puede decir que Voltaire, precisamente por su furibundo ataque contra los dogmatismos y su deriva totalitaria, es el primer filósofo que preconcibe el relativismo. Huyó en sus escritos de la grandilocuencia y el academicismo, a pesar de su inmensa erudición, porque su pretensión era la divulgación, que cada uno tuviera su propio criterio, que nadie se conformara con lo establecido por los poderosos. Quizás la aportación más importante a la filosofía que nos hizo Voltaire es la distinción entre la ética (que proviene de cada uno), de la moral (que es compartida por muchos y termina derivando en doctrina).
El ser humano debe reflexionar consigo mismo antes de dejarse atrapar por las ideas políticas o religiosas, por las distintas doctrinas que pretenden su configuración y ahormamiento, porque su condición última es la libertad, no la servidumbre al despotismo, sea ilustrado o salvaje.
Referencias
Sobre la obra
Ciudadseva
"Voltaire, el caos de las ideas claras", por Iñaki Oneca Agurruza
El concepto de la Tolerancia, de Tomás Moro a Voltaire, por Eduardo Bello
Sobre el autor
Biografía Thales
Biografía Gorgas
Biografía El jinete insomne
Libro para descargar
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