"¿Cuál es el mejor gobierno? El que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos." Goethe
Tras los enésimos intentos desestabilizadores que han
acontecido, protagonizados por los partidarios de la república, las izquierdas
y los nacionalistas, que proponían un referéndum inconstitucional, la sucesión
en la Jefatura del Estado se ha producido con absoluta normalidad. Tras la
abdicación de su padre, hoy tenemos nuevo Rey, Felipe VI, que viene dispuesto a
garantizar el tránsito hacia la normalidad institucional, resquebrajada por la
crisis, la corrupción y la desconfianza del pueblo español (83 % en la última
encuesta del CIS) en sus representantes políticos.
En una estructura de poder como la que existe en España,
organizada con la misma verticalidad que en el franquismo, aunque disfrazada de
democracia, resultan interesantes las palabras del nuevo monarca, hablando sin
complejos de nuestro país, al que todos los parásitos que aspiran a sucederse a
sí mismos en el poder eternamente, tratan de humillar sin interrupción.
El comienzo de la normalidad política en España se produjo el
25 de mayo, con la celebración de las elecciones europeas, en las que los
principales partidos de Gobierno del Estado perdieron en su conjunto más de
cinco millones de votos y los apartidarios que no acudieron a las urnas o
votaron blanco y nulo, superaron el 58 %. Incluso con la presencia novedosa de
un partido asambleario y supuestamente enfrentado a los demás por la lucha del
poder, es necesario recordar que todos los partidos políticos de este país han
sido apoyados en las últimas elecciones por un 42 % de españoles, ahí cabe todo
el PSOE, todo el PP, los nacionalistas, Podemos y todas las representaciones
partidarias sobredimensionadas en su presencia pública por la propaganda de los
medios de comunicación, que se han olvidado que la mayoría de españoles no han
acudido a las urnas y por tanto no se sienten representados por los partidarios
y sus luchas de poder. Al fin y al cabo, españoles somos todos, los partidarios y los apartidarios, algo que olvidan los partidarios, que son minoría.
La propaganda en una democracia debe ser excluida por ley
Son muchos los que dicen, posiblemente de forma interesada,
que los abstencionistas son ajenos a la democracia, cuando posiblemente su
respeto a la democracia sea lo que hace que se ausenten de las urnas. Hay
protestas que salen todos los días en los periódicos, marchas de dignidad, de
indignados, de secesionistas, de diversas plataformas y asociaciones, que en su
conjunto no superan los 100.000 asistentes en un país de 46,5 millones de
habitantes. Sin embargo se llevan buena parte de la información de los medios,
porque siguen empeñadas en la escalada de despropósitos. Al mismo tiempo, 19
millones de españoles apartidarios, se han convertido en mayoría silenciosa y
silenciada, que no merecen ni una línea en los diarios importantes.
La sobredimensión de la información política de las
posiciones más extremas está tocando a su fin, así como la propaganda
organizada por los partidos de izquierda y algunos nacionalistas, para minar la
confianza de los españoles en sus instituciones políticas. Algo que se puede
comprobar cada día en las redes sociales con miles de noticias, en su inmensa
mayoría intoxicaciones o verdades a medias, que nos anticipan que este país está a punto de
saltar por los aires de un momento a otro. En este país parece que la pobreza, el paro, la pérdida
de poder adquisitivo, la desigualdad
social, y todos los problemas han comenzado con Rajoy, porque
antes no existía ninguno, lo que en realidad es una farsa, la pobreza alcanzó su mayor porcentaje con Zapatero, y la desigualdad social que se había reducido con Aznar se ha vuelto a incrementar conlos que le sucedieron. Cierto es que con el Gobierno de Rajoy se han incrementando como nunca los impuestos -habiéndose comprometido a bajarlos en su programa- y los españoless hemos perdido más poder adquisitivo y más rápido con este Gobierno, que en los últimos 30 años.
Sin embargo, parece que se acaba el tiempo para las mentiras, para las
exageraciones, para las intoxicaciones y para los cuentos chinos, que conforman la propaganda interesada, mal que les
pese a los ruidosos insurrectos de las redes sociales, porque la economía española ha experimentado una ligera
mejoría y eso es a lo que más temen aquellos que defienden los paradigmas
estatalistas y colectivistas, los que nos hablan cada día de la quiebra del
sistema público y de la destrucción del Estado del Bienestar.
Pero al contrario de lo que algunos piensen, creo que el Gobierno
de Mariano Rajoy se ha equivocado de plano al gobernar de espaldas a los
españoles desde el más puro despotismo, mientras les hacía crujir la vida con
una de las cargas impositivas más importantes de la Unión Europea
(evidentemente provocada por la política de tierra quemada de sus antecesores,
que se fueron dejando el país en quiebra, con más de cinco millones de parados,
un déficit público mayor del 11 %, y una deuda pública disparada e
incoercible). La idea de hacer pagar a los españoles por los errores de
Zapatero, me ha parecido absurda y peregrina, como me ha parecido nimia la
imposición de un gasto del Estado que no nos podemos permitir, incluidos los
más de medio millón de empleados públicos que nos sobran en relación a las
ratios de otros países europeos.
