A propósito de un artículo (REALIDAD, INTERNET y ESCATOLOGÍA) de Carlos Martínez Gorriarán
A vueltas con la realidad epistemológica anda Carlos Martínez Gorriarán en su blog, descubriéndonos los límites de la razón en su particular actividad cinegética contra cápridos virtuales y demás seres depravados del ciberespacio, que no aceptan su razón o razones como representaciones de la verdad, perdón, de “su” verdad.
Dice que no hay filósofos que le respondan, ¿acaso lo es él?. Alguien dijo en cierta ocasión que la diferencia entre un sabio y un filósofo, es que el sabio es reconocido por los demás, mientras que el filósofo se afana por su reconocimiento. La sabiduría es ontológicamente un epifenómeno del conocimiento y la coherencia, mientras que la filosofía es una intención, tal vez una voluntad, o una simple representación al modo de Schopenhauer.
A lo que vamos, el señor Gorriarán siempre regresa a Rawls, o quizás no salga de él. Cuando se deja decir que hay que abandonar cualquier juicio sobre la realidad, bien podría parecer un escéptico de la escuela de Pirrón de Elis, pero no, que va, inmediatamente añade que hay que renunciar a cualquier juicio de la realidad, para construir una nueva realidad, aquí se fotografía su interés, le ocurre como a Rawls cuando denuncia la “injusta posición original” que favorece a unos y desfavorece a otros, por lo que es preciso recurrir al “velo de ignorancia”, para dejar la sociedad como tábula rasa u hoja en blanco
¿Y qué nueva realidad es la que desea construir el señor Gorriarán?. Pues la misma que Rawls en su teoría de la justicia, una realidad “justa” en la que la libertad sea una cuestión social y no individual, una sociedad igualitaria, en la que desaparezca la propiedad, la herencia, el talento, en la que todos los seres nazcan iguales, y un alter ego de la pretérita divinidad correspondiente con forma de Estado delimite, regule, y controle el desarrollo de cada uno de sus miembros y “miembras”, para que esa sociedad se aplane en su realidad.
El señor Gorriarán habla de deconstrucción, al tiempo que critica el relativismo, que sería lo mismo que decir que Dios existe pero yo no soy creyente. ¡Qué cosas!. La deconstrucción es un producto del relativismo. Sin la perspectiva del relativismo no sería posible la deconstrucción, porque no existiría. Derrida se habría enojado, sin duda. ¿Acaso es no es relativa y deconstructiva la perspectiva de de la desposesión de Rawls?.
El problema es el de siempre, una vez más, que los neoprogresistas no saben ya como disfrazarse para implantar su “dictadura de igualdad” apelando a la libertad y la justicia. Una y otra vez se estrellan antológicamente contra la libertad, porque ellos que abjuran de la herencia en los demás, no renuncian a sus presupuestos marxistas y su teoría de la justicia perfecta en un mundo ideal: “a cada uno según su necesidad, de cada uno según su posibilidad”, que cuando se ha pasado por el tamiz del socialismo real ha quedado en “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su filiación”.
No señor Gorriarán, una vez más se equivoca, como decía Ayn Rand en su crítica a Rawls,
“La nueva "teoría de la justicia" exige que los hombres contrarresten la "injusticia" de la naturaleza mediante la institucionalización de la más obscenamente impensable injusticia: Deprivar a aquellos "favorecidos por la naturaleza" (esto es, las personas con talento, inteligentes, creativas) del derecho al fruto de su trabajo (esto es, el derecho a la vida)- y conceder a los incompetentes, los estúpidos, los vagos el derecho al disfrute de bienes que no podrían producir, no podrían imaginar y ni siquiera sabrían qué hacer con ellos".
El problema sigue siendo el mismo de siempre, enmascarado con un nuevo disfraz. Si usted hubiera leído a Pierre Joseph Proudhon, aquel adversario político que escribió “filosofía de la miseria” y al que Marx le respondió con su “miseria de la filosofía”, sabría que hay un límite para el progreso humano que es la libertad individual. Decía Proudhon:
“El progreso no es otra cosa que la realización de la justicia, siempre que esta acción no asfixie la libertad individual”.
¿De que sirve que haya libertad social si no hay libertad individual?, ¿de que sirve que todos tengamos libertad si uno la pierde de forma injusta?. Los derechos humanos son individuales, señor Gorriarán, no sectarios o sociales.
Señor Gorriarán a usted y a su partido, UPyD, les molesta la libertad individual en cualquier circunstancia, por eso le molestan la críticas de quienes no pensamos como usted y no aceptamos libertad social como única dimensión de la libertad.
En sus prácticas organizativas, cualquier presunción de criterios laicos es pura propaganda, porque en definitiva en UPyD lo único que se puede ver es “la santísima trinidad” (Díez, Gorriarán, Savater), los apóstoles de la dirección, y los obispos de provincias. Para ser laicos, lo primero que se debe hacer es prescindir de la jerarquía “divina”.
