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domingo, 4 de mayo de 2008

El partido que necesita Rosa Díez


"El partido que necesita Rosa Díez, no es el que está organizando Carlos Martínez Gorriarán".

Esto de los bicentenarios a algunos nos riega el pensamiento, hasta que brotan ideas gestadas a lo largo de la experiencia.

Hoy, precisamente, he leído en el
blog de Rosa Díez la proclamación solipsista e “indecente” de un participante: hernaniarra exiliado, se hace llamar, que se ha despachado diciendo lo que piensa y se ha quedado tan fresco, el blogmaster rápidamente le ha reconvenido, no sé si antes o después, a los efectos poco importa.

Asistir al espectáculo de un discurso políticamente incorrecto en los tiempos que vuelan no es cuestión baladí, por lo que reclamo su atención para la diatriba contra la inercia que ha brotado este cuatro de mayo en un blog donde las esperanzas se mezclan en el atanor cotidiano con el más de lo mismo.

Lo de UPyD tiene su intríngulis. Un partido con una excelente lideresa como es Rosa Díez, con un discurso político básico y coherente, con una legión de esperanzados desencantados dispuestos a dar el callo, que incluso contiene en su seno a un gurú espectacular como Fernando Savater y un escritor indispensable, como Alvaro Pombo, se merece en su organización interna a alguien que supere el nivel de muñidor artero. Que no se necesitan admiradores de “El incorruptible”, ni del duque de Otranto, para este viaje.

La experiencia de aquella obra imperfecta que fue en su día Ciutadans que algunos hemos sufrido, es suficiente para reconocer que tras cada hecho inexplicable en política, se oculta una barbaridad de algún iluminado. No vamos a detenernos ahora en el descenso al infierno de los tres mosquitos que disfrutan de estancia con vistas en el Parlament catalán, sería una pérdida de tiempo.

Un proyecto que brota del desencanto con los políticos de este país no debe ser necesariamente político, sino más bien mixto, híbrido entre ciudadanos y políticos, abierto a las ideas y al futuro. Y aquí surge el primer brote de incoherencia: ¿cómo se va a hacer un partido como el PSOE o el PP con gente harta del PP y del PSOE?. No tiene sentido alguno replicar los errores.

Un proyecto racional no se puede hacer contra la razón, y explico la cuestión. La razón no es de nadie, ni para nadie. La razón no tiene dueño, ni ideología, es razón por sí misma, más allá de principios, valores, creencias, miedos y complejos. Las cosas son racionales o no lo son, y lo racional no necesita ni de explicaciones, ni de silencios, se ve por si mismo. Al igual que ocurre con lo irracional, que también resulta evidente, aunque se maquille de magenta.

Un proyecto de regeneración democrática habrá de ser democrático algún día, más que nada porque no se entiende como pueden brotar las peras de los olmos. Y en este sentido, para ser democrático, tendrá que cumplir determinados criterios como el respeto a la igualdad, la libertad, la equidad y la pluralidad. Que se lo pregunten a Lenin, o a Fidel Castro.

Un proyecto transversal requiere al menos dos opciones dialécticas equilibradas en sus derechos y pretensiones. La armonía del discurso político que se requiere para tal fin, no puede provenir del monopolio ideológico, ni la ventaja política de unos sobre otros, sino de la síntesis racional de ambas opciones. En UPyD se habla de transversalidad política como de la misma isla de Utopía.

Por último, y quizás lo más importante de lo dicho hasta ahora, es que el respeto a las personas debe prevalecer sobre instituciones, organizaciones, coordinadoras, agrupaciones, comités y todo el entretejido tapiz político que ahoga la esperanza de los ciudadanos conscientes de su situación en este mundo. Son las personas, seres humanos con identidad diferenciada, los que podrán obrar la proeza de cambiar las cosas en la política de este país, para ejemplo, Rosa Díez, sin ella UPyD no hubiera existido, sólo con ella tampoco, pero sin ella hubiera resultado imposible.

Y como estamos a cuatro de mayo y todavía se escucha el eco de los cañonazos contra el francés, habrá que decirle al señor Gorriarán que UPyD no puede ser un partido como todos los demás, la organización que requiere esta formación política pasa precisamente por facilitar a sus miembros la presencia pública, la interpretación propia del discurso, y el estallido de ideas. La organización al servicio de los ciudadanos, no los ciudadanos al servicio de la organización. El partido al servicio de los militantes, no los afiliados al servicio del partido. Y todos al servicio de la razón, no de quien se haya apoderado de su representación.

El partido que necesita Rosa Díez, no es el que está organizando Carlos Martínez Gorriarán. Lo digo ahora que se está a tiempo de corregir los errores. Lo digo desde fuera, como otros muchos que estarían dispuestos a partirse los morros por las ideas que está defendiendo Rosa Díez, pero nunca lo harán en "una cosa" como la que está construyendo Carlos Martínez Gorriarán.

