Han pasado más de 5 años y todavía no se han callado todas las voces sobre lo ocurrido el 11-M, y como dice el castellano viejo: “cuando el río suena, agua lleva”. Tiene razón Pio Moa en su artículo de hoy cuando dice –tras haber debatido con Luis del Pino sobre la cuestión-, “Que el PSOE tuviera el mayor interés en atribuir el atentado a los islamistas, no demuestra que estos fueran los verdaderos autores, sino sólo que la jactanciosa complicidad política con el terrorismo islámico beneficiaba al Gobierno”.
Eso es cierto y está constatado, lo ocurrido benefició al PSOE, porque las encuestas daban ganador al PP en las elecciones y resultó que triunfó el PSOE, en compañía de los nacionalistas, y desde entonces España está herida gravemente. Media España aborrece a la otra media, y el inefable cejudo ha aprovechado la ocasión para abrir más la lesión sin acabar con la víctima, para que no concluya el espectáculo y pueda seguir viviendo magníficamente en compañia de sus sectarios acompañantes.
Con Rodríguez Zapatero ha regresado el “guerracivilismo” a nuestro país, la inevitabilidad del conflicto, porque le conviene a sus intereses electorales. Los españoles tienen que tomar conciencia de que este inane, instrumentaliza nuestro país en beneficio de sus intereses, porque sabe que mientras tenga secuestrada la conciencia y la voluntad de los que creen que la guerra no se ha acabado, tendrá asegurado el futuro de su partido el PSOE, en la mayoría de las comunidades autónomas, porque aliándose con los nacionalismos tiene mayoría permanente, y como lo importa poco el futuro de nuestra nación a la que aborrece en la intimidad, pues su jugada es tensar la herida, que nunca se cierre, para que necesite siempre de sus cuidados. Esta es la escena de la España atormentada, que quien puede no restaña sus lesiones y quien quiere restañarlas no puede.
Zapatero es el presidente más sectario de la historia democrática de España, gobierna exclusivamente para los intereses de sus electores, y no para el bienestar general de los españoles, de ahí sus controvertidas propuestas, que con un halo de normalidad, suponen sin ninguna duda un ataque a la configuración habitual de la existencia en la mayoría de nuestros compatriotas. Pero eso no importa, la moral del libertino es sacar la mejor tajada de la ocasión, caiga quien caiga, pase lo que pase.
Y volviendo sobre el 11-M, no hace muchos meses que comenté la injusticia que supone condenar a más de 30.000 años de cárcel a alguien que padece una enfermedad mental grave, y está jubilado por ella, como es Suárez Trashorras, -por mucho que digan que cuando vendió la dinamita a los musulmanes sabía lo que hacía-, difícilmente puede ser así, porque si no sabe lo que le conviene al tener trastornadas sus facultades mentales, no puede ser capaz de urdir una estrategia de las características de la tramada, sin la intervención de alguien que pueda pensar con agilidad y de forma holística, y organizada.
A esta cuestión, que por si misma nos habla de la laxitud del criterio para condenar a los acusados, ya es un indicador claro de que no se juzgó con excelencia, si no de urgencia, para conseguir rápidamente una sentencia y una condena que enterrara el asunto lo más rápido posible. Pero hay otras, como las condenas de los demás acusados o los hallazgos inesperados en los explosivos, que impiden concluir el caso sin valorar nuevas alternativas.
Esta es la herida que más desangra a nuestro país -las otras son el zapaterismo, los nacionalismos, el paro y la ignorancia-, porque un halo de ilegitimidad o precariedad jurídica, que se traduce en indefensión planea sobre el Gobierno y el partido que le apoya. Este aferrarse a la infalibilidad de la justicia, en el juicio que tiene las connotaciones políticas más importantes de nuestra historia, se puede comparar a lo ocurrido con el hundimiento de El Maine en 1898, ocasión que Estados Unidos aprovechó para declararnos la guerra y quedarse con España de ultramar. Con el tiempo se ha sabido que los norteamericanos cometieron un error, porque interpretaron como agresión española, lo que fue posiblemente un accidente.
Pero con el hundimiento de el Maine España perdió su posición internacional, que pasó a ocupar Estados Unidos, y con el 11-M el Partido Popular perdió el poder que pasó a ser ocupado con el PSOE. Independientemente que el 11-M haya sido un atentado de Al Qaeda, de ETA, o de otros, el PSOE se benefició de un hecho, se aprovechó políticamente, de un suceso que causó la muerte a cerca de 200 ciudadanos. En esa ocasión, como siempre que tiene oportunidad de demostrarlo, prevalecieron sus intereses partidistas, antes que los intereses generales.
La herida de España seguirá abierta hasta que se haga definitivamente justicia o bien, el Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, pida que se reabra el caso, porque la perspectiva sobre lo ocurrido ha cambiado a partir de las pruebas existentes. No puede delegar en la justicia esta decisión, porque un hecho que tuvo consecuencias políticas como fueron el cambio de decisión de los electores –en parte por una campaña organizada de difamación del Gobierno del PP urdida desde el PSOE (algo que se puede constatar)-, debe someterse a la voluntad política hasta su completa aclaración. El 11-M es un artefacto que impide el desarrollo pleno de la democracia en España. La justicia es ciega, por eso necesita que alguien la guíe hasta la realidad de los hechos.