Claro que algunos vamos a seguir diciendo lo que nos dé la gana, no lo dude ni un momento, cada uno según su criterio y experiencia puede decir lo que piensa y siente, unos con más fortuna y otros con menos, pero todos ejerciendo su libertad sin coacción, coerción, o represión.
Y aunque le cueste creerlo, creemos en la Democracia y en su regeneración, y usted sigue temiendo que quienes fueron capaces de desbaratar la estafa política de Ciutadans, puedan hacer lo mismo con UPyD. Pues no lo dude ni un momento, si UPyD no es lo que ha prometido ser, una opción real de regeneración democrática, así será.
Y le brindaré una clave para que comprenda lo que realmente es la libertad, señor Gorriarán, es una condición cualitativa, no hay más o menos libertad, hay libertad o no la hay. Al contrario ocurre con la igualdad, que si puede ser cuantitativa porque los factores que componen la condición son habitualmente económicos y mensurables.
La democracia es fundamentalmente un lugar de encuentro, desde la libertad no hay que temer a la democracia, por eso resulta siempre sospechosa cualquier imposición sobre sus límites. Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, decía Lord Aston, y en ese proceso, la libertad no se supone, se constata o no.
Magia es, precisamente, creer que el señor Gorriarán va a defender mejor los derechos de cualquier ciudadano que ese ciudadano por sí mismo. Hoy, como ayer, la magia de la democracia sigue estando en la representación política. Los posicionamientos ante la realidad política son dos: el que acepta lo que hay como lo único posible y el que no lo acepta, y aspira a algo más y mejor; el consenso político que se necesita no es sólo entre la izquierda y la derecha, entre socialdemócratas y liberales, es también entre los ciudadanos y los políticos, entre la “chusma” y las “élites”, como expresó con fortuna uno de los participantes en nuestro blog.
Y la política no es más que la herramienta que lo puede hacer posible, esa es la regeneración democrática a la que algunos seguimos aspirando, mientras otros se dedican a elucubrar sobre las dimensiones de la escatología. No queremos más “santos políticos”, estamos hartos de la hagiografía representativa, queremos ser definitivamente laicos, porque no necesitamos creer más que en nosotros mismos, ciudadanos libres y responsables contra políticos opresores e irresponsables, eso es lo que está en juego.
Biante de Priena
A vueltas con la realidad epistemológica anda Carlos Martínez Gorriarán en su blog, descubriéndonos los límites de la razón en su particular actividad cinegética contra cápridos virtuales y demás seres depravados del ciberespacio, que no aceptan su razón o razones como representaciones de la verdad, perdón, de “su” verdad.
Dice que no hay filósofos que le respondan, ¿acaso lo es él?. Alguien dijo en cierta ocasión que la diferencia entre un sabio y un filósofo, es que el sabio es reconocido por los demás, mientras que el filósofo se afana por su reconocimiento. La sabiduría es ontológicamente un epifenómeno del conocimiento y la coherencia, mientras que la filosofía es una intención, tal vez una voluntad, o una simple representación al modo de Schopenhauer.
A lo que vamos, el señor Gorriarán siempre regresa a Rawls, o quizás no salga de él. Cuando se deja decir que hay que abandonar cualquier juicio sobre la realidad, bien podría parecer un escéptico de la escuela de Pirrón de Elis, pero no, que va, inmediatamente añade que hay que renunciar a cualquier juicio de la realidad, para construir una nueva realidad, aquí se fotografía su interés, le ocurre como a Rawls cuando denuncia la “injusta posición original” que favorece a unos y desfavorece a otros, por lo que es preciso recurrir al “velo de ignorancia”, para dejar la sociedad como tábula rasa u hoja en blanco
¿Y qué nueva realidad es la que desea construir el señor Gorriarán?. Pues la misma que Rawls en su teoría de la justicia, una realidad “justa” en la que la libertad sea una cuestión social y no individual, una sociedad igualitaria, en la que desaparezca la propiedad, la herencia, el talento, en la que todos los seres nazcan iguales, y un alter ego de la pretérita divinidad correspondiente con forma de Estado delimite, regule, y controle el desarrollo de cada uno de sus miembros y “miembras”, para que esa sociedad se aplane en su realidad.
El señor Gorriarán habla de deconstrucción, al tiempo que critica el relativismo, que sería lo mismo que decir que Dios existe pero yo no soy creyente. ¡Qué cosas!. La deconstrucción es un producto del relativismo. Sin la perspectiva del relativismo no sería posible la deconstrucción, porque no existiría. Derrida se habría enojado, sin duda. ¿Acaso es no es relativa y deconstructiva la perspectiva de de la desposesión de Rawls?.
