“Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo el más sagrado e indispensable de los deberes”.
Maximilien Robespierre
Maximilien Robespierre
Han tenido que transcurrir 33 años para que en este país nos hayamos dado cuenta de la gran verdad que Franco nos ofreció en su testamento cuando dijo que lo dejaba todo “atado y bien atado”; cuarenta años de poder absoluto y autoritario le permitieron conocer perfectamente el pueblo sobre el que ejerció su dictadura. Los partidos políticos españoles son los herederos legales del “franquismo”, que impiden y seguirán impidiendo, el desarrollo de una auténtica democracia (de ahí su absoluta ilegitimidad) como la que viven en otros países avanzados.
Es hora de que los españoles que no lo sepan, descubran que durante las tres últimas décadas no hemos sido ciudadanos libres y soberanos, porque la soberanía de los españoles ha sido secuestrada y usurpada por el PSOE, el PP, nacionalistas y otros. Sin soberanía propia es imposible alcanzar la condición de ciudadanía, fundamentalmente porque no hay libertad para que eso pueda ocurrir. La demostración de que el pueblo español de “no-ciudadanos" no tiene soberanía la podemos observar cada día en la televisión cuando constatamos que en España vivimos en un régimen estamental con dos clases bien diferenciadas y homogéneas: los políticos, con todos los privilegios, y los mal denominados “ciudadanos”, con todas las desposesiones.
Pero quizás lo más destacado de lo acontecido sea la contumacia de los poderosos en continuar imponiendo “sus reglas despóticas” ante la ignorancia de sus súbditos, eso sí, maquilladas democráticamente. Para que siga existiendo un abismo que separe el ejercicio del poder y su sufrimiento estoico por los ciudadanos, incapaces de modificar su opresión, una estafa tan descomunal tiene que estar bien urdida y compartida por todos los estafadores, al menos en su ocultación a los estafados.
Los políticos españoles recuerdan cada día más a la nobleza y el clero de los regímenes absolutos previos a la revolución española de 1812 que a las organizaciones democráticas que existen en Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Alemania. La nobleza es el PP y el clero el PSOE, luego tenemos los nacionalistas que todavía están más atrasados y representan poderes feudales, el resto de los españoles somos sus súbditos: siervos, vasallos, y esclavos.
Resulta fascinante comprobar como en este país los políticos de todos los partidos se han puesto de acuerdo para estafar a los españoles diciéndonos que vivimos en una democracia, creando un auténtico “cártel político” amparado por los medios de comunicación, posiblemente los más dependientes del poder de todo Occidente; por otra parte, la intelectualidad española, de la que los periodistas forman parte, ha ratificado como legión de edecanes el oprobio con enormes aplausos, en solícita disposición a la recepción de privilegios, subvenciones y prebendas institucionalesl. En España tenemos conformada una casta de poderosos que recuerda en su privilegio a los brahamanes de la India, mientras que los españoles de a pie recordamos a los apestados parias. ¿Podemos seguir así por mucho tiempo?
Mientras que en otros países los ciudadanos se ocupan de sus cosas y confían en el funcionamiento de sus instituciones y en el rigor con que se administran las cosas públicas, en España estamos condenados a soportar la histeria de los ineptos que se ocupan de mandar, igual que mandaba Franco, porque gobernar es otra cosa y exige respeto por los gobernados, algo que nunca han tenido los políticos españoles por sus electores. Ese es el singular retraso civilizatorio de España que explica, mejor que otros, todos nuestros males: la incivilizada representación política que tenemos en España.
Vientos de cambio
Sin embargo, las cosas están cambiando deprisa porque en las encuestas del CIS cada día crece más el número de españoles que consideran que tras el paro y la crisis económica, los políticos son el problema más grave que tenemos en este país. Si esa encuesta se hiciera entre los españoles más independientes, cultos, libres, con criterio propio, o entre ciudadanos de otros países democráticos residentes en nuestro país, sin duda situarían la forma de hacer política en España como la principal causa de nuestros problemas, muy por encima de la crisis económica y el paro; pero también con una simple reflexión todo el mundo puede comprenderlo: de las tres variables expuestas, solo hay una que tiene posibilidad de explica a las otras dos, por lo tanto es la que tiene con seguridad más peso en las causas. El paro y la crisis económica no pueden producir una clase política infame, pero una clase política infame si puede producir la crisis económica y el paro. Reflexionen un instante.
