¡Feliz Año José Luis!
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miércoles, 29 de diciembre de 2010
Las elecciones de mayo se ganarán convenciendo
Dicen aquellos que juegan al ajedrez que la conquista del centro del tablero es muy importante, porque permite mayor movilidad a las piezas y permite tomar la iniciativa. La mayoría de las aperturas conocidas tienen como prioritario este objetivo, pero no menos importante que la conquista del centro es ganar la posición, porque no asumir la iniciativa siempre conlleva la dependencia de los fallos del rival, para poder ganar la partida.
En los últimos seis años, el PSOE ha ganado la posición al PP en la mayoría de las jugadas políticas que se han producido, desde el “necesitamos un gobierno que no nos mienta” de Rubalcaba, hasta el liderazgo de la desaceleración, que luego fue crisis, o de la economía sostenible que concluyó en las nuevas tarifas eléctricas para que los españoles sepamos lo que nos cuesta la luz realmente. De esta forma, a pesar de la gestión desastrosa, de la colección de mentiras del Presidente Zapatero, de los desmanes vividos con los nacionalismos, con el terrorismo, con el déficit, la deuda y los cinco millones de parados, con el viaje sin destino del leonés errante y su galera de cadáveres políticos por los océanos de la desconfianza y el descrédito, el PP no puede decir que tiene la posición ganada, a pesar de que las encuestas le ofrezcan resultados optimistas, porque unas elecciones no se ganan por los errores de los demás, eso ayuda, sino por los éxitos propios, por saber alcanzar el núcleo de la conciencia pública, por crear opinión favorable hacia sus propuestas, por ofrecer ilusión y esperanza. Nada de eso ha ocurrido hasta ahora.
Si el PP obtiene un triunfo por más de 12 puntos en la mayoría de encuestas sobre su inmediato rival el PSOE, es sencillamente porque los que confiaron en Zapatero se apartan del PSOE hacia la abstención, no porque brinden su apoyo al PP. Si el PP obtiene tan buenos resultados en las encuestas, es porque los que están hartos de Zapatero y no le han votado, votarán por el PP sin dudarlo, con tal de quitarse de encima al paladín del talante. Quizás se capte algún voto de la abstención, más que nada por hartazgo de los despropósitos gubernamentales, pero no serán demasiados, no con la estrategia de espectadores políticos y armonía zen que se transmite desde el sanedrín de Génova.
Vencer, no es convencer
En estas elecciones no será suficiente con vencer, además será necesario convencer, fundamentalmente por dos razones, la primera que el Gobierno saliente ha engañado a los electores que están mosqueados con los políticos: algo más con los del PSOE que gobiernan que con los del PP que hacen oposición, pero tampoco demasiado; y la segunda porque la oposición no ha sabido desmontar los engaños del Gobierno, aunque es cierto que su percepción de la realidad económica, al menos la que ofreció Pizarro en su día, era mucho más acertada. El efecto de descrédito que ha traido el PSOE a la política también salpica al PP, y en el PP no han sabido segregarse con claridad de la deriva del PSOE y su propaganda. Desde lo del cordón sanitario se han conformado con quedarse en el redil que les han impuesto entre los socialistas y nacionalistas, a veces hasta cotas de escarnio político y han soportado estoicamente la propaganda con la que han amordazado su discurso, sus acciones y sus gestos.
El “dontancredismo” ha sido una táctica que hoy se muestra como parálisis, como desdén, como indecisión, como desidia del PP, por parte de la propaganda esgrimida por el Gobierno y expandida por sus altavoces mediáticos. Cierto es que cada vez que en el PP se movía alguien por cualquier cosa, recibía toda la insania de los rivales, socialistas y nacionalistas, aliados para su exclusión; cierto es que no respetaron los códigos de la tolerancia y hemos vivido tiempos revolucionarios; cierto es que el fundamentalismo democrático ha procurado un territorio hostil al encuentro y al debate, pero el precio del desgaste en la lucha va en el sueldo de los políticos. Hoy tenemos un PP que no se ha desgastado precisamente en sus tareas de oposición, pero al mismo tiempo tampoco ha conquistado más conciencias que las que tenía a su favor cuando salió derrotado en las pasadas elecciones y tal vez tenga algunas menos.