No se puede volar en un tanque. Las palabras de Rosa requieren otra disposición de los elementos, un discurso crítico requiere en coherencia una militancia crítica, no un aborregamiento pretencioso contra los propios valores que se tratan de implantar. Se recoge lo que se siembra, la democracia no brota de la autoridad, es la autoridad la que debe brotar de la democracia.

Erasmo de Salinas

El factor humano de los políticos

Aunque nos expresemos en la misma lengua, los periodistas, esos profesionales que atesoran criterios propios sobre la normalidad, tienen su particular forma de evaluar y presentar los hechos. El espectáculo semántico de los informativos de las cadenas de televisión españolas, de las emisoras de radio, o de la prensa escrita, es digno de un estudio antropológico.

Cuando un avión, ferrocarril, o autobús se estrella, todo el mundo se afana en buscar las causas del accidente (entre otras cosas por descartar que no haya sido un atentado). Y es notoria la satisfacción de los comentaristas cuando descubren que afortunadamente se ha debido a un factor humano, que es la maravillosa forma de adjudicar la catástrofe a alguien con nombre y apellidos. Una nebulosa de serenidad se mezcla con la comunicación informativa.


¡Menos mal!, parecen decir, el factor humano ha salvado los mecanismos del sistema que no ha fallado, el error ha sido humano. Lo mismo puede aplicarse a las intervenciones de los jueces, los médicos, o los policías.

Ocurre precisamente lo contrario cuando la información se refiere a la política, la economía o la propia información de los medios de comunicación: entonces el factor humano desaparece; nunca hay nombres y apellidos adheridos a la responsabilidad de algún acontecimiento indeseado.

Un ejemplo palmario es todo lo relacionado con el terrorismo de ETA, si el diálogo ha fallado, ha sido sin duda por la cerrazón de los chicos de la capucha que laceran el país vasco desde hace cuarenta años, si se producen víctimas inesperadas, ha sido por mala suerte; si ANV hoy está presente en las instituciones vascas, es por un escrupuloso respeto a la legalidad vigente, que viene a ser la misma causa que se aducirá en el reconocimiento de Cataluña como una nación, aunque sea en el preámbulo.

Hay determinadas profesiones que están libres en su infalibilidad de problemas ocasionados por el factor humano: los políticos y los periodistas. Entre ellos no existe la autocrítica, jamás se equivocan y cuando las cosas no salen como se espera, siempre se encuentra alguna razón “ad hoc” que justifique sus errores: “que le podría haber ocurrido a cualquiera”. Este pacto implícito de silencio entre periodistas y políticos es posiblemente una de las mayores lacras de nuestra democracia.

Que un camionero trabaje dieciséis horas seguidas, cambiando los registros del tacómetro, por mucho que se insista no es un factor humano, es un factor político y jurisdiccional porque se puede hacer y se hace. Que un médico trabaje 48 horas seguidas de guardia y acabe metiendo la pata, no es un factor humano, sino un factor político correspondiente al sistema de explotación que se ha organizado. Que un policía termine cometiendo una infracción legal tras la presión a la que puede estar sometido ante determinados grupos que les tienen declarada la guerra, gracias a que el Gobierno correspondiente no determina los criterios de actuación, no es un problema humano, como tampoco lo es que un juez que tiene que resolver más casos de los que puede, con huelgas y sin ellas, acabe cometiendo errores por exceso de casos.

La mayoría de los factores humanos que terminan ocasionando catástrofes del sistema que concluyen en graves consecuencias para los ciudadanos, provienen de la incompetencia, irresponsabilidad, y desconocimiento de los políticos que se encargan de tareas para las que no están capacitados: es decir, de alguien con nombre y apellidos, cuya identidad se ocultará como parte de la liturgia de “omertá” que preserva nuestro sistema político e informativo. Alguien que decide como si fuera la "mano invisible" de Adam Smith en cuestiones políticas que afectan a todos.

La realidad es que el factor humano de los ciudadanos puede ocasionar un problema concreto, pero el factor humano de los políticos organiza graves problemas continuados que pasan desapercibidos y de los que nadie resulta responsable. Por ejemplo en el gasto público, en el retraso de obras, en la concesión a los amigos, en las decisiones contra los intereses de los ciudadanos.

Esta forma injusta de evaluación de la realidad, no puede seguir aceptándose en un régimen democrático. Ser político, no supone, ni mucho menos, haber dejado de ser humano, y por lo tanto, de haberse liberado de cometer errores, que en ocasiones concluyen en acontecimientos catastróficos para los ciudadanos, a los que se termina culpando de los mismos. Todos somos “pecadores”, que diría un cura de pueblo en otros tiempos, pero algunos expían “sus culpas”, mientras otros son “eximidos” por su honorable condición.

La clase política siempre inocente y todos los demás, presuntos culpables hasta que se demuestre lo contrario, esa es la clave de lo que ocurre en nuestro país, el escollo que debemos superar no depende de los políticos que nunca moverán un dedo para cambiar las cosas, sino de los ciudadanos conscientes de la realidad en la que viven.


Biante de Priena

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