Según nos cuenta John Reed en su libro “Díez dias…”, la noche que los Soviets tomaron el Palacio de Invierno, restaurantes y casinos estaban plenos de actividad y la gente andaba por la Neswky Prospectiv con toda normalidad. Incluso después, parte de la población de Leningrado no se percató del cambio político y social que supuso para la Rusia poszarista aquel asalto.
Es asombrosa la resistencia a integrar los cambios sociales que posee el ser humano y no digamos aquellos grupos que tienen intereses, directos y conscientes, contrarios a los giros de la realidad. Pero al mismo tiempo es también sorprendente la rapidez con la que las vanguardias perciben, asimilan y ponen en práctica la realización de los cambios necesarios, principalmente en épocas de convulsiones políticas y sociales.
Tal parece suceder en España actualmente. Podemos ver ambos ejemplos. Si miramos a los nacionalistas de toda categoría social o intelectual -descartando a los jefes conscientes-, vemos que se debaten entre el escepticismo y la incredulidad, todavía no han digerido que C´s exista y aún menos que interviniera en castellano en el salón principal de su sanedrín. Pero también hay cientos de personas por toda España que se prestan a corregir la situación política cuando hace un par de años no sabían lo que eran las castas autonómicas, ignoraban la indiferencia actual entre derechas e izquierdas oficiales o pensaban que la descentralización del poder estatal era una causa progresista.
Todo eso está siendo asimilado cada vez más extensa y profundamente por parte de los españoles. Y no es sólo ni principalmente porque el discurso explicativo del acontecer político esté difundido, al contrario, los medios ocultan la información deliberadamente. Es la propia realidad de las decisiones gubernamentales al uso la que ilustra mediante evidencias ese aprendizaje incipiente y creciente.
El estado español, por razones varias incluso internacionales, no quiere ser ningún freno al caos histórico que sufre la humanidad, la incivilización, los enfrentamientos sociales, la descomposición nacional y la desestructuración administrativa. En estas coordenadas se insertan las decisiones del actual gobierno del PSOE: el escándalo mundial de la negociación con ETA persigue introducir un elemento favorecedor de esa tendencia y la promulgación de nuevos estatutos no son sino pasos encaminados a ese fin.
Asistimos en España al preludio de un proceso revolucionario aunque los efectos económicos y sociales aún no son severos y todavía no veamos con claridad al protagonista del evento. Pero en estos tiempos las cosas van rápidas y no tardaremos en saber quién es. Es tan curioso el fenómeno que algunos actores como C´s no se han percatado debidamente del papel tan importante que suponen. Esto también es común a estas etapas de cambios.
Mario Acosta
Es asombrosa la resistencia a integrar los cambios sociales que posee el ser humano y no digamos aquellos grupos que tienen intereses, directos y conscientes, contrarios a los giros de la realidad. Pero al mismo tiempo es también sorprendente la rapidez con la que las vanguardias perciben, asimilan y ponen en práctica la realización de los cambios necesarios, principalmente en épocas de convulsiones políticas y sociales.
Tal parece suceder en España actualmente. Podemos ver ambos ejemplos. Si miramos a los nacionalistas de toda categoría social o intelectual -descartando a los jefes conscientes-, vemos que se debaten entre el escepticismo y la incredulidad, todavía no han digerido que C´s exista y aún menos que interviniera en castellano en el salón principal de su sanedrín. Pero también hay cientos de personas por toda España que se prestan a corregir la situación política cuando hace un par de años no sabían lo que eran las castas autonómicas, ignoraban la indiferencia actual entre derechas e izquierdas oficiales o pensaban que la descentralización del poder estatal era una causa progresista.
Todo eso está siendo asimilado cada vez más extensa y profundamente por parte de los españoles. Y no es sólo ni principalmente porque el discurso explicativo del acontecer político esté difundido, al contrario, los medios ocultan la información deliberadamente. Es la propia realidad de las decisiones gubernamentales al uso la que ilustra mediante evidencias ese aprendizaje incipiente y creciente.
El estado español, por razones varias incluso internacionales, no quiere ser ningún freno al caos histórico que sufre la humanidad, la incivilización, los enfrentamientos sociales, la descomposición nacional y la desestructuración administrativa. En estas coordenadas se insertan las decisiones del actual gobierno del PSOE: el escándalo mundial de la negociación con ETA persigue introducir un elemento favorecedor de esa tendencia y la promulgación de nuevos estatutos no son sino pasos encaminados a ese fin.
Asistimos en España al preludio de un proceso revolucionario aunque los efectos económicos y sociales aún no son severos y todavía no veamos con claridad al protagonista del evento. Pero en estos tiempos las cosas van rápidas y no tardaremos en saber quién es. Es tan curioso el fenómeno que algunos actores como C´s no se han percatado debidamente del papel tan importante que suponen. Esto también es común a estas etapas de cambios.
Mario Acosta