En el PP han decidido que si no se puede jugar con reglas compartidas y respetadas por los jugadores mejor no jugar, no era mala estrategia cuando el PSOE todavía podía enmascarar su fracaso, pero cuando el país entero está viendo la hazaña de su ineptitud, a cinco meses de las elecciones autonómicas y municipales, seguir actuando de esa forma es suicida y parece que no hay ninguna intención de cambiar de táctica.
Para afrontar el próximo combate electoral, en el que un par de cientos de miles de aguerridos defensores de lo público, para mantener sus privilegios privados, se juegan engrosar directamente las listas del paro si pierde el PSOE, el PP tiene dos alternativas, que pueden ser secuenciales: la primera es la negativa, que está utilizando en estos momentos, que consiste en decir, que mal lo ha hecho el PSOE y seguir así hasta que termine cayendo por sí mismo; la segunda es la positiva, ofreciendo soluciones donde el PSOE ha creado problemas, mostrando las cosas que se han hecho mal al tiempo que se muestra como se habrían hecho bien, enumerando y señalando todos los errores cometidos por Rodríguez Zapatero, pero diciendo porque han sido errores y como habrían sido aciertos, y por último ofreciendo un futuro mejor que el presente, sin soberbia, y sin humildad, con rigor, algo así como sólo podemos ofrecer sangre, sudor y lágrimas, pero al menos no engañaremos a nadie diciendo que vamos a mejorar sus vidas para distorsionarlas por completo.
Los ciudadanos quieren saber para decidir
Pero hay que tener en cuenta algunas cuestiones importantes, en este país hay un 22 % de población cautiva sometida a la dependencia, la ignorancia, el desempleo, la pobreza y el desánimo, que el PSOE se ha encargado de cultivar para que siga igual a lo largo de la historia, principalmente en sus feudos, pero también en los rivales, porque sigue siendo la misma cifra que había hace 30 años, con el único objetivo de mantener su servidumbre al poder, ofreciéndoles cambios que nunca han llegado y brindándoles ayudas exclusivamente para su supervivencia. El PP nunca ha sido capaz de entrar en este nicho electoral, perfectamente guardado por el grito de “que viene la derecha y os va a quitar todo lo que os hemos dado”, algo que se puede desmontr fácilmente, porque si no tienen nada y hace 30 años tampoco lo tenían, realmente poco les habrán dado, pero esta es una tarea árdua y difícil, a la que hay que acudir con valentía e ideas nuevas.
Hay otro porcentaje de población, los abstencionistas, entre los que se encuentra un porcentaje menor de los anteriores y que en su inmensa mayoría no acuden a las urnas porque desconfían de los políticos, de todos los políticos y no quieren participar en el juego de poder de convertirse en súbditos de unos nuevos amos. Son más de un 30 % de población que para depositar su voto exigen al menos un compromiso de que la política no puede continuar igual, que se necesita más transparencia, independencia de poderes, respeto a los ciudadanos, rigor en la gestión de los recursos públicos y erradicación de la propaganda. A los abstencionistas hay que ofrecerles participación en el control de los asuntos públicos y en su vigilancia permanente, para ello hay que rendir cuentas de las acciones políticas y explicar su sentido y objetivos con claridad. La abstención puede medir dos cosas o la satisfacción con la política y el desntendimiento o el desacuerdo con la político y su autoexclusión de los juegos electorales. En estos momentos no hay abstención por satisfacción política, por lo que es importante conocer y resolver las razones por las que la gente decide no participar en la democracia, que seguro que tienen que ver con el descrédito de los políticos, algo a lo que hay que enfrentarse si se quiere triunfar en unas elecciones, el PSOE en este caso lo tiene mucho más difícil que en el anterior de la población cautiva.
