Si de algo está sirviendo la “galerna Cascos” en la política española es fundamentalmente para dirimir el posicionamiento de los medios de comunicación, de los antiguos compañeros, de los detractores de siempre y de todos los españoles, que aún se atreven a opinar en el clima de manipulación e intoxicación política en que estamos viviendo.
Hay un Gobierno en exilio desconocido, asediado por la realidad económica y la debacle institucional; hay un partido que le apoya todavía, el PSOE, mirando hacia otro lado y avergonzado por lo que se le ha hecho a los ciudadanos de este país en nombre del socialismo. Hay una oposición que mira al futuro, el PP de Mariano Rajoy, sin saber muy bien, ni explicar a los españoles que ha ocurrido en el pasado, que espera heredar la ruina del PSOE, habiendo consentido que ocurriera. Luego hay otros partidos pequeños dispuestos a sacar tajada del río revuelto, en el que se encuentran los nacionalistas y los outsiders que abjuran de la democracia.
Pero sin duda, el fenómeno fundamental de la epopeya democrática que comienza, es la conjunción alquímica entre una “demos” espontánea formada por ciudadanos hartos de lo que ocurre en la política española y un candidato ineludible, que les ha dicho que tienen razón, abandonando el engaño a que son sometidos por hastío y abanderando un futuro prometedor para la comunidad histórica más antigua de España, algo a lo que se oponen desde su intervención conspicua los medios de comunicación, haciendo un alarde de propaganda interesada
Resulta simpático comprobar como desde los grandes diarios nacionales hasta los pequeños periódicos regionales, desde los digitales aguerridos hasta los complacientes con el poder, desde las emisoras de radio hasta las cadenas de la TDT, todos realizan un análisis interpretativo de lo que está aconteciendo, más soportado por sus fantasías y miedos, que por la realidad.
Es magnífico observar a reputados columnistas, diversos y variopintos, criticar las acciones políticas de un candidato promovido por los ciudadanos de forma directa, con el mismo tesón que emplearían para defender sus lentejas, poniendo en la intención y la voluntad de Francisco Álvarez Cascos toda la suerte de estereotipos que se le han asignado, lo que han oído y lo que han “leído en los periódicos” hecho con el mismo rigor que lo que ellos mismos producen. En fin, es penoso ver a los “guardianes de la opinión pública” convertidos en edecanes y siervos del poder, y lo que es peor, en jugadores de lance afortunado que miran exclusivamente por su futuro.
De todos los artículos que se han hecho sobre Cascos en la prensa española y asturiana, de todos los comentarios radiofónicos, de todos los programas de televisión que han tratado su circunstancia, una inmensa minoría ha captado lo que realmente está ocurriendo: un hecho democrático solemne, un pueblo o una parte de él que se une a un candidato libremente y promueve su presencia en la vida política porque confía en su trayectoria y palabra. Así, lo que es democracia singular, se convierte en demagogia plural, invirtiendo el sentido que corresponde a los medios de comunicación, que no es otro que el de informar de lo que ocurre y no transformar lo que ocurre en lo que a ellos les interesa.
Asturias, que está viviendo una auténtica Primavera Política, en el sentido que se concedía al concepto en los países del antiguo telón de acero, es una comunidad pequeña en la que “el boca a boca” funciona y la gente se fía más de lo que le cuenta el vecino que conoce que de lo que sale en los telediarios. Además, el fenómeno internet, en franca competencia con los medios del sistema, está permitiendo que la gente se aparte de los engaños y la propaganda a que está siendo sometida por los medios de comunicación.
Pero lo más triste es contemplar en lo que se han quedado los medios de comunicación de este país, simplemente en serviciales lacayos del poder de cualquier tipo que están en plena decadencia, algo que no es de extrañar porque para contar películas cualquiera lo puede hacer hoy en día desde un blog o un foro y expandirlo por las redes sociales. El fenómeno Cascos se corresponde con un episodio más de un cambio de era, en las relaciones entre el poder, los ciudadanos y los medios de comunicación; la gente está harta de los partidos políticos que defienden los intereses de sus partidarios y sus cúpulas, antes que los de los militantes y los ciudadanos; pero también de los medios de comunicación que viven al pairo del poder en el más de lo mismo, cambiando algo para que todo siga igual, ocultando la realidad, tergiversándola o maquillándola según los intereses que defiendan.
Ni un solo medio de comunicación de difusión nacional ha tenido el coraje de alinearse con el único movimiento social democrático de relieve que existe actualmente en la política española, porque supondría hacer lo que ha hecho Cascos, abandonar el burka informativo a que nos someten, como el candidato asturiano lo ha hecho con su partido político. La prensa cautiva del régimen (PP-PSOE) siempre nos ofrecerá la verdad conveniente a que el poder siga en las mismas manos, mientras los españoles nos vamos a la ruina. ¿Qué responsabilidad tienen los medios de comunicación en lo que ha ocurrido en España durante los últimos seis años tanto en su defensa de las boutades de José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE , cómo en las chuminadas nacionalistas o en las ausencias impotentes e incompetentes de la oposición de Mariano Rajoy?
Ahora, apoyan la alternativa del PP, ¿qué alternativa?, ¿qué más da cambiar a unos por otros si la causa de nuestros males es la representación política no democrática que nos ofrecen todos los partidos políticos españoles? No vamos a cambiar nuestros problemas, porque cambiemos de secuestradores de la opinión pública.
Los asturianos queremos libertad y democracia, algo que Cascos nos ofrece, confiamos en su palabra, por eso recibirá nuestro apoyo el próximo 22 de mayo en las urnas.
Enrique Suárez