No
sé quien estaría más arrepentido del hijo putativo que les ha salido, si el
filósofo social Karl Marx o el psicoanalista Jacques Lacán, este personaje que
recuerda a un Rasputín en Estrasburgo, que vive de agredir la cultura occidental,
la democracia y la libertad, representando la degeneración del marxismo
psicodinámico que tantas dialécticas interesantes nos legó, con personajes
honestos intelectualmente como Erich Fromm o Herbert Marcuse; me refiero, por
supuesto, al padre ideológico y mentor de Pablo Iglesias y el clan de los erostratistas, el esloveno Slavoj Žižek, máximo exponente del pontificado
esperpéntico del postestructuralismo, que a fuerza de simulaciones y simulacros
tanto se va aproximando al surrealismo.
Cuando
en este país quedamos hartos de la Z, no podía acontecernos algo peor que la
mesiánica pretensión del ZZ, a modo de pesticida de todas las ideas que no sean
loas suyas, con una arrogancia que recuerda a la de Palamedes en el Gorgias,
culpando a los demás de su provocadora osadía, pues considera algo así como que
si la realidad de los demás no es “su” realidad, la realidad se equivoca, pero él, sin embargo,
no.
Los
problemas de comprensión son siempre de los demás y si algunos no le entienden es que
son tontos, arcaicos o psicópatas. Las interpretaciones erróneas nunca son las
suyas. El relativismo zafio en su máximo esplendor, emerge de este pope de la postmodernidad, que desde una filfa insustancial trata de convertirse en paladín del progreso: si llueve no es por que haya
nubes, es porque alguien ha ocultado sol, seguramente con algún interés
político o económico. Sería capaz de vender, intelectualmente hablando, helados en el polo
y arena en el desierto, insultando a los que no le comprenden por su ignorancia y a los que no le compraran la mercancía por su egosimo, sólo así podría resolver su profunda amargura. Sin embargo, lo más fascinante es que su pensamiento sucedáneo de la filosofía, donde más éxito alcanza es entre aquellos que en su vida han abierto un libro de ensayo ni por supuesto le entienden, mientras acogen sus enseñanzas y las de sus discípulos, con fe insultante, como si se tratara de "la verdad suprema" revelada a Moisés por Dios en la península del Sinaí, cuando guiaba a su pueblo en busca de la Tierra Prometida, después de abrir las aguas para cruzar el Mar Rojo, todo porque realmente odian las de los demás.
Este
pensamiento a medio camino entre el animismo y el milenarismo, con aureola de paradigma, se pasea ufano
por los antros del conocimiento que ayer fueron academias, gracias al poder de
los medios de comunicación, siempre al servicio del último papanatas que
proponga una crítica furibunda contra lo existente, por que le da la gana,
simplemente, porque está en su libertad destrozar lo que otros han tardado años
o siglos en crear y no conviene a sus intereses y ambiciones que prevalezca otra verdad que la suya en el inconsciente colectivo: la criminalización de lo ajeno, la exaltación de lo propio.
De tanto luchar contra el absolutismo, ha terminado contagiado de totalitarismo, fanatismo y dogmatismo, convertido en un talibán de todo a un euro. Luchando denodadamente contra la representación de los demás, para imponer la suya, como un mazdeista obligado a mostrar al mundo el bien que el defiende, exclusivamente y el mal, que es obra de los demás, exclusivamente.
De tanto luchar contra el absolutismo, ha terminado contagiado de totalitarismo, fanatismo y dogmatismo, convertido en un talibán de todo a un euro. Luchando denodadamente contra la representación de los demás, para imponer la suya, como un mazdeista obligado a mostrar al mundo el bien que el defiende, exclusivamente y el mal, que es obra de los demás, exclusivamente.
Posiblemente
sea el último sofista del relativismo con cierto éxito entre los frikis, que se
enreda en laberintos silogísticos para ocultar su intransigencia y petulancia,
tras una presencia impertinente, desabrida y acomplejada. Magnífico survival de
la estupidez irredenta es este personaje, que lo mismo alaba a las repúblicas
bolivarianas, que pide censura como una propuesta de libertad, llama psicópatas a los poderosos o exalta la soberanía de los pueblos oprimidos,
a costa de aniquilar la soberanía de aquellos que los forman. Este seudo-todo, es una apariencia antropomorfa que
prefiere la virtualidad a la realidad, la anarquía a cualquier orden, la
procacidad a la reflexión, la violación en sí a la paciencia de lo negativo.
¿Apóstol de la violencia?, si es necesaria... la agitación, la propaganda, la
censura, por supuesto, y la venganza, un motivo legítimo.
Búsquedas de Žižek en google desde el comienzo de la crisis económica
Tanta
parafernalia para no presentarse como lo que es: un enemigo de la libertad, un
intolerante, un desaprensivo intelectual y en su condición ulterior, un
adanista admirador inconfesable de Spengler en busca de un hombre nuevo, porque
lo que existe en la actualidad no le agrada: la humanidad es idiota porque
desconoce a Žižek y su desquiciada gnoseología que no alcanza el grado de
epistemología y debe pagar por ello.
Me
fascina la mentalidad de estos pervertidos intelectuales, que disfrutan
jodiendo a la sociedad realmente existente en su torturado hedonismo, exorcizando a los demás, posiblemente para librarse de sus propios fantasmas de impotencia. Estos parásitos de la
democracia y el conocimiento que nos ha traído la riada de la crisis han venido para quedarse.
Sin duda, su condición de logocidas iconófilos les hace peligrosos cuando tienen un
micrófono y una cámara delante, se han especializado en la retórica del
simulacro, las artes escénicas y la coerción dramática. Una imagen vende más que mil palabras, no hay significado, sólo significante. Son los nuevos profetas del desatino y pueden convencer a los más ilusos de que el suicidio es una
alternativa ante la próxima invasión de los extaterretres.
Quizás lo más extravagante es que este autor, adepto del comunismo, partido al que perteneció hasta 1988, se presentara a las elecciones presidenciales de su país en 1990 por el Partido Liberal Demócrata (LDS, no LSD, no confundir), quedando en quinto lugar, y desde entonces ha regresado a su condición original, tal vez por no haber soportado la fractura narcisista de no haber sido elegido presidente de su país por sus compatriotas, para arremeter contra conservadores, liberales, y nacionalistas, y todo aquel que no le dé la razón, arguyendo su incomodidad, desde posiciones que van desde el radicalismo de izquierdas hasta el hooliganismo.Su pensamiento se puede seguir en los libros que ha publicado y en el diario británico The Guardian, del que es colaborador.
Quizás lo más extravagante es que este autor, adepto del comunismo, partido al que perteneció hasta 1988, se presentara a las elecciones presidenciales de su país en 1990 por el Partido Liberal Demócrata (LDS, no LSD, no confundir), quedando en quinto lugar, y desde entonces ha regresado a su condición original, tal vez por no haber soportado la fractura narcisista de no haber sido elegido presidente de su país por sus compatriotas, para arremeter contra conservadores, liberales, y nacionalistas, y todo aquel que no le dé la razón, arguyendo su incomodidad, desde posiciones que van desde el radicalismo de izquierdas hasta el hooliganismo.Su pensamiento se puede seguir en los libros que ha publicado y en el diario británico The Guardian, del que es colaborador.
La
raiz cuadrada de menos uno y dos huevos duros, en un escenario de paranoia inducida en la criminalización de lo ajeno, contribuyen a crear un excelso pensamiento para las
barricadas del siglo XXI.
Enrique
Suárez