No ha tenido sentido alguno salvar las Cajas de Ahorros
quebradas por partidos políticos y agentes sociales organizados en mafias, a
costa de recortar el bienestar de los españoles hasta un 30 % menos de su poder
adquisitivo. La prima de riesgo es una cosa
y la prima de los getas que se han llevado el dinero de forma impune,
una cosa muy diferente, y esto incluye a todos los partidos con poder, que ni
siquiera han tenido la decencia de pedir disculpas a los españoles tras el
estropicio organizado en función de su ineptitud y corrupción.
La casta debe abandonar sus hábitos despóticos, corruptos y
miserables o en las próximas elecciones van a votarles sus familiares, amigos,
enchufados y beneficiados, que son
varios millones por cierto. Pero eso no es motivo para que algunos ilusos se
piensen que este país está a punto de caer en manos de los oportunistas de un
frente de izquierdas secesionistas que están dispuestos a convertirnos en una
especie de república bolivariana europea cambiándonos la forma de vivir a la
medida de sus antojos totalitarios. Se olvidan casta y plasta, de que la
mayoría de los españoles no han votado por ninguna opción, lo que indica que la
parte más reflexiva y moderada de este país se ha quedado en su casa, para
manifestar su desprecio por la farsa representativa que nos obsequian la casta
y sus advenedizos opositores, que en su conjunto representan solamente al 42 %
de los españoles, aunque se lleven el 100 % de la información política que se
produce en este país. La casta y su oposición se llevan el total de la información política de esta país, mientras la mayoría apartidaria, silenciosa y silenciada, que no participa en su farsa es acallada y censurada.
Un gobierno que gobierne
Los cambios electorales, la crítica manifiesta de la mayoría
de españoles a la casta, los cambios en el seno de los partidos políticos en
marcha, la sucesión monárquica y la incipiente salida de la crisis, apuntan al
regreso a la normalidad. Si como sospecho, el Gobierno de Mariano Rajoy espera
a que la prima de riesgo baje de 100 para realizar las reformas que este país
necesita, poniendo el orden y concierto que prometió en su programa electoral,
reduciendo el gasto del Estado –incluyendo los empleados públicos que se
dedican más a sus intereses partidarios que a realizar su trabajo, porque a
veces ni lo tienen, aunque cobran sueldo todos los meses- y se inicia una
campaña de clarificación de la situación política con buenos comunicadores
desde el Gobierno –los de ahora son todos pésimos- explicando lo que se ha
hecho con claridad y las razones por las que se ha hecho, creando un
crecimiento constante del empleo y una reducción de impuestos consolidada, como
parece que se inicia, este país regresará a la normalidad, lo que no quiere
decir, que aquellos que viven de la anormalidad, desde los corruptos a los
secesionistas, desde los saboteadores hasta los intoxicadores profesionales,
sigan dando la lata llorando por Granada, cuando en este país se produzcan las
mismas cosas que se han producido siempre, con todos los gobiernos del PSOE, y
los gobiernos nacionalistas en las autonomías.
El día que se apague el
ventilador de la mierda que algunos mantienen encendido para preservar su
bienestar a costa de los demás, porque los que se dedican a intoxicar con el
fin de crear la confusión que les sostiene en sus privilegios deban buscar trabajo,
creo que en España volveremos a vivir tranquilos. Los más mayores recordarán que cuando se produjo el último cambio de régimen en este país, aquellos que detentaban el poder desaparecieron paulatinamente de las instituciones, y en estos momentos, va siendo hora de que ocurra lo mismo. Nos sobran empresas públicas, nos sobran parásitos públicos, nos sobran mecanismos corruptos de colocación en las administraciones públicas por la puerta de atrás y tenemos un 57 % de jóvenes preparados en el paro, mucho más aptos para ocupar los puestos de los usurpadores que por tener un carnet en la boca y un dedo amigo en el poder, se han adueñado de las instituciones.
Creo que Felipe VI debería iniciar un periodo de normalización institucional en este
país, dejando bien claro que las instituciones son el soporte del Estado, mientras que su quiebra proviene de los indigentes morales que han ocupado hasta ahora su gobierno, que deben ser
desalojados de inmediato del poder para que las cosas puedan funcionar en este
país. No se puede seguir consintiendo que las instituciones de este país estén en manos de los políticos más ineptos, habiendo ciudadanos apartidarios más cualificados que los cenutrios que han llevado este país a la mayor crisis general de su historia democrática.
El Rey debe reinar, pero no gobernar, pero no por ello debe aceptar que
se incumpla la Constitución cada día en este país, al fin y al cabo, su valor
vendrá incrementado cuanto más precisa sea su intervención en devolver a los
españoles una paz duradera, aunque para ello tenga que plantar cara a la
casta partidaria de este país, en representación de los españoles que han
abandonado su asistencia a las convocatorias electorales y son una considerable
mayoría. Una mención al poder judicial despolitizado podría ser de gran ayuda, porque el Rey por su asunción constitucional, debe ser la garantía de que el poder esté al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del poder.
Enrique Suárez