El problema es el de siempre, una vez más, que los neoprogresistas no saben ya como disfrazarse para implantar su “dictadura de igualdad” apelando a la libertad y la justicia. Una y otra vez se estrellan antológicamente contra la libertad, porque ellos que abjuran de la herencia en los demás, no renuncian a sus presupuestos marxistas y su teoría de la justicia perfecta en un mundo ideal: “a cada uno según su necesidad, de cada uno según su posibilidad”, que cuando se ha pasado por el tamiz del socialismo real ha quedado en “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su filiación”.
No señor Gorriarán, una vez más se equivoca, como decía Ayn Rand en su crítica a Rawls,
“La nueva "teoría de la justicia" exige que los hombres contrarresten la "injusticia" de la naturaleza mediante la institucionalización de la más obscenamente impensable injusticia: Deprivar a aquellos "favorecidos por la naturaleza" (esto es, las personas con talento, inteligentes, creativas) del derecho al fruto de su trabajo (esto es, el derecho a la vida)- y conceder a los incompetentes, los estúpidos, los vagos el derecho al disfrute de bienes que no podrían producir, no podrían imaginar y ni siquiera sabrían qué hacer con ellos".
El problema sigue siendo el mismo de siempre, enmascarado con un nuevo disfraz. Si usted hubiera leído a Pierre Joseph Proudhon, aquel adversario político que escribió “filosofía de la miseria” y al que Marx le respondió con su “miseria de la filosofía”, sabría que hay un límite para el progreso humano que es la libertad individual. Decía Proudhon:
“El progreso no es otra cosa que la realización de la justicia, siempre que esta acción no asfixie la libertad individual”.
¿De que sirve que haya libertad social si no hay libertad individual?, ¿de que sirve que todos tengamos libertad si uno la pierde de forma injusta?. Los derechos humanos son individuales, señor Gorriarán, no sectarios o sociales.
Señor Gorriarán a usted y a su partido, UPyD, les molesta la libertad individual en cualquier circunstancia, por eso le molestan la críticas de quienes no pensamos como usted y no aceptamos libertad social como única dimensión de la libertad.
En sus prácticas organizativas, cualquier presunción de criterios laicos es pura propaganda, porque en definitiva en UPyD lo único que se puede ver es “la santísima trinidad” (Díez, Gorriarán, Savater), los apóstoles de la dirección, y los obispos de provincias. Para ser laicos, lo primero que se debe hacer es prescindir de la jerarquía “divina”.
Claro que algunos vamos a seguir diciendo lo que nos dé la gana, no lo dude ni un momento, cada uno según su criterio y experiencia puede decir lo que piensa y siente, unos con más fortuna y otros con menos, pero todos ejerciendo su libertad sin coacción, coerción, o represión.
Y aunque le cueste creerlo, creemos en la Democracia y en su regeneración, y usted sigue temiendo que quienes fueron capaces de desbaratar la estafa política de Ciutadans, puedan hacer lo mismo con UPyD. Pues no lo dude ni un momento, si UPyD no es lo que ha prometido ser, una opción real de regeneración democrática, así será.
Y le brindaré una clave para que comprenda lo que realmente es la libertad, señor Gorriarán, es una condición cualitativa, no hay más o menos libertad, hay libertad o no la hay. Al contrario ocurre con la igualdad, que si puede ser cuantitativa porque los factores que componen la condición son habitualmente económicos y mensurables.
La democracia es fundamentalmente un lugar de encuentro, desde la libertad no hay que temer a la democracia, por eso resulta siempre sospechosa cualquier imposición sobre sus límites. Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, decía Lord Aston, y en ese proceso, la libertad no se supone, se constata o no.
Magia es, precisamente, creer que el señor Gorriarán va a defender mejor los derechos de cualquier ciudadano que ese ciudadano por sí mismo. Hoy, como ayer, la magia de la democracia sigue estando en la representación política. Los posicionamientos ante la realidad política son dos: el que acepta lo que hay como lo único posible y el que no lo acepta, y aspira a algo más y mejor; el consenso político que se necesita no es sólo entre la izquierda y la derecha, entre socialdemócratas y liberales, es también entre los ciudadanos y los políticos, entre la “chusma” y las “élites”, como expresó con fortuna uno de los participantes en nuestro blog.
Y la política no es más que la herramienta que lo puede hacer posible, esa es la regeneración democrática a la que algunos seguimos aspirando, mientras otros se dedican a elucubrar sobre las dimensiones de la escatología. No queremos más “santos políticos”, estamos hartos de la hagiografía representativa, queremos ser definitivamente laicos, porque no necesitamos creer más que en nosotros mismos, ciudadanos libres y responsables contra políticos opresores e irresponsables, eso es lo que está en juego.
Biante de Priena