Por último está el resto de la población, de los que acudan a las urnas un 25 % votará al PSOE, pase lo que pase, como lo hicieron en el año 1996 cuando se descubrió lo del GAL y todas las tramas corruptas, seguirán votando al PSOE ocurra lo que ocurra y es una pérdida de tiempo convencer a este electorado de que les están tomando el pelo, porque no votan por lo que se haga, ni por lo que se pueda hacer, sino por lo que se hizo en el pasado. En este porcentaje se incluye los que acuden a votar de los más desfavorecidos, por supuesto. Otro 25 % del voto sigue un patrón similar en el PP, y votarían por su partido lo hicieran mal o bien, porque nunca votarían por el PSOE. Del 50 % de votos restantes es del que saldrán las abstenciones de los que ayer votaron al PSOE, que para transformarse en votos del PP tendría que acontecer un milagro y los votos que apoyen el proyecto del PP, que de no llegar a estar convencidos se quedarían también en la abstención. El discurso descafeinado que ha mantenido el PP durante estos últimos años no les convence y de no cambiarlo de forma manifiesta posiblemente se reduzca mucho la diferencia entre el PP y el PSOE.
Para que el PP pueda ganar estas elecciones, no sólo necesita vencer, sino también convencer, y en esta ocasión se va a en contra de la opinión pública, con unos ciudadanos que se informan por internet, que reflexionan por si mismos, que están en el paro, que están endeudados y muy cabreados con los políticos de todos los colores y tendencias. Estas eleccione las ganará el PP si es capaz de mezclarse con los ciudadanos, bajando a tierra, y utilizando el pico y la pala, abandonando la separación de los ciudadanos y convirtiéndose en unos ciudadanos más que escuchen todo lo que tengan que decirles y que sean capaces de generar confianza en sus electores sin miedo a integrarse en sus problemas y vicisitudes. Son elecciones que requieren el comportamiento de los políticos representados en modelos mayoritarios, que se ganan la circunscripción como en las elecciones norteamericanas, británicas o francesas. Son elecciones en la que lo que más contará será el perfil y el carisma del candidato que se presente y la confianza y garantías que pueda ofrecer. La novedad en esta ocasión en que la gente busca seguridad es un riesgo innecesario.
Hace falta mucha humanidad para convencer en estos tiempos y sobra mucha soberbia, no puede haber frontera entre ciudadanos y políticos, en esta ocasión no vale con ofrecer alternativas al rival, porque es necesario ofrecer alternativas al sistema, esta es la clave que hará que se triunfe en estas elecciones, precisamente objetivo que ha definido con extraordinaria inteligencia y percepción ajustada de la realidad, Francisco Álvarez Cascos con el concepto de “civilidad política”, porque para exigir respeto a los demás, primero hay que respetarse a uno mismo, para que nadie pueda decir nada y al que lo diga poder taparle la boca y desenmascararlo. Por ello hay que ofrecer una alternativa legal de control de los políticos por parte de los ciudadanos, es imprescindible, lo exigen los tiempos y la realidad.
Esa es la esencia del pico y la pala, del trabajo honesto y de la sinceridad, de no prometer nunca aquello que no se pueda cumplir. No mentir es lo primero, no hacer daño lo segundo, no aprovecharse de la gente lo tercero, exactamente lo contrario de lo que ha hecho el PSOE, pero no basta con decirlo, hay que hacerlo.
No se puede seguir haciendo una política de representación de los ciudadanos más propia del siglo XIX que del siglo XXI en el que estamos. Es hora de que los ciudadanos españoles y los políticos abandonemos la política fundamentada en la fe y las creencias y sostengamos nuestras relaciones sobre los hechos. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son el antídoto de que eso pueda seguir ocurriendo, o los partidos políticos se adaptan a la realidad existente, o más temprano que tarde, los ciudadanos encontraremos nuevas formas de representación politica más allá de los partidos políticos.
