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sábado, 21 de agosto de 2010

Morir de sed en el mar


"Quien confía en sí mismo, no necesita que los demás confíen en él".
Miguel de Unamuno

Reflexiones estivales

Una de las mayores dificultades para alcanzar un acuerdo con un idiota, es resolver cómo, desde su idiotez, puede ponerse en disposición de adquirir otro conocimiento diferente a los que atesora, como autodeclarado guardián de las esencias fundamentales en las que ha sido instruido. Esta tarea se vuelve proeza cuando el ámbito de debate es la política, no es cosa sencilla tratar de convencer a un convencido de sus errores, especialmente si su conocimiento lo fundamenta en las enseñanzas sagradas a que ha sido sometido en las escolas o ikastolas por los grandes talibanes nacionalistas del presente, en las esencias del imperio decadente que patrocina el PP, o en las esencias del capitalismo criminal que patrocina el PSOE, algo que se refuerza desde su más tierna infancia con la contemplación de todo lo que le vomitan encima los medios de comunicación.

Parece mentira que en pleno siglo XXI, en plena era de la postmodernidad relativista y la comunicación inmediata, todavía estemos culturalmente así, como cenutrios felices que se pretenden sabios porque son conscientes de su conocimiento, cuando en realidad su aborregamiento proviene de desconocer todo lo demás, de lo que son inconscientes. En este país nuestro, basta con que alguien reconozca correctamente los números y las letras, para que se considere de forma inmediata, el sucesor de Einstein y Cervantes juntos.

La desgraciada realidad es que la inmensa mayoría de los españoles son incapaces de pensar por sí mismos más allá de las cuatro cosas que conciernen a su vida cotidiana y algunas consideraciones sobre sus emociones. Las cosas de su país o del mundo les quedan demasiado grandes a mis compatriotas, a mí me duele como si fuera Unamuno; por eso, cuando ven lo que está ocurriendo a su alrededor, se limitan a encender la televisión buscando la seguridad de lo conocido en La Noria, Belén Esteban y los telediarios, en los que siempre nos dicen lo mismo: que estamos muy jodidos, pero a punto de arreglar todos los problemas que tenemos, porque entre los gobernantes y los opositores, es decir los que mandan, ya sabrán lo que tienen que hacer, que para eso mandan. No esperen más, porque no lo hay.

Avanzando hacia el pasado

A mí me da mucha vergüenza comprobar lo que hemos retrocedido con el progreso, gracias a la instrucción en el analfabetismo político que han inducido los que gobiernan junto con los que hacen oposición, en esta tiranía a la que ellos denominan democracia, que se añade al analfabetismo inducido por el franquismo durante cuarenta años.

Se está produciendo un fenómeno extraño en la cultura occidental, de la que España no es ajena sino paradigma, pues cuantos más conocimientos están disponibles de una forma más asequible, también es más la gente se va quedando privada de su acceso al CONOCIMIENTO, porque nadie les ha dicho como se enciende su cerebro, pero sí la pantalla del ordenador. Hoy la gente desconoce en muchos ámbitos lo que sus padres conocían con muchos menos medios, es cierto que se conocen otras cosas, pero tengo mis dudas de si realmente son útiles para la vida o simplemente una estrategia para inducir al desconocimiento a la opinión. La gente hace turismo por el conocimiento pensando, de una forma mágica, que adquiere lo que visita simplemente por contacto, sin esfuerzo alguno, por su simple contemplación.

La
cultura de la imagen nos ha trastornado por completo, porque ver en la pantalla de un ordenador las cosas de la wikipedia no nos permite considerarnos más sabios que nuestros antepasados por tener acceso fácil a la información, sino más ignorantes y soberbios por qué no hemos aprendido que hacer con ella. Ellos, con muchos menos recursos y muchas más dificultades, se sentían más dueños de su destino de lo que nosotros nos sentimos, porque si es cierto que sabemos más cosas, también que nos hemos acomplejado, porque ahora sabemos lo que no conocemos, lo mucho que no sabemos, así somos testigos de una realidad de la que tendríamos serias dificulatades para dar testimonio. Esto se ha traducido directamente en inseguridad y desasosiego, que nos vuelve cada día más neuróticos e inadaptados, bloqueándonos, e impidiéndonos actuar sobre la realidad en la que vivimos.

Esto ha derivado en un proceso de aculturación que remeda al ocurrido en la civilización occidental durante la Edad Media, época en la que los clérigos hicieron su agosto implantando el cristianismo, y excluyendo cualquier otro conocimiento de las verdades reveladas. Así se hicieron las grandes cruzadas, convenciendo a los que morían por Dios de que su mundo estaba en peligro porque los que defendían a otro Dios estaban a punto de acabar con ellos. Seguimos igual diez siglos después.