Mientras tanto, el 11-M será nuestra herida y Rodríguez Zapatero un Presidente del Gobierno que no merecerá la plena confianza de todos los ciudadanos que gobierna. Tendrá sobre su historia miles de sombras clamando justicia, por el resto de su vida, será condena que corresponde a su pusilánime inconsecuencia. La nuestra, será el recuerdo.
Erasmo de Salinas
Eso es cierto y está constatado, lo ocurrido benefició al PSOE, porque las encuestas daban ganador al PP en las elecciones y resultó que triunfó el PSOE, en compañía de los nacionalistas, y desde entonces España está herida gravemente. Media España aborrece a la otra media, y el inefable cejudo ha aprovechado la ocasión para abrir más la lesión sin acabar con la víctima, para que no concluya el espectáculo y pueda seguir viviendo magníficamente en compañia de sus sectarios acompañantes.
Con Rodríguez Zapatero ha regresado el “guerracivilismo” a nuestro país, la inevitabilidad del conflicto, porque le conviene a sus intereses electorales. Los españoles tienen que tomar conciencia de que este inane, instrumentaliza nuestro país en beneficio de sus intereses, porque sabe que mientras tenga secuestrada la conciencia y la voluntad de los que creen que la guerra no se ha acabado, tendrá asegurado el futuro de su partido el PSOE, en la mayoría de las comunidades autónomas, porque aliándose con los nacionalismos tiene mayoría permanente, y como lo importa poco el futuro de nuestra nación a la que aborrece en la intimidad, pues su jugada es tensar la herida, que nunca se cierre, para que necesite siempre de sus cuidados. Esta es la escena de la España atormentada, que quien puede no restaña sus lesiones y quien quiere restañarlas no puede.
Zapatero es el presidente más sectario de la historia democrática de España, gobierna exclusivamente para los intereses de sus electores, y no para el bienestar general de los españoles, de ahí sus controvertidas propuestas, que con un halo de normalidad, suponen sin ninguna duda un ataque a la configuración habitual de la existencia en la mayoría de nuestros compatriotas. Pero eso no importa, la moral del libertino es sacar la mejor tajada de la ocasión, caiga quien caiga, pase lo que pase.
Y volviendo sobre el 11-M, no hace muchos meses que comenté la injusticia que supone condenar a más de 30.000 años de cárcel a alguien que padece una enfermedad mental grave, y está jubilado por ella, como es Suárez Trashorras, -por mucho que digan que cuando vendió la dinamita a los musulmanes sabía lo que hacía-, difícilmente puede ser así, porque si no sabe lo que le conviene al tener trastornadas sus facultades mentales, no puede ser capaz de urdir una estrategia de las características de la tramada, sin la intervención de alguien que pueda pensar con agilidad y de forma holística, y organizada.
A esta cuestión, que por si misma nos habla de la laxitud del criterio para condenar a los acusados, ya es un indicador claro de que no se juzgó con excelencia, si no de urgencia, para conseguir rápidamente una sentencia y una condena que enterrara el asunto lo más rápido posible. Pero hay otras, como las condenas de los demás acusados o los hallazgos inesperados en los explosivos, que impiden concluir el caso sin valorar nuevas alternativas.
Esta es la herida que más desangra a nuestro país -las otras son el zapaterismo, los nacionalismos, el paro y la ignorancia-, porque un halo de ilegitimidad o precariedad jurídica, que se traduce en indefensión planea sobre el Gobierno y el partido que le apoya. Este aferrarse a la infalibilidad de la justicia, en el juicio que tiene las connotaciones políticas más importantes de nuestra historia, se puede comparar a lo ocurrido con el hundimiento de El Maine en 1898, ocasión que Estados Unidos aprovechó para declararnos la guerra y quedarse con España de ultramar. Con el tiempo se ha sabido que los norteamericanos cometieron un error, porque interpretaron como agresión española, lo que fue posiblemente un accidente.
Pero con el hundimiento de el Maine España perdió su posición internacional, que pasó a ocupar Estados Unidos, y con el 11-M el Partido Popular perdió el poder que pasó a ser ocupado con el PSOE. Independientemente que el 11-M haya sido un atentado de Al Qaeda, de ETA, o de otros, el PSOE se benefició de un hecho, se aprovechó políticamente, de un suceso que causó la muerte a cerca de 200 ciudadanos. En esa ocasión, como siempre que tiene oportunidad de demostrarlo, prevalecieron sus intereses partidistas, antes que los intereses generales.
La herida de España seguirá abierta hasta que se haga definitivamente justicia o bien, el Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, pida que se reabra el caso, porque la perspectiva sobre lo ocurrido ha cambiado a partir de las pruebas existentes. No puede delegar en la justicia esta decisión, porque un hecho que tuvo consecuencias políticas como fueron el cambio de decisión de los electores –en parte por una campaña organizada de difamación del Gobierno del PP urdida desde el PSOE (algo que se puede constatar)-, debe someterse a la voluntad política hasta su completa aclaración. El 11-M es un artefacto que impide el desarrollo pleno de la democracia en España. La justicia es ciega, por eso necesita que alguien la guíe hasta la realidad de los hechos.
Mientras tanto, el 11-M será nuestra herida y Rodríguez Zapatero un Presidente del Gobierno que no merecerá la plena confianza de todos los ciudadanos que gobierna. Tendrá sobre su historia miles de sombras clamando justicia, por el resto de su vida, será condena que corresponde a su pusilánime inconsecuencia. La nuestra, será el recuerdo.
Erasmo de Salinas