Enrique Suárez
En los últimos seis años, el PSOE ha ganado la posición al PP en la mayoría de las jugadas políticas que se han producido, desde el “necesitamos un gobierno que no nos mienta” de Rubalcaba, hasta el liderazgo de la desaceleración, que luego fue crisis, o de la economía sostenible que concluyó en las nuevas tarifas eléctricas para que los españoles sepamos lo que nos cuesta la luz realmente. De esta forma, a pesar de la gestión desastrosa, de la colección de mentiras del Presidente Zapatero, de los desmanes vividos con los nacionalismos, con el terrorismo, con el déficit, la deuda y los cinco millones de parados, con el viaje sin destino del leonés errante y su galera de cadáveres políticos por los océanos de la desconfianza y el descrédito, el PP no puede decir que tiene la posición ganada, a pesar de que las encuestas le ofrezcan resultados optimistas, porque unas elecciones no se ganan por los errores de los demás, eso ayuda, sino por los éxitos propios, por saber alcanzar el núcleo de la conciencia pública, por crear opinión favorable hacia sus propuestas, por ofrecer ilusión y esperanza. Nada de eso ha ocurrido hasta ahora.
Si el PP obtiene un triunfo por más de 12 puntos en la mayoría de encuestas sobre su inmediato rival el PSOE, es sencillamente porque los que confiaron en Zapatero se apartan del PSOE hacia la abstención, no porque brinden su apoyo al PP. Si el PP obtiene tan buenos resultados en las encuestas, es porque los que están hartos de Zapatero y no le han votado, votarán por el PP sin dudarlo, con tal de quitarse de encima al paladín del talante. Quizás se capte algún voto de la abstención, más que nada por hartazgo de los despropósitos gubernamentales, pero no serán demasiados, no con la estrategia de espectadores políticos y armonía zen que se transmite desde el sanedrín de Génova.
Vencer, no es convencer
En estas elecciones no será suficiente con vencer, además será necesario convencer, fundamentalmente por dos razones, la primera que el Gobierno saliente ha engañado a los electores que están mosqueados con los políticos: algo más con los del PSOE que gobiernan que con los del PP que hacen oposición, pero tampoco demasiado; y la segunda porque la oposición no ha sabido desmontar los engaños del Gobierno, aunque es cierto que su percepción de la realidad económica, al menos la que ofreció Pizarro en su día, era mucho más acertada. El efecto de descrédito que ha traido el PSOE a la política también salpica al PP, y en el PP no han sabido segregarse con claridad de la deriva del PSOE y su propaganda. Desde lo del cordón sanitario se han conformado con quedarse en el redil que les han impuesto entre los socialistas y nacionalistas, a veces hasta cotas de escarnio político y han soportado estoicamente la propaganda con la que han amordazado su discurso, sus acciones y sus gestos.
El “dontancredismo” ha sido una táctica que hoy se muestra como parálisis, como desdén, como indecisión, como desidia del PP, por parte de la propaganda esgrimida por el Gobierno y expandida por sus altavoces mediáticos. Cierto es que cada vez que en el PP se movía alguien por cualquier cosa, recibía toda la insania de los rivales, socialistas y nacionalistas, aliados para su exclusión; cierto es que no respetaron los códigos de la tolerancia y hemos vivido tiempos revolucionarios; cierto es que el fundamentalismo democrático ha procurado un territorio hostil al encuentro y al debate, pero el precio del desgaste en la lucha va en el sueldo de los políticos. Hoy tenemos un PP que no se ha desgastado precisamente en sus tareas de oposición, pero al mismo tiempo tampoco ha conquistado más conciencias que las que tenía a su favor cuando salió derrotado en las pasadas elecciones y tal vez tenga algunas menos.