El dogmatismo es la más perniciosa entre las doctrinas políticas. Quien piensa que tiene razón y se equivocan todos menos los que piensan como él, no es diferente de un talibán afgano que lapida a su mujer porque no se ha puesto el burka. Tan pernicioso como el dogmatismo es el relativismo, especialmente cuando se convierte en la única verdad, es decir, en un nuevo dogma. Así de una percepción de la vida que considera que la perspectiva es fundamental, hemos pasado a considerar que no hay perspectiva para comprender la realidad, creando una especie de mundo cuántico en la que los charlatanes están haciendo su agosto, fundamentalmente en la política, pero también en el mundo de los negocios.

Pensamiento equilibrado

El pensamiento equilibrado requiere un criterio, muchos son los que pueden acceder a él y muy pocos los que terminan accediendo realmente, porque antes de continuar el camino para su adquisición, que consiste en pensar por sí mismos y tratar de constatar si están en el acierto o el error, tienen que superar más pruebas que Hércules con sus trabajos, desconectarse del ordenador, apagar la tele, o renunciar a la cita con los amigos y amigas que les permita unas horas de oxígeno, en la asfixiante vida que sufren. Nadie les ha dicho que el hedonismo en el que hoy se vive es artificial y ajeno, si no es consecuencia exclusivamente de los esfuerzos de cada uno entonces enajena, porque todo placer que no provenga de lo alcanzado por uno mismo es una dependencia. La suma de dependencias nos convierte en consumidores de lo que nos ofrecen y no de lo que necesitamos, así se hacen ricos muchos y poderosos los políticos.

¿Pero quién ha leído a Epicuro en nuestros días?. Para leer su obra primero habría que conocer su existencia y eso es inalcanzable para la masa humana amorfa que no se ha diferenciado en ciudadanos libres que conocen sus derechos. Por eso hemos perdido los ciudadanos españoles nuestra condición de soberanía política para regresar a ser súbditos de los poderosos que determinan nuestro destino, invirtiéndose la relación de la democracia, que ha pasado de ser el gobierno elegido por el pueblo, al pueblo elegido por el gobierno, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia de la humanidad. El poder ha vuelto a secuestrar nuestra libertad.

Los españoles no elegimos a los políticos que nos representan, puesto que sólo podemos acceder en nuestra elección a los políticos que deciden los partidos que deben representarnos. Lo único que podemos hacer es aceptar esa regla de tiranía como democracia y acudir a las urnas para apoyar lo malo contra lo peor, produciéndose una evolución decadente de la representación política, y ratificando el sistema de paso con nuestro asentimiento a unos u a otros; así, no serán nunca elegidos los mejores sino precisamente los peores (kakistocracia), los que no han hecho nada en su vida fuera de la política, ni otra cosa más que medrar dentro de ella. Cuando por casualidad se produce la colusión de dos ineptos en los puestos más elevados de los partidos políticos mayoritarios, la consecuencia sólo puede ser horrorosa, que es lo que precisamente está ocurriendo actualmente en España.

La miseria de la política

La solución a los problemas que tenemos los españoles entraña dificultad, lo único que nos queda es esperar hasta que se produzca un caos completo y la masa amorfa de borregos que acuden a votar como creyentes en cada proceso electoral se dé cuenta de que los políticos no representarán jamás los intereses de sus electores, sino los de sus partidos políticos y los suyos propios. Pero cómo decía al principio, para que eso ocurra la masa amorfa indiferenciada a la que se denomina irónicamente cuerpo electoral, al que violan cada cuatro años los partidos políticos, en un acto ritual y simbólico, tendrá que distinguirse en individuos, desprendiéndose de ella sujetos libres que no sean fieles más que a sí mismos y no a los dogmas y servidumbre en la que han vivido todos sus antepasados. La única vía para conseguir ese objetivo es no dejar de decir nada, expresarlo cada día, hablar, escribir, opinar sin descanso, a ver si algún día se logra la inmersión de la opinión pública en el único medio que permite la vida humana en plenitud: la libertad, que es el oxígeno de la esperanza.

Lo que necesitamos es un tsunami de libertad que acabe con toda la mierda que hemos acumulado gracias a los miserables guardianes de las esencias de la tiranía (los medios de comunicación) que mantienen en el poder a los que les dan las migajas de su fabuloso banquete, obtenido a costa de nuestra hambruna.

Mientras tanto habrá que seguir arrojando al océano de la comunicación botellas con mensajes dentro, es lo que nos queda a los náufragos, con la esperanza de que alguien los lea algún día, y pueda descubrir por qué los naufragios de la libertad siempre se provocan, porque en realidad son sabotajes del poder. Mientras tanto habrá que procurar no morir de sed en el mar.

Biante de Priena

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