desde 2.006 en Internet

lunes, 23 de junio de 2014

Hacia la normalidad política en España






"¿Cuál es el mejor gobierno? El que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos." Goethe

Tras los enésimos intentos desestabilizadores que han acontecido, protagonizados por los partidarios de la república, las izquierdas y los nacionalistas, que proponían un referéndum inconstitucional, la sucesión en la Jefatura del Estado se ha producido con absoluta normalidad. Tras la abdicación de su padre, hoy tenemos nuevo Rey, Felipe VI, que viene dispuesto a garantizar el tránsito hacia la normalidad institucional, resquebrajada por la crisis, la corrupción y la desconfianza del pueblo español (83 % en la última encuesta del CIS) en sus representantes políticos.

En una estructura de poder como la que existe en España, organizada con la misma verticalidad que en el franquismo, aunque disfrazada de democracia, resultan interesantes las palabras del nuevo monarca, hablando sin complejos de nuestro país, al que todos los parásitos que aspiran a sucederse a sí mismos en el poder eternamente, tratan de humillar sin interrupción.

El comienzo de la normalidad política en España se produjo el 25 de mayo, con la celebración de las elecciones europeas, en las que los principales partidos de Gobierno del Estado perdieron en su conjunto más de cinco millones de votos y los apartidarios que no acudieron a las urnas o votaron blanco y nulo, superaron el 58 %. Incluso con la presencia novedosa de un partido asambleario y supuestamente enfrentado a los demás por la lucha del poder, es necesario recordar que todos los partidos políticos de este país han sido apoyados en las últimas elecciones por un 42 % de españoles, ahí cabe todo el PSOE, todo el PP, los nacionalistas, Podemos y todas las representaciones partidarias sobredimensionadas en su presencia pública por la propaganda de los medios de comunicación, que se han olvidado que la mayoría de españoles no han acudido a las urnas y por tanto no se sienten representados por los partidarios y sus luchas de poder. Al fin y al cabo, españoles somos todos, los partidarios y los apartidarios, algo que olvidan los partidarios, que son minoría.

La propaganda en una democracia debe ser excluida por ley

Son muchos los que dicen, posiblemente de forma interesada, que los abstencionistas son ajenos a la democracia, cuando posiblemente su respeto a la democracia sea lo que hace que se ausenten de las urnas. Hay protestas que salen todos los días en los periódicos, marchas de dignidad, de indignados, de secesionistas, de diversas plataformas y asociaciones, que en su conjunto no superan los 100.000 asistentes en un país de 46,5 millones de habitantes. Sin embargo se llevan buena parte de la información de los medios, porque siguen empeñadas en la escalada de despropósitos. Al mismo tiempo, 19 millones de españoles apartidarios, se han convertido en mayoría silenciosa y silenciada, que no merecen ni una línea en los diarios importantes.



La sobredimensión de la información política de las posiciones más extremas está tocando a su fin, así como la propaganda organizada por los partidos de izquierda y algunos nacionalistas, para minar la confianza de los españoles en sus instituciones políticas. Algo que se puede comprobar cada día en las redes sociales con miles de noticias, en su inmensa mayoría intoxicaciones o verdades a medias, que nos anticipan que este país está a punto de saltar por los aires de un momento a otro. En este país parece que la pobreza, el paro, la pérdida de poder adquisitivo,  la desigualdad social, y todos los problemas han comenzado con Rajoy, porque antes no existía ninguno, lo que en realidad es una farsa, la pobreza alcanzó su mayor porcentaje con Zapatero, y la desigualdad social que se había reducido con Aznar se ha vuelto a incrementar conlos que le sucedieron. Cierto es que con el Gobierno de Rajoy se han incrementando como nunca los impuestos -habiéndose comprometido a bajarlos en su programa- y los españoless hemos perdido más poder adquisitivo y más rápido con este Gobierno, que en los últimos 30 años.

Sin embargo, parece que se acaba el tiempo para las mentiras, para las exageraciones, para las intoxicaciones y para los cuentos chinos, que conforman la propaganda interesada, mal que les pese a los ruidosos insurrectos de las redes sociales, porque la economía española ha experimentado una ligera mejoría y eso es a lo que más temen aquellos que defienden los paradigmas estatalistas y colectivistas, los que nos hablan cada día de la quiebra del sistema público y de la destrucción del Estado del Bienestar.

 

Pero al contrario de lo que algunos piensen, creo que el Gobierno de Mariano Rajoy se ha equivocado de plano al gobernar de espaldas a los españoles desde el más puro despotismo, mientras les hacía crujir la vida con una de las cargas impositivas más importantes de la Unión Europea (evidentemente provocada por la política de tierra quemada de sus antecesores, que se fueron dejando el país en quiebra, con más de cinco millones de parados, un déficit público mayor del 11 %, y una deuda pública disparada e incoercible). La idea de hacer pagar a los españoles por los errores de Zapatero, me ha parecido absurda y peregrina, como me ha parecido nimia la imposición de un gasto del Estado que no nos podemos permitir, incluidos los más de medio millón de empleados públicos que nos sobran en relación a las ratios de otros países europeos.