En el PP han decidido que si no se puede jugar con reglas compartidas y respetadas por los jugadores mejor no jugar, no era mala estrategia cuando el PSOE todavía podía enmascarar su fracaso, pero cuando el país entero está viendo la hazaña de su ineptitud, a cinco meses de las elecciones autonómicas y municipales, seguir actuando de esa forma es suicida y parece que no hay ninguna intención de cambiar de táctica.
Para afrontar el próximo combate electoral, en el que un par de cientos de miles de aguerridos defensores de lo público, para mantener sus privilegios privados, se juegan engrosar directamente las listas del paro si pierde el PSOE, el PP tiene dos alternativas, que pueden ser secuenciales: la primera es la negativa, que está utilizando en estos momentos, que consiste en decir, que mal lo ha hecho el PSOE y seguir así hasta que termine cayendo por sí mismo; la segunda es la positiva, ofreciendo soluciones donde el PSOE ha creado problemas, mostrando las cosas que se han hecho mal al tiempo que se muestra como se habrían hecho bien, enumerando y señalando todos los errores cometidos por Rodríguez Zapatero, pero diciendo porque han sido errores y como habrían sido aciertos, y por último ofreciendo un futuro mejor que el presente, sin soberbia, y sin humildad, con rigor, algo así como sólo podemos ofrecer sangre, sudor y lágrimas, pero al menos no engañaremos a nadie diciendo que vamos a mejorar sus vidas para distorsionarlas por completo.
Los ciudadanos quieren saber para decidir
Pero hay que tener en cuenta algunas cuestiones importantes, en este país hay un 22 % de población cautiva sometida a la dependencia, la ignorancia, el desempleo, la pobreza y el desánimo, que el PSOE se ha encargado de cultivar para que siga igual a lo largo de la historia, principalmente en sus feudos, pero también en los rivales, porque sigue siendo la misma cifra que había hace 30 años, con el único objetivo de mantener su servidumbre al poder, ofreciéndoles cambios que nunca han llegado y brindándoles ayudas exclusivamente para su supervivencia. El PP nunca ha sido capaz de entrar en este nicho electoral, perfectamente guardado por el grito de “que viene la derecha y os va a quitar todo lo que os hemos dado”, algo que se puede desmontr fácilmente, porque si no tienen nada y hace 30 años tampoco lo tenían, realmente poco les habrán dado, pero esta es una tarea árdua y difícil, a la que hay que acudir con valentía e ideas nuevas.
Hay otro porcentaje de población, los abstencionistas, entre los que se encuentra un porcentaje menor de los anteriores y que en su inmensa mayoría no acuden a las urnas porque desconfían de los políticos, de todos los políticos y no quieren participar en el juego de poder de convertirse en súbditos de unos nuevos amos. Son más de un 30 % de población que para depositar su voto exigen al menos un compromiso de que la política no puede continuar igual, que se necesita más transparencia, independencia de poderes, respeto a los ciudadanos, rigor en la gestión de los recursos públicos y erradicación de la propaganda. A los abstencionistas hay que ofrecerles participación en el control de los asuntos públicos y en su vigilancia permanente, para ello hay que rendir cuentas de las acciones políticas y explicar su sentido y objetivos con claridad. La abstención puede medir dos cosas o la satisfacción con la política y el desntendimiento o el desacuerdo con la político y su autoexclusión de los juegos electorales. En estos momentos no hay abstención por satisfacción política, por lo que es importante conocer y resolver las razones por las que la gente decide no participar en la democracia, que seguro que tienen que ver con el descrédito de los políticos, algo a lo que hay que enfrentarse si se quiere triunfar en unas elecciones, el PSOE en este caso lo tiene mucho más difícil que en el anterior de la población cautiva.
