"Creo que la política no se hace con sentimientos sino con virtudes, y como no tenemos éstas, poco adelantamos." Benito Pérez Galdós
En los épicos tiempos de elogio a la memez y la estulticia
(no son sinónimos, porque el estúpido, además de tonto es necio) que nos corresponden vivir a las cohortes de españoles que
pagamos impuestos, para sufragar las vidas y obras de esta degenerada
representación política que nos hemos concedido, según nuestros representantes
democráticamente y según la mayoría de españoles que no les hemos brindado
nuestro apoyo (58 %) en las últimas elecciones, en prodigio de demagogia, desfachatez
e impostura; se puede decir alto y claro, que en este país no cabe un tonto más,
a los que teníamos antes formando el elenco de la casta se acaban de sumar ahora los
aspirantes a sustituirlos a cualquier precio, en los que no son pocos aquellos que defienden la
celebración de un referéndum inconstitucional, y por lo tanto, antidemocrático,
para elegir entre República y Monarquía, cuando de nada serviría por ser ilegítimo e ilegal, tanto como el propuesto por los catalanistas para la secesión de Cataluña.
En una democracia no se puede votar todo lo que se le ocurra a los aventureros con cuota de micrófono, poder y atención pública, sólo se puede votar lo que permite la ley y para cambiar de sistema de Estado, es imprescindible, no sólamente necesario hacer una nueva Constitución. El oportunismo y la improvisación de "los que no estaban de acuerdo" siempre nos ha traido, desde hace siglos, mucha sangre, quebrantos y miseria, a los españoles que nos hemos ido sucediendo a lo largo del tiempo.
Una sucesión de catastróficas desdichas
Sin duda, entre los más avezados, están los catalanistas que,
inventándose motivos para la secesión y
la panoplia inepta que acompaña a su discurso, se han olvidado de que el origen
de todas sus discrepancias con las instituciones españolas provienen de un
problema dinástico, cuando apoyaron a la muerte de Carlos II la continuidad de
los Hagsburgo, frente a la imposición por Luis XIV, el “Rey sol”, de su nieto
Felipe de Anjou, que pasaría, tras la victoria correspondiente del ejército
español y la derrota de los sublevados, no sólo catalanes, a ser el primero de
la dinastía borbónica en España, afianzado legítimamente por el Tratado de
Utrecht. Si Rafael Casanova, un patriota español y defensor de las aspiraciones
legitimistas del Archiduque Carlos (que con el tiempo llegó a ser emperador de
Alemania), levantara la cabeza se moría de vergüenza, ante el elenco
degenerativo que dice hoy representar los intereses de Cataluña. Navarros y
vascos mantienen hoy sus fueros por financiar a Felipe V, esta guerra ocasionó
1.250.000 muertos en Europa, más de medio millón en Francia, por tanto fue un
conflicto europeo y no español.
Otros aventureros son los nacionalistas vascos, su conflicto
con las instituciones españolas, fundamentalmente la Corona, son más recientes
y se remontan al siglo XIX por una disputa entre los Borbones, cuando el
legítimo sucesor al trono por la ley sálica vigente, Carlos María de Isidro,
disputó con su hermano Fernando VII por la Corona de España, algo que por la
pragmática sanción que se sacó de la manga, le concedió el trono a su hija,
Isabel II. Si el “tío Tomás”
(Zumalacárregui) viera el despropósito de los últimos cincuenta años en su País
Vasco querido, se suicidaba ante tanta impostura, miseria y depravación. Y no
digo nada de aquellos que entonaban el Oriamendi antes de dejarse la vida en la
batalla. Las guerras carlistas y la guerra civil que las sucedió, se saldaron
con 400.000 muertos, en esta ocasión todos españoles.
Los nacionalismos en España son la farsa mejor urdida, desde
que los fanáticos republicanos, de la segunda, que no de la primera, trataron de
crear en España una colonia soviética, algo que no les pareció bien ni siquiera
a los comunistas rusos, poco dispuestos a imperialismos a distancia y siempre
ocupados de imponer orden en su tierra. Lo de Franco, fue otra degeneración y
despropósito, reacción correspondiente a la degeneración anterior del poder y a las
intrigas y propagandas urdidas para desestabilizar la Segunda República, por la
luchas de poder entre los propios republicanos. La aventura de unos y otros le
costó a este país 400.000 muertos españoles y cuarenta años de dictadura.
Les cuento esas cosas, porque tengo la sospecha de que nadie
va a hacerlo. Todos estos conflictos bélicos le costaron la vida a más de
millón y medio de españoles muertos, por los líos de los Borbones y los de los
rojos contra los nacionales. Pero es importante decir, por lo que expondré a
continuación, es que todos los que murieron fueron españoles y así se consideraban,
los nacionalistas vascos y catalanes que murieron en la última guerra civil
española, fueron una minoría, porque el peso de la guerra fue llevado por los
comunistas y anarquistas, y en el bando nacional no había nacionalistas, había militares proclives a alguna suerte de fascismo, emergente en varias naciones europeas por la época. Pero todos eran españoles, los rojos y los nacionales.