No ha tenido sentido alguno salvar las Cajas de Ahorros quebradas por partidos políticos y agentes sociales organizados en mafias, a costa de recortar el bienestar de los españoles hasta un 30 % menos de su poder adquisitivo. La prima de riesgo es una cosa  y la prima de los getas que se han llevado el dinero de forma impune, una cosa muy diferente, y esto incluye a todos los partidos con poder, que ni siquiera han tenido la decencia de pedir disculpas a los españoles tras el estropicio organizado en función de su ineptitud y corrupción.

La casta debe abandonar sus hábitos despóticos, corruptos y miserables o en las próximas elecciones van a votarles sus familiares, amigos, enchufados  y beneficiados, que son varios millones por cierto. Pero eso no es motivo para que algunos ilusos se piensen que este país está a punto de caer en manos de los oportunistas de un frente de izquierdas secesionistas que están dispuestos a convertirnos en una especie de república bolivariana europea cambiándonos la forma de vivir a la medida de sus antojos totalitarios. Se olvidan casta y plasta, de que la mayoría de los españoles no han votado por ninguna opción, lo que indica que la parte más reflexiva y moderada de este país se ha quedado en su casa, para manifestar su desprecio por la farsa representativa que nos obsequian la casta y sus advenedizos opositores, que en su conjunto representan solamente al 42 % de los españoles, aunque se lleven el 100 % de la información política que se produce en este país. La casta y su oposición se llevan el total de la información política de esta país, mientras la mayoría apartidaria, silenciosa y silenciada, que no participa en su farsa es acallada y censurada.

Un gobierno que gobierne 


Los cambios electorales, la crítica manifiesta de la mayoría de españoles a la casta, los cambios en el seno de los partidos políticos en marcha, la sucesión monárquica y la incipiente salida de la crisis, apuntan al regreso a la normalidad. Si como sospecho, el Gobierno de Mariano Rajoy espera a que la prima de riesgo baje de 100 para realizar las reformas que este país necesita, poniendo el orden y concierto que prometió en su programa electoral, reduciendo el gasto del Estado –incluyendo los empleados públicos que se dedican más a sus intereses partidarios que a realizar su trabajo, porque a veces ni lo tienen, aunque cobran sueldo todos los meses- y se inicia una campaña de clarificación de la situación política con buenos comunicadores desde el Gobierno –los de ahora son todos pésimos- explicando lo que se ha hecho con claridad y las razones por las que se ha hecho, creando un crecimiento constante del empleo y una reducción de impuestos consolidada, como parece que se inicia, este país regresará a la normalidad, lo que no quiere decir, que aquellos que viven de la anormalidad, desde los corruptos a los secesionistas, desde los saboteadores hasta los intoxicadores profesionales, sigan dando la lata llorando por Granada, cuando en este país se produzcan las mismas cosas que se han producido siempre, con todos los gobiernos del PSOE, y los gobiernos nacionalistas en las autonomías. 

El día que se apague el ventilador de la mierda que algunos mantienen encendido para preservar su bienestar a costa de los demás, porque los que se dedican a intoxicar con el fin de crear la confusión que les sostiene en sus privilegios deban buscar trabajo, creo que en España volveremos a vivir tranquilos.  Los más mayores recordarán que cuando se produjo el último cambio de régimen en este país, aquellos que detentaban el poder desaparecieron paulatinamente de las instituciones, y en estos momentos, va siendo hora de que ocurra lo mismo. Nos sobran empresas públicas, nos sobran parásitos públicos, nos sobran mecanismos corruptos de colocación en las administraciones públicas por la puerta de atrás y tenemos un 57 % de jóvenes preparados en el paro, mucho más aptos para ocupar los puestos de los usurpadores que por tener un carnet en la boca y un dedo amigo en el poder, se han adueñado de las instituciones.


Creo que Felipe VI debería iniciar un periodo de  normalización institucional en este país, dejando bien claro que las instituciones son el soporte del Estado, mientras que su quiebra proviene de los indigentes morales que han ocupado hasta ahora su gobierno, que deben ser desalojados de inmediato del poder para que las cosas puedan funcionar en este país. No se puede seguir consintiendo que las instituciones de este país estén en manos de los políticos más ineptos, habiendo ciudadanos apartidarios más cualificados que los cenutrios que han llevado este país a la mayor crisis general de su historia democrática.

El Rey debe reinar, pero no gobernar, pero no por ello debe aceptar que se incumpla la Constitución cada día en este país, al fin y al cabo, su valor vendrá incrementado cuanto más precisa sea su intervención en devolver a los españoles una paz duradera, aunque para ello tenga que plantar cara a la casta partidaria de este país, en representación de los españoles que han abandonado su asistencia a las convocatorias electorales y son una considerable mayoría. Una mención al poder judicial despolitizado podría ser de gran ayuda, porque el Rey por su asunción constitucional, debe ser la garantía de que el poder esté al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del poder.

Enrique Suárez

Enlaces Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...