Por último está el resto de la población, de los que acudan a las urnas un 25 % votará al PSOE, pase lo que pase, como lo hicieron en el año 1996 cuando se descubrió lo del GAL y todas las tramas corruptas, seguirán votando al PSOE ocurra lo que ocurra y es una pérdida de tiempo convencer a este electorado de que les están tomando el pelo, porque no votan por lo que se haga, ni por lo que se pueda hacer, sino por lo que se hizo en el pasado. En este porcentaje se incluye los que acuden a votar de los más desfavorecidos, por supuesto. Otro 25 % del voto sigue un patrón similar en el PP, y votarían por su partido lo hicieran mal o bien, porque nunca votarían por el PSOE. Del 50 % de votos restantes es del que saldrán las abstenciones de los que ayer votaron al PSOE, que para transformarse en votos del PP tendría que acontecer un milagro y los votos que apoyen el proyecto del PP, que de no llegar a estar convencidos se quedarían también en la abstención. El discurso descafeinado que ha mantenido el PP durante estos últimos años no les convence y de no cambiarlo de forma manifiesta posiblemente se reduzca mucho la diferencia entre el PP y el PSOE.
Para que el PP pueda ganar estas elecciones, no sólo necesita vencer, sino también convencer, y en esta ocasión se va a en contra de la opinión pública, con unos ciudadanos que se informan por internet, que reflexionan por si mismos, que están en el paro, que están endeudados y muy cabreados con los políticos de todos los colores y tendencias. Estas eleccione las ganará el PP si es capaz de mezclarse con los ciudadanos, bajando a tierra, y utilizando el pico y la pala, abandonando la separación de los ciudadanos y convirtiéndose en unos ciudadanos más que escuchen todo lo que tengan que decirles y que sean capaces de generar confianza en sus electores sin miedo a integrarse en sus problemas y vicisitudes. Son elecciones que requieren el comportamiento de los políticos representados en modelos mayoritarios, que se ganan la circunscripción como en las elecciones norteamericanas, británicas o francesas. Son elecciones en la que lo que más contará será el perfil y el carisma del candidato que se presente y la confianza y garantías que pueda ofrecer. La novedad en esta ocasión en que la gente busca seguridad es un riesgo innecesario.
Hace falta mucha humanidad para convencer en estos tiempos y sobra mucha soberbia, no puede haber frontera entre ciudadanos y políticos, en esta ocasión no vale con ofrecer alternativas al rival, porque es necesario ofrecer alternativas al sistema, esta es la clave que hará que se triunfe en estas elecciones, precisamente objetivo que ha definido con extraordinaria inteligencia y percepción ajustada de la realidad, Francisco Álvarez Cascos con el concepto de “civilidad política”, porque para exigir respeto a los demás, primero hay que respetarse a uno mismo, para que nadie pueda decir nada y al que lo diga poder taparle la boca y desenmascararlo. Por ello hay que ofrecer una alternativa legal de control de los políticos por parte de los ciudadanos, es imprescindible, lo exigen los tiempos y la realidad.
Esa es la esencia del pico y la pala, del trabajo honesto y de la sinceridad, de no prometer nunca aquello que no se pueda cumplir. No mentir es lo primero, no hacer daño lo segundo, no aprovecharse de la gente lo tercero, exactamente lo contrario de lo que ha hecho el PSOE, pero no basta con decirlo, hay que hacerlo.
No se puede seguir haciendo una política de representación de los ciudadanos más propia del siglo XIX que del siglo XXI en el que estamos. Es hora de que los ciudadanos españoles y los políticos abandonemos la política fundamentada en la fe y las creencias y sostengamos nuestras relaciones sobre los hechos. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son el antídoto de que eso pueda seguir ocurriendo, o los partidos políticos se adaptan a la realidad existente, o más temprano que tarde, los ciudadanos encontraremos nuevas formas de representación politica más allá de los partidos políticos.
Enrique Suárez
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