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viernes, 3 de septiembre de 2010

¿Quién no conoce a Zapatero?


Pues aunque ustedes no se lo puedan creer, cuando Zapatero salió elegido en 2004, un 9,5 de los españoles no lo conocían, a Rajoy no lo conocía un 10,5 % de los españoles. El grado de desconocimiento de los políticos españoles es pavoroso y es motivo de estudio y análisis. Evidentemente, lo que ni siquiera se conoce es difícil juzgarlo y más aún cambiarlo si resulta necesario.

En el actual Gobierno hay tres ministras que no son conocidas ni por un tercio de los ciudadanos, la de investigación, la de vivienda y la de cultura. Ocho ministros no son conocidos ni por la mitad de la población, las tres anteriores y los de igualdad, justicia, agricultura, educación e industria. Sólo hay cinco ministros conocidos por más del 70 % de la población, el de interior, la vicepresidenta primera, el de exteriores, el vicepresidente tercero, y la de defensa.

Está claro que en este país la gente no vota por las personas, sino por los partidos políticos, y fundamentalmente por las ideas que dicen representar. Pero resulta extraordinario que en plena era de la comunicación, con la oferta informativa más importante de la historia; con el mayor número de periódicos, emisoras de radio, canales de televisión, a lo que se debe sumar internet, un 17,4 de los españoles no conozca a la inmanente Maria Teresa Fernández de la Vega, tras seis años como vicepresidenta.

Sin embargo en las últimas elecciones generales acudieron a votar un 73 % de los ciudadanos, un elevado nivel de participación, que no se corresponde con el conocimiento posterior de lo que han votado, porque ni siquiera se ocupan de saber los ministros que están gobernando.

¿Por qué vota la gente?

Hay una razón fundamental, los españoles tras los cuarenta años de dictadura franquista, recibieron la democracia como el aire fresco que necesitaba este país, pero hoy la desilusión con los políticos españoles es enorme, sin embargo la gente sigue votando de una forma irracional, más por sentimientos enfrentados, porque en este país la gente vota al PP para que no gane el PSOE y al PSOE para que no triunfe el PP. Los políticos lo saben y en vez de hacer una gestión positiva de sus hechos –algo imposible- se han especializado en la denuncia de los hechos de los rivales, incluso de las cosas que dicen los rivales, ya ni siquiera de los hechos.

Los políticos y sus edecanes nos dirán que el desconocimiento de los ministros es una prueba de la confianza en el sistema y de normalidad democrática, porque cuando la gente confía en su Gobierno se despreocupa de quienes lo conforman, evidentemente esa es una de sus magníficas falacias, porque si bien cuando el PSOE alcanzó el Gobierno en 2004 casi un 50 % de los ciudadanos confiaban en como estaban haciendo las cosas, hoy esa cifra ha pasado al 7,9 %. Si añadimos que hoy sólo un 19,3 % de los españoles confía en como está haciendo las cosas el Presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, más bien la explicación sería la contraria: el desinterés por la extrema desconfianza.

Pero si la gente tiene una extrema desconfianza en los políticos, ¿por qué cuando llegan las elecciones acude a votar masivamente?. La única explicación plausible es por qué los ciudadanos creen en la democracia, aunque no crea en los políticos que les representan, a los que siguen votando de forma mecánica, fundamentalmente para que los que no les caen bien no triunfen en las elecciones.

Por eso la estrategia del PSOE desde hace años es denostar al PP, con el miedo a la derecha, con la organización de campañas de denuncia de su corrupción, cuando la del PSOE es posiblemente cien veces mayor. El PSOE ha sabido convertir al PP en el heredero directo del franquismo ante los ojos de una ciudadanía pasiva que no se ocupa de la política, porque piensa que lo único que debe elegir es que manden los menos malos, porque la gente no vota por los hechos de los políticos, si fuera así, sólo con un dato, el PSOE no volvería a triunfar en unas elecciones nunca jamás, porque con Aznar el paro llegó a bajar de los dos millones de personas, un 8,9 % de la población en edad de trabajar, y con José Luis Rodríguez Zapatero vamos por los 4,5 millones de parados, el 20,3 % de la población laboral, cuando en su día prometió pleno empleo, y posiblemente de los 2,5 millones de nuevos parados que ha logrado bajo sus gobiernos la inmensa mayoría son votantes del PSOE.

