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sábado, 25 de mayo de 2013

En el nombre de las palabras



Durante la última semana, hemos asistido los españoles a una nueva entrega de las ceremonias de la confusión urdidas por la casta para entretenernos mientras sigue sin resolver la crisis acontecida por su soberbia egoísta,  que hoy  estamos pagando entre todos,  menos los que la forman, unos con su vida y otros con su futuro.

De nada han servido las advertencias de Michel Foucault, Noam Chomsky, Hayek, Revel o Milosz. Cautela con el lenguaje nos recomendaron, porque si por convención nos permite la comunicación, con inquina y estulticia se puede convertir en el arma más poderosa contra el sentido común.

La apropiación del lenguaje ha sido siempre la primera cota a tomar por los adoctrinadores, siempre presuntos totalitarios dispuestos a imponer su percepción e interpretación de la realidad para crear un mundo a su medida. El español, ha perdido con la casta sus propiedades semánticas, para convertirse en una herramienta de distracción masiva.

Ocurrió con el PSOE durante las pasadas legislaturas y acontece con el PP en el presente gobierno. Eso es lo que ha venido a recordarnos José María Aznar, pontífice del pasado de esplendor que convirtió este país en una empresa de construcción, pero también lo que nos ha ocultado el dicharachero José Luis Rodríguez Zapatero una vez más, tras su retórica de pedir permiso para seguir embaucándonos con sus delirios mesiánicos y su gestión de reparto de bienes entre colegas y afines.

Que inmensa felicidad deben sentir ambos al contemplar la extraña deriva de sus formaciones políticas sin ellos como líderes y leyenda, sin darse cuenta siquiera de que lo que ocurre hoy en el PSOE y el PP, es precisamente su obra más acabada. Aznar pecó de soberbia y Zapatero de estupidez, así tienen sus partidos y así tenemos el país gracias a sus partidos.

Tratan de ocultar con palabras sus errores y equivocaciones, en el caso de Aznar, el hacernos más ricos sin merecerlo, consintiendo una red de corrupción, fraude y evasión fiscal a su sombra, donde gorrinos y gorrones se pusieron morados; y en el caso de Zapatero, el hacernos más pobres para poder seguir teniendo electorado, mientras repartía el dinero común, entre todos los que le hacían la ola, convirtiendo el sector público en un pesebre para los cerdos. Hace años consideré que la crisis en España no era similar al resto de las crisis europeas, por mucho que se empeñen en convencernos de ello desde los sanedrines respectivos de la casta. 

La crisis en España se ha cebado en las clases más desfavorecidas, fundamentalmente los jóvenes, como en ningún otro país, gracias al embaucamiento del PSOE, que nunca más volverá a levantar cabeza electoral y posiblemente concluya en desaparición. Pero eso ha ocurrido gracias a la oposición inexistente del PP que felizmente llegó al gobierno bajo el burka que le impusieron sus adversarios, convirtiendo la derecha en la mano tonta, mientras la mano izquierda se lo llevaba todo.

Al fin y al cabo, los españoles tenemos en el poder a la casta que hemos elegido, para regresar al antiguo régimen de señores y vasallos. Mariano Rajoy ha dicho que va a seguir haciendo lo mismo, es decir, seguir hundiéndonos, porque según él, está cumpliendo con su deber, que más bien es nuestro deber, durante los últimos tres años nos seguimos endeudando en más de 120.000 millones de euros anuales, con un déficit que supera el 10 %, con 6,2 millones de parados y pagando la tasa de impuestos más elevada de Europa para mantener a la casta y sus siervos viviendo sin problemas, mientras todos los españoles cada día las pasamos más putas para sobrevivir.

No, no es igual la crisis de España que la de otros países, aquí los de la casta se han pasado de frenada ante el abismo que les espera. Confiar nuestro futuro en esta gente, es como encargarle a un estafador que nos lleve la contabilidad y nos ingrese el sueldo en el banco. Para hacérnoslo mirar.

Enrique Suárez



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