Patriotismo no es nacionalismo
Y ahora voy al meollo de la cuestión, ¿cómo se puede ser tan
imbécil para decir que existe un nacionalismo español, cuando la identidad
española proviene de todos los españoles que se dejaron su sangre por defender
en los últimos 300 años, unas causas u otras, pero siempre en el ámbito de
España?
¿Se imaginan ustedes decirle a Hollande que es una
nacionalista francés, a Obama que es un
nacionalista norteamericano o a Putin que es un nacionalista ruso, por defender
a sus respectivas naciones? Lo más fascinante es que aquellos que no distinguen
lo nomotético de lo idiográfico, se permiten dar lecciones a todos los demás
sobre su atribulado papanatismo adanista, pensando que sólo por vivir en una democracia,
tienen derecho a decir lo que les plazca y todo el mundo la obligación de
aplaudirles
Para los "ilustrados" cultivados por el poder de turno en la inmersión y la LOGSE, les diré que
cuando alguien defiende una nación constituida históricamente y reconocida
internacionalmente, el término preciso para el concepto es el de patriota y no
se habla de nacionalismo, sino de patriotismo, que es el amor a la patria y el
sentimiento y conducta del patriota, para definir una cuestión de identidad y
legitimidad sobrevenidas e imbrincadas.
En España nunca ha habido nacionalistas españoles más que en
1808 cuando Napoleón decidió invadir este país y los padres de la primera
Constitución española legitimaron que el único soberano de España como nación,
poder enfrentado al absoluto de monarcas (o Repúblicas), era el pueblo español;
esto acontecía en 1812, y hasta que el General Riego no obligó al rey Fernando
VII a sancionarla vivimos en precariedad institucional, algo que a los tres años le costó la vida, cuando fue condenado a muerte por el felón Fernando VII.
Rafael del Riego arrastrado en un serón camino del patíbulo (1823)
Desde 1820, los únicos
soberanos de la nación española somos el pueblo español, una entidad cambiante
a lo largo del tiempo, porque se va sucediendo esta condición en todos los
españoles con derecho a voto de cada época, pasando de padres a hijos y de
estos a los nietos, exactamente igual que la Corona, por una cuestión muy
sencilla, cuando se hizo la primera Constitución nuestros aliados eran los
ingleses. que estaban realmente preocupados por los recientes acontecimientos ocurridos en el
país vecino con la Revolución Francesa, y si nuestra primera Constitución hubiera sido
republicana nos hubieran mandado a paseo y hoy, posiblemente, seguiríamos hablando francés en
este país.
En cuanto a los “episodios nacionales” defendidos desde el
franquismo, nada que ver con la defensa de la nación, sino con los intereses de
las fuerzas reaccionarias de este país, enfrentados a las fuerzas insurgentes
que querían tomar el poder, y de hecho lo hicieron, contra la Constitución y contra la República, al asalto, derrocando estos últimos cualquier orden en la Segunda República y haciéndose y haciéndonos el harakiri, provocando la sublevación de los militares, que tomaron la decisión de dar un Golpe de Estado,
nada infrecuente en nuestro país, pues en los últimos doscientos años, en grado
de tentativa o consumación, se han producido más de 230, lo que nos ofrece más de uno por año, por si hubiera alguna duda en que en este país se ha cambiado de régimen con la vesania oportuna de los distintos actores, pero siempre bajo la misma condición, la de españoles.
La cuestión nacionalista
Nos queda la cuestión nacionalista, hoy pregonada desde
Cataluña y el País Vasco, pero también desde Canarias, Baleares, Galicia o
Andalucía.
Los nacionalismos sin Estado, son movimientos políticos
residuales que provienen de los estertores del siglo XIX en Europa, nada que
ver con una historia inventada de comunidades independientes previas, porque en
este país, ha habido en muchos lugares comunidades independientes históricamente,
por mencionar algunas, Asturias, Aragón, Granada, Navarra, León, Castilla,
Valencia, entre otras, pero nunca ha habido una segregación ni de Cataluña, ni
del País Vasco, ni por supuesto de Galicia (salvo que nos remontemos a los
suevos), con algo que se parezca a una nacionalidad efectiva, hasta la Constitución de
1978, y menos con una secesión, prueba de ello es que el Golpe de Estado dado por Companys en Cataluña
fue sofocado por el ejército de le Segunda República
Desde una perspectiva rigurosa, las "comunidades históricas"
reconocidas en la actual Constitución, resulta que son, precisamente, las que menos
historia independiente tienen entre las españolas, las más retrasadas en cuanto a mostrar su distinción del resto de las españolas, pero sin embargo las que han
obtenido beneficios y privilegio para sus instituciones y ciudadanos, con una
discriminación positiva evidente a lo largo de los 36 años que llevamos de supuesta democracia,
gracias a los artilugios inconstitucionales que se inventaron los padres de la
actual Constitución para no desagradar a nadie.