El voto racional

En España el voto racional, no cautivo por uno de los dos grandes partidos es aproximadamente de tres millones de electores, que son los que deciden si gobierna el PP o el PSOE, mientras que el resto de votantes siguen apoyando a los mismos que apoyaron sus padres o sus abuelos. Sin duda esos tres millones de electores son los que están más atentos a la realidad política, son los que en su día confiaron en el PSOE y hoy se sienten defraudados, pero todavía no acaban de ver razones suficientes para depositar su confianza en el PP. El resto de los votantes son conservadores de izquierdas o de derechas, van a seguir votando a los mismos que han votado siempre hasta que se mueran. Nadie desde la política convencional se ocuparan de que las cosas cambien, y para que surja una nueva opción esos tres millones de electores deberían unirse en el objetivo de cambiar la realidad política de este país, no votando ni por el PP, ni por el PSOE, ¿pero cómo van a dejar de hacerlo con la responsabilidad de saber lo que está ocurriendo en la política española y permitir que siga gobernando el PSOE que ha dejado el país en la ruina?.

Sin embargo, analizando la realidad con inteligencia, si esos tres millones de ciudadanos votaran por un antipartido político, por una opción que se enfrentara a la forma de hacer política en este país sería la única forma de librarnos del maniqueismo eterno, rompiendo la inercia que favorece la alternancia en el más de lo mismo. Hay otra fórmula que permitiría el cambio: convencer a los frustrados abstencionistas, un 27 % de los electores españoles, de que hay una opción que merece la pena, porque lo que está claro es que ninguna de las existentes les convence, pero quien sabe si un antipartido político radical en sus acciones y que se enfrentara a todo lo que existe no lograría concitar su atención y hacerles regresar a las urnas.

De todas formas es prácticamente imposible cambiar la realidad política en este país y mucho menos sin el esfuerzo responsable de mucha gente que se comprometiera en ese propósito, porque para que una opción política nueva aterrizara en el Parlamento Español, deberían reunirse todas las fuerzas en una opción concreta. No obstante la situación de catástrofe política y económica a la que nos han llevado los actuales gobernantes, puede remover a sus electorados cautivos y llevarlos a votar algo diferente a lo que votaron sus abuelos, posiblemente estemos aproximándonos al momento histórico en el que los ciudadanos votarán por primera vez rompiendo con su inercia habitual, por eso es necesario perfilar una oferta política que pueda representarlos y que sirva como alternativa a lo existente, aunque no queda demasiado tiempo, en seis meses no se puede cambiar una realidad de 35 años, aunque también es cierto que la gente nunca estuvo tan harta de los políticos y sus engaños.

Los cambios del mañana se cultivan hoy

En las próximas elecciones generales se va a producir por primera vez en muchos años una oportunidad para que no triunfen en las eleccioens ni el PP, ni el PSOE, ni siquiera los nacionalistas. La gente no vota a las personas, está harta de los partidos convencionales y está comenzando a despertar de su creencia en las ideologías, porque se ha visto que la única ideología del PSOE y el PP es la conquista del poder para alcanzar sus privilegios para sus legiones de allegados.

La gente quiere algo diferente a lo que existe, está pidiendo, aunque aún no lo sabe, un antipartido político formado por ciudadanos, no por políticos, que hable su propio idioma. Lástima que UPyD y Ciutadans sean más de lo mismo, idénticos como dos gotas de agua al resto de los partidos políticos, porque habrían sido una buena opción de cambio, pero la soberbia y la ignorancia de sus líderes impidión que fuera posible, por eso hay que pensar en una nueva alternativa, un antipartido político que se enfrente a los partidos convencionales y en el que se reunan todas las opciones críticas existentes, da igual que provengan de la izquierda, que de la derecha, que del nacionalismo o el altermundismo. Una gran coalición antipartidaria, de todos los que nos hemos sentido defraudados por los partidos políticos convencionales.

Movimiento Democrático puede ser el núcleo de ese proyecto antipartidario, en el que los ciudadanos defiendan sus intereses sin necesidad de apelar a una ideología determinada, cautiva, inamovible. Un antipartido que defienda la democracia haciendo democracia, que defienda la libertad actuando en libertad, que busque la justicia cumpliendo sus reglas, que sea transparente, tolerante y abierto, antifanático y antidogmático, que le pueda devolver a la política su auténtico significado: hacer la vida más fácil y agradable a los ciudadanos y no cada día más complicada y difícil. Depende de todos y cada uno de nosotros que se haga realidad.

Biante de Priena

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