Los avances en las nuevas tecnologías, nos ofrecen hoy información suficiente para comprobar que la democracia en España es una auténtica estafa pública, las posibilidades de comunicación permiten propagar la noticia entre más número de españoles. Los partidos políticos, como hicieron todos los detentadores de poder de todas las épocas, se resisten a abandonar el poder, prueba de ello es que nunca han tratado de representar los deseos y la voluntad de los ciudadanos y así nos va, sino precisamente lo contrario: aprovecharse de la ignorancia política y la providencial inocencia de los españoles. Al igual que los estafadores se aprovechan de los pardillos.
Los privilegios insoportables
En España nos dirigimos hacia una auténtica Revolución Política que puede ser pacífica o no, dependiendo de lo que hagan los políticos y lo que hagamos los ciudadanos. Hasta que los ciudadanos no sometamos a los políticos al control civil directo, no intermediado, en España no viviremos en una democracia.
Todos los errores de los políticos que quedan impunes son consecuencia de la opresión política que soportamos estoicamente. En una democracia no se puede permitir un régimen estamental, en el que haya castas que disfruten de privilegios, mientras la inmensa mayoría soportemos los perjuicios a que nos someten. Ese régimen no es democrático, porque no hay democracia alguna cuando estamos obligados a soportar a una legión de ineptos en el gobierno para que más adelante sean sustituidos por otra legión de ineptos que hagan lo mismo, es decir, vivir magníficamente a nuestra costa, en plena impunidad sobre sus resultados, salvo la sanción de abandonar el poder (siempre bien amparada en su salida por las empresas a las que han ofrecido sus servicios cuando estaban dentro).
Hasta que los ciudadanos españoles no descubran la enorme farsa democrática que se representa en España, seguiremos sufriendo la opresión y privilegios insoportables por parte de los políticos. Nuestro sistema democrático es simplemente aparente, irreal, una ilusión.
Cuando los ciudadanos acuden a las urnas a depositar su voto entregan un cheque en blanco a los políticos en los que confían, que les concede patente de irresponsabilidad para hacer lo que les venga en gana, habitualmente en contra de los mismos ciudadanos que han confiado en ellos desde las distintas formaciones políticas. Vean ustedes lo que ha ocurrido con el PSOE y el precio que pagan sus electores por lo ocurrido, que quedará absolutamente impune con abandonar el poder para que gobierne el PP. Nada cambiará, dentro de unos años volveremos a estar igual con el PP y todo se redimirá con que el PSOE vuelva al Gobierno.
Nuestro sistema democrático es fraudulento, está organizado para concentrar el poder en dos partidos políticos que obtienen el 90 % de la representación, generándose una entidad de dominio prácticamente absoluto a lo largo del tiempo, que se sucede en el tiempo de forma alternante. En España, tras treinta años de democracia, tan solo tres partidos políticos han gobernado este país: la UCD, el PSOE y el PP. Si se analiza en detalle lo ocurrido llegaremos a la conclusión de que en realidad vivimos en un régimen absolutista, maniqueo y dogmático, que se reproduce y sucede a sí mismo, lo que ha conducido al deterioro y empobrecimiento paulatino de la escasa calidad democrática en nuestras instituciones.
No somos pocos los españoles que nos preguntamos cómo hemos llegado a tener entre los representantes públicos que nos hemos concedido un elenco de personajes que tendrían numerosas dificultades para buscarse la vida fuera de la política. Sin embargo, el proceso de selección negativa de los representantes del pueblo es fácil de explicar si se comprende que proceso han seguido para su elección: la designación por las cúpulas de los partidos, no la elección directa por el pueblo. Esto es una estafa democrática, porque los políticos designados son responsables ante las cúpulas de sus partidos y no ante el pueblo.
Los representantes políticos a los que mostramos nuestra confianza en las urnas electorales no han sido elegidos por los ciudadanos, sino designados por las cúpulas de los partidos políticos, a espaldas de los ciudadanos; ni siquiera por los afiliados a los partidos políticos que lo único que hacen es ratificar todo lo que les presentan desde las cúpulas y esperar que alguien se acuerde de ellos para incluirlos en alguna lista electoral en un buen puesto, para renovar la casta.
La rebelión ha comenzado
Las cúpulas de los partidos establecen una barrera para que los afiliados no puedan decidir, se ha comprobado en el intento fallido de imposición de candidato por el PSOE en la comunidad de Madrid, o el rechazo logrado del ex ministro Asunción en Valencia. También en el caso de Francisco Álvarez Cascos se ha observado un auténtico pucherazo de la cúpula del PP, además de haberse comprobado que Mariano Rajoy ha mentido a los españoles, pues ofreció en su día una solución estatutaria para la candidatura de Asturias y ha impuesto una alternativa antiestatutaria. ¿Quién va a atreverse en el PP a recordárselo?, creo que nadie.