Lo curioso es que las comunidades que realmente fueron independientes, Navarra, con una amplia historia de reino propio que viene desde la batalla de las Navas de Tolosa, y foco de la legitimista rebelión carlista en el siglo XIX, o Asturias, dos veces independiente en los últimos dos siglos, una vez en 1808 para defender España y otra en 1934, por insurrección contra la República, hicieron el viaje al revés, hacia la unión con los demás españoles, y no será por falta de historia independiente, porque desde los romanos, siempre ha existido en los pequeños paises del norte, una voluntad de no aceptar imposiciones de los invasores, de los reyes o del Estado. No obstante, desde que hay democracia o algo que se le parezca, y particularmente en lo que se refiere a Asturias, sólo ha visto declinar su singularidad, al mismo tiempo que sus ambiciones secesionistas prácticamente no han existido.
El diccionario de la RAE define nacionalismo con tres
acepciones:
nacionalismo.
1. m. Apego de
los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece.
2. m.
Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus
ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas.
3. m.
Aspiración o tendencia de un pueblo o raza a tener una cierta independencia en
sus órganos rectores.
La primera queda
descartada para las “comunidades históricas” españolas porque nunca fueron
naciones hasta ahora, sólo podría ser utilizada por aquellas comunidades que
fueron naciones, reinos o entidades independientes, y por supuesto, aunque me
parece extravagante (considero que patriotismo es más adecuado), en el caso de
la nación española que si está constituida históricamente de forma legítima, la
segunda es un ideología y la tercera una aspiración.
Contra los hechos
diferenciales se sobreponen los hechos comunes, avalados por la historia, la
legitimidad, las Constituciones de los últimos 200 años, la ratificación histórica y las diversas instituciones, así como por la sangre derramada por
todos los españoles de los distintos bandos en sus conflictos civiles, a lo
largo de la historia, y también por los votos, cuando fue posible; porque mal que les pese a algunos, tan español era Rafael Casanova, como Tomás Zumalacárregui (ambos, grandes patriotas españoles), y tan español era Azaña como Franco, y por
supuesto tan españoles fueron los que murieron por defender una causa o su contraria.
Esta es la versión que nunca les contarán a los jóvenes españoles,
fundamentalmente a los que algunos espabilados utilizan como carne de cañón
histórica para perpetuarse en el poder defendiendo sus peregrinas pretensiones,
siempre acompañadas de beneficios y privilegios, diferenciales.
Porque si todos se
han dispuesto a defender su particular historia, es hora de que alguien diga,
alto y claro, que es el momento preciso de rendir homenaje los liberales que
hicieron y proclamaron la primera Constitución Española en 1812 para que todos
pudiéramos expresar en libertad nuestro parecer y con los que los españoles de cualquier
época posterior mantenemos deuda histórica, por haber convertido a este pueblo
en único soberano de la nación española, ante tantos mequetrefes que sólo miran
por sus particulares intereses egoístas y sectarios.
España siempre ha sido, históricamente, la patria de los conflictos y las reconciliaciones entre sus habitantes, ninguna nación del mundo ha superado tantas confrontaciones continuadas, entre los que dicen una cosa y la contraria. Parece que ser español no es una condición que admite la paz, más bien creo que hay muchos que desde el poder se benefician de que estemos permanentemente en conflicto, que es la mejor forma de que no les exijamos que rindan cuentas por lo que han hecho o dejado de hacer, eso sí que es español, que nos engañen desde el poder sin interrupción, para expoliarnos después, porque nosotros, los españoles de todas las épocas, hemos puesto el dinero y los muertos, para que su imposición pudiera realizarse, porque todos los poderes en la historia de nuestro país, no son más que consecuencia de una imposición, unas veces con más engaños y otras con menos engaños.
Van siendo necesarios muchos cambios en la política de este país, pero la razón nos ha debido acostumbrar a que sean sosegados y en libertad. Ser español nunca ha sido fácil; precisamente, la convivencia en conflicto ha sido una constante en nuestra historia por diversos motivos, porque siempre se acaban encontrando si se buscan, pero eso en lo único que ha beneficiado a los españoles es en haberles retrasado permanentemente un par de siglos, hasta comienzos del siglo XIX, viviendo y reviviendo décadas ominosas, porque todos los poderes reaccionarios o sus réplicas insurgentes, interesados en conservar o procurarse privilegios, se han empeñado en que nunca vayamos con el siglo como los demás europeos, sino con uno o dos por detrás.
Enrique
Suárez