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domingo, 23 de junio de 2013

Paseo por Sunset Boulevard de la casta política española



La casta política española continúa su “cruzada por la farsa” inasequible al desaliento. Sin reconocer su responsabilidad en lo acontecido en este país, sus miembros están convencidos de que la única forma que tienen de proseguir viviendo de lo ajeno, es convencer a los españoles de que son la solución, cuando ya quedan pocos ciudadanos en este país que no los consideren el principal problema a erradicar, para resolver la crisis general, política, económica e institucional, en que nos encontramos.

La patulea de la casta, recuerda en su representación pública a Norma Desmond descendiendo por las escaleras de su mansión en Sunset Boulevard, sin darse cuenta de que sus últimos días de gloria habían concluido. Posiblemente los últimos flashes de algunos de los más renombrados miembros de la casta se produzcan a la entrada de los tribunales y las cárceles en los próximos meses.

La cochambrosa casta que rige el destino de este país no se ha dado cuenta todavía de que está descontada y descartada para siempre, porque ni pidiendo perdón y excusas por el latrocinio y la corrupción que han cometido sus miembros recobrarían ni una décima parte de la confianza que han detentado, tras haber realizado sus crímenes mafiosos contra los intereses generales, a costa del manejo de los recursos públicos en su propio interés, beneficio y privilegio.

Ni los “sacrificios políticos” que propone Soraya, ni  las advertencias y amenazas de Rubalcaba, ni la “lucha a muerte” que propone López Aguilar para recobrar el poder desde el socialismo conmueven a nadie en este país, ni las promesas de pronta recuperación de Mariano Rajoy le dicen nada a los españoles.

El adoctrinamiento resulta imposible en un país que se muere de miserias públicas. Esta casta se ha quedado pasada de moda, forman parte del pasado y pronto formarán parte del olvido. No se han enterado de que el fraude que han cometido se los ha tragado y la farsa que han representado se queda en esperpento y parodia de un mundo que ya nunca volverá a sonreirles, afortunadamente. Están acabados.




Enrique Suárez

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