Francisco Álvarez Cascos ha dado el primer paso desde el poder para el cambio que se avecina, cuando nos ha hablado de la “civilidad política”, imprescindible condición para que este país recupere sentido y razón. Desde su antiguo partido los cantos de sirena le piden que regrese, que se rinda, que se someta, aceptando la ignominia como prueba de pertenecer a la casta, al mismo tiempo que desde el partido rival le acusan de representar a la extrema derecha (palabra amuleto de la izquierda para conjurar todos los males), en realidad, ambas formaciones reconocen con ello la capacidad del asturiano para destrozar todo el montaje que tienen tan bien organizado y que les permite seguir viviendo en el privilegio.
Foro Asturias puede ser el primer partido político de ciudadanos que abjure de la estafa política a que se está sometiendo a los españoles y Francisco Álvarez Cascos su líder. Realmente en el PP y el PSOE están aturdidos, pero tratarán de todas las formas de continuar con la estafa a los españoles, porque de eso precisamente depende su supervivencia en la escena política. Sólo con la conciencia plena de los auténticos ciudadanos de este país podrá salir adelante el proyecto, apoyado por todos los españoles hartos de la estafa política a que están siendo sometidos. No es un problema de Asturias lo que está ocurriendo, sino un problema de España que se está viendo claramente en Asturias.
Los partidos políticos españoles usurpan la voluntad del pueblo al evitar la posibilidad de que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes políticos, con una instrumentalización del proceso electoral al servicio de la concentración de poder en las cúpulas de los partidos políticos, eludiendo los deseos de los ciudadanos que ya no eligen ni siquiera candidatos, sino simplemente marcas representadas por unas siglas. Las cúpulas de los partidos seleccionan y ordenan su oferta de representantes del pueblo por criterios que nada tienen que ver con la democracia, sino con la usurpación y la detentación. Los partidos políticos han ido eludiendo todo proceso libre de competición interna en su seno para imponer aquellos candidatos que resultan más adecuados, cómodos y serviles a los intereses de poder. Pero también han formado un “cártel” que evita cualquier competencia externa, una organización que se sirve de las instituciones públicas para delinquir políticamente.
Esta democracia tutelada por los partidos políticos es un vestigio del franquismo que los españoles hemos asumido, un sistema de oprobio que permite a los políticos administrar el dinero público, repartiendo los privilegios para los elegidos y la opresión para los electores, con el mismo criterio que cualquier tiranía que se precie. Nada de todo esto podría ocurrir si el tercer poder, la Justicia, fuera independiente del poder político, o el cuarto poder, los Medios de Comunicación, rompiera la baraja. Pero nada de eso ocurrirá en España todo el poder se concentra alrededor de los ejecutivos que administran los fondos públicos, que reparten en una auténtica ejecución fraudulenta y antidemocrática.
El binomio “Gobierno-Oposición política” es sinónimo de poder autoritario que genera una casta con privilegios y valores compartidos que se distingue de los demás ciudadanos, conformados en una casta de desposeídos, obligada a soportar y pagar todos los desmanes de la casta poderosa, sin posibilidad alguna de elegir alternativa en libertad a la opresión que sufre, ejercida por los que detentan el poder.
En España no hay democracia, sencillamente los sucesores de Franco se han cambiado el nombre, hoy se denominan “Gobierno-Oposición Política”, o si ustedes lo prefieren: “PP-PSOE-nacionalistas-otros”, un nombre un poco más largo y complicado. Hemos cambiado de amo como en toda behetría que se precie, ayer teníamos uno que se llamaba Francisco Franco y hoy tenemos otro que se llama Partidos Políticos, ayer vivíamos en el franquismo y hoy vivimos en “el partidismo bicéfalo imperfecto”, pero seguimos viviendo en una dictadura que ha cambiado de formas, pero no de contenidos ni privilegios.
La democracia en España, para los siervos mal denominados “ciudadanos”, consiste en acudir a las urnas a votar cada cuatro años por lo que les digan los sucesores de Franco, como si durante el franquismo se hubiera hecho un proceso de ratificación periódico del dictador y por eso se le denominara democracia. Cada proceso electoral es un referéndum franquista de aquiescencia al poder, y todo lo demás, una magnífica parafernalia para seguir estafándonos y jodiéndonos la vida.
Posiblemente ha llegado la hora de que los españoles nos preguntemos: ¿Qué es el tercer Estado?, como hizo Emmanuel Sieyes en 1789.
Enrique Suárez